La parición: Entre la Vanguardia y el Compromiso

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La parición: Entre la Vanguardia y el Compromiso

04 Marzo 2017

Por Miguel Ángel Olivera

En setiembre de 1963, Ariel Dávison, Juan Carlos Tajes y Miguel Ángel Olivera fundamos en Montevideo el “Grupo Vanguardia de Poesía”.

Éramos jóvenes y queríamos romper con el monopolio del poder cultural en manos de los viejos. Todos los poderes estaban en manos de los viejos.

Los jóvenes queríamos un lugar en este mundo y teníamos que ganarlo.

Traíamos en las orejas y en los corazones los verbos paternos de León Felipe, de Rafael Alberti, de Blás de Otero. Ya mamábamos de los cantos de Neruda y las irreverencias de Vicente Huidobro. Ya resonaban en nosotros los cercanos Oliverio Girondo, Juarroz, Pessoa, Coronel Utrecho, Huidobro, Tejada, Rugama, Emilio Pacheco, Elvio Romero, Celaya, Nicanor Parra.
Ya habíamos recibido la visita de Marcos Ana, en su gira luego de su salida de las cárceles franquistas en las que estuvo prisionero durante 22 años.

Ya la poesía era “otra cosa” más que decir “te quiero”. Era cantar, contar el hoy, el ahora, gritarlo, y tratar de transformarlo.

Simultánea y coordinadamente, un formidable movimiento continental de poetas surgió y se vertebró a lo largo y ancho de América bajo el nombre de “Nueva Solidaridad”. Aquel disparo inicial del Encuentro de Méjico (1962) fue el abrir fuego para disparar la joven poesía diversa en todas direcciones. Su consigna era muy clara: “Cambiar la vida, transformar la sociedad...”. Un audaz enunciado que unía el desenfado del surrealismo con el serio propósito del marxismo.

Los poetas tomábamos partido por el hombre y su liberación.

La “Nueva Solidaridad” le dio un giro radical a la concepción culturosa y estéril de la poesía como “un bello producto/ un fruto perfecto”, un adorno romántico en la vida de las mujeres y los hombres de estos pueblos.

La poesía del aquí y ahora gemía, aullaba, maldecía, imprecaba. Se ensuciaba en su andar por el barro, se ensangrentaba al entrar en las luchas. Las trincheras de esa nueva pelea fueron el verso y su efecto, pero más que nada, lo fueron la actitud de los poetas frente a la vida y la lucha, la toma de conciencia de la necesidad del cambio por una sociedad mejor, la conducta de los poetas frente al compromiso social y el protagonismo de la poesía como herramienta de denuncia, de confrontación, de resistencia, de transformación.

Así, la “Nueva Solidaridad” fue cuajando como movimiento revolutivo, con sus revistas, sus recitales de nuevo tipo, sus arengas, sus acciones poéticas y de las otras, cada vez más políticas, más de acción directa, más de la lucha que ya era inevitable.

Aquellos hombres –y otros más- habían parido un grito. A pura libertad y puntería. Aquellos hombres y mujeres jóvenes, apuntaban a la cabeza de los otros. Apuntaban al techo de lata de esa gran dormilona de la siesta uruguaya: la poesía contemporánea, que aún seguía soñando con puntillas y encajes y dioses del Olimpo y palabras bonitas. Y paraísos artificiales.

DE LOS MANIFIESTOS (1963-1973)

“Grupo VANGUARDIA-POESÁ/ VANGUARDIA-JÓVENES/ PROHIBIDO PROHIBIR...”

“Para parir al hombre-hombre, hay que cambiar el mundo, transformar la sociedad...”

“Grupo VANGUARDIA es un espermatozoide loco, que anda por ahí buscando la matriz para engendrar el hombre-hombre. Salud, hermano, soy el hombre. ¿Y vos?// ¿Yo? El hombre / SOMOS...”

“Estamos hartos de los hombres ratas/ de los hombres máquina/ de los hombres sueldo/ de los hombres nada. Queremos al hombre-hombre/ capaz de quitarse la venda de los ojos y acometer la noche para preñarla de luz…”

“Para parir al hombre-hombre hay que cambiar el mundo/ ya/ ahora que aún hay tiempo/ que todavía no está todo perdido/ que quedan fuerzas para alzar la mano y detener la sombra/ y aún hacerla puño para romper el miedo...”

“Se terminó la época de la poesía de salón, de los poetas de rapé y encajes, del aplauso falso y la genuflexión ante los poderosos...”

“Los poetas bajaron del olimpo y están entre nosotros. Estamos...”

(Fragmento del último Manifiesto / 27 de junio de 1973)

El mismo día del golpe cívico-militar, los poetas “sobrevivientes” del Grupo VANGUARDIA se autoconvocan –en 18 y Ejido, al anochecer- para poner la poesía en acción. Realizan un “recital de calle” –breve, nervioso, dolorido, contundente- “relámpago”, como se decía entonces. Sería el último recitaje del grupo. Su despedida de la legalidad burguesa violada por las botas militares.
Disparan sus poemas, nombran a sus compañeros presos, y “hacen llover” volantes sobre los transeúntes atónitos, conteniendo el último Manifiesto del grupo. Luego se “autodisuelven”, se dispersan rápidamente, pasan a la resistencia –cada uno a su modo- y la poesía, va con ellos.

Se leía en el panfleto:

“...Grupo VANGUARDIA” no es un grupo político, es un grupo poético. Hasta ahora, armados de poesía, hablamos del fusil...
Hasta hoy hicimos “poesía militante”, con el hombre, por el hombre-hombre.

Pero llegó el momento de otra cosa...Sacar de la poesía el músculo más fuerte, porque llegó la hora de luchar, la hora de matar o morir, como el miliciano épico: con un canto entre los labios: “Hay que matar al rico/ hay que matar al pobre/ para que nazca el hombre...”

PAZ A TRAVÉS DE LA POESÍA/ PAZ A TRAVÉS DE ESTA GUERRA INEVITABLE A LA QUE NOS EMPUJAN LOS GOLPISTAS.

¡¡VIVA LA POESÍA DE LA LIBERTAD!!

¡VIVA LA LIBERTAD!

Y agregaban tres de sus consignas más queridas, como marcando el rumbo:

“Sólo cuando la acción sigue a la palabra –como el rayo al relámpago- es completo y definitivo el poema libertario...”

“Sí, Celaya, es verdad, la poesía es un arma cargada de futuro...pero ayudala también con una carabina, ¡porque el fuego cruzado siempre es más efectivo!”

“¡¡ABAJO LA POLICÍA DEL MUNDO!!”