Presentación Revista En Ciernes Epistolarias
Hoy martes 11/12, a las 19 hs en Perón 3649, se presenta un nuevo número de la revista En Ciernes Epistolarias.
Invitan a la presentación, dónde estarán Guillermo Korn y Darío Capelli. La cita es desde las 19hs, en el bar Cusca Risun, a pasos de la plaza Almagro, en la calle Perón 3649.
En este número 3, escriben, y se cartean, entre otros, Christian Ferrer, Martín Kohan, Gabriel Di Meglio, Fermín Rodriguez, Omar Acha, Esteban Dipaola, Hernán Sassi y Laura Meradi.
Editorial | Número 3 | La carne
En un prólogo de David Viñas a El matadero de Esteban Echeverría se lee, además de lo ya oído (que la literatura argentina comienza con Rosas y que es El matadero el que inaugura la narrativa de nuestro país), que en este relato se esbozan las líneas fundamentales de la situación básica del escritor. Viñas, a su habitual gesta político-reflexiva de construir series, cifras antagónicas, le agrega, y en un mismo gesto, una indagación sobre el sustrato político-epistemológico del acto escritural, la pregunta (anhelo o desconsuelo) de una escritura que pugne por un “decir categórico”, un “gran trazo” versus (porque de confrontaciones estamos hablando) una escritura del “parche”, de la “monografía” (“módicas y sabrosas alcahueterías”). Sugiriendo que la primera es la de pretendidos héroes ambiciosos y la segunda la de desertores, desafiliados, resignados, abdicados (por si el plan de combate no había quedado aún del todo esbozado).
Esto lo escribe Viñas en el 67 pero (como pasa con autores de esta calaña) parece dicho ayer. Se lo convoca a escribir sobre el que considera un “cuento memorable de la literatura universal” (tal la propuesta de “El libro de los autores” convocada por Pirí Lugones –hija del Lugones picanero, nieta del famoso poeta, pareja de Walsh, desaparecida en la dictadura, vaya pergaminos-). Es decir, en el caso de Viñas, se lo convoca implícita, explícitamente a escribir sobre El matadero, o sea, sobre el escenario cárnico que funda no solo la literatura argentina sino una tipología político-social que pervive. Y “termina”, Viñas, escribiendo sobre la carnalidad del escritor, del intelectual.
Y nos exigimos preguntar(nos): ¿qué dicen estas palabras sobre, ya no sólo la escritura contemporánea, sino sobre la figura (diluida) del intelectual, y sobre su (no menos diluido y diluyente) supuesto reemplazante, el académico-becario, cuya mayor batalla parece ser la burocrática, pugnando por una nueva beca que lo mantenga en una suerte de estado límbico indefinido? ¿Qué nos dice este “reemplazo” sobre el cifrado del mapa político-cultural actual, sobre las tipologías, los antagonismos en los que se actualiza la incesante re-fundación nacional?
Denuncia Viñas, lo módico y poco estratégico, lo ineficaz, la falta de arrojo (lo pasivo) de la intelectualidad argentina y su lógica de extractos, rejunte de datos, parches y monografías. Y, se disculpará la insitencia, en 1967, lejos del actual sistema académico, hiper-especializado, mega-compartimentado. En definitiva, la proclama-denuncia-apología es contra una automatización, la de la academia, del académico, que en tanto máquina (de papers), se torna dispositivo a-responsable, automatizado/automatizante, descarnalizado, falto de la intentona de un “gran trazo”, una gran teoría. Esto lo escribe, Viñas, como prólogo de El matadero. De lo que habla, en suma, es de máquinas, carnívoras, ambas.
La carne, entonces, nos convoca, nos acosa. En sus imágenes (Echeverría, claro, pero con/desde él, Alonso, pero también Bacon, Salamone), sus obsesiones (Eva, la Coca Sarli), las nuestras (matar-al-padre). Y como alusión política: siendo que fuimos/somos (y en el mejor de los casos) carnes de cañón. Cuerpos los nuestros, arrojados (o no) a la arena pública, signando un destino común (o no). De la ética sacrificial al matar sistemático, pulsional, y eludido, invisibilizado sintomáticamente (los mataderos, de animales y no sólo, como cifra nacional). A la amistad, en tanto carnes sazonadas en un hervir juntos, de un intercambio afectivo de unas viajeras, de una epistola “libertadora” y angustiante, de una añoranza, un oficio y un desierto vuelto nación, de una imagen hecha postal, de un debate por la historia y sus valencias, re-apropiadoras, pura potencia, de un ver/no ver política en imágenes estudiantiles.
Sea mediante éticas militantes (más o menos sacrificiales), utilitarias, o de cuerpos módicos ante un entorno acuciante. En la política, la calle, la academia. Aunque lo abjuremos grácilmente, ¿no somos (no seguimos siendo) acaso pequeños-echeverrías-ilustrados, que desde nuestras neo-trágicas pero encapsuladas –neoliberales- existencias, cabalgamos con aparente desprejuicio por entre matarifes, chusma, por sobre fluidos cárnicos, en un supuesto enchastrarnos, y con reflexividad auto-conciente, auto-flagelante? ¿Acaso hay modo de excluirnos de una descarnalizada extranjería fundante? ¿O es desde una particularidad encarnada desde donde podemos erigirnos pretendidamente universales?
También esto lo responde Viñas: la superación de la problemática del escritor (entre disolverse en la masa, y erigirse sobre ella) se dará cuando “el escritor concluya de ser jinete por los arrabales, exiliado en su cuarto, en París o en el limbo, águila de montañas más o menos doradas, testigo impasible o enternecido, para convertirse en un hombre entre los hombres”.