El regreso de Cristina: "Con el pueblo en la calle va a estar"
Por Jorge Giordano
- ¿Cuánta gente habrá? ¿Mucha gente?
- ¿Qué es mucha gente?
- Y, que no podamos estacionar.
La convocatoria fue informal y la concentración iba a ser más testimonial que otra cosa. Pero lo que se iba viendo al llegar a Aeroparque era réplica a escala de un recital del Indio. Filas de autos tocando bocina, gente cantando, banderas colgadas en todos lados. Los turistas miraban, otros filmaban con sus celulares a los que cantaban. Cuánto más cerca de las rejas de la pista, más caras conocidas. La Cámpora, Movimiento Evita, Nuevo Encuentro y también Resistiendo con Aguante. Las organizaciones tradicionales y las nuevas. Señoras de más de setenta años y bebés bien abrigados, niños y niñas en andas de sus padres y madres. Cristina bajó y estuvo unos minutos saludando a los que estaban cerca. En unos momentos ya todo había terminado y empezó la desconcentración. Todos nos veremos de vuelta en Comodoro Py.
- Nos juntamos cien peronistas y ya hay alguien vendiendo chori y paty.
- ¿Cómo harán los vendedores para estar siempre en estos lugares? ¿Se avisarán entre ellos?
A la salida del aeropuerto se armó un remolino de gente. El auto de Cristina estaba ahí, parado en el tránsito, y la escena se convulsionó. Hasta los militantes menos emocionales se abalanzaron sobre el auto, en una escena que recordó a la llegada de los Ramones a la Argentina. El operativo de seguridad debió rearmarse para dejar avanzar el auto. Ahí vimos a los primeros compañeros y compañeras que rompían en llanto. En una camioneta abrieron la caja de carga y decidieron subir a más de quince compañeros y compañeras. Otro micro entero compuesto sólo por niños y niñas, en una escena que horrorizará a toda la antigua oposición, cantaba contra Macri. No sólo éramos tantos que no había lugar para estacionar: los presentes cortaron la calle formando una movilización encabezada por el auto de Cristina.
La columna se disolvió, pero fue inevitable seguir camino hasta Juncal y Uruguay, la residencia porteña provisional de CFK. A cuadras de esa esquina ya se escuchaban bocinazos y la fila de autos dejaba de avanzar. Vecinos de los dos lados de la calle tiraban agua y huevos hacia abajo. Desde abajo los compañeros y compañeras respondían cantando. Poder demostrar fuerza en la zona menos peronista de la Ciudad era un aliciente especial.
En pleno Recoleta las canciones de la militancia siguieron. Abajo, todas las organizaciones y los diputados y figuras políticas que se referencian en Cristina: Horacio Pietragalla, El “Cuervo” Larroque, “Wado” de Pedro, Karina Nazábal, José Cruz Campagnoli entre el humo de las parrillas que seguían sumándose para terminar formando un pasillo en el medio de Juncal. De repente, Recoleta era un corso o la inauguración de una básica demasiado grande. Y los vendedores de patys comenzaban a responder nuestras preguntas del principio:
- ¿Y ustedes venden todo hoy?
- No sé si hoy, pero el miércoles seguro. Hace un rato llegamos de Aeroparque.
- ¿Y cómo se enteran siempre al toque?
- ¡Porque a nosotros nos encanta! Bancamos. Y tenemos a todas las organizaciones en el Facebook, apenas nos enteramos ya cargamos todo y salimos.
Minutos después de terminar la marcha peronista (“¡ésta es la que más le jode a esta gente!”) se escucharon gritos de euforia. No es la intención reiterar, pero era la misma reacción de las bandas seguidoras ante la salida de otra banda al escenario. Cristina se trepó a las rejas del balcón y salió a saludar y bailar como en los patios de la Casa Rosada. Muchas de las canciones militantes ya deben ser renovadas: ellos ahora no sólo construyen con golpes sino también con votos, y los buitres desgraciadamente volvieron. Pero el clásico “Acá tenés los pibes para la liberación” sonó después de cuatro meses de ausencia. A falta de palabras de la conducción, es un experimento curioso escuchar el video que circula por varias redes sociales: el discurso final del 9 de diciembre. Después de cuatro meses de ajuste y retroceso, escucharlo es escuchar a la presidenta de un país perdido en el tiempo. La presidenta de un país que será un recuerdo feliz, cada vez más feliz con cada mes que corra. Los que vivieron un poco más dicen que ya existió otro momento así en nuestra historia.
Matías, otro vendedor presente en todas las movilizaciones habidas y por haber, nos saca todas las dudas:
- No sabés lo que fue el día que murió Alfonsín… lo vi en la tele y me agarraba la cabeza, “¡No!”, decía yo, “¡no tengo rosas para ir a vender!”. Ese día llamé a mi hermano de urgencia para que consiga, vendí cuatro remises enteros llenos de rosas. Con Sandro fue igual.
- ¿Y con Néstor?
- No, con Néstor no fui a vender. Fui los dos días a llorar.