La emancipación en el Fin del Mundo

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La emancipación en el Fin del Mundo

09 Agosto 2020

Por Natalia Buch | Fotos: F. Rivera Luque 2, 4 , 5 , 7; J.L Miralles 1, 3, 6

Oriundos de Buenos Aires, un día de 2007, Fernanda Rivera Luque y José Luis Miralles se encontraron en aquella lejana Ushuaia y desde entonces dan vida incansable a la casa-taller que es su hogar. Conviven con sus creaciones y proyectos, además de con sus dos gatos.

La vida sin el arte, para José Luis que es artista plástico, músico, hacedor de instalaciones, sería aburridísima. Hace 35 años reside en Tierra del Fuego. Autodidacta, pasó por una escuela de arte sin demasiado convencimiento e hizo cuanto curso fue necesario para ir aprendiendo a materializar sus máquinas y proyectos.

“Me mueve la idea”, expresa. Una idea. Después buscará los materiales y técnicas con los cuales concretarla de manera multidisciplinaria. El descarte o scrap de fábricas electrónicas que cerraron en los 90, es una fuente infinita de materiales que conformaron, por ejemplo, sus máquinas sonoras, además de atravesar su obra con una mirada ideológica.

Terminó siendo esta tierra la que abonó su necesidad de crear y experimentar, a pesar de ser un lugar de encierro o, quizás, un poco gracias a ello, quién sabe.

El arte es para Fernanda, fotógrafa, un modo de decir la verdad. Se define como una autoexiliada de la crisis del 2001 y tuvo la lucidez, nos cuenta, de quedarse en el país para poder ver cómo se reconstruía bajo los gobiernos kirchneristas. Se presenta y así queda, en los primeros renglones, definida por una posición tomada en relación a lo político.

Su historia de fotógrafa se inicia con ciertos pasos clásicos, la escuela de fotografía, el trabajo en medios periodísticos. Pero es gracioso. En Fernanda lo clásico no lo es tanto y su militancia en el centro de estudiantes, sus amigos armenios, la revista Pelo y sacarse de encima vacas sagradas y a la señora Harrington, siempre en boca de ella tiene un toque irreverente.Ya en Ushuaia, fue corresponsal de Télam ad honorem (por convicción) Clarín, Perfil y La Nación entre 2003 y 2009, “poniendo puchero a la cámara.” Así hasta que fue aprobado su proyecto de fotografía experimental en la Municipalidad, lugar en el que trabaja desde entonces.

El encuentro: pinceladas de un estilo de convivencia

Cada uno se enfoca en sus propios proyectos: “Nosotros somos una pareja que crecemos de manera pareja, nos expandimos los dos de manera pareja, pero nos enfocamos en problemáticas diferentes, particulares.” “Cuando uno hace obra, el otro colabora y asiste tratando de no intoxicar los procesos del otro”, explican, compartiendo un secreto fundamental.

 Priorizan el equilibrio y la cooperación: “Nos proponemos hacer cada uno una muestra individual anual. Si viviéramos separados quizás haríamos más, pero al pedo”, reflexionan en criollo.

Estudian juntos, se interesan en las mismas cosas, pero en la obra son muy respetuosos y cada uno tiene su aire para crear, cada uno tiene sus ideas, las comentan, se apoyan, pero no trabajan en conjunto.

“Por más que la cámara tenga un visor para un solo ojo, la persona que pone el ojo y dispara no lo hace sola, siempre lo hace con algo más, a veces es una pareja, a veces es un contexto, un libro. La construcción tiene algo de colectivo siempre y en el lugar a dónde uno vive siempre hay otro”, describe Fernanda. Supieron constituir una dimensión colectiva en la pareja sin perder su espacio más individual y sus tiempos de intimidad.

Servidores

Las convicciones se deslizan en sus discursos como el derecho y el revés de sus vidas. Ellos atraviesan sus obras, generando un paisaje humano que da calor en el frío de la Patagonia. Tanto Fernanda como José Luis creen en mantener y alimentar los mejores espacios públicos de formación, creen en un formato de escuela gratuita y en el servicio a la comunidad, sostenida a pulmón. Sus elecciones vitales fueron acompasando su formación. Coherencia, se llama. Fernanda nos cuenta cómo tuvo que ir eligiendo entre trabajar como fotógrafa con el turismo o con la población y su vida en un asentamiento semi-rural no dio muchas dudas que esa elección estaría marcada desde antes. “Realicé un ensayo sobre el tema del hábitat que retrató el lugar en el que vivía y sus pobladores. Trabajo de militancia por los brutales desalojos…. “no sabía si ir con la cámara a documentar o revoleársela al intendente por la cabeza”, cuenta con el compromiso en su cuerpo. Trabajan ambos, y allí se conocieron, en talleres que realizan desde la Municipalidad: “Los dos somos fundadores de nuestros lugares y allí abrimos las puertas a quien se acerque, realizamos una tarea educativa. Buscamos emancipar al espectador. Lo mismo pasa en los talleres de José Luis, que con los diseños que allí se realizan de pronto se forma una gran Bauhaus.”

Artistas en la periferia

El sur tan al sur, como en general toda la Patagonia, suele ser un territorio inaccesible, más bien inhóspito para el arte. Para José Luis, la producción siempre tiene un horizonte que se escapa de los bordes de la isla, la idea es sacar la obra afuera. más allá de disfrutarla por el placer de hacerla no más. Y realiza un implacable análisis de cómo funciona la cultura allí: “Es muy primario, ni siquiera se quiere difundir las obras de los que estamos acá adentro. El sistema se tira más al turismo, a lo deportivo, a lo funcional y no les parece importante una obra que te haga pensar, hay mucha mediocridad.” Y esboza un análisis sociológico: “Acá necesitan gente para la fábrica o para trabajar con el turismo y no valoran el arte, para ellos el arte es una señora en su casa pintando un florero.” El arte como adorno, como accesorio. Y agrega: “nosotros no estamos dentro del circuito de Buenos Aires, somos turistas dentro y fuera de la provincia, somos la periferia, somos y no somos y eso se hace muy difícil pero nos gusta hacer arte, desarrollar las ideas y lo hacemos igual, es una necesidad física, mental.” Su horizonte de exposición está en Buenos Aires pero no sólo allí. Centro Cultural de la Cooperación, Centro Cultural Kirchner, Quinquela Martín, Salta, Neuquén, Recoleta, México por citar desordenadamente algunos de los lugares donde han expuesto su obra. Tierra del Fuego no mueve la aguja en lo intelectual, pero sobreviven gracias al “nido, los talleres y capacitaciones que gracias a la virtualidad pueden realizar.”

Ambos son muy críticos de las políticas de estos últimos años de los gobiernos nacional y provincial, “se perdieron muchos espacios”. Y ponen en evidencia que no es lo mismo un gobierno que cree en el estado y otro que lo destruye. Quiénes vivimos en las periferias, lo constatamos día a día.

Modelos para habitar

Buenos Aires ya no es un escenario que nos inquiete estar, hay formadores, pero también los hay fuera de allí y del país, también. En ese sentido, tuvimos la fortuna de haber recibido una capacitación de políticas autónomas de gestión que fue llevado adelante por Curatoría Forense con Ilze Petroni y Jorge Sepúlveda y “nos encantó el formato” cuentan con agradecimiento y admiración: “Ellos son activistas en el arte, van a los lugares a concentrar artistas e instituciones para remover el hormiguero y para ayudar a pensar cómo se puede construir una política de gestión autónoma que tenga como objetivo al artista, la obra y al público y no a los intereses económicos.” Estas herramientas conceptuales han contribuido con la construcción de un lugar posible de ser habitado con más cobijo en las tierras del sur.

Un deseo no capitalista

Realizar un trabajo artístico deja un saldo que se reparte entre el cansancio y la satisfacción de despertar…“El hacer no es la creación de un objeto a poseer. Nosotros hacemos porque hacemos, porque nos gusta hacer, pero no tenemos, por ejemplo, un deseo de generar nuestra propia escuela" o determinada posición. “Nuestro deseo es un deseo que no es capitalista, entonces la satisfacción es rara”, ¿escurridiza? “Tampoco hay quién te ponga una nota”. Quizás uno de los premios sea el hecho de conocer en sus recorridos y formaciones “hermosuras de personas como Toni Valdéz o Matilde Marín, (con quiénes han realizado algunas otras formaciones) ahí te das cuenta que el artista es necesario”.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Para qué es necesario el artista?

Fernanda: “¿Porque quién nos cuenta la verdad, si no?”

José Luis: “Sin el arte la vida aquí sería un tedio insoportable, imagínate que vivimos en una isla encerrados, yo no me dedico al esquí, al turismo… el arte es lo único que ayuda a no sufrir ese tedio que te enferma, para mí es mi supervivencia, el resto es horrible, mediocre, el arte me cura”.

Epílogo

No quiero cerrar esta presentación sin transmitir la importancia de estos faros en tan inmensa Patagonia. Como cuentan de alguna manera nuestros protagonistas, los ministerios y secretarías apenas dan nombre al desierto, suelen dejarnos huérfanos y a la buena de dios con escasas excepciones. El invierno es largo, el frío intenso. Las extensiones imposibles. Las miradas de las poblaciones, muchas veces abocadas a la supervivencia, o a los negocios otros, dejan muy poco espacio para ese plus de goce que es el arte. Es por ello que nos proponemos dar agradecimiento, nombre y palabras a quienes con sus luces nos orientan en lo agreste.

*Las etnias en Tierra del Fuego fueron exterminadas, ya no hay comunidades. El indigenismo en Tierra del Fuego…se usó como marca, como diseño. En las antípodas, Fernanda nos comparte “La fueguina”. su trabajo más íntimo de la serie de “Las semillas del tiempo” que abarca la temática de la Campaña del Desierto, con sus exterminios y humillaciones.

 

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