La Patria Fusilada: esa memoria por venir

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La Patria Fusilada: esa memoria por venir

20 Agosto 2012

Quería decir que nosotros cuando hablamos estamos un poco contando las experiencias de todos, de los que murieron y de los que vivieron. Es una cosa totalmente impersonal. Si algo tenemos que hacer, si para algo sobrevivimos nosotros es para transmitir todo eso que los otros por haber muerto no pueden hacerlo.
Ricardo Rene Haidar, palabras finales de la entrevista.

Le basta el presente, esa memoria por venir
(Poema Carteles, Paco Urondo)

Por Juan Manuel Ciucci

Una celda en la cárcel de Villa Devoto. La fecha es el 24 de mayo de 1973, la noche previa a la asunción de Héctor Cámpora. El penal ha sido tomado por los detenidos luego de las visitas de la tarde. Se sabe que una de las promesas del nuevo gobierno ha sido liberar a todos los presos políticos. Están todos los pabellones comunicados; muchos vuelven a verse después de años. Son cerca de las 21 horas cuando esa celda comienza a poblarse de recuerdos. En medio de una algarabía generalizada, de pintadas, de discusiones, de esperanzas; cuatro personas se juntan a recordar una masacre: Trelew.

El encuentro tiene la forma de una entrevista. Quien asume el papel del reportero es Francisco “Paco” Urondo, detenido tres meses atrás por su militancia en las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). El poeta militante, el intelectual comprometido, orgánico. Su detención había producido una conmoción. Verlo relacionado con la lucha armada significo un fuerte respaldo al accionar de miles de militantes. Pidieron por su liberación desde Pier Paolo Pasolini a Simone de Beauvoir, entre muchos. Resignificó inmediatamente su obra, su accionar. Una de las discusiones más candentes en la “intelligentzia” de la época era la del papel del intelectual en la revolución (y sigue siéndolo hoy día). Paco saldaba esa discusión con su accionar, que tomaba estado público a partir de la difusión que de su detención hizo la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). Intentando criminalizarlo terminaron erigiéndolo en símbolo.

Sus interlocutores son los únicos sobrevivientes de la Masacre de Trelew, perpetrada por el Estado Argentino. Luego de la fuga del penal de Rawson el 15 de agosto de 1972, diecinueve militantes quedan varados en el Aeropuerto de Trelew al no poder llegar a tiempo al avión comercial que los llevaría a Chile. Solo seis habían logrado llegar y cruzar la cordillera, y de allí seguir rumbo hacia La Habana. Estos 19 combatientes se entregan incondicionalmente en el aeropuerto, luego de la promesa de ser trasladados nuevamente al penal. Sin embargo, son llevados a la Base Almirante Zar, donde el 22 de agosto serán fusilados en sus calabozos, con la intención de presentar los hechos como un intento de fuga. Mueren trece inmediatamente (varios merced a un tiro de gracia), tres de ellos, varias horas después por falta de atención médica, y sólo otros tres logran sobrevivir.

Maria Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo Rene Haidar. Los tres son testimonio vivo, memoria presente. Fusilados, viven. Como Carlos Livraga, aquel “fusilado que vive”, que encontró Rodolfo Walsh luego de la Masacre de José León Suárez, y le permitió ahondar su investigación. Estos fusilados han sobrevivido, quizás para contar lo que pasó. Para no dejar impune esta matanza, esta ignominia. Declaran ante jueces, ante quien quiera oírlos. Son trasladados a la cárcel de Devoto en febrero del ´73, para declarar ante la Cámara Federal. Y luego del triunfo en las elecciones del peronismo, se niegan a regresar a Rawson. La historia esta comenzando a cambiar. O casi.

Memorias militantes

Nos sirve para comenzar a reflexionar sobre este acto político de la memoria que es La Patria Fusilada, compararlo con Operación Masacre de Rodolfo Walsh (1). Los fusilamientos de José León Suárez pertenecían a la memoria combativa de la resistencia peronista. No muchos sabían lo sucedido, no estaba muy claro quienes habían sido los ejecutores. Walsh comienza una investigación a obscuras, a partir de relatos fragmentados, de rumores. Su entrega semanal en la revista Mayoría iba a la par que su investigación, y muchas veces incidía directamente en ella. Una tapa le permitía reencontrarse con un fusilado, con un testigo. Fue una reconstrucción de una memoria perdida, ocultada.

En cambio, la Masacre de Trelew fue inmediatamente conocida en todo el país. Por la versión oficial, pero también por los relatos de sus sobrevivientes. Y porque el pueblo ya no le creía a la dictadura de Lanusse. Ya se sabían los tratos que les daban a los presos políticos, las torturas, los asesinatos. Ya para 1972, había sido desaparecido Felipe Vallese, se había creado el Conintes, habían masacrado al EGP en Salta, habían sido asesinados Santiago Pampillon, Emilio Jáuregui, Fernando Abal Medina, Carlos Ramus, a José Sabino Navarro, Carlos Olmedo, Juan Pablo Maestre. Y a tantos otros desconocidos, ocultados. La tortura es norma, y ante la aparición de las organizaciones armadas, el Estado comienza a hablar de guerra y de comandos antiguerrilleros. Los militantes tienen una clara conciencia del enemigo y de su violencia, son hijos del Cordobazo y de la Resistencia Peronista. En la conferencia de prensa que realizan los fugados en el aeropuerto de Trelew, denuncian que se entregan ante las cámaras y ante un juez para evitar ser maltratados, torturados, asesinados. Denuncian las prácticas de la dictadura, el salvajismo con que actúan contra los militantes populares (2). Hay una historia de resistencia, de enfrentamiento, de lucha, de conocimiento del enemigo.

En un primer momento los sobrevivientes dieron relato a lo que aconteció, permitieron conocer los pormenores de lo que se sospechaba. Sus declaraciones ante la justicia posibilitaron la reconstrucción de los hechos. En un contexto social de repudio ante el accionar del Estado, sus testimonios pusieron en palabras lo atroz de la masacre. Así, en La Patria Fusilada no importa tanto la prueba de los hechos (3) (como sí le era imprescindible a Walsh), sino el testimonio, el análisis político, la memoria de los caídos. La masacre ya esta probada, repudiada socialmente; este encuentro denuncia a los culpables, reconstruye lo que sucedió. Además del interés de ser la primera vez en que los tres sobrevivientes de Trelew se reúnen para recordar; es un hecho militante, de memoria para el futuro próximo de un gobierno peronista. “La sangre derramada no será negociada”; estos testimonios refuerzan esa consigna.

Relatos / Praxis política

La lectura del libro nos sumerge en un ámbito privado, en una especie de tensa calma. No son fáciles las palabras que hay que pronunciar, no están solos en esta celda mientras recuerdan. Los compañeros están también allí, los caídos y los de afuera, detrás de esta reja que no pertenece a la realidad. Asistimos a momentos de alegrías y de desazones, de recuerdos dolorosos. Del recuerdo de la muerte, de la propia, próxima, y de la de los otros. De esos cuerpos que fueron enfriándose, que dejaron de responder. De la sangre, del dolor de un balazo, del estallido de una bala en la cabeza. La sencillez del texto nos interpela, nos abruma. ¿Cómo se cuenta una masacre? ¿Cómo se cuenta sobrevivir a ella? ¿Que palabras digo por los que ya no pueden decirlas?

El relato es coral, las cuatro voces van integrándose en un discurso superador. En el plano de la reconstrucción de la masacre, cada uno aporta una parte sustancial de los hechos. Cada punto de vista ayuda a dar una visión global y totalizadora. También ayuda a esto la postura ideológica compartida por todos. Es un relato desde la militancia, no intenta una reconstrucción objetiva de los hechos. Esta historia está atravesada por las historias de cada uno de ellos. Están los hechos irrefutables, y está la propia interpretación de estos hechos; de esta confluencia aparece el relato. Y la interpretación es política, militante. ¿Podría acaso ser de otra manera? (¿cómo podemos acercarnos hoy a este texto, sin comprometernos de alguna manera?)

Los sobrevivientes relatan lo que han visto y vivido, que es sumamente fragmentado. Surgen en el relato contradicciones, correcciones, preguntas. Es que no han estado todos juntos, y por la posición en las celdas que ocupaban han tenido distintas experiencias de los hechos. Como también distinta es la experiencia de género: Maria Antonia Berger remarca en el relato las diferencias entre su experiencia y la de sus compañeras con las de los hombres. Desde una revisación médica vejatoria, hasta el trato despectivo y humillante por parte de los militares. En el aeropuerto a ella casi no la miraban, sino que le hablaban a los hombres que estaban allí presentes. No comprendían muy bien que hacía una mujer allí, que autoridad tenia para parlamentar con ellos. Y cuenta que a Sayo (Ana María Villareal de Santucho), la pareja de Santucho, le preguntaban por qué la había dejado su marido; si la había abandonado. Doble enfrentamiento: el patriarcal y el militar.

Dado que cada uno tenía un acceso parcial a los sucesos, en el cruce se confrontan informaciones. Y cada uno pregunta y repregunta, erosionando el rol de reportero que sostiene Paco Urondo. Éste, por otro lado, es el encargado de comunicarles lo que sucedía afuera, desde las organizaciones. Qué esperaban de los hechos, qué se enteraron, qué sabían. Incluso cuenta anécdotas, como para corroborarlas con ellos. Entre los cuatro dan una perspectiva acabada de la situación, con clara conciencia de este intento. Son varios los momentos en que cualquiera de ellos interrumpe el diálogo, para volver sobre un punto que quisiera aclarar. O para impedir que el relato se adelante demasiado, se desconecte de los pasos dados. “Es decir, para que quede bien clarito”, dice Haidar, y vuelve a detallar lo antes dicho. Hay un intento de reconstrucción lineal de los sucesos, de los momentos que llevan hacia la masacre. Como un intento de un relato final, acabado, de los hechos. No es casual que la entrevista se realice un día antes de la asunción de Cámpora.

Justamente, el espíritu de la época (de la breve primavera camporista) se siente profundamente. En la valoración política de los sucesos, el optimismo ante el proceso que acaba de iniciarse es inocultable. Además, ¿qué peronista revolucionario no lo estaría? En el gobierno que asume al día siguiente hay una fuerte presencia de la tendencia revolucionaria. Por lo tanto, la valoración que hacen de Juan Perón es sumamente positiva. Critican que no estimaron como correspondía el rol que podía tener Perón en esa coyuntura. Cómo logró desarticular al GAN (Gran Acuerdo Nacional), cómo le gano la pulseada a Lanusse. Y a su vez, se critican por sobreestimar la fuerza del enemigo, porque no supieron ver sus contradicciones internas. Si bien la fuga ayudó a este deterioro de las fuerzas represivas, creían que era imposible el deterioro que comenzaba a manifestarse en la dictadura; y que llevaría a las elecciones (imposible no sentir una profunda angustia ante esta esperanza, que tan pronto seria mancillada).

La lectura política de los hechos se ve modificada por la cambiante realidad política del país. Los cuatro pertenecen a dos organizaciones que están en proceso de fusión: FAR y Montoneros. De allí que gran parte del relato sean las discusiones que en la cárcel tenían los militantes de ambas estructuras. Esta entrevista es también un acto político a favor de la unión de las organizaciones, una recuperación de una experiencia política que fue fundamental para dicha unión. El libro sale editado en agosto de 1973, y la fusión se oficializa en octubre de ese año. Esa sangre derramada, esa historia de lucha, es un bastión para el proceso que debe desarrollarse. Los relatos sobre la elaboración del documento conjunto conocido como “El Balido de Rawson” (Opiniones sobre los problemas centrales de la guerra revolucionaria en esta etapa), dan muestra de ello. Haidar relata que fue desde la cárcel donde se hizo más por la unidad, en donde existía un proceso de discusión y confluencia que no se daba afuera.

Esta dimensión política le da a la memoria otra variante, otro propósito. Porque la coyuntura se vio tan modificada desde la masacre hasta la asunción de Cámpora, que el relato del recuerdo tomo otro significado. Ya no es este un libro sobre un hecho político aislado, sobre una acción criminal por parte del Estado argentino. Es un relato de la militancia, de cuadros importantísimos sobre el momento histórico que les toca transitar. Y esto no es necesariamente planificado, sino que tiene que ver con el accionar político de estos actores sociales. En este proceso revolucionario, este mirar atrás significa repensar el presente y el futuro. Significa extraer las conclusiones y las experiencias necesarias para este aquí y ahora. Y para lo que vendrá. La fusión de estas dos organizaciones no fue para nada sencilla. La formación marxista de la mayoría de los cuadros de las FAR se vio simplificada por los planteos de Montoneros. Estos, en tanto formación de frente antiimperialista, tenían otro tipo de organización y de debate. Sin embargo, la fusión era estratégicamente necesaria, y estos cuadros políticos dan testimonio también de esto en el libro. Triste es saber que Paco Urondo sufriría en carne propia los avatares del verticalismo montonero. Su muerte en Mendoza fue resultado de ello.

Las discusiones políticas de la entrevista muestran a cuatro cuadros preparados y con conocimiento cabal de su realidad. No hay diferencias notables entre el poeta y los militantes, posibles desde la perspectiva de “la poca politización de los artistas”. Al mismo tiempo que provoco un extrañamiento en aquellos que solo veían a Paco como un poeta vanguardista, excéntrico. Tomaban (y aún toman) su militancia como un juego, como un error, como una moda. Quieren desprestigiarlo, olvidándolo como militante. Este texto sirve para tomar clara conciencia de su preparación política (4).

La entrevista también permite la transmisión de conocimientos para la militancia de las organizaciones. El relato pormenorizado de la fuga, por ejemplo, sirve para infundir coraje y orgullo en los militantes. Que ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), FAR y Montoneros hayan sido capaces de unirse para llevar adelante una acción de tamaña envergadura es un hecho político importantísimo. No sólo coparon el penal, sino que organizaron la fuga tomando el control del aeropuerto comercial de Trelew, secuestrando un vuelo comercial para escapar hacia Chile. Una falla en la comunicación entre el exterior y el interior del penal, fue lo que imposibilito que se fugasen cien combatientes. Aún así, el hecho político fue demoledor para una dictadura que se vanagloriaba de tener controlada la situación. Recordemos que los principales cuadros dirigentes de las organizaciones estaban presos (testimonio de ello son los seis fugados que logran escapar), la comunicación y la planificación se veían fuertemente dificultadas por las distancias y el desierto patagónico; y sin embargo, la acción fue casi perfecta.

En este sentido es que fue necesaria también la memoria, no solo para enjuiciar y recordar la masacre. Sino también para recordar la alegría de la fuga, de los preparativos, de las discusiones. En todo el relato se cruzan bromas, anécdotas, pequeñas historias. Se habla de la pasión por el fútbol, de las comidas, de los sueños. Ante la construcción ficcional del “extremista”, este relato permite vivenciar la vida cotidiana de los militantes políticos de los setenta. Alberto Camps relata que ya en la Base Almirante Zar, el asesino Roberto Bravo le proporciona un panfleto llamado “El desengaño”. Allí se cuenta la historia de un joven que se une a un grupo guerrillero, y el desengaño que sufre al ver que son capaces de hacer cualquier cosa: matar ancianos, bebés, etc. (5). Y Bravo les discutía, o intentaba argumentar, sobre el por qué de lo que hacían. Dice Haidar: “Siempre mirándonos como si fuéramos piezas de museo, asesinos”. “Gente extraordinaria”, acota Berger. Gente extraordinaria. La mirada de los represores es contrastada por la existencia de los militantes. Trelew significó también eso: el rostro humano de la lucha armada. La foto de los diecinueve detenidos, sonriendo, fue impactante. Como también lo fue la conferencia de prensa en el aeropuerto, en donde estos jóvenes relataban su clara visión de la realidad (6). En el aeropuerto, a Alberto del Rey la gente le pide un recuerdo, y él comienza a repartir municiones. Testimonio de una praxis vital, de un compromiso. Ni asesinos ni gente extraordinaria: militantes.

Esta parte del relato da herramientas de combate. Se nos explica cómo coparon el penal, qué armas utilizaron, cómo redujeron a todo el personal. Cómo fue la planificación desde el exterior, qué apoyos tenían en el avión y en el aeropuerto. La preparación física necesaria, los modos de organizar a los partícipes, la distribución de la información. “¿Se podrá decir que es lo que se copó?”, pregunta Berger. “Eso lo saben los servicios, así que aunque no se haya dicho, se puede decir”, responde Urondo. Lo que se cuenta sirve a aquellos que militan, que luchan. Como la experiencia en la tortura, en la represión. Un otro nos refleja lo que puede pasarnos, y nos da fuerza y herramientas para poder sobrellevarlo. No son relatos sobre el horror, son relatos sobre la resistencia. Al haber una lucha que los engloba, que los supera, su muerte individual no será en vano. Su dolor es parte de la lucha; resistir en la tortura es un deber moral del revolucionario. En esto también el texto es un documento de una estructura de pensamiento política, que también quisieron desaparecer. Sirva como ejemplo la imagen de Maria Antonia Berger, quien sintiéndose moribunda, escribe con su sangre en la pared LOMJE, que significa Libres o muertos, jamás esclavos.

Objeto

El libro es de un azul claro, con un dibujo de un torso desnudo con sus brazos en alto, con un rictus de dolor en su rostro. Hay tres brazos, y es difícil distinguir si es un cuerpo o varios; parecieran ser un cuerpo femenino y otro masculino entremezclados. En la información del libro, se consigna que la tapa corresponde a Mingo Ferreira. La tapa y la contratapa están manchadas con gotas de un rojo furioso, como una salpicadura de sangre. El lomo sólo dice Sobrevientes (sic) de Trelew LA PATRIA FUSILADA. En la portada se repite en lo más alto el título, luego dice Entrevista de Francisco Urondo, luego viene el dibujo, debajo Testimonios de Maria Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo Rene Haidar Sobrevivientes de Trelew, y abajo de todo ediciones de Crisis. Todo el texto está en blanco, salvo ediciones de, escrito en negro. Crisis, toda una leyenda.

La primera edición es del 15 de agosto de 1973, y consta de diez mil ejemplares. La segunda, del 30 de agosto de 1973, consta de cinco mil ejemplares. La tercera edición es del 17 de setiembre (sic) de 1973, y también tuvo cinco mil ejemplares. (¿Cuantos quedan de tantos miles?) Estos datos los saque de un libro que conseguí en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, para constatarlo con el que tengo. A mi ejemplar le faltan las primeras páginas, con la poesía de Juan Gelman que abre el libro. Quizás tendría alguna dedicatoria, ya que no parece haber sido robado de alguna biblioteca (he comprado de esos, y siempre uno encuentra algún sellito perdido). Por la información de la imprenta, debe ser una primera edición.

Al libro lo abre y lo cierra Gelman. Que también puede decirse: Al libro lo abre y lo cierra la poesía. ¿De que otra manera puede empezar un libro sobre masacres? ¿Acaso no es una gran poesía el texto relatado en Noche y Niebla? Condiciones lo abre, Glorias lo cierra. Elijo citar el final, ahora.

Con sangre verdaderamente están regando el país ahora
oh amores 16 que todavía volarán aromando
la justicia por fin conseguida el trabajo furioso de la felicidad
oh sangre así caída condúcenos al triunfo
Como calandria de sus pechos caía y
como sangre para apagar la muerte y
como sangre para apagar la noche y
como sol como día.

Se incluye la desgrabación de la conferencia de prensa dada en el aeropuerto. Hay también una breve entrevista a Francisco Urondo, intitulada Ubicación. Allí, un periodista no identificado le pregunta sobre el contexto de esta entrevista. El momento, la duración, sus sensaciones. Comparte también sus impresiones sobre el resultado de la nota, sobre el papel de Urondo. Un dato curioso es que ha escuchado la grabación de la entrevista, y restituye en sus preguntas los sonidos de fondo, el ambiente (¿existirá aún esa grabación?). Esta nota sirve como breve introducción al texto, permitiendo un acercamiento al hecho que vamos a abordar. Y nos despide con una sutil reflexión de Paco: “La solidaridad que despertaba en mí lo que iban contando, me producía ese sentimiento de cuidado sobre ellos. Y ahora me pregunto: ¿acaso no hay que cuidarlos?”.

Muertes

Todos los protagonistas de esta historia murieron en el marco del genocidio perpetrado por el Estado Argentino, que comenzó quien sabe dónde, y que terminará quien sabe cuándo. Los fusilados, los sobrevivientes, Paco.

Los fusilados

Carlos Alberto Astudillo (FAR). Nació en Santiago del Estero en el 17 de agosto de 1944 (28 años), estudiante de medicina en la Universidad de Córdoba. Había sido detenido el 29 de diciembre de 1970 y brutalmente torturado.

Rubén Pedro Bonet (PRT-ERP). Nació en Buenos Aires el 1 de febrero de 1942 (30 años), casado y padre de dos chicos, Hernán y Mariana, de 4 y 5 años. Perteneciente a una familia muy modesta abandonó sus estudios para ingresar como obrero en Sudamtex y Nestlé. Había sido detenido en febrero de 1971.

Eduardo Adolfo Capello (PRT-ERP). Nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1948 (24 años), estudiante de Ciencias Económicas y empleado. Había sido detenido cuando intentaba expropiar un auto en febrero de 1971.

Mario Emilio Delfino (PRT-ERP). Nació en Rosario el 17 de septiembre de 1942 (29 años), casado. Estudió ingeniería en la Universidad de Santa Fe. Inició su militancia en Palabra Obrera, que confluiría en el PRT. Abandonó sus estudios universitarios para ingresar como obrero en el frigorífico Swift de Rosario, donde trabajó 5 años. Había sido detenido el 14 de abril de 1970. El V congreso del PRT lo eligió miembro del Comité Central en ausencia.

Alberto Carlos del Rey (PRT-ERP). Nació en Rosario el 22 de febrero de 1949 (23 años), estudió ingeniería química en la Universidad de Rosario, donde se integró al PRT. Participó del congreso fundacional del ERP. Había sido detenido el 27 de abril de 1971.

Alfredo Elías Kohon (FAR): Nació en Entre Ríos el 22 de marzo de 1945 (27 años), estudiaba ingeniería en la Universidad de Córdoba y trabajaba en una fábrica metalúrgica. Formó parte de los comandos Santiago Pampillón y fue fundador de las FAR local. Había sido detenido el 29 de diciembre de 1970.

Clarisa Rosa Lea Place (PRT-ERP). Nació en Tucumán el 23 de diciembre de 1948 (23 años), estudió Derecho en la Universidad de Tucumán, donde se integró al PRT. Participó del congreso fundacional del ERP. Había sido detenida en diciembre de 1970 durante un control de rutina.

Susana Graciela Lesgart de Yofre (MONTONEROS). Nació en Córdoba el 13 de octubre de 1949 (22 años), maestra. Se radicó en Tucumán donde enseñaba y compartía la vida con los trabajadores cañeros. Fue una de las fundadoras de Montoneros en Córdoba. Había sido detenida en diciembre de 1971.

José Ricardo Mena (PRT-ERP). Nació el 28 de marzo de 1951 en Tucumán (21 años), obrero azucarero. Integró los primeros grupos del PRT en Tucumán. Había sido detenido tras la expropiación a un banco, en noviembre de 1970.

Miguel Ángel Polti (PRT-ERP). Nació en Córdoba el 11 de julio de 1951 (21 años), estudió Ingeniería química en la Universidad de Córdoba, era hermano de José Polti, muerto en abril de 1971. Había sido detenido en Córdoba, en julio de 1971.

Mariano Pujadas (MONTONEROS). Nació en Barcelona el 14 de junio de 1948 (24 años), fue fundador y dirigente de Montoneros en Córdoba. Participó en la toma de La Calera. Estaba a punto de terminar la carrera de ingeniero agrónomo cuando fue detenido en una redada, en junio de 1971.

María Angélica Sabelli (FAR). Nació en Buenos Aires el 12 de enero de 1949 (23 años), conoció a Olmedo cuando estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires. Cursaba Matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas, trabajaba como empleada y como profesora de matemática y latín. Había sido detenida en febrero de 1972 y salvajemente torturada.

Ana María Villareal de Santucho (PRT-ERP). Nació en 9 de octubre de 1935 (36 años), era compañera de Mario Roberto Santucho y madre de tres chicos. Licenciada en Artes Plásticas por la Universidad de Tucumán. Junto a Santucho empezó a militar en el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano y Popular) que luego confluyó en el PRT. Había sido detenida en un control de rutina en un colectivo.

Humberto Segundo Suárez (PRT-ERP). Nació en Tucumán el 1 de abril de 1947 (25 años), de origen rural, fue cañero, obrero de la construcción y oficial panadero. Había sido detenido en marzo de 1971.

Humberto Adrián Toschi (PRT-ERP). Nació en 1 de abril de 1947 en Córdoba (25 años), trabajaba en una empresa familiar hasta que eligió ser obrero. Había sido detenido, junto con Santucho y Gorriarán Merlo, en una redada el 30 de agosto de 1971.

Jorge Alejandro Ulla (PRT-ERP). Nació en Santa Fe el 23 de diciembre de 1944 (27 años), maestro; abandonó sus estudios para trabajar como obrero en una fábrica metalúrgica. Participó del congreso fundacional del ERP y en la primera operación armada. Había sido detenido junto con Humberto Toschi en Córdoba, en agosto de 1971.

Los sobrevivientes

Maria Antonia Berger (MONTONEROS). Licenciada en Sociología, había sido detenida el 3 de noviembre de 1971. Herida por una ráfaga de metralla logró introducirse en su celda, donde recibió un tiro de pistola; fue la última en ser trasladada a la enfermería. En la fecha de la masacre tenía 30 años. Fue secuestrada a mediados de 1979, murió en el enfrentamiento y su cuerpo fue mostrado como trofeo en la ESMA. Continúa desaparecida.

Alberto Miguel Camps (FAR). Estudiante, había sido detenido el 29 de diciembre de 1970. Eludió la metralla arrojándose dentro de su propia celda, donde fue baleado. En la fecha de la masacre tenía 24 años. Secuestrado el 16 de agosto de 1977, según relatos resulto asesinado en su propia vivienda. Su cuerpo, enterrado como NN en el cementerio de Lomas de Zamora, fue identificado en el año 2000.

Ricardo René Haidar (MONTONEROS). Ingeniero químico, había sido detenido el 22 de febrero de 1972. Evadió las ráfagas de ametralladoras introduciéndose en su celda, donde fue herido. En la fecha de la masacre tenía 28 años. Fue secuestrado el 18 de diciembre de 1982. No hay datos de su paso por un Centro Clandestino de Detención. Continúa desaparecido.

Los fugados

Roberto Quieto. Secuestrado el 28 de diciembre de 1975. Desaparecido.

Marcos Osatinsky. Detenido en Córdoba, en la Jefatura de Policía se le aplicó la "ley de fugas" y fue asesinado el 21 de agosto de 1975. Su cadáver fue dinamitado.

Domingo Mena, desaparecido el 19 de julio de 1976.

Mario Roberto Santucho, desaparecido el 19 de julio de 1976.

Enrique Gorriarán Merlo. Sobrevivió. Fue secuestrado en México en octubre de 1995 y trasladado a Argentina. Procesado y condenado por los hechos de La Tablada permaneció 8 años preso. Fue indultado por el Presidente Eduardo Duhalde en 2003. Falleció de muerte natural el 22 de septiembre de 2006.

Fernando Vaca Narvaja. Sobrevivió.

Los militantes que participaron en el secuestro del avión

Carlos Goldemberg. Secuestrado en agosto de 1976. Desaparecido.

Anna Wiessen. Desaparecida en 1979

Víctor Fernández Palmeiro. Murió luego de participar en el operativo de ejecución del almirante Hermes Quijada, portavoz de la versión oficial de la dictadura de Lanusse sobre la masacre. La lápida que había en su tumba fue hallada recientemente en las excavaciones que se están realizando para sacar a la superficie las instalaciones del campo de concentración Club Atlético, que funcionó en Paseo Colón y Cochabamba, durante la dictadura militar iniciada el 24 de marzo de 1976.

Francisco Paco Urondo, quien entrevistó a los tres sobrevivientes de la masacre en la cárcel de Devoto, donde los cuatro estaban detenidos, la noche del 24 de mayo de 1973, murió enfrentando a la dictadura militar en Mendoza, en julio de 1976.

Represalias sufridas por los familiares de algunos de los asesinados en la Base Almirante Zar

Los padres y dos hermanos de Mariano Pujadas fueron secuestrados y asesinados el 14 de agosto de 1975 en Córdoba, por el Comando Libertadores de América, integrado por militares del Tercer Cuerpo de Ejército.

El 25 de abril de 1976 fueron secuestrados Rogelio y María Amelia Lesgart (hermanos de Susana Lesgart). El padre de ambos, Rogelio también fue secuestrado, y liberado pocos días después.

Arturo Lea Place, padre de Clarisa, y su hermano Luis Lea Place, fueron asesinados el 22 de agosto de 1976.

Hugo Vaca Narvaja, padre de Fernando Vaca Narvaja, está desaparecido. Hugo Vaca Narvaja (h) fue asesinado en la cárcel de Córdoba en julio de 1976.

Destino de algunos de los abogados de los presos políticos del penal de Rawson

Rodolfo Ortega Peña, asesinado por las Tres A (Alianza Anticomunista Argentina) el 31 de julio de 1974.

Mario Amaya, asesinado por la dictadura.

Roberto Sinigaglia y Mario Hernández, desaparecidos (7).

Cuerpos

Durante el 2009 busque por muchas librerías algún texto de Paco Urondo. Fue una búsqueda exhaustiva: mesas de usados, de saldos, viejas librerías especializadas, parques y plazas, la calle Corrientes. Nada, no había nada. Ni sus poesías, ni sus ensayos, ni su novela, ni sus obras teatrales, ni sus cuentos. Su obra, toda su obra, estaba ausente.

En una librería de Corrientes, me atendió un empleado cincuentón. Ya en otras el nombre del autor que buscaba había generado ciertas reacciones casi imperceptibles, que mi razón negaba. No quería ver cosas donde no las había, pero sí note pequeños gestos que me conmovían. Y me intrigaban, porque no lograba descifrarlos.

Este hombre, ante mi pregunta, respondió enérgico: “Sí, sí algo tenemos. Veni, seguime para acá”, o algo parecido. El dueño estaba detrás del mostrador, al fondo del local. El vendedor comenzó a caminar rumbo a la calle mientras me gritaba esas palabras. Me sorprendió, ya que venia de muchas negativas a media voz. Cuando estuvimos bien lejos del dueño, comenzó a hablarme en voz muy baja. “Si, yo lo conozco bien al Paquito. No, acá éste no tiene nada. Anda más para el lado de Callao, ahí tienen que tener algo”, me dijo, o algo así.

Paquito. Estoy seguro que usó ese apodo. Y de su voz, que me pareció profunda, conmovida. De pronto éramos compañeros. Ya los gestos fueron más familiares, como de cofrades. Había un secreto que compartíamos, una historia, una ideología. Y teníamos que estar callados, o en susurros. No eran cosas que se pudieran gritar, ya. No era una venta más, no era un autor más. Y ese encuentro resignifico todos los otros silencios, las otras negativas. Todos esos libros que ya no están, que desaparecieron. Sentí el compromiso de buscarlo, de leerlo, de intentar difundirlo.

No es alguien que este ausente, pero tampoco es tan clara su presencia. Es un ser difícil de retomar, de abordar. Nos abre a un abismo, al infinito: la poesía. Y nos abre a un compromiso con nuestro presente, nuestro futuro y nuestra historia: la militancia. Tiene presencia en el ámbito académico (el Centro Cultural Paco Urondo, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires), militante (la agrupación Paco Urondo), amoroso (Hermano, Paco Urondo, bellísimo libro de Beatriz Urondo). Pero seria difícil saber cómo aparece en nuestra vida, cómo se cruza con nuestra existencia. Su obra, esa producción que le permitiría dialogar con nuestro aquí y ahora, está ausente. Su vida, su historia; fragmentada.

Conseguí su Obra Poética editada por Adriana Hidalgo, en la librería de las Madres de Plaza de Mayo. Y este año, en alguna librería de usados, apareció La Patria Fusilada. Esto intentó ser una aproximación, un recuerdo, un homenaje, una celebración; de ese libro, y de Paco.

"Sí, la gratificación de eso es que ustedes, a menos de un año, a nueve meses de la masacre, de sobrevivientes casi accidentales de la masacre, hoy en Villa Devoto, en las vísperas de que asuma el gobierno popular, están esperando que venga todo el pueblo, concretamente, a sacarlos".
Paco Urondo.

Notas
1. “En la cárcel, sin esperarla, volvió la literatura. Esa noche del 25 de mayo de 1973, cuando el pueblo victorioso embestía contra los muros de Devoto y centenares de compañeros festejaban la libertad inminente, te encerraste con los sobrevivientes del fusilamiento de Trelew y una grabadora. Escuchaste, mientras en la calle subía ese rugido impresionante de la multitud empujando la reja “¡abran carajo, o se la echamos abajo!”. Escuchaste como nunca, atento a cada temblor en la voz de los que habían resucitado del espanto. Manejaste esa historia como de chico debiste manejar el bote, allá en tu río, dejándote llevar por su corriente, con apenas un toque de tu pala – una pregunta – para enderezar el rumbo. Allí fue más cierto que nunca que escribir es escuchar. De ese impecable ejercicio de silencio salió La Patria Fusilada, un libro que ya no era tuyo, porque era de muchos”. Fragmento de las palabras de Rodolfo Walsh, a modo de semblanza tras la muerte de Paco. Extraído de Hermano, Paco Urondo. 

2. Mariano Pujadas: Nuestro objetivo es, al llamar al señor juez y a los periodistas, garantizar nuestra seguridad personal; como decía el compañero, tenemos sobrada experiencia de compañeros nuestros e incluso nosotros mismos y los compañeros que integran este grupo del aeropuerto que han caído presos y han sido torturados, picaneados, brutalmente golpeados al ser interrogados por la policía y por las fuerzas represivas. El objetivo es tratar de evitar que eso se repita (Conferencia de prensa en el aeropuerto de Trelew, el 15 de agosto de 1972). 

3. Como queriéndome corregir, vean este anacrónico discurso fascista de los hechos de Trelew: http://www.lahistoriaparalela.com.ar/2008/02/15/%C2%BFfusilamiento-con-sobrevivientes/ 

4. Francisco Urondo: “La proscripción aparece como elemento que reemplaza a la posibilidad de complicidad de Perón con la traición al pueblo. No te olvides que la política del GAN se desencadena con el primer viaje de Paladino a Madrid, donde la misión que tiene, según se dice, es pedirle a Perón la desautorización de las formaciones especiales, cosa que Paladino no trae” (1973: 84). 

5. Me es interesante remarcar que Camps cuenta que buscaban los datos de la impresión para saber quien había preparado ese material. Aun en unas condiciones de detención sumamente tortuosas, el espíritu critico despierta indagaciones. En la entrevistas, conversan sobre este punto, y concluyen que quizás sea la CIA la que los imprime. 

6. Aún hoy, gracias al rescate del material de esta entrevista que realizo Raymundo Gleyzer en su film Ni olvido ni perdón (1972), esas imágenes nos impactan. Maria Antonia Berger, Mariano Pujadas y Rubén Bonet nos hablan con tanta vida encima, que es innegable que no hay masacre que pueda matarlos.

7. Fuentes de esta información: www.icad-latinoamerica.blogspot.com , www.desaparecidos.org , www.desclasificados.com.ar

https://www.pagina12.com.ar/fotos/20070508/rep/NA32DI01.GIF

Bibliografía
Anguita, Eduardo y Martín Caparrós, 1998. La voluntad. Buenos Aires, Norma.

Celesia, Felipe y Pablo Waisberg, 2007. La ley y las armas. Buenos Aires, Aguilar.

Constantini, Humberto, 1973. Libro de Trelew, (homenaje épico a la masacre de Trelew). Buenos Aires, Granica Editor.

Francisco Urondo, 1973. La patria fusilada. Buenos Aires, Ediciones de Crisis.

Garaño, Santiago y Werner Pertot, 2007. Detenidos-aparecidos: presas y presos políticos desde Trelew a la dictadura. Buenos Aires, Biblos.

Martínez, Tomás Eloy, 1973. La pasión según Trelew. Buenos Aires, Granica Editor.

Redondo, Nilda Susana, 2005. Si ustedes lo permiten prefiero seguir viviendo: Urondo, de la guerra y del amor.La Plata, De la Campana.

Urondo, Beatriz y Germán Amato, 2008. Hermano, Paco Urondo. Buenos Aires, Nuestra América.

Walsh, Rodolfo, 2007. Ese Hombre y otros papeles personales. Buenos Aires, Ediciones de la Flor.