La nueva Patria suramericana

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La nueva Patria suramericana

16 Diciembre 2014

Por Javier Arancet

Como ya sabemos, para bien de pocos, no es posible salir del capitalismo interno y mucho menos del capitalismo foráneo. El fenómeno de la globalización y sus consecuencias, es decir, la pos globalización, avanzan cada vez más con una voracidad terrible con el objetivo central (no declarado) de alienar al hombre hasta reducirlo para que no pueda ser él mismo y que sea lo que ellos quieren que seamos. De ésta manera, el hombre como sujeto social sociodinámico intenta salvarse para reajustarse y resistir dichas políticas neoliberales. Éstas políticas, que tiene un modelo de pensar, sentir, y hacer perfectamente direccionados a seguir sometiéndonos al capitalismo de consumo, profundizan y agudizan la situación del hombre como tal, o sea, nos llevan al no pensar, al no sentir y al no hacer.

Así, el hombre de hoy va reconstruyendo día a día la subjetividad con la cual se vinculará en diferentes ámbitos como el laboral, el deportivo, el religioso ó el cultural, pero antes que nada en su grupo primario que es la familia. La falta ó pérdida de una memoria colectiva, de la identidad individual y grupal, así como también de la esencia propia, son producto de las políticas implementadas durante el siglo XX en las décadas de los ’60 ‘70, ’80 ’90.

Para Pichón Riviere la subjetividad es de naturaleza social, es decir, en toda experiencia humana siempre está, ineludiblemente, el otro social. Nos obliga a pensar al sujeto y a la sociedad en condiciones de creación y mutabilidad y rescata así, nuestra condición de creadores. Según Pichón Riviere, dicha subjetividad es singular y es emergente de las tramas vinculares que trascienden al sujeto y las conceptualiza en ámbitos grupales, institucionales y comunitarios. También toma del sociólogo J. Henry el concepto de “obsoletismo dinámico” para referirse a los cambios formales que, en realidad, acentúan la estructura previa.

De este modo y para contrarrestar éste mal universal, y como si hubieran escuchado previamente la canción de Fito Páez que interpreta Mercedes Sosa “...quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón…”, aparecieron en Sudamérica diferentes líderes que tomaron conciencia de la necesidad imperiosa de un cambio y así lo hicieron, en sus respectivos países, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Lula Da Silva, Dilma Rouseff, Michelle Bachellet y el Pepe Mujica.

José Topf nos habla de la importancia de pensar con otros para que la memoria no sea arrasada. No se trata de recordar con resentimiento, odio ó bronca (cómo el capitalismo perverso contemporáneo pretende instalar, etiquetar y rotular a quienes pensamos diferente) por el contrario, es una nueva propuesta de pensar, sentir, y hacer con los otros y para los otros, de poder mejorar la calidad de vida del conjunto de los seres humanos. En ésta nueva forma de vida la propuesta es que tengamos (ó hagamos) memoria, recuperemos nuestra esencia e identidad para que no nos vuelva a suceder. De ésta manera, puede comprenderse con claridad lo que Topf continúa proponiendo en la necesidad de una memoria social y una identidad colectiva.

Organizarse es la mejor forma, a mi entender, de progresar en función del objetivo trazado, y tal como propone la Psicología Social “a mayor heterogeneidad en los miembros, mayor homogeneidad en la tarea”,