Lilia Parisí: “La muerte opera como un campo de fuerza en mi escritura”

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Lilia Parisí: “La muerte opera como un campo de fuerza en mi escritura”

02 Mayo 2021

Por Miguel Martinez Naón

Lilia Parisí nació en San Juan en 1978. Es poeta y socióloga. Pasó parte de la infancia en México y Chile. Participó en el ciclo Rumiar Buenos Aires; en el Festival de Poesía del Sur Andino “Enero en la palabra” (en Cuzco, Perú); el Festival de Poesía Joven Jauría de Palabras (en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia), y en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, entre otros.

En 2018 conformó junto a otras poetas mujeres, la antología La sangre en las fiestas cortas, editado por Textos Intrusos. Parte de su trabajo reciente se encuentra en la antología Descosidas. Es una de las organizadoras del ciclo de poesía Cordillera, estudia actualmente la lengua ancestral andina, Runasimi, y cursa la Maestría en Escritura Creativa en la UNTREF.

APU conversó con ella acerca de su escritura, sus próximos proyectos y un taller de lectura y escritura que dictará a partir de mayo titulado “La pisada del insecto”.

AGENCIA PACO URONDO: Hay una relación muy estrecha entre algunos poemas tuyos y ciertos paisajes latinoamericanos, una cosmovisión. De hecho, has vivido en otros países durante tu infancia, has sido invitada a leer en varios festivales del continente y estás estudiando lenguas ancestrales ¿Existe realmente esa relación en tu poética? De ser así ¿Cómo lo vivís?

Lilia Parisí: Bueno, yo creo que existe, sí, más como un paisaje interno que se despliega en la escritura que como una voluntad consciente de hacerlo. Luego lo otro, lo de haber pasado la infancia fuera de Argentina, me ha provisto de una sensación casi permanente de extranjería que se calma cuando me advierto dentro de un entramado mayor, dentro de una identidad más grande.

APU: En tus poemas hay constantes evocaciones a la muerte: niños muertos, tragados por el fuego, “garganta de los inundados”, “pozo de los ancestros”, un sacrificio de animales, un ruego, un no saber qué hacer, un “trayendo la muerte a galope”, una “memoria degollada”, a veces como un canto ceremonial, otras como un encuentro con tu padre, o simplemente como alguien que los oye ¿Será la muerte (o estas muertes, innumerables y acechantes) un mito de referencia en tu escritura?

L.P.: Sí, claro. Creo que la muerte opera como un campo de fuerza en mi escritura. Quizás digo una obviedad, pero todo en absoluto es un misterio, sólo porque existe la posibilidad de la muerte. Entonces eso trastoca un poco el foco de todo. Y no sólo la muerte como pérdida de alguien, la muerte colectiva, la propia muerte, sino también los procesos de transformación. El compostaje eterno en el que venimos viajando desde que somos materia, eso me alucina como objeto estético. La muerte como pasaje entre estados de la materia, la muerte como pasaje entre mundos. Por supuesto que por fuera de lo que logro escribir, quedan muchísimas cosas, muchísimos universos que me interpelan, sobre todo políticos, y que podría identificar con la escritura de la poeta chilena Susana Moya.

APU: Estás por iniciar un taller de lectura y escritura titulado “La pisada del insecto”, una propuesta interdisciplinaria. Contanos de qué se trata, y cuando comenzarías

L.P.: “La pisada del insecto” es una propuesta que se interesa en lo sensible, lo milimétrico o lo pequeño que puede devenir texto. Y pequeño, no tanto en relación al tamaño, sino más bien a lo sutil, a lo que no se deja ver por mucho tiempo, o a lo que quedó escondido, pero igual reverbera. Arrancaremos la primera semana de mayo, en modalidad virtual, para leer poesía y escribirla también. Está todxs invitadxs, claro.

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APU: Tal como mencionaba al principio has participado de muchas lecturas en festivales y encuentros, también formaste parte de grandes antologías. ¿Tenés pensado publicar un libro tuyo?

L.P: Sí, por supuesto. El primero después de varias catástrofes, está en proceso de ver la luz muy muy pronto. Hay un segundo poemario terminado, y un tercero en curso, pero claro los procesos de publicación tienen su propia temporalidad y son muy sensibles a los vaivenes del contexto.

Poemas de Lilia Parisí

Nigredo

Desde hace

160 días con sus noches

no ruge el demonio alado

que sobrevolaba estas

las ciudades malditas

nadie mutila el origen mineral de lo viviente

y los pequeños seres

los que espiaron siempre 

desde la delgada tenebrosidad de la infancia

bajan a diario

a intercambiar sus cristales y sus pieles

 

A mí

se me ha conferido el nombre de superviviente

Y las bestias

las que quedaron

las que todavía andan sueltas,

yugulan a los pequeños animales

les arrancan sus cabezas jóvenes y frescas

y como a un juguete precioso las observan

pero sin la voluntad

de la apropiación

humana.

 

La casa

que dejé ayer,

cuando aún me comprimía

en la celdilla asfixiante de la lengua,

está llena de insectos.

puedo verlos desde aquí:

llevan en sus patas antiguas escrituras

dejan la exégesis de su reino

en las orillas de las tazas que quedaron servidas

y que son ahora

estanques oscuros

silenciosos

en los que se dibuja

la Nigredo.

 

Primera canción a mi padre

Ese día me había peinado mi padre

como si fuera un hombre

dispuesto a subir a un caballo

yo

él

como una cabra

maté a alguien dijo

con las mismas manos de peinar

pensé

y yo de ahí

todo

y yo de ahí

los cismas los barrancos

sin aire

y por las mañanas

sin peinado

y los niños perdidos

de ese entonces que venían

los niños sangrantes de esos días

que venían a jugar

ponían la locura junto al dulce de la tarde

junto al cuchillo y al humus negro

de donde regresan sus manos

cada vez que mi padre me peina.

 

Mezquina bóveda del bosque

Yo que a los ocho años empuñaba un arma

he buscado en esos bosques

y ahora busco en las siluetas de cartón

que los hombres pusieron

para que clavara allí una bala

te he buscado, digo  

entre la inmensa y esotérica arboleda

pero la bóveda del bosque

siempre supo distraerme

marcó mi paso

con cabezas ancestrales

y trapos oscuros colgados de los cielos

Sagrada bóveda del bosque

me alzaron tus ramas

prometiendo algo que no llegué a escuchar

era tan leve la tarde

que caían pájaros niños a la tierra

y fue tan grande en mí

tan de mí

que a partir de ese chillido levanté toda mi infancia

como piedra

Mezquina bóveda del bosque

si notabas de lejos los minúsculos mapas de mis manos

por qué me salvaste de las balas perdidas de mi padre.

 

Aljibe

Hace 100 años en esta misma casa 

me tocó 

meter la mano en el aljibe

surcar la garganta de los inundados

meter los brazos profundo 

traer a luz al cervatillo 

Hace 100 años en esta misma casa

abrí los pulmones encharcados de mis semejantes

para escuchar atenta los secretos familiares

así cada día: 

que la mujer del trigo y de la trenza

que el niño tragado por el fuego

que los cofres con gusanos

que la higiene sacra de mis crías 

 

Limpia la casa ya

el pozo los ancestros

ajada la costura de los mundos

veo a Júpiter crecer desde la corona solar del fresno 

Voy a agarrarlo.