Coscia: "Una política cultural de Estado no pasa sólo por lo artístico"

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Coscia: "Una política cultural de Estado no pasa sólo por lo artístico"

03 Noviembre 2019

Por Lois Pérez Leira

 

Jorge Coscia es uno de los principales referentes del campo cultural definido como nacional y popular. Él mismo se auto define como discípulo de Arturo Jaureche, Jorge Abelardo Ramos y los pensadores de ese espacio. Director de cine, escritor de novelas, ensayos y poesía fue además presidente del INCAA, diputado nacional y presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara y Secretario de Cultura de la Nación.
Desde esa función fue clave en los festejos del Bicentenario. A pesar de su perfil político fue designado Caballero de las Artes y las Letras de Francia por contribuir al entendimiento entre ambas culturas. 
Acaba de presentar este año una novela, La caja Negra, un libro de poesía y un largometraje documental, La palabra originaria.

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APU: ¿Qué panorama ve en el plano cultural, luego de cuatro años de Macrismo?

JC: En un país devastado, la cultura no es una excepción. Debo admitir que no esperaba otra cosa de un gobierno neoliberal. Está intacto el potencial creativo de nuestros artistas. Pero la cultura en el plano artístico se expresa con una materialidad condicionada por el modelo de país. La producción audiovisual, la editorial, los espectáculos teatrales y musicales,  el diseño, han disminuido en algunos casos a la mitad de la producción del 2015. Los centros culturales, las salas independientes y las librerías no pueden afrontar los gastos de servicios. El INCAA no cumple con sus planes de créditos y subsidios. La gestión de la Secretaría de Cultura es tan mala como el gobierno al que pertenece. En definitiva la peor desde el retorno de la democracia. Y el Secretario Avelluto se jacta de haber tenido el coraje de despedir empleados. Sin embargo, sólo el valor y la convicción de los trabajadores de cultura, me consta, mantienen algunos programas y actividades con enorme sacrificio, como es el caso de programas artísticos y de los elencos estables. Los llamaron ñoquis y es en realidad todo lo contrario. Ellos y sus representaciones gremiales le hacen frente a la inoperancia de los verdaderos ñoquis traídos de la mano del “mejor equipo de los últimos cincuenta años”

APU: ¿Qué papel le asigna a la Cultura en el futuro gobierno?

JC: Un papel central. Por supuesto dependerá de entender que una política cultural de Estado no pasa sólo por lo artístico. La cultura es la más transversal de las especificidades de la gestión pública junto con la economía. Es materialidad y representación simbólica. Las industrias culturales son rápidas generadoras de empleo y además de autoestima nacional. Sólo con un Estado presente podrán reactivarse. Lo demostramos cuando creamos el MICA (Mercado de Industrias Culturales) al poner en marcha programas reactivadores del enorme potencial ligado a la producción de las industrias creativas.
La Argentina cuenta en materia de cultura con una ventaja diferencial para que nos transformemos rápidamente en un polo productivo, por ejemplo, con el actual auge de las series y plataformas audiovisuales.
Deberíamos ser líderes en la producción de series en castellano y hoy vamos a la cola de otros países hispanoparlantes. Se impone una ley del libro para dinamizar la industria editorial. Y por sobre todo darle al área la misma impronta federal que Alberto Fernández propone con una presencia efectiva de su gobierno en las provincias. 

APU: ¿Cómo evaluaría a su gestión,  entiendo que fue la más larga de la historia?

JC: No soy yo quien debería evaluarla. Mi paso por Cultura, fue en tres ámbitos: INCAA (2002-2005), presidente de la Comisión de Cultura cuando fui diputado (2005-2009) y Secretario de Cultura de Cristina  (2009-2014). No puedo dejar de ver las tres como una continuidad de casi 12 años.

APU: No le faltó conducir ningún área cultural.

JC: Siempre falta algo: la política cultural de Cancillería, la UNESCO, el Teatro Colón… (se ríe)

APU: ¿Le duele no haber sido Ministro? (el Ministerio se crea con la designación de Teresa Parodi en mayo de 2014)

JC: ¿Ve que faltaba algo? (vuelve a reírse) A mí lo único que me puede doler son las discontinuidades e incoherencias de una política cultural en un gobierno de signo nacional, popular y progresista. La Secretaría a mi cargo dependía de Presidencia, es decir tenía casi un rango ministerial. Más me preocupan algunas confusiones que se han dado de manera recurrente en el área cultural.

APU: ¿Por ejemplo?

JC: Que un gobierno de signo peronista crea que alcanza con designar un académico e intelectual prestigioso o artista famoso para presidir Cultura y mejor aún si no es peronista. Yo la defino como una idea decorativa y acomplejada de la Cultura. Y esta concepción puede ser tanto nacional, como provincial o municipal. Es una especie de noción algo elemental el pensar que para gestionar Cultura hay que designar a alguien “culto” y que un peronista no lo es. Criterio que se presta a confusiones y lamentablemente a malgastar el potencial del área y la coherencia de un proyecto de modelo de país.

APU: ¿Se refiere a alguna gestión en particular?

JC: Me refiero a un criterio. Cada cual podrá sacar sus conclusiones. 

APU: ¿Y cuál sería a su parecer el criterio correcto?

JC: Un equilibrio entre prestigio y experiencia en el plano artístico e intelectual y en el conocimiento y experiencia de lo que es la gestión pública específica. Todo ello contenido en una visión muy sólida de proyecto de país, que es esencialmente un proyecto cultural. La idea de poner una “figura” del arte o del intelecto y luego apuntalarlo con los técnicos idóneos ha fallado y no hablo sólo de la etapa kirchnerista. Tampoco funciona el concepto de un gestor puro. La Cultura tiene una complejidad que incluye sensibilidades muy propias del proceso creativo y sus múltiples géneros y particularidades. También requiere de una formación intelectual. Ni que hablar de la tentación falsamente transversal de jerarquizar culturalmente a los no peronistas. Las gestiones peronistas suelen ser en Cultura más amplias e inclusivas que las otras, que curiosamente suelen excluir a los peronistas aún en gobiernos de ese signo. Yo recuerdo el caso de un Congreso de Pensamiento nacional, popular y latinoamericano, creo que fue en el 2014, auspiciado por Cultura, donde fuimos excluidos una mayoría de referentes e intelectuales peronistas. Cosas que pasan.

APU: Se recuerda que cuando usted asumió se cantó la marcha peronista.

JC: Fue una reacción espontánea de los presentes y generó ese tipo de escándalos mediáticos propios de los fabricantes de zonceras. En esos días los medios hablaban de esas cosas. ¡Que añoranza! Hoy se habla de la inflación descontrolada, del FMI y de la pobreza. En lo personal creo sin embargo que no debería cantarse nuestra marcha en la asunción de un funcionario de gobierno cuya gestión se orienta al conjunto de la sociedad sin exclusiones. Puede generar una idea de sectarismo que por otra parte mis gestiones no tuvieron. Filmaron en aquellos años todos, desde Juan José Campanella y Pino Solanas, entonces opositor. Y a los artistas no se le pedía para cantar o actuar “carnet” alguno. Yo, como muchos, no pude en cambio filmar con respaldo del INCAA en el período reciente. Lo hice de manera independiente. Me refiero a mi último documental La palabra originaria.

APU: ¿Forma parte de los equipos de Cultura de Alberto Fernández o del PJ?

JC: No. Sí participaron compañeros con los que colaboro a menudo. Estoy seguro han realizado muy buenos aportes, como es el caso del Instituto Independencia y el Frente Cultural Peronista. Y estoy en contacto con algunos de los principales referentes cercanos a Alberto. No los voy a nombrar, pero la lista me brinda mucha tranquilidad por su calidad humana y su solvencia.

APU: ¿Le molesta que no lo hayan consultado?

JC: En absoluto. Mi preocupación pasa por los desafíos que deberá enfrentar el nuevo gobierno en relación al país endeudado y empobrecido que nos deja el macrismo. Conozco a Alberto desde 1998, cuando se realizó el Encuentro de Calafate, algo así como el hecho fundacional de la etapa kirchnerista. Compartí luego parte de mi gestión con él como Jefe de Gabinete. Entiendo que él fue el responsable principal junto con Néstor de que yo fuera diputado nacional. De haber sido por él, puedo asegurar que yo hubiera sido en el 2003 el primer Secretario de Cultura de Néstor. La anécdota sería muy larga y no viene al caso contarla. 

APU: Sin embargo su nombre circula en estos días entre los posibles futuros responsables de Cultura.

JC: La “ronda de nombres” es habitual y proviene más de falsos rumores, deseos de algunos sectores o expectativas personales de los aspirantes, que de una decisión tomada. Algo comprensible. Muchos y muchas quisieran tener el honor de aportar al desafío. Pero la decisión pasa por otro lado. El candidato es Alberto y él como presidente armará su gabinete, que deberá “salir al toro”, como se dice en teatro, a enfrentar la adversidad y que no podrá malgastar un sólo minuto de su tiempo en vacilaciones.

Y cada designación en cada área será decidida con el buen criterio que reconozco en Alberto. Podría influir también la necesidad de sostener la unidad construida con una representación que la exprese en el ejecutivo. Pero por encima de todo, estoy seguro, el va a priorizar la idoneidad. Yo creo que Alberto está a la altura del desafío y mi única preocupación es aportar algo de mi experiencia, válida tanto desde mis aciertos como desde mis errores. Quiero ser parte de este desafío aún sin cargo alguno. Estaré a disposición de nuestro gobierno y de quien se responsabilice del área cultural como un compañero más sin preocuparme por las jerarquías. Es lo que hice y hago desde que tenía 17 años. Fui funcionario sólo 12 años mientras que militante lo he sido por décadas. 

APU: ¿Integra alguna organización?

JC: ¿Alguna orga? (ríe)  Detesto esa palabra, que es lo contrario de una idea de organización capaz de vencer con efectividad el tiempo. Los Forjistas hicieron dos grandes cosas. Fundar FORJA en la década infame y disolverla con el peronismo. Creo en formas organizativas no sectarias con fines específicos. Soy con orgullo un referente del Frente Cultural Peronista y comparto sus objetivos de jerarquizar el valor del trabajador cultural y la mejor tradición cultural del peronismo, tan injustamente desvirtuada por propios y extraños. Integro también el Instituto Independencia, un verdadero tanque de ideas y de reflexión política con excelentes compañeros y compañeras de notable trayectoria. Por lo demás me invitan a dar conferencias en  espacios de los mas diversos en todo el país. Se trata de aportar a la recomposición del frente nacional y popular cuya unidad se hará todavía más imprescindible en el ejercicio del gobierno. Seguramente Jauretche, volvería a disolver FORJA en una instancia como esta.

APU: ¿Cree que algunas organizaciones políticas internas deberían disolverse?

JC: Nos fue muy mal cuando alguna agrupación del peronismo consideró a compañeros que no la integraban como rivales a desplazar o vencer. Creo que una organización interna no debe tener una ambición de poder mas fuerte que el proyecto político en el que confluye. La diversidad política es válida y enriquecedora siempre y cuando no sea excluyente de otras posiciones afines al Movimiento Nacional. La unidad que nos aproxima a retomar el gobierno es resultado de esa comprensión por parte de dirigentes políticos, gremiales y sociales. Por eso detesto el concepto de “orga”, término que escuché mencionar casi siempre en el sentido de una pertenencia sectaria más importante que las ideas que se pretende defender. Pertenecer o no a una agrupación interna no puede determinar ni exclusiones ni preferencias ni ser la parte más importante que el todo, es decir que el Movimiento nacional y popular que nos contiene. Entender esto es esencial y entonces sí, todos unidos triunfaremos, llevando a la Argentina al lugar que merece nuestro pueblo. 

APU: ¿Qué opina de la famosa grieta?

JC: Que expresa una energía destructiva y empobrecida de la política. Y que sólo beneficia a un sector interesado en exacerbar el odio por encima de la racionalidad. 

APU: Pero la grieta existe y tiene dos lados u orillas.

JC: Desde ya. Pero no aceptemos una teoría de los dos demonios en relación a la grieta. Hubo argentinos de clase media que apoyaron a la dictadura. Pero no fueron la dictadura. Son víctimas cautivas de la construcción hegemónica de los poderes que la gestaron para su beneficio. Como ocurre hoy con los jubilados o taxistas empobrecidos que apoyan al macrismo. El peronismo es corresponsable de la grieta al plantear un modelo de inclusión, emancipación y justicia. Pero el “demonio” es quien se opone a ese proyecto desde sus intereses egoístas y concentrados.  ¿Acaso Abraham Lincoln era el demonio en la sangrienta grieta de la guerra civil norteamericana del siglo XIX? Lo eran los esclavistas, terratenientes algodoneros, sin duda. 

¿Acaso hay dos demonios en la grieta de Chile o en la del resto de América Latina? Por ello no es un tema menor desarticular el odio. Hacen falta dos para bailar el tango y dos para una grieta. Que nuestros pasos en ella sean teniendo en cuenta a los cautivos de la hegemonía reaccionaria y a sus operadores. Cuando alzamos la voz contra esos poderes están en el medio los rehenes de esa hegemonía y ellos lamentablemente ponen el pecho para defender una causa ajena que los manipula y que incluso los perjudica. Será una tarea compleja que obliga por cierto a no calentarse y  a construir medios y modos comunicativos alternativos a los que agrandan la grieta para su beneficio. Y esa es un desafío de carácter cultural. La famosa batalla, como ha sido definida.