Luján: una crónica sobre los inundados

Luján: una crónica sobre los inundados

18 Agosto 2015

 

Por Federico Tártara

En el año 2012, la Cripta de la Basílica de Luján se inundó por primera vez en sus 125 años. Por ser una ciudad cercana al río, siempre sufrió las aguas, pero ese año, se quebró un límite. Dos años más tarde, el marcador del río se clavó en los 5.32 metros. Sin embargo, este año superó todo registro al llegar a los 5.43 metros de crecida de un “río de llanura”, definición repetidísima por estos días en Luján.    

Finalmente, el demorado sol brilló en la explanada adoquinada, donde este sábado de agosto, los habitantes locales deambularon entre el móvil de TN y las caravanas de donaciones que arribaron desde distintos barrios del país. “Club de Rodeo de Chacabuco”, “Venimos de Racing Club”, “Maipú”, “José Marmol”, son sólo algunos de las identificaciones que se pueden leer en los frentes de los autos, con sólo merodear una de las arquitecturas más importantes e impactantes de Sudamérica.  

“Estamos en un momento de post-inundación. Los vecinos están limpiando sus casas. Es el peor momento. Tenes incertidumbre cuando está subiendo el río, y después la desesperación cuando llega el agua. Entonces, la gente se resigna, y luego en la post inundación es cuando viene la depresión y la angustia”, dijo Sergio Frascaroli, referente de los “Vecinos Inundados de Lujan”, un grupo que nació tras la primera catástrofe de esta década.

Inundados

En dos días llovieron en la zona 230 milímetros, lo que equivalente a todo el registro de precipitaciones de enero, pero no sólo la abundancia de agua es la culpable del desastre. “Los barrios cerrados por ley no tendrían que estar ocupando los humedales del río. Pero ahora ya están, ya están instalados, se instalaron mal. Nosotros reclamamos que desde este momento no se siga construyendo un solo centímetro más sobre los humedales. Porque si no confina a la ciudad de Lujan a vivir permanentemente con agua. Van a transformar una ciudad turística, en una ciudad devastada”, concluyó Frascaroli.

La catástrofe híper-anunciada y pronosticada comenzó el martes de la semana pasada, alrededor de las 9 de la mañana, mientras los canales de televisión repetían una imagen aérea que mostraba como faltaban apenas unos milímetros para que el agua trepe a los puentes de Luján. Según los registros oficiales, 22.000 fueron las personas afectadas y 500 los evacuados. Con el correr de los días pudieron volver lentamente a sus hogares, para levantar lo poco que queda.

Está todo contaminado

La voz de Andrés Ciro Pertusi suena desafinada en los altoparlantes del Parque de Diversión de Luján. El río revuelto continúa su cauce sin detenerse. Un hombre muñido con un cepillo repasa una y otra vez los pisos de su comercio, batallando con el barro. Varias personas suben a los puentes y señalan aquí y allá, tratando de encontrar las líneas del agua, focalizando en las bolsas plásticas que cuelgan de las ramas de los árboles añosos.  

Dentro de la Basílica, el hormiguero es protagonizado por los jóvenes Boy Scouts, los de la Acción Católica, del Banco de Alimentos, de las pastorales, y aquellos que lucen orgullosos en sus pecheras celestes el nombre de su capilla o parroquia.

En los pasillos de los patios interiores, así como en las oficinas, de la centenaria construcción se clasifican las donaciones. Hay sectores ya determinados: a la derecha está la ropa, a la izquierda los alimentos, en la entrada el sector de las aguas y gaseosas; y por el gran portón del fondo entran las nuevas cajas que llegan de todo el país. “Acá podemos recibir camiones con donaciones de empresas privadas, pero también a un hombre mayor que se viene con su motito y un carrito para traer todo lo que pudo recolectar en el día”, dijo Diego Di Lullo, el padre de la Basílica, mientras en su mano izquierda sostenía un megáfono.

“Me llamo Emilio Miguel”, se presenta un hombre de unos cincuenta años como carta de presentación, que se para frente a la puerta de Caritas y deja en el suelo una caja de cartón con comestibles. “Yo lo único que necesito es agua, nada más, porque está todo contaminado”, describió. Cuenta que sufrió el desastre en el barrio Santa Marta: “No hay limpieza, no hay mantenimiento de las cunetas, ni que hablar de lo que son las calles: intransitables. Nosotros venimos reclamando, y no pasa nada”. Luego, agregó: “Yo pude levantar a tiempo”, y miró fijo el grabador. “Hasta acá”, remató y dio por terminada la charla.   

El sistema armado por los religiosos funcionó a la perfección, no hubo largas colas y todos los vecinos fueron rápida y cálidamente atendidos. En alguna horas, varios de los jóvenes partieron en las denominadas “caravanas”, que es cuando los grandes grupos salen a repartir productos en los comedores de los barrios populares y algunos ya se quedan para comenzar a ayudar a limpiar los hogares.

Juan Ramón, Scout de Merlo, de la parroquia Villa Itatí, se corrió una rasta de su cara y dejó ver su frente empapada de sudor, para luego hablar: “Por ahora vinimos 8 scouts, pero van a seguir llegando. Estuvimos recolectando ropa desde el jueves, cuando comenzó todo y nos empezamos a llamar, siempre nos auto-convocamos”.