Dibujos urgentes para la memoria

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Dibujos urgentes para la memoria

15 Marzo 2020

Por Norman Petrich

 

Corría el año 2010 y el TOF 5 decide prohibir (como consecuencia de la segunda desaparición de Julio López) que se filme o tome fotografías de los juicios por delitos de lesa humanidad. Las artistas visuales María Paula Doberti y Eugenia Bekeris hacen suya la consigna de H.I.J.O.S de “no se los puede filmar, no se los puede fotografiar, pero se los puede dibujar” y se arriman a prestar sus trazos para acompañar de esa forma a quienes testimoniaban en esos juicios.

Así nace Dibujos urgentes, un proyecto que lleva 10 años y que en estos días ha tomado la forma de un libro/archivo más que necesario, el cual fue presentado el miércoles 11 de marzo en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC).

No buscaron conseguir un simple retrato del testigo, el cual hubiese sido el rescate de un segundo que al siguiente podía cambiar: al adentrarse en el libro uno puede comprobar que los dibujos están acompañados por parte de la declaración, por esas palabras que a ellas las marcaron por su peso, su potencia, las cuales fueron rescatando e incorporando a la ilustración. Y esa forma novedosa de trabajo lo convierte en un dibujo en acción, en un documento. Un ladrillo más en la ardua construcción de la memoria colectiva.

“La propuesta parte del dibujo rápido sin posproducción. Lo que queda en el papel, queda”, suelen responder casi como un mantra en varias entrevistas, dándole una energía extra a su labor, porque esos trazos se han convertido en una tarea necesaria e imprescindible, en carnadura nacida en el vértigo de lo urgente.

“Desde siempre se ha tratado de encontrar ex­presiones que ayuden a definir la condición de quienes son capaces de infligir tanto dolor, tanto sufrimiento y tanta muerte. A mi enten­der, cuando se los suele designar como “inhumanos” es por el afán de dimensionar el daño que producen al prójimo. Sin embargo, y aun aceptando esa calificación como producto de la impotencia y la angustia, hay que repetir una y otra vez que son absolutamente humanos. No es una afirmación caprichosa, toda vez que es importante mantenerlos en esa categoría de humanos y, además, justiciables”, dice el exjuez de Cámara Federal Carlos Rozanski en el Prólogo del libro y que coincide con las palabras de las autoras cuando afirman que “si es un genocida no buscamos mostrarlo como un monstruo, que sería la manera más fácil, sino que lo mostramos con la humanidad que tiene y eso lo hace mucho más cruel”.

“Asistir a las distintas audiencias fue y sigue siendo una tarea militante, emotiva y transformadora” afirman las artistas. Por eso, todo el libro es un reflejo de escuchas atentas de declaraciones valientes, un proceso donde la mirada y el trazo están en pleno movimiento, donde se puede captar a la misma persona en posturas diferentes a través del tiempo que va transcurriendo con su testimonio y esas palabras ahí, tan fuertes, tan ancladas como anotaciones en los costados que nadie puede ignorar. Todo un proceso de reconstrucción.

Eugenia Bekeris es artista visual cuya obra es testimonio que aborda la representación de lo inimaginable entrecruzando dos lugares de tiempo y memoria: Shoá y la dictadura militar.María Paula Doberti, también artista visual, es además docente de la UBA, la UNA y la ESEA Manuel Belgrano. Trabaja en intervenciones en espacios públicos desde el 2002 y su campo abarca el arte urbano y político. Desde 2013 realizaron casi una veintena de exposiciones de estos trabajos que hoy toman forma de libro documental.

Como bien ellas saben, no es un proceso que se puede (sobre)llevar de a uno y eso también queda reflejado en el libro: además del Prólogo de Rozanski, se intercalan textos de la referente de familiares Ana María Careaga, la sobreviviente Graciela Daleo, la investigadora de la Secretaría de Derechos Humanos María Rosa Gómez, la psicoanalista Fabiana Rousseaux, la fiscal Gabriela Sosti, la fotógrafa Julieta Colomer quien junto a Hernán Cardinale son los fundadores de Mónadanomada, editorial que se encargó de recopilar los trabajos y editarlos. Todos ellos dejan testimonio de una época donde se pudo juzgar a los responsables y convierten a sus escritos en hilos conductores para las ilustraciones.

Y es un testimonio, tanto de los textos como de los dibujos, que se vuelve imprescindible cuando comprobamos dolorosamente en estos cuatro últimos años que un terreno que creíamos conquistado fue nuevamente puesto en discusión por un discurso negacionista alimentado por el odio hacia una idea colectiva, atacando directamente las bases constitutivas de los Derechos Humanos; poniendo entre signos de preguntas todo lo que pudo, desde números hasta historias y credibilidades, haciendo foco en los y las referentes para intentar desarticular los movimientos y encontrando cabida en un sector no minúsculo de la población que necesitaba asirse a este tipo de discurso que le permite pararse en la vereda de enfrente sin tener que analizar demasiado si el mismo viene flojo de papeles.

Por eso, Dibujos urgentes es un libro que pone las cosas en su lugar: un reflejo de lo que significa testimoniar en juicios de lesa humanidad, un eco al que no podemos hacer oídos sordos, el exacto punto donde verdad histórica y verdad jurídica se alinean para derribar necedades.