José Pablo Feinmann y las tiroide de la tía Berta

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José Pablo Feinmann y las tiroide de la tía Berta

14 Enero 2012
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En el blog fulgordemayo I Días pa trocar los gomicuer y los talompa por ojotas y cortito, nada detiene el paciente laboreo de este escriba, cierto que copeteado de felicidá por el estraordinario ésito de la oferta fulgurense del año nuevo. Inumerables meils recibidos de letores y almiradores de nuestro blospot, a todos se agradece, no ostante lo cual, premio único, ganador en intachable sorteo fue un confeso seguidor de nombre Damián Callegari, según se presentó, enfermero diplomado y en clínica atividad. Treinta abriles a lo más, ambo celeste de acrocel, nomás que se apersonó a la mesa consetudinaria del bar buffé, acectó compartir un trago con la muchachada. Para mí un “margarita”, le dijo al Rengo Marinelli, que lo junó como si fuera un marciano. Esa no es la especialidá de la casa, salió al paso la Divina Colombres, le puedo hacer una ginebra con toquecito de granadina y hielo. Y el fulano se acomodó enseguida: lo que ustedes tomen, pero con yelo.

A la verdá, el quía vino de regalo. Mesa consabida a la zurda del mostrador, falta Carlitos Mercier, de vacaciones en hotel sindical de la Ciudad Feliz, y mismo el doctor Salvatierra, que mandó un meil desde algún lugar de la serranía cordobesa, ya que sabido es que el boga no deschava paradero en feria judicial. Presentes don Leopoldo Sastre y el Petiso Maldonado pa hacer entrega del premio, de antes que el enfermero apareciera ya el chamuyo venía por el lado de la salú, y más precisamente de la salú presidencial, tema que bartoleó Marito, el pibe de la Cámpora, recién llegado de la vigilia militante a las puertas del abacanado nosocomio de Pilar. La quirúrgica fue un ésito, dijo mientras acomodaba las bolas del billar, la Presi está ok y lista pa conducir el modelo nacional, popular y democrático.

Hay que decirlo, somos todos espertos en la ciencia endocrinógica. Las tiroide son unas glándula que están por acá, primerió el Negro Gutiérrez mientras se agarraba el cogote, que bien podían ser las amídalas, la tráquia y hasta el esófago, la cosa es que a las minas, pasado tacuarembó, se les manca seguido y la mejor solución es estirparlas de raíz pa prevenir el cáncer. Son las glándula produtoras de hormonas, aclaró el Ruso Urbansky, por eso que cuando se ponen fulas, como que queman aceite y les ratea el motor, a veces con una afinación quedan perfetas y ni falta que hace cambiarle aros. Y eselente introito que desbordaba erudición, la Divina Colombres no se quiso quedar atrás: a lo que sé, hay hípertirodismo y hipotirodismo, que es mucho o poco. ¿Qué cosa? La glándula, se agranda o se achica, sacude mormonas en eseso o ratea, como dice Urbansky, siguió esplicando la Divina, que lo leyó en la Para Ti, y además, a los hombres también les pasa, digo por el Negro que piensa que nomás que a nosotras.

Boca abierta del enfermero premiado, de seguro que no puede creer la hondura nosiológica que talla en esta mesa. Nomás que hace un rato, el presidente del glorioso, don Leopoldo Sastre, se esplayó a gusto con detalles de la punción tiroidial, cuestión que al Negro Gutiérrez le bajó la presión y pidió que cortenlán que me impresiono, a mí las agujas me dan pánico esénico. Más peor es cuando te cirugean del garguero, siguió el Petiso Maldonado, que por secretario nunca quiere ser menos que el Presidente. La costura te viene zurcida como tajo de degollado, aseveró, ni las cuerdas vocales zafan, quedás piando con voz de canario con anginas. En serio, cortenlán, rogó Marinelli desde el mostrador nomás que por ver la palidez mortuoria del Negro, lo que importa es la política y no la enfermedá. Y todos de acuerdo con más silencio espetante, al Rengo no le quedó otra que seguir paroleando: lo que no veo bien, tiró como echándole nasta a la fogata, es que la Presidenta se haya operado en esa clínica privada, que para mí lo correto es que se hubiera internado en un hospital público, que hay los mejores médicos, como Evita, que se apelechó al Finoquieto, que así se hace, con dinnidá y humildá, como debe ser, como cualquiera de la masa laburante.

Silencio gelatina, la voz de Marito ahora suena más ronca que agresiva: ¿que sos, de la derecha ahora que andás haciendo bardo con eso?

Tranquilos, muchachos. Ya se estraña el decir apaciguante del dotor Salvatierra, varón de sesera siempre atento a confundir con sus citas griegas. Ese sanatorio Austral es del Opus Dei, esplica el Ruso Urbansky, fino y bacán, nomás que pa millonarios, la verdá que el Rengo tiene razón, hubiera sido un golazo darle crédito a la salú pública, ¿y usté qué opina?

Luz verde pal enfermero, si no habla ahora, mejor que se vaya. Maneras delicadas en eseso, levanta el meñique cuando empina el vaso de cinzano y el trino le sale aflautado, como un decir, medio amariconado: yo de política no sé nada, es la Presidenta y supongo que le habrán indicado los mejores especialistas. No digo que en el hospital público no los haya, pero el equipo médico que intervino está muy reconocido.

No es la cuestión, atropella el Petiso Maldonado, seguro la señora tiene obra social, y pal caso hasta a mi vieja le cubrió el IOMA la operación de la vesícula, que ni un mango pagó en la clínica gallega. Y tampoco le falta mosca, agrega la Divina Colombre mientras prepara la segunda ronda de vermuces, ¿otro cinzanito?

Agradecido el enfermero Callegari pero no, gracias, mucho alcohol se me sube a la cabeza, se escusa y pregunta, sonrisa sensual de por medio, ¿y el muchacho que opina? A Marito la inquisitoria, que se hace el distraído. Che, Marito, a vos te hablan, sacude el Negro Gutiérrez. Y el pibe como si nada, yo con reacionarios no hablo, susurra mientras recalcula la próxima carambola.

Segunda ronda servida con ingredientes, poco para destacar. Manices consabidos y chizitos blandengues que sobraron del cumpleaños de la nieta del viejo Aquiles. ¿No hay otra cosa? Nada. ¿Un salchichita cortada? Nada. El Rengo Marinelli mira pa la azotea.

Ya lo dijo Feiman el otro día, alvierte el Ruso, inteletual al que almiro y respeto, no es fácil ser oficialista cuando al proceso lo conducen millonarios que gobiernan para el pobrerío. Pero es lo que hay y no queda otra, que hoy por hoy, sin Cristina, este proceso se cae y vuelve la derecha, ¿no le parece, don Callegari?

Pista pal enfermero premiado, que mira como diciendo que a mi no me comprometan, déanme el premio de la canasta playera y me espiro. Hable, no tengas miedo, que aquí somos todos democráticos, invita don Leopoldo, ¿qué clase de enfermería hace?

Silencio respetuoso pa escucharlo, el invitado se esplaya en su metier y nadies le discute. Labor de preso, está a la vista, lo más peor tiene que hacerse. Sábanas chorreadas, cargar con los fiambres, lavar la porquería ajena, meter las pichicatas y ligarse las putiadas, oficio peor no ha visto y encima con paga del montón. ¿Qué se le dio por la enfermería?, pregunta del Petiso Maldonado. Vocación de servir, va por respuesta corta y a tono. Aprendé, Marito, vos que sos militante camporista, consejo del Negro Gutiérrez.

Mutis del pibe del billar. Ovia reación del enfermero Callegari, vuelta a mirarlo a Marito: yo le veo pasta al muchacho, ¿no pensaste en estudiar enfermería? Mas mutis del pibe y salida al ruedo del Rengo Marinelli pa cubrir la apretada: el Feiman le pifió de darle reportaje a La Nación, porque ahí te trastocan todo, te sacan de contesto y a la final parece que fueras contra como ellos, mismo que ahora, que andan diciendo que lo del cáncer de las tiroide fue pa engañar a la gilada, que no era cáncer, nomás un tumor beninno. ¿Otro vermú? ¿Nadies? ¿Usted, don Leopoldo? Y sí, ya que insiste, acecta el presidente, manyado escabiador que sabe inspirar sus mejores glosas al calor del copetín.

Silencio fluvial, por un decir poético. A mi tía Berta le pasó lo de la tiroide, comentario del Ruso Urbansky, pobrecita la vieja, emigrada polaca cuando el nazismo, tenía una papada como de rinoceronte que cuando hablaba se le zangoloteaba igual que un flan de doce güevos. Éramos purretes y nos causaba gracia. Pero en esa época se decía que la tía tenía boccio y chau, ni remedios, ni punción, ni cirugía, cosa de vieja se decía, como la artrosis y las arrugas. Para un carnaval, me acuerdo, cuando la tia ya estaba media colifata, la difrazamos de Calígula y la llevamos con nosotros al corso de la calle Sarandí. ¿De qué? De Calígula, de emperador romano, con toga blanca y coronita de laureles. Y contenta iba la tía, feliz. Fue la última vez que la vimos reírse. Después le dio la depresión, no habló más y como a los cinco años se murió de infarto.

Silencio respetuoso, nomás el enfermero Callegari se mueve inquieto en su silla. La verdá que, siendo laburante de nosocomio, poco aportó al debate. Mejor dejarlo ir. Así que discurso emotivo de don Leopoldo, tres Cinzanos y un jerez de yapa, mejor que parole de sentado como lo hace, nadies arriesga de dorapa en estos casos, dejenlón hablar igual y no lo apuren a la final cuando hace entrega del premio “Soy Letor” 2011 al señor Damián Callegari, esimio trabajador del la salú física y mental, ejemplo para nuestros niños y jóvenes fulgurenses por su indoblegable vocación de servicio a la comunidá toda, y así de corrido, que suelte el premio, ya es tarde. Aplausos. Y chau, se vá el quía con su regalo, hermosa canasta de mimbre con equipo matero y bolsita de nailon con todos los alminículos playeros, incluido el toallón espetacular con el escudo rojinegro del glorioso.

Silencio cavilante en este bar buffé. Reflesión mofóbica del Rengo Marinelli desde el mostrador: medio maraca el enfermero, ¿no? Pa mi que se enamoró del Marito.

Y sí. El camporista tiene su pinta, acotación del Negro Gutiérrez, qué arrastre, Marito.

Sonrisa odol del pibe mientras cuelga el taco. Último trago del fernando. Viejos de mierda, dice, ustedes no entienden lo de la diversidá sesual, que ha sido una conquista cultural del modelo nacional y popular.

No te sulfures, pibe, palabras del Ruso, ahora que me quedé pensando en la tía Berta y en este muchacho Feiman, paisanos como yo, me pregunto, gente inteligente, habría que cuidarse un poco más entes que nos difracen, ¿no?