EDITA: la última feria del año

  • Imagen

EDITA: la última feria del año

15 Diciembre 2019

Por Inés Busquets

 

Este fin de semana se realizará Edita, la feria de editoriales independientes, que tendrá lugar en el Edificio Karakachoff de la ciudad de La Plata.Edita es una feria de editoriales independientes, que por cuarta vez consecutiva invade la atmósfera platense de novedades literarias, actividades y visitas de destacados escritoras y escritores. Es una feria organizada por el colectivo “Malisia” en conjunto con la Facultad de Artes y el Centro universitario de Arte. Hay una esquina pequeña en un rincón de la ciudad de La Plata. Una terraza mágica, unas ventanas repletas de libros y un árbol lleno de pájaros. A unas cuadras de plaza Rocha y de la facultad de Artes. Allí funciona un colectivo platense denominado “Malisia” formado por tres editoriales, una librería y una revista. El Espacio, como lo llaman los integrantes, los asiduos lectores, escritores y artistas que lo transitan, trasciende la esquina y se abre a la comunidad transformando la cultura en un bien colectivo que merece ser compartido y atravesar todas las paredes para acercarse al pueblo. Allí donde todo es posible, se gesta una de las ferias más grandes, que reúne más de 80 sellos independientes.

En una coyuntura donde la crisis editorial se profundizó, Edita sigue adelante de la mano de pequeños espacios de resistencia que lograron sucumbir a un período de devastación social y cultural. Con gran expectativa para lo que viene y la esperanza de que la industria librera tenga el espacio que se merece. Hablamos con Verónica Stedile Luna, integrante del colectivo Malisia y una de las organizadoras de Edita. Autora junto a Daniel Badenes del flamante libro: Estado de feria permanente. La experiencia de las editoriales independientes en Argentina 2001-2020, que se presentará este domingo.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo vivieron estos cuatro años la actividad editorial y la disminución de ventas en la industria librera?

Verónica Stedile Luna: Sobran números y estadísticas que se las mire por donde se las mire dan cuenta de la profunda crisis que aún atraviesa el sector editorial y que comenzó sin dudas con 2016 con un conjunto de medidas que afectaron rápidamente una estructura débil de producción y comercialización: la apertura irrestricta de importaciones de libros – sin un plan que permitiera evaluar dónde impactaría con mayor desfavorabilidad –, las subas del dólar –una de ellas ocurrió en el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires–, la eliminación de programas de promoción de lectura como las compras de la CONABIP, todo esto en el contexto de una la recesión económica más grande desde el 2001.

Daniela Szpilbarg apuntó algunos datos sistematizados por la Cámara Argentina del Libro (CAL) y que fueron publicados en octubre de 2018: por un lado, una baja en el total de nuevas publicaciones que había disminuido de 28.440 en 2017 a 22.999 en 2018. Por otro lado, una caída de casi el 50% en millones de ejemplares impresos, cayendo de 62 millones de ejemplares en 2016 a 36 millones en 2018, según los datos de la Agencia de ISBN recopilados por la CAL. Al mismo tiempo, la CAL denunciaba a finales de 2018 un descenso de ventas de entre el 25 y el 35% de unidades vendidas, tomando como referencia al año 2015. Este descenso se justificaba por muchos factores, siendo los centrales la continuada y profundizada recesión y la caída del consumo interno. (Informe CAL 2018: p 8-9). Respecto de las librerías, se registraba el cierre de 36 librerías, y al mismo tiempo que la disminución de las ventas avanzaba, la exportación se volvía más complicada, ya que los libros se exportan en consignación y surgió un impuesto que supone pagar un 12% de retención, cuando antes era del 5%.

Por otro lado, como apuntamos en una declaración colectiva del sector, en apoyo a la fórmula Fernández-Fernández, el último año la cantidad de novedades lanzadas al mercado se contrajo en un 13% respecto del año anterior. Desde el 2016 se perdió un 20% del empleo en editoriales y el desempleo en la industria gráfica alcanzó a cinco mil trabajadorxs. Nuestro sector editorial argentino realiza el 70% de las novedades que llegan a las librerías. Sin embargo, los grandes grupos editoriales internacionales, que solo publican 3 de cada 10, tuvieron una caída acumulada del 9% desde el 2016 en su tirada promedio, mientras que las PyMES pasamos a producir casi la mitad de ejemplares. Al disminuir la capacidad de producción se disminuye también el alcance de la distribución, aspecto que perjudica especialmente la federalización, el acceso igualitario y la bibliodiversidad de la lectura.

A pesar de este diagnóstico las editoriales pequeñas o independientes buscamos formas de organización y supervivencia a través de distintas estrategias. Una de ellas fue la participación en ferias editoriales como forma de buscar otros momentos de venta, salir al encuentro de les lectores, y disminuir los costos de la cadena del libro –aunque con respecto a este último punto entendemos que las librerías, como las imprentas, son aliadas de nuestro trabajo editorial. Asimismo, en nuestro caso, como organizadores de la feria EDITA privilegiamos en la invitación a editoriales para las cuales las ventas representan el principal sostén económico de la editorial y sus trabajadorxs.

APU:¿La baja del consumo, el desfasaje del dólar y la crisis económica de qué manera influyeron o condicionaron a la hora de editar?

VSL: En relación con los números que comentaba anteriormente, hay que considerar dos cuestiones. Por un lado que las editoriales no podemos transferir al precio del libro la suba real de nuestros costos, de modo que en cada corrida cambiaria (que afecta directamente el costo del papel e impresiones) se pierde muchísimo en la posibilidad de recuperar la inversión y obtener ganancia (por ejemplo, en 2015, desde nuestra editorial, EME, ganábamos hasta 3 dólares por libro, y para julio de 2018 eso se redujo a 0.70 centavos de dólar). Por otro lado ese mismo desfasaje es el que padecen los sueldos de todxs lxs trabajadorxs, de modo que el libro deja de estar entre las primeras opciones de consumo. Si bien esto no condiciona la elección de libros a publicar –modificar el plan de catálogo por la crisis– sí vuelve mucho más espaciado el trabajo, ya que en casos como el nuestro, donde un libro paga otro libro, el tiempo de recuperación es mayor, y la mayoría de las veces en los últimos años nos hemos mantenido en el plano de la inversión.

APU:¿Qué expectativas tienen para la gestión de Fernández?

VSL: Tenemos muy buenas expectativas. Principalmente porque creemos que vamos a volver a pensar políticas culturales. En los últimos años, con el macrismo, no es que no hubo subsidios, sí los hubo – principalmente becas – pero en el marco de una ausencia total de políticas públicas tendientes a la democratización y federalización de la cultura. En ese sentido, la dinámica fue desastrosa, y profundizó una de las aristas de nuestro sector que es el clivaje emprendedorista que tiene cada proyecto. Así, mientras los subsidios no lograban – en monto – compensar los efectos de la crisis más general, se mantuvieron en el plano de lo individual, sin una articulación mayor que pusiera esa inversión en diálogo con un plan de lectura, programas de educación, programas de difusión o acceso al libro en territorios históricamente postergados en lo cultural. Digamos que no pasó de una lógica del derrame. Ese fue el principal motivo por el cual durante los últimos cuatro años no quisimos participar de ninguna convocatoria propuesta por el gobierno nacional, provincial y municipal. Entendemos que así como nuestro sector necesita del rol del Estado en términos estrictamente económicos –por ejemplo la financiación de un libro cuyos costos de producción están por encima de las posibilidades de una recuperación pronta en ventas, en especial cuando se trata de traducciones– la inyección de dinero no es suficiente si el plan económico del país es destructivo o bien si no se piensa que la cultura es, como dice Horacio González, “la estructura secreta de todo lo que se hace, incluso en materia de economía”, y que por lo tanto el rol del estado no se puede restringir a costear la impresión de un libro a una editorial y desentenderse acerca de si el dinero y la producción simbólica permanecen en los sectores concentrados de poder (por ejemplo, si el libro a imprimir se imprime en aguas interoceánicas, o si siempre se apoya a proyectos editoriales del circuito porteño).

En ese sentido, nuestra mayor expectativa está puesta en la posibilidad de que el libro y la cultura sean parte de una discusión política con el objetivo de democratizar y federalizar su circulación. Por eso tenemos muchas expectativas con la aprobación de la ley para la creación de la ley del Instituto Nacional del Libro Argentino.

 

APU:¿Qué considerás indispensable a nivel cultural para las políticas públicas que vienen?

VSL: En Argentina hay gran dinamismo cultural, y la emergencia de nuevas editoriales de poesía, ensayo y ficción son parte de eso. Permanentemente tendemos al encuentro, a motorizar ideas y concretarlas. Es indispensable que el sector se fortalezca. La cuestión del papel y la impresión es un eslabón clave. Nosotrxs creemos que un libro argentino no es solo un libro con ISBN argentino, sino que debe ser impreso acá, ya que el sector gráfico es un aliado en proyectos como los nuestros que viven con deuda – y diría no solo los nuestros, ya que grandes editoriales también tienen deudas millonarias con imprentas y encuadernadoras –. Ahora bien, muchxs editorxs dirán que no es conveniente, que los costos en Argentina son muy elevados y que no se corresponde con la calidad de los materiales, que las maquinarias atrasan, etc. Esto trae dos dificultades, en primer lugar que solo algunas editoriales están en condiciones de hacer la inversión necesaria para imprimir afuera y abaratar los costos por ejemplar, de modo que se genera otra variable de desigualdad que si queda sujeta a puras leyes de mercado resulta problemática. En segundo lugar, y lo que es obvio, la industria nacional pierde trabajo y progresivamente competitividad. En ese sentido es necesario pensar la estructura económica del libro para que haya un crecimiento y una recuperación de los actores de toda su cadena.

En cuanto a políticas públicas a nivel cultural, la federalización de los bienes culturales es un punto urgente en la agenda política. Más del 70% de la producción de libros pasa por la ciudad de Buenos Aires, donde, como bien ha señalado Daniel Filmus en una reunión de trabajo con referentes del mundo del libro, se encuentran de manera desproporcionada con respecto a capitales provinciales, por ejemplo, la mayor cantidad de librerías del país. Asimismo, y como decíamos antes, necesitamos volver a pensar programas de lectura, recuperar un diálogo e intercambio activo entre la emergencia en producciones culturales, ya sean editoriales, cine, música, artes, y educación pública. Uno de los desafíos que tenemos por delante es que los materiales que producimos formen parte de un debate común; esto no significa que marquen agenda o se ajusten a ella, ni tampoco que respondan a lineamientos determinados previamente, sino que puedan desplegar su potencial (de imaginación, crítico, inventivo, sensible) en el encuentro con muchxs otrxs. Pero eso solo es posible si lo que produce la cultura llamada “alternativa” o “independiente” pasa a estar en la órbita de los espacios de formación masivos. 

APU: Un nuevo año de edita. ¿Cuándo nace y con qué objetivo?

VSL: La feria EDITA nació en 2016, durante dos años la hicimos en el Centro Cultural La Alborada; en 2018 decidimos hacerla en el Centro de Arte de la UNLP y co-organizarla con la Facultad de Artes de la Universidad. El objetivo principal, más allá de generar una instancia más de ventas en una fecha cercana a las fiestas de fin año, tiene que ver con tener un evento editorial y literario que sea representativo de la enorme potencia de proyectos que hay en La Plata. Nos gustaría que fuera un evento que, como dice, le haga justicia a la producción literaria de la región. A su vez otro de los objetivos es que en la feria se visibilicen todxs lxs actorxs que intervienen en el mundo del libro, si bien el protagonismo lo tienen las editoriales y sus editorxs, tratamos de que en las charlas y talleres aparezcan otras aristas del trabajo. Ese es un desafío que tenemos para próximos años. Como la feria surge en el seno de la vida cotidiana de El Espacio (casa cultural donde funciona la librería Malisia, el taller de encuadernación FA, la producción de indumentaria Terrome), siempre estamos muy atentxs a las distintas miradas estético-disciplinares y los oficios que intervienen en la edición.

APU:¿Cómo fue la convocatoria?

Convocamos siempre a editoriales compañeras que trabajan del mismo modo en que lo hacemos nosotrxs, que suelen participar en ferias y buscan relacionarse con el público. Y todos los años además abrimos una convocatoria a nuevas editoriales, donde se seleccionan 5 para que participen de manera gratuita. Año a año la convocatoria está siendo más numerosa, lo que nos hace pensar que es importante seguir creciendo y que la feria llegue a un público mayor.

Agustina Bazterrica, Carlos Ríos, Hernán Ronsino, Alejandra Kamiya, Martín Graziano son algunas de las voces que participarán de las actividades, charlas y lecturas en el marco de Edita. Una feria que el último año recibió más de 1500 visitantes y que prepara a toda la comunidad editorial a prepararse para “La última feria del año” como ellos mismos la apodaron.La última feria del año nos convoca con la potencia y la virtud de las palabras, la persistencia de los hacedores y hacedoras de libros y el espíritu de una ciudad que emana cultura para encontrarnos, una vez más, con hallazgos, obras y universos nuevos .

 

La feria Edita se desarrolla durante los días sábado 14 y el domingo 15 de diciembre en el Edificio Karakachof, ubicado en las 48 e/ 6 y 7. Entrada libre y gratuita. http://feriaedita.com.ar/que-es-edita/ para ver programación completa.