“La muerte no existe y el amor tampoco”: silencio y esperanza

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“La muerte no existe y el amor tampoco”: silencio y esperanza

09 Febrero 2020

Por Milagros Carnevale

 

La muerte no existe y el amor tampoco es una película poco hablada. La mayoría de los diálogos, incluso, funcionan como música de fondo para lo que en realidad pasa, o son meramente explicativos. En el libro Agosto de Romina Paula, Emilia habla mucho y en el filme prácticamente no lo hace, pero no sólo porque el libro tenga la dinámica carta, sino porque La muerte no existe… se ocupa de ilustrar el vacío que recorre sus palabras. Lo que en Agosto es un fluir de la conciencia en la película es silencio, una operación de desmantelamiento.

El regreso al pueblo natal es un motivo ampliamente explorado en la literatura y el cine. Lo que no aparece en La muerte no existe y el amor tampoco es ese crecimiento del personaje que vuelve para mostrar que mutó. Y si no mutó, vuelve para mutar. No pasa esto con Emilia porque lo de ella es el escape y el regreso casi forzado. Quiere evitar el pasado pero no se da cuenta de que todavía vive en él. Tiene todos los elementos harto vistos de lo que es considerado en esta sociedad una vida feliz: una carrera universitaria, un departamento, un trabajo, un novio, todo en Buenos Aires. Quizás por esto la película genera tanta angustia, porque pone en evidencia todo lo que no alcanza.

Una de las cosas que evidentemente no alcanzan es el amor. Con su novio de la secundaria no alcanzó como para hacer una vida juntos, y con su novio de Buenos Aires no alcanza como para ir con él a Berlín. Emilia está convencida de que el enamoramiento pasa. Es escéptica, incluso medio burlona. El desencantamiento del amor romántico es uno de los ejes de la película, otro es el amor entre las amigas, que lejos de generar desencanto, conmueve hasta llorar.

Andrea no habla nunca pero aparece como fantasma tangible durante la primera parte, titulada “La muerte no existe”. Todas las acciones de Emilia son con o para Andrea, teñidas de adolescencia. Es interesante preguntarse por la naturaleza de esta presencia tan real en la vida de una médica psiquiatra. Parece una manera de exponer la vulnerabilidad sin caer en lugares comunes melodramáticos. Cuando Emilia deposita las cenizas, Andrea desaparece y no se la ve más, como si de repente ese ciclo se hubiera cerrado. Sin embargo, sólo se abre más vacío.

El sur, con la blancura, el infinito y las largas distancias, es el paisaje perfecto para que se desenvuelva esta historia. El frío resalta la calidez humana que a Emilia la pone tan incómoda, y que entonces la desnuda. En Agosto ella misma se desnuda exponiendo todas sus incertidumbres frente a su amiga muerta. En La muerte no existe y el amor tampoco son las circunstancias las que la desnudan, son esos videos viejos que pone la madre de Andrea, son los encuentros con Julián el exnovio, es la nueva familia de su padre.

El ser humano lucha con el tiempo constantemente, y esta película, si bien genera un malestar inicial porque todo es muy triste y verídico, es una invitación a dejar de demonizar esa lucha, e incluso a abrirle los brazos. Emilia parece una niña pequeña repitiendo con los ojos cerrados que la muerte no existe abrazando un almohadón, y una resentida que no admite ningún amor duradero posible. Viéndola, el espectador empatizará con ella desde cualquier aspecto, y aflojará sus propias cuerdas. Que no se confunda al título como una rendición. En realidad, es una esperanza.

Ficha técnico artística

Dirección: Fernando Salem

Guión: Fernando Salem y Esteban Garelli

Directora de fotografía: Georgina Pretto

Actúan: Antonella Saldicco (Emilia), Justina Bustos (Andrea), Agustín Sullivan (Julián), Susana Pampín (Úrsula), Osmar Nuñez (Jorge), Fabián Arenillas (Albert), Francisco Lumerman (Manuel)