2023: la derecha se ordena mientras el peronismo posterga definiciones

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ELECCIONES 2023

2023: la derecha se ordena mientras el peronismo posterga definiciones

01 Abril 2023

Pareciera haber una idea instalada de que un presidente en funciones debe aventurarse obligadamente por la reelección. No sé hasta qué punto ese mantra es real. ¿Acaso decidir no competir es el equivalente a quedarse afuera de la cancha?

A diferencia de experiencias pasadas, Alberto no cuenta con el liderazgo del espacio que representa. Una realidad con la que llegó a Casa Rosada, aunque (en ese momento) tenía el apoyo de la socia mayoritaria del Frente de Todos. Es verdad que hubo un período en que las encuestas le permitieron soñar con la posibilidad de disputar una parte, pero el ímpetu de esos números desapareció allá en 2020. Quizás el problema aún radica en el quiebre de la relación entre Alberto y Cristina, un obstáculo que Alberto sólo profundizó.

Decidir no competir podría transformarse en una definición que permitiera ordenar las filas de la alianza electoral y, si eso llegara a pasar, Alberto podría reservarse un lugar importante en el armado de listas y capitalizar una interlocución directa con algunos sectores. Pero esa decisión que— aún— puede ser aprovechada también corre con la desventaja de ser exigida y si eso pasa, todo se convierte en pérdida.

¿El acierto de Grabois?

A fines del año pasado, tras conocerse el veredicto del Tribunal Oral Federal 2 que condenaba a la vicepresidenta a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, Cristina Fernández de Kirchner se dirigía a un auditorio lleno donde evocaba una frase que todavía resuena en el microclima de la política: “cada compañero, cada dirigente, cada militante, tiene su bastón de mariscal en la mochila. Sáquenlo. En esa enunciación a cámara, se escondían traducciones y escenarios disimiles. Mientras que, para algunos, era la confirmación de que no sería candidata— tal como lo había adelantado unos días atrás en un video que publicó en sus redes sociales— para otros era un correctivo, algo así como un tirón de orejas, que tenía como destinatarios a dirigentes propios. También era una suerte de mandato, el de construir un escenario propicio que permitiera su candidatura. Pero, a diferencia de otros momentos, todas estas eran lecturas posibles en una coyuntura compleja para el Frente de Todos. Basta con recordar lo que ya había dicho Cristina unos minutos antes en el Polideportivo de Avellaneda “no es ni renunciamiento ni autoexclusión, es proscripción” y sobre ese terreno debía ser la propia fuerza política la que edificara un remanso posible en medio de la tormenta.

A partir de esa interpelación, Juan Grabois construyó un relato que le permitió ganar lugar dentro de las filas del Frente de Todos y justificar su permanencia en caso de que el escenario le fuera adverso. Es decir, que la propuesta electoral trajera como desenlace una oferta de centro para el espacio. Y es que, en el debate interno, fue el único que rompió el letargo en el que se encuentra subsumida la retórica oficialista. En la dialéctica del dirigente de Patria Grande se unen dos universos que al kirchnerismo le ha resultado imposible hacer coexistir: un plan de acción propositivo frente a la no candidatura de Cristina y una síntesis donde ella continúa siendo el punto de acuerdo dentro de la fuerza. Más allá de las posibilidades reales de Grabois, su candidatura hace girar— lentamente— la futura correlación de fuerzas dentro del Frente de Todos porque— para ser sinceros— se convirtió en uno de los pocos dirigentes que logra hablarle al núcleo duro de militantes y no militantes desencantados. Una tropa propia que, empujada por los tiempos que corren, no encuentra por fuera de Cristina quién canalicé sus miedos y preocupaciones.

La apurada de Macri

Hace casi 4 años atrás, Mauricio Macri decidía ignorar las encuestas posicionándose como único candidato dentro de Juntos por el Cambio. Una jugada a la que, algunos analistas, consideraban responsable— en parte— del mal desempeño electoral que cosechó en las elecciones de 2019. Después de tires y aflojes mediáticos y con las encuestas sobre la mesa, Macri si decidió hacer uso del “renunciamiento”, bajándose de la contienda de este año. Una jugada que no solo le permitió revalidar el título de jefe político de su espacio, sino que, además, le dio la posibilidad de marcar los tiempos del comienzo de la carrera electoral.

No podemos leer la definición de Macri sin incorporar en el análisis los cierres de listas que fue cosechando Juntos por el Cambio en lo que va del 2023. Tierra del Fuego, Neuquén y Río Negro son algunos de los distritos donde la alianza opositora terminó por fracturarse. Más allá que de que el desdoblamiento sea un aliciente para ensayar estas búsquedas, tanto Macri como su propio partido se jugaban algo más que el sillón de Rivadavia. Se jugaban la conducción del frente electoral que crearon en 2015. Es decir, continuar siendo los socios mayoritarios dentro de Juntos por el Cambio.

La decisión de expresidente no sólo logró bajar el ruido interno a niveles tolerables, sino que les sacó presión a algunos distritos como Salta y la Ciudad de Buenos Aires, donde la tensión entre los propios continuaba escalando. En el PRO pareciera haber un precepto, todo vale menos sacrificar lo propio. Quizás, esa es la lectura que debamos adoptar a la hora de analizar el fenómeno capitalino: todos juegan con cierta libertad hasta que la amenaza se hace latente, porque perder la ciudad en manos de Lousteau sería el peor fracaso al que se podría enfrentar el partido de Mauricio Macri, aún si lograran arrebatarle a Schiaretti la gobernación de Córdoba.

Se terminó el entretiempo en el Frente de Todos

La interna opositora, igual de álgida— por momentos— que la oficialista, operaba como una suerte de entretiempo para el Frente de Todos. No era necesario proponer discursivamente nada porque, del otro lado, todavía nadie había puesto el pie en el acelerador en serio. Ese letargo permitió que el internismo le ganara agenda mediática a lo urgente y lo único que pareció plasmarse en los titulares fue la indefinición que paralizaba a las principales alianzas. La insistencia constante— que sólo desaparecía para volver a imponerse— de una posible candidatura del presidente, el frente interno incendiado por la obstinación de algunos dirigentes de plantar una interna que nadie pedía en la Provincia de Buenos Aires y la candidatura de Cristina— reclamada por los propios— que permanece en una suerte de incógnita, marcaron la parálisis del músculo político del frente.

De estos hechos, quizás la búsqueda por instalar en los medios una posible interna en el corazón electoral del Frente de Todos es el sin sentido más grande de esta contienda. ¿Acaso no tomaron nota de lo que pasó en 2015? Una interna áspera que terminó por facilitarle el triunfo electoral a Juntos por el Cambio tanto a nivel provincial como distrital. Sin dudas, en lo que refiere a este tópico, el peronismo bonaerense dio claras muestras de no querer repetir aquella mala experiencia pasada que consagró a Vidal como gobernadora. Un punto para destacar es la alianza política que cultivaron Axel Kicillof y Máximo Kirchner con organizaciones, partidos e intendentes. Una alianza que desentona con la búsqueda que pareciera tener Casa Rosada y que ha sido plasmada en boca del Chino Navarro.

Pero más allá de los ruidos, el Frente de Todos comienza la carrera electoral con una doble desventaja: ser oficialismo y oposición al mismo tiempo. Sobre ese escenario— por demás complejo— deberá apurarse por ordenar el frente interno o, al menos, despabilarlo. En este sentido, una candidatura de Cristina pareciera ser el camino natural a encarrilar el desacuerdo que impera dentro de la alianza de gobierno. Aunque vale preguntarse: ¿y si Cristina no?

"Alberto no cuenta con el liderazgo del espacio que representa. Una realidad con la que llegó a Casa Rosada, aunque (en ese momento) tenía el apoyo de la socia mayoritaria del Frente de Todos"