El mundo en estado de pregunta

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El mundo en estado de pregunta

03 Mayo 2020

Foto: Drago, de Xul Solar

Por Inés Busquets

 

¿Qué haremos mañana?
¿Qué haremos siempre?
T.S Eliot

 


Intelectuales, filósofos, economistas del mundo; médicos, infectólogos, científicos, muchas teorías, muchas miradas puestas en encontrar una respuesta. El factor sorpresa ha invadido las calles, los parques, las academias. El mundo es un conjunto de ciudades cerradas, unidas por una red incierta que no ofrece seguridad.

Lo cierto es que ahora carecemos de certezas. Todo se vislumbra en contemplación, de alguna manera la calle se apropió del léxico filosófico: la vejez, la vida, la muerte, la soledad, el amor, el sentido, el origen ya no son discusiones de unos pocos. Son temas que se han convertido en debates televisivos, que misteriosamente han ocupado la grilla dedicada a los chimentos y a la vida ajena.
Como la poesía, la vida hoy está en estado de pregunta: ¿Cambio de era?, ¿Un nuevo orden mundial?, ¿Fin de los tiempos?, ¿Caída de un imperio?, ¿Nuevos paradigmas?
Sin duda hay demasiados frentes para abordar a corto plazo: lo individual, lo colectivo y lo socioeconómico.
 

 

El presente y lo inesperado


Proliferan los diarios de cuarentena. Leo y me adelanto a las fechas como elidiendo lo peor; sin embargo, la prédica del presente exige que solo parezca importante lo que sucede en el mismo instante en que está transcurriendo el hecho. Esto de alguna manera justifica mi relato, siendo que en algunos días puede resultar obsoleto e insignificante.
¿Cuándo se escribe la historia? Un interrogante que quizá en algunos años se vea cristalizado en un gran rejunte de páginas y páginas de diarios de la época.
Como en La Peste de Camus la epidemia tiene una característica por excelencia: lo inesperado.
Por lo tanto, esta contingencia de aislamiento obligatorio y distancia social nos ofrece una doble oportunidad para aprender: el presente y lo inesperado. Dos conceptos aplacados y derruidos por la modernidad, donde el orden y la planificación siempre fueron sinónimos de progreso y por consecuencia de prosperidad.
El presente nos confiere la noción de finitud, la autoconciencia, la conciencia de la muerte. Cuanta más representación del fin adquirimos, mas podremos disfrutar la concepción ideal del presente: disfrutar cada momento como si fuera el último, y demás revelaciones atribuidas a las distintas fuentes de desarrollo espiritual.
Lo inesperado nos expone ante una nueva percepción del tiempo. El aislamiento nos libera de la esclavitud de los relojes, nos despoja de las listas y los calendarios. No significa que uno no se organice una rutina, casi naturalmente, sino que el ser humano es arrojado de algún modo a construir su propia experiencia. Su ser en comunión consigo mismo o por ende con quienes convive. El aislamiento lo expulsa del automatismo que muchas veces no le permite captar simplemente quienes lo rodean.
Por lo tanto, no sólo se modifica la idea de tiempo, sino también del vínculo con los demás.

En un fragmento de La Peste, de Albert Camus, el narrador cuenta una historia de amor que se desvanece por el ritmo cotidiano: “(...) la gente se casa, se quiere todavía un poco de tiempo, trabaja. Trabaja tanto que se olvida de quererse. (...) Un hombre que trabaja, la pobreza, el porvenir cerrándose lentamente, el silencio por las noches en la mesa, no hay lugar para la pasión en semejante universo."
Es probable que esta instancia también sea una oportunidad para extrañar o para acordarse de quererse.
¿Cuántas señales indicadoras de stop habremos ignorado para que paremos antes de que el mundo se detenga y nos obligue a frenar a nosotrxs también?
¿Cuánto hace que no contemplamos, que no practicamos el extrañamiento de lo que conforma nuestra vida cotidiana?
Jacques Derridá en el bello libro, del Fondo de Cultura Económica, Y mañana qué… donde conversa con Elisabeth Roudinesco, cuando se refiere a lo que viene dice: “lo libre, lo incalculable, lo imprevisible, lo irresoluble, el acontecimiento, el recién llegado, el otro…” ese anhelado “porvenir” o lo que tradicionalmente llamamos futuro y que habrá que deconstruir.

De esta manera, sin querer empezamos a transcurrir nuestros días desterrando la idea de futuro para dejarnos atravesar por el acontecimiento, por aquello que llegue a proponernos la verdadera libertad. No la de elegir, sino la de dejarse sorprender, sin especulaciones, desoyendo la voz interna que nos abruma preguntándonos por el mañana.

 

 

Tercera posición

 

La sociedad organizada, el rol del estado, las consecuencias, son algunas de las problemáticas abordadas por intelectuales.

Acá un recontó de análisis y cuestionamientos interesantes al respecto:
Franco “Bifo” Berardi en sus Diarios de la Psicodeflación nos habla en primera persona desde uno de los lugares más afectados. Desde las peripecias cotidianas para ir a buscar un medicamento por la Vía del Carro, hasta la inestabilidad de la Unión Europea visible a los ojos del mundo entero. Leer a Bifo siempre es adentrase en la calidez del humanismo, frente al embate cibernético de la conectividad global. Sentirlo en su intimidad descubre una sensación de cercanía con su pensamiento sin elaborar que conmueve. Allí, precisamente el 2 de abril dice: “Al final de esta historia se tratará de culpar a algún funcionario o dirigente. La izquierda culpará a la derecha y la derecha culpará a la izquierda. No caigamos en la trampa. Sería necesario ser radicales. La derecha y la izquierda son igualmente responsables de la devastación producida por el dogma neoliberal compartido.”

Por otro lado, cuenta parte del discurso del Papa Francisco, con sus palabras: “Si no es un castigo divino, entonces, ¿qué es?” Francisco responde: “es un pecado social que hemos cometido. Hemos pecado contra nuestros semejantes, hemos pecado contra nosotros mismos, contra nuestros seres queridos, contra nuestras familias, contra los migrantes, los refugiados, los trabajadores pobres y precarios. Después agrega que fuimos tontos al creer que podíamos estar sanos en una sociedad enferma.” Una figura ecuménica e influyente en el mundo que promueve una mirada cristiana y (aunque él no lo sepa) peronista.

Por su parte, Paul Preciado, en Sopa de Wuhan, acude a que cada sociedad será el reflejo según como el gobierno dirija su gestión en la pandemia. ¿Cómo es nuestra sociedad? La manera de saberlo será el resultado de como salimos de la peste y qué políticas públicas adquirimos al respecto. En fin, tanto Oriente como Occidente llevan la solución a extremos categóricos que solo conducen al declive. Sociedad confinada y economía devastada versus sociedad de control biotecnológica, estado ciberautoritario, al punto de llevar la vigilancia a la epidermis. Ahora “la nueva frontera es la mascarilla" como bien describe en su relato, por demás preciso, poético y de efecto encantatorio.
Por último, el filósofo y crítico Slavoj Zizek analiza la pandemia con una suerte de cruces de las películas distópicas que podrían llegar a acercarse a este escenario de "ficción" que estamos viviendo. Hago una pequeña digresión: ¿Qué haríamos sin el cine en estos momentos?

Zizek, palabra autorizada, transcribe el fragmento del editorial de Financial Times, periódico de origen británico: “Las reformas radicales, que revierten la dirección política prevaleciente de las últimas cuatro décadas, tendrán que ponerse sobre la mesa. Los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía. Deben ver los servicios públicos como inversiones en lugar de pérdidas, y buscar formas de hacer que los mercados laborales sean menos inseguros. La redistribución volverá a estar en la agenda; los privilegios de los ancianos y ricos en cuestión. Las políticas hasta hace poco consideradas excéntricas, como los impuestos básicos sobre la renta y la riqueza, tendrán que estar en la agenda.” Y comenta: “¿Es esto una repetición del manifiesto laborista británico? No, es un pasaje de un editorial del Financial Times más. En cierto nivel básico, simplemente deberíamos pasar por alto la lógica de la rentabilidad y comenzar a pensar en términos de la capacidad de una sociedad de movilizar sus recursos para continuar funcionando.”

Al leer cada una de las experiencias, de las proyecciones, de las incertidumbres a nivel mundial sobre el rol y la importancia del estado, la distribución de la riqueza, y aquello que sucederá cuando esto se termine vienen a mi dos situaciones: una, las medidas del Presidente Alberto Fernández en Argentina y la tranquilidad que irradia al transmitirlas; últimamente escucho gratamente la cantidad de gente que estaba del otro extremo de la grieta caminando sobre bases sólidas y esgrimiendo un consentimiento hacia el gobierno, impensado hace un tiempo atrás.
Y por otro lado, un pequeño libro que leí: Filosofía Peronista, de CS Ediciones, en el mismo Juan Domingo Perón da un mensaje en el H. Congreso el 1 de mayo de 1950: “En el orden social la Tercera Posición entre el individualismo y el colectivismo es la adopción de un sistema cuyo instrumento básico es la justicia social.” En ese marco habla del orden político: “(…) la Tercera Posición implica poner la soberanía de las naciones al servicio de la humanidad en un sistema cooperativo de gobierno mundial.” Un visionario que supo ver pestes, y cataclismos del neoliberalismo antes de que sucedieran e inclusive advirtió sobre posibles reconstrucciones que incluyen una integridad entre el cuerpo social y el cuerpo espiritual.
Inevitablemente, me sumerjo en el río interminable de preguntas. En qué nos deparara el destino, las sociedades, la decadencia de los imperios y vuelvo a Camus, a Berardi, a Zizek, a Preciado que proyectan desde el desarrollo de sociedades modernas, desde la historia europea o desde el tendencioso capitalismo yanqui. Quizá en el fin del mundo pueda haber un ápice de salvación, una doctrina, una Tercera Posición, un nuevo orden. Ni capitalismo, ni comunismo: peronismo.