Gabriela y el ojo que mira al magma

  • Imagen

Gabriela y el ojo que mira al magma

24 Febrero 2017

Por Jorge Hardmeier

Y la mujer que sabe el devenir porque ve
mirando con el ojo del sur (…)
Luis Alberto Spinetta, “La bengala perdida”


En marzo de 2012, Morrissey se presentó en Buenos Aires, más precisamente en el Club GEBA. Gran expectativa. Estadio al aire libre colmado. Morrissey: el exquisito cantante de The Smiths, militante del amor, la diversidad, los derechos de toda criatura – en el recital no se vendía productos derivados de animales, hecho que suele ser típico en un festival rock – el de impecable y genial carrera solista. Hay telonera: Kristeen Young, una chica que toca el teclado y canta. Me resulta sumamente interesante su música. Una Björk, pienso. Se comienza a escuchar entre un sector del público algo así como: ¡andate, que venga Morrissey! Luego el tono sube al ¡puta, puta!, hiriente y deleznable. 2012. Público de Morrissey. Con eso cargaron históricamente – y aún lo padecen – las mujeres en el ámbito rock argentino. Rememoro: Celeste Carballo, Claudia Puyó, Hilda Lizarazu, Fabi Cantilo, las Viudas, Leonor Marchesi, María Gabriela Epumer, Patricia Sosa padecieron situaciones similares. 2012. Ayer nomás. Hoy ese machismo permanece pero se operó una suerte de modificación: ciertas mujeres – y, también, ciertos hombres - no permiten situaciones de esa índole. Las Taradas, Luludot Viento, Paula Bidegain, Jazmín Esquivel, Marina Fages, Florencia Ruiz y siguen las féminas. En el rock argentino, esencialmente machista, la mujer históricamente, fue la musa, la puta o la groupie. Un derivado rockero de la nostalgia tanguera por la madre y el dolor por esa mina turra que te dejó y a la que hay que pegarle un par de cachetazos.

¿Cuando todo era nada, nada era el principio?

Entonces Gabriela. Gabriela, Parodi de niña, criada en Rauch, admiradora de Paul Bowles, fue la primera mujer – en cuanto a grabaciones - de ese elemento amorfo que se ha denominado rock nacional. Hija de un diplomático, vivió en Portugal, Turquía, Irlanda, Brasil y Francia. Regresó al país en 1969 y se conectó con Rodolfo García, Edelmiro Molinari y Rinaldo Raffanelli. O sea: la mitad de Almendra y la cuarta parte de Sui Generis. Su primera actuación en vivo fue en el segundo Festival B.A.Rock, ante cinco mil personas. «Fue uno de los momentos clave de mi vida -recuerda-. Canté tres temas: "Andando por ahí" (de Bob Dylan), "Rodando" y "Campesina del sol". Cuando terminé, la gente empezó a pedir otra y yo no tenía otra» A partir de ese momento Gabriela comienza a realizar presentaciones acompañada por amigos: Litto Nebbia, Edelmiro Molinari, David Lebón, Oscar Moro y Hugo González Neira. Lo que hoy te venderían como supergrupo macho y de gran talento. En 1971 edita su primer disco titulado, simplemente, “Gabriela”.

En 1974 emigra a Los Ángeles junto a Edelmiro Molinari.

“El estrellato no me interesó nunca. Menos mal que no me fue increíblemente bien y no soy famosa. Me encanta ir por la calle y que no me conozcan. Ser anónima. Sentarme en un bar y observar a los demás, no ser observada. Yo sufriría mucho siendo reconocida. Pero en aquel momento sí se me acercaba gente, era conocida, salía en todas las revistas, las chicas se vestían como yo, me copiaban los vestidos. Era raro. Acá la pasábamos bien económicamente, pero me fui buscando un lugar de más libertad, donde no te metieran presa porque respirabas fuerte. Además, yo sabía que me faltaba mucho para ser una artista madura. Yo escuchaba a Joni Mitchell y pensaba: Tenemos la misma edad, somos de la misma generación, pero yo tengo mucho trabajo por delante para decir que estamos al mismo nivel. Ahora puedo decir que podría juntarme con Joni Mitchell algún día a cantar”.

Gabriela, esa niña hija de un diplomático y este secreto que cantaba en los setenta vestida con ropa de bambula:
“En 1976 tuve a mi hija, Cecilia, que dependía exclusivamente de mí. Vi el lado oscuro de la vida. Me encantó porque yo había tenido una vida muy acolchada. Me quedé sin guita, tuve que trabajar, me divorcié, me volví a casar. Trabajé en la cocina de un restaurante, trabajé de secretaria y como operaria de fábrica en la sección control de calidad. Mis empleos fueron mejorando hasta que empecé a hacer subtitulado de películas”.

Grabó en California – 1982 - su segundo álbum, “Ubalé”, acompañada por músicos norteamericanos y músicos argentinos radicados en Los Ángeles como Pino Marrone, León Gieco y Gustavo Santaolalla. Otro dream team.

Un año después grabó su tercer álbum en, sí, Suecia, “Friendship”. A comienzos de la década del '90 volvió a la Argentina y editó el disco “Altas planicies”, con canciones propias o en coautoría, con músicos como Acuña, Marrone, Dino Saluzzi, Pedro Aznar, Mono Fontana, Rodolfo García, David Lebón y Juan Carlos Baglietto, entre otros.

No hay mujeres en esos grupos.

En 1996 se relacionó musicalmente con el guitarrista estadounidense Bill Frisell – “Estaba podrida de este círculo vicioso de promesas que nunca se cumplen que es el negocio de la música... Me encanta la vida, y no quería pasarme toda la vida infeliz por el negocio de la música. Entonces dije: hago un disco en casa y adiós, me dedico a otra cosa. En eso, Pino – Marrone, músico él y su actual pareja - me hizo escuchar el tema Rambler, de Bill Frisell” - lo que la llevó a editar su quinto álbum, “Detrás del sol”. Con este disco obtuvo en 1997 el premio alemán Deutschen Schallplattenkritik - que ha ganado gente de la talla de Keith Jarrett - Estuvo acompañada por, entre otros músicos, Bill Frisell en guitarra y Alex Acuña en batería. El álbum fue elegido como uno de los diez mejores discos de la década del '90.

¿Gabriela?

En 2000 lanzó su sexto álbum titulado “Viento rojo”, con los aportes – nuevamente - de Bill Frisell.
A mediados de la década de 2000, Gabriela y su esposo Pino Marrone se radicaron en Buenos Aires. En 2006 lanzó su séptimo disco, “El viaje”, grabado en Seattle.

“Mi punto de referencia en el mundo no es Buenos Aires. Es el paisaje pampeano. Es Rauch. Si me decís: no volvés a Buenos Aires nunca más, no me importa. Pero a Rauch tengo que volver. Por lo demás, cuando te desarraigás no tenés patria. Podés hacer tu mundo de cualquier lugar”.

Gabriela está en Buenos Aires, estén atentos. Búsquenla y no en Youtube. Vayan a escucharla.

 


.