Ensanchamientos del sentir, la contradicción y el accionar en épocas de crisis

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Ensanchamientos del sentir, la contradicción y el accionar en épocas de crisis

12 Mayo 2019

Por Florencia Sorbera

 

Mis recuerdos de la infancia no son demasiados, y los que sí tengo están borrosos, están confusos, están cambiantes, diversos. Nací en el 98 en una familia con 5 hermanos mayores y dos padres que en su momento estaban pasando una época de mierda - años ‘90 be like - en la que aún así la planificación familiar era una opción. Es decir, mis viejos eran los típicos negros pobres que las señoras más conchetas si los veían ir en moto con 4 pibes arriba vociferaban “¿Y si no tienen plata, por qué se reproducen?”

Mis memorias arrancan a tener más color cuando me acuerdo del merendero de la Tere, una señora de la iglesia que nos invitaba junto a los hermanitos Mercado a tomar el matecocido y ver los Power Rangers mientras comíamos pastafrola de membrillo. Y es que bueno, yo a la crisis del 2001 la viví jugando en el pasajito Agustín Pérez en medio del Abasto cordobés, y a medida que fui creciendo me enfrasqué en un nuevo sueño de niña que se sentía cada día más poderosa. Justicia social, me enseñaron que se llamaba.

Me nace mencionar esto al principio de la nota porque hoy a los 20 años puedo ver a la crisis como el juego más perverso del que podemos ser parte; hoy estoy metida en uno nuevo, pero ésta vez tengo la certeza de que volvemos a salir perdiendo (siempre los mismos) y que este juego ya no es algo lúdico en sí mismo, si no la representación más cruda de esa memoria que parecía efímera, oculta; pero que hoy aparece y te habla al oído sobre lo que significaba ser 7 y vivir en una piecita de 2x2. 

Es 2019, no gobierna el peronismo hace 4 años, y hoy la Tere se multiplicó en miles y miles. Y los niños como nosotros y los hermanitos Mercado se multiplicaron en millones, la yerba se seca nuevamente al sol y los únicos Power Rangers que vemos son los que cargan el palito de abolir ideologías, como decía Mafalda.

Por suerte el hecho de que el peronismo no gobierne dura 4 años y este es el último. Estamos en año electoral y las ollas están prendidas fuego nuevamente esperando esa bocanada de dignidad social que hace ya más de tres calendarios venimos esperando.

Este domingo le toca a la Córdoba del 70% elegir representantes, y el panorama es alentador para los herederos del Cordobesismo que supo instalar a quien -en un intento de duranbarbismo casero- se lo llamó “El Hombre” De la Sota, uno de los líderes políticos del peronismo con más significación simbólica que hubo en Córdoba. Además, el hecho maldito para el kirchnerismo, cuando aquel diciembre de 2013 en pleno acuartelamiento policial, con un sólo tweet devastó la imagen de Cristina como jefa de Estado: “había abandonado toda una ciudad a su suerte”; la cara más visible del narcoescándalo y de la precarización laboral a jóvenes con el tan apreciado Plan Primer Paso, y el heredero principal es el Gringo Schiaretti con Martín Llaryora acompañando a pasos agigantados. Por otro lado, el movimiento nacional y popular que lidera Cristina Fernández de Kirchner no se presenta en estas elecciones después de un polémico armado de listas con Pablo Carro. En el interior del movimiento algunos militantes todavía se sienten traicionados, se generan varias discusiones sobre por qué sería lógico votar al pejotismo en lugar de haber presentado lista propia y hay simpatizantes que también se juegan algunas fichas por terminar votando en blanco o a la izquierda. Bueno, sí. Bien sabemos, en Schiaretti y sus bailantas con Macri no se encuentra ningún ápice del progresismo que parte de la teoría política nos enseñó a pretender en términos del semblante político. Sin embargo, compañeros, lo votamos. Porque entendemos que el que ahora baila con los gatos se llama Mario Negri, ese que anduvo a los codazos con Ramón Mestre (los que básicamente se pelean a ver quién estalla más cloacas y gestiona peor cualquier servicio u obra pública) y sabemos que ese siempre va a ser nuestro límite, los verdaderos carneros de la oligarquía que besan lo privado hasta llegar al orgasmo; ellos deben ser el límite de todo aquel cuya quimera entrañable implique aunque sea un gramo de justicia social para el vecino o la vecina.

A Schiaretti se lo vota no por la premisa de que primero está la patria, luego el movimiento y después los hombres, esa fue quizá la excusa, sino porque - espero - nos convencimos de que en la tibieza están también los privilegios de clase, y que como dijo alguna vez el gordo Cooke: “sabemos que sólo ganan las batallas los que están en ellas. Y que, si éramos peronistas hasta ayer, no vemos motivo para dejar de serlo hoy…”

Votamos a Schiaretti, algunos queriendo cortarnos las manos más que otros, pero lo hacemos por la mera convicción de saber aguantar en las trincheras más embarradas, porque la política se trata siempre de barro, el tema es que, con ese barro, amigos, también construimos casas. Y en esas casas, en tiempos de crisis, juegan niños con la panza medio vacía.