Pensar a la política en términos de cacerolas

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Pensar a la política en términos de cacerolas

09 Noviembre 2012

Opinión, por Mariela Genovesi l  20 hs, Parque Chacabuco, esquina central: Asamblea y Emilio Mitre. Nada. Ni bocinas, apenas se oye una cacerola desde el balcón de un edificio. Charlo con algunos, les pregunto acerca de la convocatoria pautada para hoy, la mayoría está al tanto y de poder manifestar, lo haría, pero por una razón u otra, elige no hacerlo.

20.30 hs, Caballito, esquina central: Acoyte y Rivadavia. Gran concentración. Cacerolas, tapas de ollas, jarros, pancartas, banderas argentinas. Nuevamente, charlo con algunos; pero estos están. ¿Por qué? – les pregunto- y casi todos coinciden en las mismas razones devenidas en consignas. Razones que podrían agruparse en dos: las de orden moral (“basta de corrupción”, “que no nos mientan”, “transparencia en la justicia”, “transparencia en los números del INDEC”, “que no roben”) y las de orden económico (“no al cepo cambiario”, “medidas contra la inflación”, “aumento de salarios”), a las cuales se le suman también, los reclamos por “la inseguridad“ y por el “No” a la re-reelección. Ellos están ahí, se manifiestan; pero los otros, los que “por cansancio” o “voy a ver si voy” estaban a las 20 hs caminando por el barrio, también repetían las mismas consignas. ¿Qué relación trazar entre unos y otros? Básicamente el sentido común mediante el cual entienden y piensan a la política. Todos ante la pregunta “¿tiene otro referente político?”, manifestaron que no, que estaban ahí por ellos mismos y que no creían en ningún político -salvo 1 que mencionó a Scioli. El resto no veía una salida política.

 ¿Qué es la política para estos sectores medios? ¿Qué es un político? No pretendo ser reduccionista, pero me atrevería a pensar que si bien estos reclamos no llegan a conformar una demanda –y en esto sigo a Ernesto Laclau quien por estos días manifestó que el 8N no era una demanda porque para serlo necesita tener reivindicaciones precisas- sí creo que se articulan sobre una idea subyacente, fundante; la premisa de la “mala política”, “el político malo”. Creencia que emerge en el 2001, detrás de la consigna “que se vayan todos”, teniendo como correlato inmediato las políticas neoliberales menemistas y el fracaso delarruista. Creencia, no obstante, que permanece, que se encarna en discursos específicos y se expresa en las urnas. Sobre ella, años después, el macrismo supo construir un discurso y montar una imagen “no política” para interpelar a dichos sectores. Y aunque el macrismo “ya sea política”, sigue directa e indirectamente asociado a esa idea que supo cimentar. Porque bajo esa creencia también, el 24 de julio de 2011,  por escasos 15 minutos, Miguel del Sel estuvo un 3% arriba en el recuento de votos liderando la elección por la “gobernación” de Santa Fe –margen que incluso se mantuvo porque Bonfatti ganó con el 38,74% y del Sel lo secundó con un rotundo 35,17%.

Las urnas nos dan números, resultados; pero las manifestaciones nos dan ideas, nos marcan un rumbo. Nos permiten tener acceso a “eso que sucede”, “eso que está presente” en el imaginario social, y en este caso en puntual, haciendo un recorte, en un sector de la clase media. Clase a la que le falta contexto, le falta entender al político y a la práctica política en términos de poder, de acumulación política y económica de poder. De otro modo, ¿cómo sería viable la democracia liberal y capitalista? No se manifiestan por “su bolsillo”, o por un gorilismo acérrimo, racista y en contra de los sectores populares –ideas que corresponden a otro sector, a los oligarcas de siempre-. Ellos se manifiestan portando y exigiendo un modelo de representación política idealizada. Un modelo que se corresponde con los inicios de la democracia liberal, sí, allá lejos, en la Revolución Francesa y con el surgimiento de la representación política moderna a partir de las ideas de “Igualdad, fraternidad y legalidad” y de la promoción de los derechos individuales. Derechos, ideales que estos ciudadanos exigen y promulgan, pero sin contexto, sin saber que a la democracia liberal –hace rato- se la comió el capitalismo.