Érica Carrizo: "El rol de la mujer en la ciencia sigue siendo subalterno"

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Érica Carrizo: "El rol de la mujer en la ciencia sigue siendo subalterno"

07 Octubre 2020

Por Josefina Figueroa

La Directora Nacional de Proyectos Estratégicos del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación y especialista en políticas públicas de ciencia, tecnología e innovación, Erica Carrizo, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre diferentes aspectos del campo científico nacional tomando como punto de partida su reciente libro titulado "Ciencia y Tecnología en la subalternidad".  

Agencia Paco Urondo: Si tuviera que explicarle a alguien por fuera del ámbito académico ¿Cuál es el tema que aborda su libro? ¿Qué objetivos le impulsaron a escribirlo?

Érica Carrizo: El fin último del libro es preguntarse por el sentido que tienen la ciencia y la tecnología en un país como el nuestro y cómo alimentan el bienestar de nuestra sociedad. Para esto en el libro se estudian las formas de organizar y direccionar estas actividades en otros países como Estados Unidos, Europa y el Este Asiático, para ver si esas formas tienen o no puntos de contacto con los modos en que se hizo esto en Argentina durante los dos gobiernos de Cristina Fernández (2007-2015) y el de Mauricio Macri (2015-2019). No para copiar lo que hacen, o si quizá copiar lo que nos sirve, sino para ver si nosotros realmente tenemos una estrategia en ciencia y tecnología o si hacemos siempre lo mismo.

La comparación entre los gobiernos de Cristina y Macri intenta mostrar la diferencia de concepción de estos proyectos políticos sobre el rol de la ciencia y la tecnología. Qué se hizo para promocionarlas, qué resultados se obtuvieron, y también para mostrar qué es lo que sigue faltando, lo que se sigue haciendo mal, independientemente del gobierno de turno.

Trabajo en el campo de la política y gestión de la ciencia y la tecnología hace doce años y sigo sin poder ver con claridad cómo la ciencia y la tecnología que gestionamos, se traduce en bienestar social, económico y ambiental. Siempre se encuentran casos de éxitos que se usan para mostrar que la cosa va bien, pero deberíamos ser capaces de dar cuenta sistémicamente cuáles son los resultados y qué sectores de la sociedad son los más beneficiados. También veo una tendencia a hacer análisis muy reduccionistas, incluso desde el progresismo, como creer que todo se soluciona con más plata, con más infraestructura, con más gente haciendo ciencia y el tema es mucho más complejo que eso. También en el libro se nombran y describen los problemas que tenemos en la gestión de estas actividades, porque lo que no se nombra, no existe.

APU: ¿Por qué el concepto de subalternidad? ¿Respecto a qué?

E.C: El concepto de subalternidad me sirvió para nombrar el lugar desde donde yo misma produzco conocimiento y hago gestión, y para particularizar lo que dice y analiza esa voz subalterna. En el campo del conocimiento soy marginal porque no hago lo que se espera de alguien que hace investigación clásica: publicar papers, viajar por el mundo y asistir a congresos, dirigir proyectos de investigación, etc. Mi tarea de investigación tiene otro fin que es mejorar las políticas de ciencia y tecnología por lo que tengo que habitar otros espacios y hacer otros tipos de tareas más silenciosas, menos prestigiosas, mucho menos reconocidas. Y en este ámbito también soy marginal y subalterna, y tiene que ver con la dificultad que tenemos las mujeres para aplicar los conocimientos que generamos para cambiar las estructuras del Estado y para intervenir en la toma de decisiones.

La subalternidad también refiere a la forma en que históricamente se han definido las políticas de ciencia y tecnología en la región y la Argentina, siempre buscando imitar lo que hacen los países más desarrollados pero sin preguntarse si es eso lo que necesitamos y cómo impactan estas políticas en nuestra sociedad. El concepto busca deslegitimar los sistemas de referencia globales que orientan nuestras acciones en la investigación y la gestión. Si cambiamos las referencias, dejamos de habitar la subalternidad y la inferioridad, porque ya no seguimos de atrás a nadie, podemos proponer nuestras propias metas y trabajar por nuestros propios intereses. La imitación es el camino más seguro para no encontrarse nunca, hay que dejar de imitar en el vacío.

APU: ¿La perspectiva de género ocupa un lugar subalterno en nuestro campo científico?

E.C: Todavía sí. Creo que ha ganado mucha presencia en los últimos años de la mano del movimiento Ni Una Menos y los debates sobre el derecho al aborto, pero no cambió aún el rol subalterno de la mujer en ciencia. Los esfuerzos tienen que seguir generando teoría pero también exigir los cambios en las lógicas institucionales en ciencia y tecnología, como en la justicia, en la administración pública, en las fuerzas de seguridad, etc, para que la deconstrucción trascienda las palabras y los buenos deseos. Que el patriarcado institucional escuche más sobre teoría feminista y acepte a más mujeres en los espacios de poder, que en general son los menos jerárquicos porque las cúpulas siguen siendo ocupadas por hombres, no significa que reflexione sinceramente y esté dispuesto a cambiar el orden de las cosas. 

Además tenemos que pensar la subalternidad no sólo en clave de género, sino también en términos de clase social, pertenencia cultural y territorial, raza, etc. Si analizamos más variables aparecen subalternidades recargadas. No es la misma montaña la que tiene que escalar una mujer de clase media, saludable, porteña y de piel blanquita, que la que tienen que escalar las pobres, provincianas, extranjeras, indígenas o mestizas, mal alimentadas, con trayectorias educativas incompletas, historias familiares tortuosas, etc. Lo interesante es que esos espacios de la subalternidad son los motores de la transformación social porque los cuerpos que sufren en carne propia las fallas del sistema, son los que militan los cambios.

APU: ¿Cómo se traduce el crecimiento del movimiento feminista de los últimos años en el ámbito de la CyT?

E.C: Creo que se refleja en que las mujeres de este espacio están todo el tiempo analizando sus prácticas cotidianas y lo que producen en clave feminista. También es muy notorio como se ha avanzado en términos de visibilización, en la prensa, en los espacios de liderazgo, en el armado de redes de trabajo y de vínculos muy potentes.  Me parece que esto ha sensibilizado sobre todo a las generaciones más jóvenes que ya vienen con el chip incorporado. Pero ojo porque muchas veces la visibilización en CyT viene de la mano de la consagración. Tenés que haber hecho algo groso, ganado un premio, o algo fuera de lo común para que te presten atención y este es un mensaje muy peligroso porque pone la mirada en el resultado y no en los procesos. ¿Cuántas subalternas pueden mostrar los logros esperados? Muy pocas. No porque sean menos que nadie sino porque tienen que atravesar muchas luchas simultáneas que no son valoradas ni tenidas en cuenta. 

Pero en la academia y en la gestión seguimos siendo marginadas. En la academia cuando te invitan a hablar muchas veces es por el cupo o porque queda bien. Si no fuera por el cupo, todavía tendríamos manadas de hombres evangelizando. Otras veces te invitan porque sos el remplazo de un hombre, no porque te consideraron en primera instancia. También te citan menos, no es que no te lean, sino que no te nombran. En la gestión, la cosa es mucho más bizarra, empezás sirviendo café, organizando eventos, haciendo las presentaciones de los jefes, sacándoles fotos. Ahora hay más cuidado en esto pero la marginalización se perfecciona, entonces, las mujeres generalmente no participamos en la toma de decisiones y  tenemos muchos obstáculos para ejercer el poder que supuestamente tenemos o bien para transformarlo. Eso sí, cuando hay que laburar o resolver problemas, encabezamos las listas.

APU: ¿En qué medida la ciencia puede aportar a la construcción de la justicia social?

E.C: Lo primero que puede hacer es preguntarse si eso le importa, si es un fin al que está dispuesta a contribuir. Después, las formas específicas de contribución tienen mucho que ver con las preguntas que se formulan, como por ejemplo: ¿Qué forma toma la injusticia social en la Argentina y América Latina? ¿Cuáles son sus principales indicadores? ¿Qué temas la atraviesan? ¿Cómo se estimula a quienes hacen ciencia y tecnología para que se ocupen de esos temas? ¿A quiénes les importan esos resultados? ¿Cómo se implementarían para palear esa injusticia? Hay que territorializar el conocimiento que producimos y esto es una tarea política, no de generación de más conocimiento.

APU: ¿Cómo ha afectado la pandemia a la ciencia argentina? ¿Qué desafíos considera que tenemos por delante?

E.C: Nuestra ciencia tuvo que readaptarse a este contexto tan particular como lo hicieron el resto de las actividades sociales. Lo interesante fue que, la necesidad de generar respuestas veloces frente a la pandemia, permitió ver las excelentes capacidades que tenemos. No sólo en el área de las ciencias biomédicas que han tenido un rol protagónico en el desarrollo de los kits de diagnóstico, los insumos médicos, los sueros y vacunas que se están probando, sino que también las ciencias sociales están aportando análisis muy valiosos sobre los impactos en el orden social, económico, cultural, psicológico, etc. asociados a la pandemia.  

Los desafíos que nos quedan por delante son muchísimos, el más relevante para mí es definir una estrategia que ponga a la ciencia y la tecnología que producimos al servicio de las necesidades sociales, productivas, ambientales, para descentralizar los procesos. También que sea capaz de generar resultados en base a una administración eficaz, transparente y rápida de los recursos disponibles. Trabajar en escalas de tiempo mucho más cortas también es uno de los principales desafíos que nos plantea esta nueva normalidad.