Diego Kogan: el teatro como desafío, búsqueda y experimentación

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Diego Kogan: el teatro como desafío, búsqueda y experimentación

04 Octubre 2020

Por Silvina Gianibelli

Diego Kogan es dramaturgo y director teatral, egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático. Preside la emblemática cooperativa de trabajo Los independientes del Teatro Payró.

Desde hace un tiempo está trabajando en el proyecto de la Payroteca, se trata de la recopilación del  material audiovisual de las puestas teatrales realizadas en la que fue la segunda sala de teatro independiente porteña.

AGENCIA PACO URONDO: Hace poco publicaste en una red social un programa del dúo inolvidable Jaime Kogan- Ricardo Monti: ¿Cómo crees que lograron ese vínculo estrecho y estético tan imprescindible hoy?

Diego Kogan: Ante todo se me ocurre repasar la historia de ese vínculo: estrenaron juntos cinco espectáculos en el Payró (Historia tendenciosa de la clase media argentina, Visita, Marathon, La oscuridad de la razón y Rayuela), y la versión operística de Marathon en el Teatro Colón, en un período que va de 1972 a 1994. Esa suerte de constancia les dio un conocimiento de los universos poéticos del otro, de sus imaginarios, de sus modos de trabajar. Había una escucha muy atenta, un intercambio muy puntilloso en sus labores. Lo sé porque fui asistente de dirección en dos de estas obras y me di el lujo de presenciar algunos de estos encuentros. Yo creo que mi padre lograba sumergirse en el mundo-Monti y hacerlo propio, y Ricardo confiaba plenamente en las intuiciones estéticas de mi padre para llevar a escena esos universos.

APU: Realizaron juntos una puesta de un texto casi inabordable como Rayuela de Julio Cortázar. Solamente ellos podían con lo inasible...

D.K.: Sí, esa fue una experiencia muy loca. La propuesta vino de la Fundación Banco Mercantil, que de ese modo homenajeaba a Cortázar en el décimo aniversario de su fallecimiento. Ricardo tomó algunos capítulos de la novela, y la idea Buenos Aires-París como eje de su desarrollo. Hubo varios borradores, y Ricardo viajó a París a leerle la versión a la viuda y heredera de Cortázar. Un proyecto muy ambicioso, muy osado. Se levantaron el escenario y la platea del teatro y se llenó de arena, ¡dos camiones de arena! De esa arena surgían la cama, el piano, y una enorme rayuela, claro. Por supuesto ese año no hubo otra obra en la sala, el espacio estaba completamente transformado. Los espectadores sentían la arena bajo sus pies. Con ese espectáculo el Equipo Teatro Payró representó a nuestro país en los festivales de Cádiz y de Otoño de Madrid.

APU: ¿Qué recuerdos de tu padre como director hoy te convocan a tus búsquedas estéticas?

D.K.: Además de vivir ese clima teatral apasionado en mi casa durante mi infancia, fui su asistente en varias obras, así que supongo que ese modo tan obsesivo de trabajar se me debe haber metido bajo la piel. No había nada más importante para él, fuera de lo estrictamente personal, mientras atravesaba uno de esos procesos de creación. Esos procesos que, entre el trabajo en soledad al encontrarse con un texto y el estreno, no duraban menos de un año, a veces más. Y siempre era un desafío, una búsqueda, y una experimentación.

APU: No hace tanto dirigiste la magistral obra de Monti: Una noche con Magnus & hijos ¿Cómo atravesaste el proceso?

D.K.: En 2017 dirigí en Mar del Plata la primera obra de Ricardo: Una noche con Magnus & hijos que se estrenó en 1970. Es asombroso que un joven de 25 años haya escrito semejante obra, maravillosa, compleja, llena de teatralidad. Para mí fue un enorme placer. Conocía muy bien la obra ya que mi coloquio para el ingreso a la Escuela Municipal de Arte Dramático, allá por 1984, lo hice sobre Magnus. Luego hubo un par de intentos de realizarla, pero nunca se pudo concretar. Ensayamos, al estilo Kogan, durante más de un año. Me di el lujo de tener a Ricardo en el estreno. Él estaba justo presentando su novela La creación, y me hablaba de lo que llamaba “las configuraciones”, esa no casual coincidencia en el tiempo de su primera obra de teatro y de su primera novela.

APU: El Payró ha sido el espacio donde se reúne una vastedad irrenunciable a la memoria colectiva del teatro nacional, ¿existe un registro del “allí y entonces”?

D.K.: Bueno, justamente de eso se trata el Proyecto Payroteca, de reunir, ordenar, digitalizar y compartir todo ese material. Fotos, programas, audios, videos, etc. que abarcan desde el acta fundacional del teatro, allá por 1952 hasta la actualidad. Son cajas y cajas que, aprovechando el parate de la sala debido a la pandemia, hemos comenzado a clasificar. Es una tarea a largo plazo, apuntamos al 2022 cuando el Payró cumpla sus primeros setenta años de actividad ininterrumpida. Una labor ardua y artesanal que hemos emprendido con mucha alegría, porque creemos en el valor histórico de ese material, y queremos poner en diálogo con nuestro presente.

APU: ¿Qué expectativas teatrales, tienen hoy como sala teatral durante el aislamiento?

D.K.: Lamentablemente no vemos la posibilidad de otra cosa que esperar que la cuestión sanitaria se resuelva. Por suerte encontramos en este proyecto un sustituto que nos permite seguir activos y trabajando. Pero las actividades presenciales tendrán que esperar un poco más. Veremos cómo salimos de esta situación de deterioro. Esperamos que los Estados, tanto el nacional como el de la ciudad, acompañen este momento tan difícil, momento que visibiliza la precariedad laboral del sector de la cultura independiente, y por supuesto que ese acompañamiento no se termine hasta que las consecuencias sean saldadas. Es muy preocupante la situación de los teatros independientes de la ciudad; algunas salas ya han cerrado definitivamente, otras están pensando en esa triste posibilidad. Ni qué hablar de la desesperación de artistas, profesores, técnicos, gestores, que hace casi seis meses no podemos trabajar.

APU: ¿Seguís vinculado a tu actividad docente?

D.K.: Estoy dando un taller de Dirección para alumnos que ya hicieron otros antes conmigo, pero no me animé a abrir uno nuevo en modalidad virtual. Si la cosa sigue así, seguramente armemos, junto a Solana Landaburu que es quien da las clases conmigo, un taller breve de verano. Y si sigue aún más, seguramente abramos el anual en modalidad virtual hasta tanto se pueda retomar.