El antiperonismo de Bunge y los primeros pasos en Ciencia y Tecnología

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El antiperonismo de Bunge y los primeros pasos en Ciencia y Tecnología

18 Agosto 2014

Por Leandro Andrini

Mario Bunge, insospechado de profesar admiración alguna respecto del peronismo –como puede leerse seguidamente-, al recordar a Jorge A. Sabato indica que éste “pasó de la enseñanza a la industria, y de ésta a la metalurgia del uranio en la Comisión Nacional de Energía Atómica (C.N.E.A.). Yo criticaba a esta creación del régimen peronista, por estar dirigida por la Marina de Guerra y por ser usada como herramienta de propaganda política. Pero, desde luego, mis amigos –en particular Enrique Gaviola y José F. Westerkamp- y yo reconocíamos que en la Comisión había investigadores valiosos que hacían trabajos científicos y técnicos serios”.

¿Qué tiene que ver con todo lo anterior? Que es parte de esa historia, de antecedentes, pero también es parte de la historia familiar de la opinante, dado que su padre trabajó desde 1954 [1] en la CNEA y fue, junto a otros prestigiosos científicos argentinos, uno de los precursores de la enseñanza de la física al más alto nivel con la creación, a partir de los planes de 1953 realizados a instancias de Enrique Gaviola [2] y cuya apertura se produjo en 1955, del Instituto de Física Bariloche (al día de hoy Instituto Balseiro) [3].

A riesgo de reiterar, vale decir que Hilda Sabato le hace un flaco favor a la historia al leer un spot político, y analizarlo, en clave única histórica. Y por cuanto, también un flaco favor a la política.

El “rigor de la ciencia” viene ocluyendo (al borde la sistematicidad) el estudio de aspectos positivos enmarcados dentro de ese “resbaladizo” fenómeno llamado peronismo. Pongamos por caso la educación pública universitaria gratuita, atribuida en múltiples casos en tanto aplicación efectiva –por efecto de imaginación- a las luchas de los reformitas del ‘18 (no debe negarse la presencia de este aspecto en aquellas manifestaciones, sin dudas, pero no fueron ellos quienes la pusieron efectivamente en práctica). La educación superior pública y gratuita data del 22 de noviembre de 1949, a través del Decreto 29337, mediante el que se suprimieron todos los aranceles universitarios. Esto no niega las luchas previas, que son una condición antecedente para tal consecuencia, pero esta consecuencia no puede ni ser negada ni ser desvirtuada o condenada al ostracismo. “Condena” a la cual pretende llevarse lo actuado por el gobierno peronista en cuanto a planificación en ciencia y tecnología, tanto como en educación universitaria y en educación técnica.

El 31 de mayo de 1950 se creó, vía el decreto 10936/50, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), considerada al día de hoy como una de las nueve entidades académicas en ciencias nucleares con mayor prestigio a nivel mundial. Ese mismo año, el 4 de julio, mediante el decreto 13443/50, se creó Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (DNICyT), y el 17 de mayo de 1951, por decreto Nº 9695/51, se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITYC). Este consejo reunió a importantes científicos de la época, entre los que se contaban José Balseiro, Enrique Gaviola, Otto Gamba y Juan Bussolini. El Consejo colaboraba estrechamente con la DNICyT. “Entre otras realizaciones fundamentales, el CONITYC concretó el Primer Censo Científico Técnico Nacional. Era indispensable saber quiénes, qué, dónde, cómo y con qué se investigaba en nuestro país, tanto en lo privado como público [...] De esa consulta y sus conclusiones, se decidió dar prioridad al estímulo de la formación de dos disciplinas hoy privilegiadas en todo el mundo moderno: física y química en la enseñanza secundaria” y cuya implementación se ligaba a las necesidades del Segundo Plan Quinquenal.

En estos pocos parágrafos vemos lo siguiente: educación superior pública y gratuita (1949), creación de la CNEA (1950), creación de la DNICyT (1950), creación del CONITYC (1951), y creación del Instituto Balseiro (1955). Estas creaciones no son efectos de meras casualidades, sino de planificaciones políticas, de contextos políticos que posibilitaron y habilitaron el surgimiento de estas instituciones, y que en su entramado responden a un orden de organización de la cosa pública, enmarcado en un desarrollismo científico–tecnológico impulsado por el gobierno de esa época: vale decir: bajo la presidencia de Juan Domingo Perón.

[1] D. Hurtado. “Cultura tecnológico-política sectorial en contexto semiperiférico: el desarrollo nuclear en la Argentina (1945-1994)”. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad 21 (2012) 163.

[2] O. Bernaola, Enrique Gaviola y el Observatorio Astronómico de Córdoba. Su impacto en el desarrollo de la ciencia argentina. Buenos Aires: Ediciones Saber y Tiempo, 2001.

[3] A. López Davalos y N. Badino, J. A. Balseiro: crónica de una ilusión, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000.

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