Están pasando demasiadas cosas raras, para que todo pueda seguir tan normal

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ENSAYO

Están pasando demasiadas cosas raras, para que todo pueda seguir tan normal

24 Noviembre 2025

La integracion reciente de la Inteligencia Artificial como herramienta pública está amparada en su supuesta objetividad maquínica. En las universidades y la administración pública actual, existe un esfuerzo por incorporarla, tanto para la dilucidación de problemas, la selección de destinatarios y en el caso de la educación superior, como herramienta pedagógica. Asimismo se cuelan discusiones acerca de la posibilidad de que esta reemplace ámbitos cuestionados en su legitimidad por su utilización política, como las encuestas de electores o figuras del poder judicial.

Estas líneas no pretenden establecer una postura reaccionaria acerca de la tecnología informática de las comunicaciones, pero sí instar a no perder de vista que las herramientas tecnológicas son las predilectas en la transicionalidad sistémica. Los sistemas transicionan, naciendo nuevas formas de explotación que, desencadenan alguna instancia en revoluciones que terminan por tirar abajo un marco jurídico y político vetusto. Al capitalismo comercial, industrial y financiero se suma a partir de la incorporación de la digitalización un nuevo ciclo al que denominamos tecno financiero y que como todo ciclo del capital requiere de una modelización de las subjetividades y tramas socioproductivas.

Marx define como fetichismo de la mercancía al inmenso arsenal que muestra el capital dónde están contenidas todas nuestras pulsiones sociales y que tiene más valor que el capital en sí. Sucksdorf caracteriza “fetichismo de sustitución” a la producción de deseo actual, si el fetichismo productivista signó el ciclo industrial y el circulatorio el financiero, en el ciclo tecnológico está ligado a la sustitución: una fascinación ante la capacidad de las nuevas tecnologías de sustituirnos en todas nuestras actividades. Este arsenal está conformado por información inmediata e individualizada. A nuestra pretensión de ser sustituidos en nuestra vida cotidiana, sumamos la ambición de que también nos resuelva el problema político y jurídico.

El ciclo al que asistimos, se desenvuelve a través de sus herramientas (TICs e IA) con un instrumento en común: los algoritmos. Estas herramientas para el futuro funcionan, como un retorno a tipos de sociabilidad tribales en tanto siguiendo a Bauman, toda información que contradiga una postura se ignora por sistema produciendo posiciones crudas e intransigentes y envalentonadas por un cerco que produce una revalidación emocional generando sesgos cognitivos, tribus de contenido, relaciones y proliferación de intereses aparentemente objetivos mediados únicamente por la interacción de los usuarios. Los más avanzados, basados en el deep learning funcionan como cajas negras. En el camino se pierde el hilo conductor, el capitalismo contemporáneo se presenta sin rostro, ni libro de quejas pero además en la clandestinidad de su funcionamiento reside su potencia. Las monedas encriptadas, el paso por alto de reglas financieras, el desconocimiento en torno a su utilización, permisos de acceso a datos personales entre otras.

Varoufakis hace un paralelismo entre el personaje de “Don Draper” de Mad Men utilizándolo para referirse a la venta publicitaria y sus mecanismos de manipulación, y Alexa, la asistente virtual con voz humana diseñada por Amazon, sosteniendo que la diferencia entre estos dos tipos de manipulación simbólica con fines lucrativos se encuentra en que la lucha contra Don Draper depende de nuestro ingenio, mientras que no se puede pelear con el poder de mando sistémico, abrumador y galáctico de Alexa. Actualmente, entrenamos a los algoritmos para que estos nos entrenen a nosotros dándoles la potestad absoluta sobre nuestros deseos.

En la película “Están Vivos” (1988) el protagonista encuentra unas gafas de sol que le permiten ver más allá del engaño publicitario que para ese entonces se configuraba como un externo y entonces pretende mostrarles el mundo fuera de ese engaño a sus pares. Amparados en la actualidad por el escepticismo post caída del muro de Berlín, y acelerados por el tiempo a servicio de la productividad no maquínica sino instantánea de la red, no sólo no pretendemos luchar para develar el artificio, sino que le rogamos que nos venda mejor y más rápido.

La digitalización produce modificaciones en la esfera pública poniendo en jaque los sistemas democráticos en cuánto gran parte de nuestras vidas transcurren a través de plataformas on-line privatizadas. El poder hegemónico adjudicado en la etapa neoliberal a la figura plutocrática de empresarios de las finanzas tecnificando el aparato estatal, está ahora transferido a los Tech Bro, el oligopolio de los dueños de las plataformas online. La monopolización de las empresas “Big-Tech” en la apropiación de nuestra diaria nos obliga a una presencia continúa en el ciberespacio en detrimento de la hegemonía del Estado como ámbito de referencia privilegiado de la reproducción social y regulación del trabajo. Si los Estados Modernos fueron construidos en función de las revoluciones liberales, adecuados a fuerza de movilización popular y organización de los/as trabajadores/as para la consecución de la justicia social, hoy se presentan como un espacio debilitado defendido por los actores sociales que quedan afuera del esquema tecno capitalista.

El surgimiento del internet configuró una aceleración de la especulación financiera ya que la digitalización de las finanzas permite la automatización, direccionalidad de publicidades, acceso a un sinnúmero de transacciones bancarias y venta de productos financieros a tiempo record. El capitalismo actual no requiere de los mecanismos capitalistas clásicos para reproducirse. De esta forma no asistimos al fin del trabajo pero sí del mundo asalariado. La informalidad es condición de posibilidad para la acumulación de ganancias. Los capitalistas tecno financieros cada vez se ajustan menos a normativas de ningún tipo ampliando la oportunidad y cantidad de operaciones económicas no legales y reduciendo su capacidad de absorber a la población activa de manera estable. La informalidad por arriba tiene como consecuencia diametralmente opuesta la informalidad por abajo.

En Argentina el trabajo informal crece sostenidamente desde el 2015 hasta alcanzar el número del 43,2 de la población (EPH Segundo Cuatrimestre 2025) pero además, el trabajo informal asalariado tiene cara de mujer jóven ya que el 62,9% de los/as trabajadores/as registrados en ReNaPer tienen entre 18 y 35 años, encontrando su pico en trabajadores/as de 25 a 35 años. El 58,2% de esta población son mujeres. La informalidad trae consigo la exposición a sustancias nocivas, problemas de salud mental y peor acceso a los servicios de protección social.

Durante la pandemia, la digitalización forzada tuvo como contracara el aumento exponencial de consultas psicológicas y psiquiátricas, mayormente en población menor a 21 años que advierten estar atravesando alguna crisis vital y económica. Los más perjudicados son los jóvenes de estatus socioeconómico menor, quienes suman la imposibilidad de acceder a tratamientos psicológicos. Lo preocupante es que la pandemia ha terminado, pero no la incorporación del mundo online ni tampoco disminuyeron las cifras de consultas por padecimientos mentales en esta población.

Al respecto, Fisher propone recuperar el carácter político de la salud mental y hace un llamamiento a la desnaturalización de estos padecimientos individualizados que afectan a las juventudes exponencialmente, sosteniendo que este es el costo que pagamos por aparentar el funcionamiento de un sistema capitalista altamente disfuncional.

Las causas subyacentes son la falta de proyección, la imposibilidad de acceder a un empleo, sostener la formación académica, o independizarse. En pocas palabras, autorrealizarse a partir de un proyecto de vida. Todas estas cuestiones desdibujan la línea divisoria entre el valor social asignado al mundo adulto. Cabe destacar que “los jóvenes de estatus socioeconómico menor” son más de la mitad ya que según UNICEF en el primer trimestre del año actual el 52,7% de las infancias y adolescencias argentinas son pobres. Pero además, el 96% cuenta con internet en el hogar y el 88% utiliza el celular todos los días. Poniendo en jaque la preocupación por las brechas digitales tan promovida durante la pandemia. Dos tercios de los/as encuestados/as vieron publicaciones sobre cómo adelgazar o ganar dinero fácil por internet. Además, el 31% estuvo expuesta/o a contenidos que promueven formas de autolesión, y el 27 % vio publicaciones vinculadas a ideas suicidas.

Si las juventudes de los 80s cantaban pavorosas “The Wall” denunciando al sistema educativo bancario como un grito en contra de la maquinización de los cuerpos serviles a un sistema productivo industrial en declive, y luego la discusión se configuró en torno a la no concreción de accesibilidad a las escuelas, podríamos decir que hoy la última sigue vigente pero que también existe un desplazamiento de la figura del villano de Pink Floyd caracterizado como el profesor master of puppets al mundo online. El control biopolítico que planteaba Foucault ya no es privativo del poder estatal. El mundo virtual corre con ventaja sobre la producción de subjetividad. La educación básica y en nuestro caso obligatoria, tiene el objetivo de formar a los sujetos acorde al proyecto de país. La escuela de Sarmiento productora de homogeneización tan criticada por sectores progresistas hoy se configura como un dispositivo de contención más que un efector de cultura nacional.

Cabe preguntarnos, cuál es el tipo de subjetividad que produce la etapa actual y cuál es su vinculación -si es que hubiera- con la digitalización. En un contexto socioeconómico complejo donde la precarización y la falta de oportunidades laborales abundan, las plataformas digitales como Only Fans y Apuestas Online se presentan a través de la difusión algorítmica propiciada por influences como una alternativa en apariencia sencilla. Propagando a su vez estereotipos como el varón rico y exitoso y la hipersexualización de los cuerpos femeninos, con el agravante de la violencia en los sectores despojados de la protección estatal traducidos en el endeudamiento y el avance del narcotráfico.

El estancamiento no es un fenómeno nacional, aunque por la configuración de nuestro país con características bimonetarias situado en una región dependiente del capital extranjero el desafío es mayor. Plantar cara a la historia contada por Margaret Thatcher cuándo como si se tratara de un final premeditado marca la carne de nuestras vaquitas con el stencil de hierro que sentencia: no hay alternativa; implica negarnos a asumir el final del cuento. No se trata de asumir un optimismo bobo, sino de tener la audacia de leer el dinamismo histórico que nos atraviesa.

Debemos pensar en términos regionales y nacionales la defensa de nuestro territorio digital y cognitivo tanto en el plano material como el simbólico. Por un lado, nuestra infraestructura digital (sistemas de pago, redes eléctricas y comunicaciones militares) no pueden estar subordinadas a poderes extranjeros. En el plano simbólico, el sentido común es bombardeado permanentemente a través de las pantallas que reproducen tendencias fragmentarias y radicalizadas. Además, la emergencia de la IA funciona de palanca para la estrategia denominada “Inundar la zona de mierda” promovida por líderes de la ultraderecha que consiste en saturar de información a una velocidad que no permite profundización.

Los nuevos mecanismos de colonización instalan un ideal de desarrollo aparejado al ideario Silicon Valley despojando cualquier intromisión del Estado. A los territorios a dominar como tierra, mar, aire y ciberespacio se le suma la mente humana a través del “poder blando”. Es poco útil pensar en términos republicanos la diferencia entre democracia representativa o expresiva sobre hartos tratados diplomáticos internacionales en repudio de las acciones bélicas de Israel mientras cuatro millonarios se reparten el destino del mundo. No es necesario realizar golpes de Estado sí mediante la confusión, el debilitamiento democrático y los cercos algorítmicos disruptivos se concatenan con el ascenso de la ultraderecha en la región. Pensar una estrategia suramericana y un proyecto de país que tenga como pilar el diálogo es urgente.

Esta caracterización no pretende ser un eco de “Cambalache”, ni aseverar que todo tiempo pasado fue mejor. Sino ponerle rostro a los titiriteros del instrumento, y caracterizar la utilización que parece servir únicamente a la maximización de ganancias para un sector cada vez más reducido y la pérdida de horizonte a la que nos pretende conducir. Poner en crisis la idea de que el avance tecnológico sólo tiene que ver con el “facilitamiento” del pasaje de la cotidianeidad a la virtualidad, es preciso para no correr del eje de que cualquier instrumento que suponga un avance en nuestro desarrollo debe estar centrado en la mejoría de nuestras condiciones de vida y no en el acrecentamiento de la rentabilidad mercantil.

Los Estados-Nación deben dejar de comprender lo tecnológico como una App dónde postear la reunión con activistas ambientales y comenzar a interiorizar la envergadura que supone a nivel geopolítico y ecosistémico la disputa por tierras raras, el desplazamiento del poder a las empresas del ciberespacio, la modificación en las relaciones estructurales, la dependencia a estos medios y la disputa por el sentido común que funcionan en detrimento de la legitimidad de las instituciones democráticas.

Agostina Fernandez es estudiante de Lic. en Trabajo Social UNLa e integrante del Proyecto de Investigación