La Biblioteca Roja: los libros que sobrevivieron a la dictadura 

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La Biblioteca Roja: los libros que sobrevivieron a la dictadura 

12 Agosto 2017

Por Analía Ávila

El vino entibia sueños al jadear 
Desde su boca de verdeado dulzor 
Y entre los libros de la buena memoria 
Se queda oyendo como un ciego frente al mar
.

(Luis Alberto Spinetta)

El libro La Biblioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros de Tomás Alzogaray Vanella, Gabriela Halac y Agustín Berti se presentará el 14 de agosto en la provincia de Córdoba, en DocumentA/Escénicas, Lima 364. Relata la búsqueda de parte de la biblioteca que Liliana Vanella y Dardo Alzogaray, padres de Tomás,  habían enterrado en 1976 en el patio de su casa de Villa Belgrano, Córdoba, antes de exiliarse en México debido a la última dictadura militar. En la presentación del libro se proyectarán imágenes de la excavación y se mostrarán algunos de los paquetes encontrados.

Muchos libros fueron considerados “sospechosos” y “subversivos” por la dictadura militar. En la Argentina hubo numerosas quemas de libros ordenadas por los gobernantes de facto, la más grande fue en 1980, en Avellaneda, con la destrucción de un millón y medio de ejemplares del Centro Editor de América Latina. También a veces los propios dueños en su desesperación destruían sus libros para resguardar sus vidas. Otros los escondían o los enterraban en jardines o patios con la esperanza de preservarlos para luego recuperarlos, como es el caso de esta biblioteca que permaneció 40 años enterrada.

En la nota “La biblioteca que esperó 40 años bajo tierra”, publicada en La Voz de Córdoba, Juan Carlos Simo cuenta la historia de la pareja exiliada: “Dardo y Liliana eran militantes de la Línea de Acción Popular, agrupación universitaria parte de la izquierda socialista. En las vísperas del golpe, estaban construyendo su casa en Villa Belgrano y, una tarde, cuando estaban en compañía de un amigo cuyo hermano había sido asesinado, observaron con terror que un camión militar se acercaba hasta ellos. Un efectivo les preguntó por un vecino, pero dijeron desconocerlo, entendiendo que iban a allanarlos”. Antes de partir al exilio, ocultaron en el patio, en un pozo de cal, libros como Cartas desde la cárcel de Antonio Gramsci, otros de literatura marxista, y algunos discos de vinilo protegidos con bolsas de nailon.

Cuando regresaron del exilio, ya en democracia e instalados en su casa, Dardo y Liliana cavaron en distintos lugares del patio buscando el viejo pozo pero sólo encontraron una bolsa con un libro deshecho por la humedad. Decidieron cerrar el pozo y dar por perdida la biblioteca. Tomás, hijo de la pareja, artista plástico, actor y docente, junto con la poeta, editora e investigadora Gabriela Halac y Agustín Berti, investigador del CONICET, formaron un equipo interdisciplinario de artistas e investigadores para rastrear esa biblioteca o lo que quedara de ella. “Dardo Alzogaray murió en septiembre de 2016. En 2014, había sido entrevistado por Tomás y por Gabriela, quienes buscaban comprender la suerte de los libros y de su trama simbólica”, se informa en la nota.

El equipo obtuvo fondos de Plataforma Futuro, del Ministerio de Cultura de la Nación, para indagar sobre esa biblioteca, sobre los libros y sus sentidos En enero de 2017 empezaron las excavaciones  con ayuda de miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y con el fotógrafo Rodrigo Fierro que documentó todo el proceso. “Había sospechas de que no quedara nada. Habíamos consultado con un especialista del suelo, quien nos dijo que quizá se había irradiado del todo. Por todas esas especulaciones, no teníamos la expectativa de un hallazgo tan contundente como el que iba a suceder”, recuerda Berti.

“Los miembros del EAAF utilizaron técnicas arqueológicas para delimitar el terreno hasta que descubrieron que había algunos cambios en suelo. El 10 de enero, hicieron un sondeo exploratorio y se toparon con el primero de los 16 paquetes que estaban bajo tierra, a la espera de reaparecer. El 11 de enero completaron la tarea, luego de remover, calculan, unas cuatro toneladas de tierra”.

Los libros rescatados son un tesoro arqueológico que hoy cobra distintos sentidos. Los investigadores decidieron dejar los paquetes tal cual los recuperaron, para preservar el testimonio de una época y de la historia familiar. “Estos objetos tienen tatuado todo un proceso histórico en su superficie, y que son en sí mismos objetos únicos, artísticos, concentración material de una etapa de la historia argentina”. Los libros son hoy “un testimonio de la violencia política de la década de 1970 y también de la lucha por la construcción de la memoria”, concluye la nota.