Es el día de la militancia, no del militante, por Ernesto Jauretche

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Es el día de la militancia, no del militante, por Ernesto Jauretche

18 Noviembre 2019

Por Ernesto Jauretche

¡No al Día del Militante!

Un compañero muy estimado escribió hoy: “Che, el día de la militancia, o del militante, es una especie de halloween peronista, veo más egos exhibidos que sustancia”. Y lamentablemente tiene razón. Por eso me pongo a responder al casi unánime coro de individualistas que en vez de celebrar la militancia como sustancia saludan a las personas que militan como egos sueltos. Es como decir: el día del militante homenajea a “esos tipos” que se cagaron de frío para ir a recibir a Perón. Es lo mismo que decir ciudadanos, vecinos, originarios, oriundos, pobladores, etc. y no simplemente… pueblo: eso somos cuando marchamos políticamente codo a codo a cualquiera de las tantas luchas que libramos por nuestra dignidad y nuestros derechos: no somos uno; somos un montón; nos abrazamos, nos amamos. Nuestra identidad se disipa y se confunde con la de la multitud. ¡Nada más hermoso! ¿Por qué negarlo?

¡VAMOS, COMPAÑEROS MILITANTES, TODOS Y TODAS Y TODES (si les place), PARA LA HISTORIA, CADA UNO DE NOSOTROS “ES NAIDES”!

Que compañeros a quien tanto aprecio proclamen el 17 de noviembre de 1972 como el DIA DEL MILITANTE, me duele en el alma! Fundamentalmente porque rebajan la dimensión histórica de un acontecimiento de masas a la voluntad personal de un personaje, y no a la suma de ellos.

¡Me niego a ese reduccionismo macrista!

¡Sí al día de la militancia!    

Lo que sigue lo escribí el 17/11/2015

¡No hermano! ¡Es el día de la miltancia!

Ningún prójimo, por militante que se proclame, puede cambiar la realidad. Ninguna muestra sin el todo representa un hecho. Y ese día volvió Perón, al cabo de 18 años de batallas populares, de todos, no de nadie.

La movilización de ese día no era una suma de individuos: era el subsuelo de la Patria otra vez de pie. 
El pueblo forma un solo cuerpo histórico cuando se moviliza. Y la militancia, que forja la unidad y es la sustancia ética y cultural del combatiente, encuentra el cénit de su labor. Un premio que no le corresponde a nadie en particular: es el logro de todos.

Ese 17 de noviembre se conjugaron en una marcha a Ezeiza 18 años de proscripción, de lucha, de sacrificios, de vidas y de muertes. Era el patrimonio de todos, una gesta colectiva, protagonizada por la militancia. La historia no tiene dueños.

El error aparentemente trivial de aplaudir al individuo militante significa algo profundo: que los liberales nos están comiendo el coco. 

¡Cuidado compañeros!

Decir día del militante es una depreciación individualista neoliberal de u8na gesta popular. Se la inventó durante el menemismo. Nunca antes había sido. De manual, nos despreciaría Duran Barba.
Es como la apelación al VOS de Macri o la forma de los mensajes de los publicistas modernos que promueven individualismo, fragmentación, insolidaridad, y todo lo que sirva para romper la unidad, solidaridad y organización de los trabajadores, de las mayorías populares, del pueblo (que ni siquiera es: se dice “la gente”). 

Lamentablemente hemos incurrido es ese error; ¿se acuerdan del MI, por el pelado de Lomas de Zamora? Triste. Perdimos. 

Y no es que los peronistas vienen cambiando; es que hay quienes se autodefinen peronistas pero no lo son. “Los peronistas nunca decimos yo sino nosotros. Los errores son nuestros, las victorias son del pueblo” (Eva Perón ESCUELA SUPERIOR PERONISTA, primera clase, 15 de marzo de 1951)

La apelación proselitista de nuestros candidatos debe fundarse en el histórico concepto de pueblo, no en el marquetinero excluyente y particular recurso de la publicidad dirigida a alguien en particular.  Nuestro sujeto es el hombre y mujer asociados y el responsable tejido de la cantidad: la tan mentada mayoría aristotélica. Básico: ¿lo olvidamos? 

“El militante” existe únicamente cuando con su acción completa la identidad histórica, la obligación con el presente y la esperanza de un pueblo. Se corporiza solamente cuando las mayorías (obvio, siempre pobres) marchan hacia su destino. Y, entonces, desaparece como personaje. Es uno más.

No hay de él posible definición singular. El militante sólo puede ser explicado como existencia plural, generosa, hermanada, amistosa, fraternal. El barrio, la UB, la organización civil, lo conoce como uno más, aunque circunstancialmente lidera.

Lo convocan exclusivamente las grandes gestas, pero como actor anónimo y, a la postre, decisivo. 

Laborioso actor del presente y autor del futuro, humildemente, aunque a veces apenas aparezca en su omnipresencia: según la ocasión, como soldado, como organizador, como intelectual, como dirigente social, como creativo, en tanto hombre o mujer en su integridad productiva en el sublime papel de reproducir militantes cómplices para la eterna lucha de la humanidad por la libertad, la justicia y la paz. Pero de ningún modo solo. Nunca independiente de su contexto. Jamás pensado como individuo.

El militante individual, como persona, como líder, como dirigente, como sujeto individual político, no existe sin la maquinaria mediática: es un invento de la política liberal. El militante sólo es tal en sacrificio personal, solidaridad, entrega y servicio social; integra el breve batallón argentino del ejército universal de los trabajadores y los pobres, la masa organizada y conciente que en todo el planeta lucha por la justicia social. La militancia es un héroe colectivo. 

Oesterheld dixit: “El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo no existe”.