Felipe Varela: el Quijote de Los Andes
Por Emanuel Bonforti I El objetivo de esta nota es describir el contexto en que la proclama fue escrita, los actores en disputa, los proyectos de país en pugna, así también como detallar su contenido político y profundizar sobre el carácter denunciante del documento.
Dos años antes de la proclama, en un confuso episodio, el General Mitre declara la guerra al Paraguay. Mitre, como moneda de cambio, concede a los generales uruguayos utilizados en las matanzas del interior el apoyo financiero para derrocar al Partido Blanco. Este partido era la expresión federal de la Banda Oriental y el mundo rural oriental simpatizaba con el modelo paraguayo del mariscal Francisco Solano López.
En torno a la proclama surgen actores que construyeron sus respectivas alianzas. Por un lado, el bloque conocido como la Triple Alianza que avanza sobre el Paraguay con el ya mencionado porteño Bartolomé Mitre, el Partido Colorado que representaba también los intereses del puerto montevideano a través de Venancio Flores y el imperio del Brasil que seguía manteniendo intenciones expansionistas hacia el sur del continente. Todo este agrupamiento obtiene para su aventura bélica el beneplácito del imperio inglés.
Una alianza de carácter defensivo le ofrece resistencia a este bloque, formada por el Paraguay invadido, el Partido Blanco Oriental que albergaba a los sectores populares y el interior argentino. Este interior argentino estaba compuesto por aquellas poblaciones que serán conocidas luego como “las provincias pobres”, es decir Catamarca, La Rioja, la región de Cuyo, por un buena porción de los secciones serranas, y sobre todo, por el gauchaje del litoral. Recordemos que este gauchaje litoraleño es el heredero de una historia de resistencia ante el poder central de Buenos Aires que esperaba convencer al vacilante caudillo Urquiza, quien tiempo atrás fuera una esperanza nacional ante la opresión de los dueños de la aduana. Toda esta región era una referencia estratégica para las aspiraciones populares ya que era la única capaz de garantizar el sustento material que toda guerra necesita.
Pero mencionábamos que la guerra la declara Mitre y no Argentina. Es una guerra netamente fragmentada que goza de una marcada antipopularidad. Debido a que Mitre no expresaba intereses nacionales sino, muy por el contrario, representaba a un grupo minoritario, es que no podemos atribuirle un carácter nacional a esta declaración de guerra. Las constantes sublevaciones por parte de aquellos soldados enviados a la fuerza al Paraguay es otra muestra la carencia de intereses nacionales, a tal punto que muchos de dichos soldados eran llevados con grilletes.
Asimismo, si algo caracterizó al gobierno de Mitre como antipopular es que buena parte de este periodo se vivió bajo estado de sitio y construir la hegemonía con la impronta de un genocidio es una expresión más de su política sectorial representativa de un sector minoritario y localizado en el puerto de Buenos Aires.
Bajo los sectores en disputa encontraremos también dos proyectos de país bien diferenciados: por un lado, el expresado por los hombres de Mitre de tendencia librecambista, un proyecto importador de manufacturas políticas que atenta contra el desarrollo de las industrias provinciales que no solo es una economía intermediaria sino que también comercializa prácticamente con una sola nación, Inglaterra. De ahí su mirada hacia Europa y su espalda al continente. Y, por otro lado, la fracción defensiva encarnada por el gauchaje del litoral y las montoneras de la cordillera que sienten un profundo respeto y admiración por el modelo paraguayo. En dicho modelo, la tierra era propiedad estatal y su estructura productiva apuntada al mercado interno y a poner en funcionamiento las economías locales priorizando las actividades industriales. Irónicamente, en la actualidad, nadie imagina que aquel pequeño país fue el primero del continente en incursionar en fábricas de papel, astilleros navales, fábricas de instrumental agrícolas, etc. y poseedor de un claro interés por la cultura y la educación. Todo estos avances sin recurrir a los empréstitos británicos eran la tentación de gobiernos como el de Mitre.
La proclama de Varela procura recuperar un relato histórico y otorgar al proceso independentista un carácter de épica. En su contenido vemos un claro signo americanista que se apoya en un periodo –como el posterior a la Revolución de Mayo- que en sus primeros momentos carecía de la construcción de veinte repúblicas independientes sino que se pronunciaba en nombre de la Nación latinoamericana. Sus primeras líneas hacen claramente referencia al General San Martín y al recuerdo de Ayacucho, batalla que implicó el fin del poderío español en América.
La pasión americanista de Varela puede explicarse por dos cuestiones. Primero, como una respuesta de carácter teórico a los albores de la ideología positivista que promocionaba la importación acrítica de ideas provenientes de Europa. Varela respondía apoyado en su pasado hispano-criollo que la fracción mitrista consideraba como un factor de atraso y barbarie. El otro aspecto es puramente coyuntural y marca el posicionamiento de Mitre con respecto al continente. En un momento donde algunas naciones latinoamericanas sufrían intentos de invasión de países europeos o incluso de Estados Unidos como el caso de México, se convoca a un Congreso Americano en Lima quizás como un intento tardío de reconstruir viejos límites, que ya para esa época estaban consolidados por la balcanización operada por el imperio inglés.
El gobierno de Mitre decide no concurrir argumentado que Argentina nunca podría formar parte de una sola entidad política, sosteniendo además que el país se identificaba fuertemente con Europa. Con el tiempo, también se supo que el hecho de mantener negocios con el Brasil esclavista no coincidía con la asistencia de Mitre a un congreso cuya convocatoria tenía un claro espíritu democrático anti-imperialista y americanista, vocablos que estaban lejos de su ideología portuaria. Posteriormente, Hipólito Yrigoyen es consultado sobre su filiación al mitrismo a lo que responderá “como puedo ser mitrista si es como ser brasilero.” La actitud Pro-europea mitrista tenía su antecedente en la negativa de Rivadavia a concurrir al Congreso de Panamá en 1824 convocado por Bolivar.
En su proclama, Varela es consciente de este derrotero histórico que llevó a América a deshacerse en un puñado de republicas, muchas atadas a los designios del imperio inglés. Él mismo se encargó de pactar con las oligarquías portuarias que gozaban de las ventajas aduaneras y priorizaban sus intereses sectoriales sobre los nacionales. En su proclama precisamente deja entrever esta cuestión y señala a la fecha de la Batalla de Pavón, librada el 17 de septiembre de 1861, como el comienzo de todos los males para el interior. Al respecto dice, “Compatriotas que aquel usurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reserva para sus hijos. Ser porteño es ser ciudadano exclusivista; u ser provincianos es ser mendigo sin patria, sin libertad y sin derechos. Esta es la política del Gobierno de Mitre”.
En este extracto de la proclama se distingue la impronta del pensamiento de Alberdi, para quienla Revoluciónde Mayo significó la independencia argentina de España, pero reforzó la dependencia del interior con respecto a Buenos Aires.
No es de extrañar que Varela rescate en su proclama la redacción de la Constitución Nacional, que precisamente a través de sus artículos otorgó ciertos aires de entusiasmos a un interior cansado de las políticas centralistas. Para Varela, este era un programa político que debía ser respetado, aunque fuera pisoteado a partir de Pavón. Pero “el Quijote de Los Andes”, como lo llamó el historiador José María Rosa, le otorgó un perfil popular a ese programa y le impuso una lógica americanista, “Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz, y la amistad con el Paraguay y la Unión con las demás repúblicas americanas. ¡Ay de aquel que infrinja este programa!”
El poderío económico porteño con sus fusiles importados luego de varios intentos logró doblegar a las montoneras federales representadas por Felipe Varela. Su derrota condenó al interior a años de penurias económicas y a Varela al olvido, o a ser recordado apenas como un bandolero por la historiografía oficial. Restarle atributos políticos a los líderes populares será una de las armas que la oligarquía utilizará en sus medios de comunicación para desmovilizar y estigmatizar cualquier organización popular.
El último 4 de julio, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner firmó el Decreto 850 el cual promueve al grado de General del Ejército post mortem al Coronel Felipe Varela, destacando el carácter ferderalista de su gesta en oposición al centralismo porteño. Este acto de justicia es acompañado también por una política exterior orientada al continente suramericano y por una alentadora política proteccionista del mercado interno cuyo objetivo es revertir las secuelas de tantos años de liberalismo impuestos por los herederos de los asesinos de Varela y de quienes fueron artífices de tantos genocidios aun silenciados.