El futuro llegó hace rato: cruces entre rock nacional y trap

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El futuro llegó hace rato: cruces entre rock nacional y trap

09 Agosto 2020

Por Valeria Spinetta | Socióloga y Magister en Comunicación y Cultura (UBA)

“Te guste o no te guste somo´ el nuevo rock and roll”, la frase que generó polémica en el mundo del rock local. Y es que Trueno (Mateo Palacios, 18 años) presentó el tema “Sangría” que cuenta con la colaboración de Wos (Valentín Oliva, 22 años). Ambos raperos, referentes del estilo freestyle y ganadores de importantes competencias como el Red Bull Batalla de los Gallos y la FMS Argentina.

El tema en cuestión posiciona al trap como estilo musical que viene a disputar su lugar como nuevo soporte identitario juvenil, lugar que había sido ocupado hasta hace unas décadas por el rock nacional. Acaso, ¿no es lógico? ¿no es lo que hizo alguna vez el rock? En este sentido, advierto una disputa generacional donde en nombre y en representación de las nuevas juventudes se dice: “aquí estamos”, “vinimos para quedarnos”, “queremos lo que nos corresponde”; enfrentando, así, al mundo adulto y sus tradiciones. Se trata de una metáfora freudiana: “matar al padre”, liberarse para al fin vivir. El mismo tema expresa un discurso de rebeldía y oposición contra el mundo adulto, la autoridad (laboral, policial), los políticos y el sistema. Acaso, ¿no es esa resistencia y rebeldía juvenil la que el rock nacional intentó, con insistencia, atribuirse desde sus orígenes?

Video: "Sangría", de Trueno y Wos

A nivel mundial, el rock surgió como una revolución generacional, un movimiento juvenil. Su irrupción masiva coincidió con la emergencia de un nuevo actor social: la juventud, esa invención de la posguerra según Eric Hobsbawn (1998). Si pensamos en el caso nacional, el rock sirvió de soporte identitario para ciertas juventudes, les permitió identificarse y diferenciarse de un “otro” -el rock se definió por aquello que rechazaba, y esa rebelión de hijos contra padres se dirigía contra el sistema-. En diversas investigaciones se suele confirmar que el rock ya no es dominante en el gusto musical adolescente como lo fue antaño. Es decir, el consumo de rock entre adolescentes y jóvenes hoy no se da en términos masivos. En estos términos, es interesante plantear ciertos interrogantes: ¿por qué motivos el rock se debilitó como fuente de identificación musical de las juventudes? ¿qué músicas ocupan hoy este espacio? ¿qué prácticas si interpelan a las juventudes actuales? Propongo pensar estas cuestiones en términos generacionales, aunque existen otras interpretaciones posibles. Si el rock ocupó un lugar central como movimiento juvenil fue porque expresó e interpelo a una generación, tanto músicos/músicas y publico compartían una misma posición frente a la vida, similares problemas, interpretaciones y estilos de vida. Que pasa entonces cuando el rock ya no construye esos mismos sistemas de significación, cuando los/las artistas ya no forman parte del mundo construido por las nuevas generaciones. Por otro lado, ¿qué pasa que no hay una renovación generacional dentro del rock? ¿por qué no se visibilizan referentes jóvenes? Y más aún, ¿qué sucede cuando un estilo que se asumió juvenil, se opuso al mundo adulto y apeló a la autenticidad, al cambio y a la innovación, hoy transita la adultez y el conservadurismo musical? En definitiva, ¿qué sucede cuando la condición generacional ubica al rock, a sus músicos/músicas y público lejos del estilo de vida de las juventudes?

Retomo aquí a Simon Reynolds (2011), quien caracterizó a los años 2000 como una década fascinada por lo retro y obsesionada por el pasado musical. Reynolds entendió al rock como pieza de museo, y, dado que esta fiebre por el pasado atenta contra toda originalidad, se preguntó: ¿dónde quedaron la innovación y la rebeldía? Reynolds también refirió al envejecimiento del rock, en el sentido de que artistas del pasado continúan vigentes y/o regresan; y a la “nueva vieja” música de los músicos jóvenes que buscan sustento en este pasado. Volviendo al tema en cuestión, mucho de esto hay en la actualidad de un movimiento que supo innovar y romper con el pasado pero que hoy no termina de ayornarse y pide a gritos refugiarse en el pasado, así como también añora una edad dorada perdida -sumamente juvenil-. Me pregunto entonces: ¿qué es lo nuevo en el rock nacional? ¿será que la música “ya está hecha”, tal como le expresó Charly García a una joven artista pop, y solo queda reproducir décadas anteriores?

“Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo el tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor” cantaba un joven Luis Alberto Spinetta; ahora bien, ante la frase de Trueno estallaron las redes sociales, diferentes actores del mundo del rock se expresaron con indignación y estigmatizaron al nuevo movimiento juvenil. Esta actitud pareciera más bien ser motivada por el lema “todo pasado fue mejor”. En el Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte (2001), Karl Marx escribió: "la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. ¿Será que estamos tan condicionados/as por los/las grandes referentes del rock nacional que no podemos producir nada nuevo?

Me gustaría aquí señalar algunas analogías entre el rock nacional y el trap, sin entrar en cuestiones estrictamente musicales –aunque cabe destacar en ambas músicas la importancia de la fusión, como así, también, los orígenes internacionales de ambos movimientos-. En el tema “Sangría” advierto un fuerte contenido de crítica social (además de la generacional ya expuesta) y un posicionamiento barrial, cuestiones que  se vislumbran en las producciones de algunos/algunas artistas del trap. “Sangría” viene a expresar y poner en palabras lo barrial, el territorio, la marginalidad, lo contestarario, resinificando cuestiones que propuso el rock como propias. Pero, además de exponer una identidad barrial, se está cuestionando las jerarquías culturales hegemónicas cuando se apela a la calle como espacio desde el cual hacer arte; cuestión que viene a trascender incluso la típica noción vanguardista de «llevar el arte a las calles», dado que la calle en sí es ya escenario artístico y político.

En el tema “Sangría” el barrio y la calle son resinificados como lugar desde y donde se hace arte y se habla en nombre del pueblo, del barrio, pero, además, se habla en contra de la policía y los políticos y hasta se retoma el tema Malvinas, cuestión que el rock nacional tematizó alguna vez. El trap naciendo en los barrios, expresando la marginalidad, la vida cotidiana de sectores postergados, algo que el rock recién vivenció en los años noventa de la mano del tan estigmatizado rock barrial. No puedo evitar pensar en “Una vela”, aquel tema del Pity Álvarez quien se atrevió a incursionar y fusionar diferentes estilos musicales como el rap, el hip-hop, la electrónica. Me pregunto entonces: ¿acaso no se trataba de eso el rock? Pienso en las fusiones, mezclas y experimentación en el trap, que también incorpora recursos del rock, y cuyos artistas colaboran entre sí, es el caso de Wos tocando con Ciro o de Cazzu (Julieta Cazzuchelli, 26 años) con Los Gardelitos; incluso, remarco el caso de grandes referentes del rock que valoran esta renovación juvenil, como es el caso emblemático del Indio Solari.

Volviendo al rock nacional, y dadas las manifestaciones generadas a raíz de “Sangría”, observo una insistencia de parte de ciertos actores por acaparar y mantener el lugar de movimiento juvenil sin dar lugar a nuevos artistas y generaciones. Pensemos, incluso, en la Ley de cupo femenino aprobada el año pasado y en las reacciones negativas que causó entre muchos actores del mundo del rock. Yo me pregunto: ¿hay algo más reaccionario que eso? Un movimiento como el rock que en vez de abrir puertas las cierra, en vez de fomentar la novedad la estigmatiza. ¿Tanto molesta e indigna haber sido el género musical que representó masivamente a la juventud y ya no serlo? ¿acaso el rock no supo ayornarse a los nuevos contextos socio-históricos y a las nuevas juventudes? El dedito acusardor que señala a los nuevos fenómenos y los tilda como moda y como algo que no es siquiera música, además de asumir una posición sumamente elitista sobre la cultura, aspira a conservar el statu quo y se regocija en un pasado glorioso que quizás no volverá.

Recuerdo la frase “y ahí van tus rockers: domados como pekineses” del tema “No hay” de los Caballeros de la Quema, y pienso que el rock ya no es un movimiento que moleste e incomode. Hagamos el esfuerzo intelectual de ubicar un tema de rock que en los últimos años haya producido reacciones similares como lo ha hecho el tema “Sangría”. Es más, el rock parece ser un movimiento cuyos músicos reaccionan enfadados ante la frase de un adolescente que representa un estilo que hoy por hoy si molesta, y que, además, representa esa matriz contestataria que el rock nacional se asignó durante décadas. Es frecuente escuchar o leer frases como “la juventud está pérdida”, “rockeros éramos los de antes”; sin embargo vienen dos muchachos provenientes del trap, hablan en nombre del pueblo, sobre el barrio, las Malvinas y en contra de la policía y los políticos, y son nuevamente estigmatizados por el “canon” del rock. Yo me pregunto: ¿acaso el rock no se  jactaba justamente por expresar esas cuestiones? Como siempre, en los y las jóvenes está el destino de todo movimiento.

Bibliografía consultada

Hobsbawm, Eric (1998). Historia del Siglo XX. Buenos Aires: Crítica.

Marx, Karl (2001). El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Buenos Aires: CS Ediciones.

Reynolds, Simon (2011). Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado. Buenos Aires: Caja Negra.