40 años de la Noche de los Lápices: la juventud y el cambio inevitable

40 años de la Noche de los Lápices: la juventud y el cambio inevitable

16 Septiembre 2016

Se cumplen 40 años de la Noche de los Lápices, y como todo aniversario nos produce muchas reflexiones y algunas conclusiones. Desde el 24 de Marzo de 1976, miles de personas fueron desaparecidas y asesinadas por el terrorismo de Estado en nuestro país, y todas ellas son hoy banderas de nuestra lucha por un mundo mejor. Pero la Noche de los Lápices tuvo algo que se grabó en nuestra historia y nos empuja a recordarla en particular: un poco, porque es la cristalización del plan sistemático de persecución política y de exterminio de una generación militante. Pero fundamentalmente, y en esto se basa este humilde aporte, tiene que ver con la abrumadora juventud de la que eran dueños esos compañeros y compañeras, que fueron secuestrados por su condición de dirigentes políticos estudiantiles sin superar ninguno de ellos los 19 años.

Desde ya que esta característica se extendía por todo el país, en un momento de nuestra historia donde la militancia política y social tenía un rol central en el tejido social de la Argentina. El 16 de Septiembre es, entonces, una fecha que condensa una característica que atravesó una etapa entera: el protagonismo de la juventud. No es la idea enredarnos en nostalgias, sino aprovechar la reivindicación de esos enormes compañeros y compañeras que dieron la vida, para continuar un debate que en la última década adquirió de nuevo relevancia: ¿es la juventud un sujeto en sí mismo a organizar para la lucha popular?

Si revisamos la historia, probablemente la respuesta más rápida sea que no, que el sujeto capaz de cambiar el orden de las cosas es sin lugar a dudas el trabajador o la campesina. Más aún: el estudiantado será sujeto de la lucha en tanto acompañe al movimiento obrero organizado. La juventud no parece tener ningún lugar sustancial.

Sin embargo, las últimas décadas latinoamericanas nos obligan a revisar esto. Las dictaduras en todo el continente exterminaron una generación entera que se organizaba. Las décadas neoliberales posteriores se encargaron de anular políticamente la generación siguiente, que creció aprendiendo que de política ni hablar. Con la llegada de los gobiernos populares en la Región, la juventud volvió a adquirir protagonismo. Sencillamente, porque quienes crecimos en esta etapa política, atravesamos el momento en el que definimos qué queríamos hacer de nuestras vidas en un contexto donde militar y hacer política volvía a ser una opción.

Las formas organizativas que nos damos

En este contexto, toma fuerza un debate que desde hace mucho tiempo da vueltas entre las organizaciones populares: cómo organizar a la militancia joven.
Algunas deciden construir espacios que organicen la juventud como un sector en sí mismo, como el Levante Popular da Juventude en Brasil, o Jóvenes ante la Emergencia Nacional en México. Ambas han sabido demostrar que independientemente de su condición de clase, la juventud tiene necesidades y reivindicaciones específicas y es necesario organizarla en torno a ellas. Hoy, son organizaciones de un peso enorme en la política de sus países.

Otras, en todo caso, le dan a la juventud un valor potencial dentro de la estructura política de sus organizaciones: las juventudes sindicales, la juventud peronista, la juventud comunista, entre muchas otras. De una forma o de otra, ambos métodos dan cuenta de una cosa: la juventud no es un factor prescindible, “fundible” en los espacios de nuestras construcciones políticas que organizan otros sectores. Por lo menos, no solamente.

La renovación política de las conducciones es otro de los debates que hoy adquiere relevancia no sólo de la escena nacional, sino al interior de las organizaciones. Largos problemas hemos tenido las organizaciones cuando se enquistaron los dirigentes políticos más antiguos en los espacios de dirección. No por el problema de la burocratización, que si no se trabaja nos afecta a todos, jóvenes o no, sino porque el ingreso de la juventud a los espacios de decisión de las organizaciones, le imprime a las mismas la fuerza del impulso hacia el futuro, y muchas veces la despoja de viejas rencillas entre dirigentes de luchas o momentos anteriores, lo que facilita la construcción del camino hacia la unidad. Esto no quiere decir que podamos prescindir de la historia y la experiencia de nuestras compañeras y compañeros más históricos, sino que el momento de la juventud de conducir los procesos políticos es ahora, junto con ellos y ellas, y no cuando el momento generacional nos “madure” políticamente.

Ser jóven y no ser revolucionario: una contradicción hasta biológica

En Argentina, la frase de Salvador Allende está personificada en cientos de compañeros y compañeras que demostraron que la política es la herramienta de transformación del pueblo y que la juventud tiene un rol fundamental en él.

María Claudia Falcone, Claudio de Acha, María Clara Cioccini, Horacio Ungaro, Francisco López Muntaner y Daniel Racero dieron su vida no sólo por el boleto educativo, sino por un proyecto político revolucionario para nuestro país, en tiempos donde el enemigo tenía el poder en todos los niveles. Y como ellos, Darío, Maxi, Mariano Ferreyra y muchos otros y otras, que en otros momentos históricos, hicieron de la política una forma de vida, y hoy son símbolos de las juventudes políticas. Como lo son también aquellos compañeros y compañeras que con toda su juventud encima, condujeron innumerables victorias del pueblo en todo el continente.

Las generaciones jóvenes de este tiempo tenemos la gran tarea, no sólo de empujar y protagonizar la historia, sino de interpretar con audacia las características de esta etapa: las formas que adquiere la lucha, los sujetos que se organizan, el escenario latinoamericano y nacional, para transmitirlo a las generaciones que vengan después de nosotros y nosotras.

Entonces, ¿es la juventud un sujeto en sí mismo? Es una discusión abierta, posiblemente no en lo que refiere a la estructura social. Pero sin lugar a dudas sí es un valor político indispensable, que tenemos que reivindicar como tal para darle a la juventud el lugar que nuestros proyectos políticos necesitan que tenga. Porque si cuando la juventud se pone en marcha, el cambio es inevitable, hacia el cambio caminamos.

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)