"A Néstor le daba una milanesa extra porque me hacía la V"

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"A Néstor le daba una milanesa extra porque me hacía la V"

19 Junio 2012

Gentileza de Pedro Pesatti I Es la voz de un pasado que para algunos no pasó. Un sobreviviente del terrorismo de Estado. Un militante del peronismo. Un mozo del comedor universitario de La Plata donde Kirchner le pedía siempre una ración extra. Un vecino de Viedma que no guarda ni odio ni rencor. Alguien que nos recuerda, con su testimonio, el valor de la verdad y la justicia.

Héctor Ayala nació en La Plata el 14 de diciembre de 1939. A fines de los sesenta llegó a Viedma por primera vez pero se radicó definitivamente en la ciudad en 1975, donde poco más tarde sería secuestrado por las fuerzas represivas de la dictadura militar y confinado en un campo de concentración del V Cuerpo de Ejército. El Negro, como lo llaman quienes lo conocen, es un personaje entrañable. Formó parte de un movimiento generacional de masas que marcó la historia del país como ninguna otra. Hijo de un padre radical, que admirada a don Hipólito Yrigogen, el “Negro” abrazó desde muy joven la militancia en el peronismo. Toda su familia está signada por lo que él define sencillamente como un sentimiento que atraviesa la historia de su vida, sus alegrías pero también los momentos más desgarradores.

-¿Cuándo comenzó a militar en el peronismo?

-Era muy joven. Vengo de una extracción social muy humilde, de la clase trabajadora, y el ´62 fue el momento donde comencé a militar hasta el día de hoy. Ese año, con “Framini-Anglada/Perón en la Rosada”, con los compañeros de La Plata, puedo decir que me inicié en la vida activa del peronismo. Framini -un gran dirigente, muy comprometido, que provenía del gremio textil- y Anglada, su compañero de fórmula -un profesional que provenía del campo de la política- ganaron las elecciones de punta a punta pero no les entregaron el gobierno.

-¿Cuál fue la reacción?

-Organizamos una acción de repudio masivo. Habíamos ganado las elecciones a pura camiseta y bombo. Nada de markenting como ahora, ni asesores de publicidad. Militancia pura. Todos éramos obreros, “cabecitas negras” -como mi caso- y militantes comunes, pero llenos de una mística imbatible.

-¿En qué agrupación militaba?

-En la Juventud Peronista que había renacido con mucha fuerza después de los fusilamientos del ´56 y en la época de la Resistencia. Para combatirnos nos aplicaron el plan CONINTES, una herramienta que Perón había ideado para defender su gobierno constitucional de los golpistas y gorilas, pero que luego nos aplicaron a nosotros con una ferocidad tremenda. En ese contexto comienza a profundizarse la lucha contra los gobiernos que nos tenían proscrito y no querían que Perón vuelva al país.

-¿Fue detenido?

-En esa época caí preso varias veces, a veces por el solo hecho de tirar volantes. El 22 de agosto de 1965 me detuvieron en un acto donde estábamos recordando el renunciamiento de Evita. Salí al cabo de unas horas, pero un rato más tarde otra vez estaba en la comisaría porque habíamos hecho un acto por un compañero metalúrgico caído, Felipe Vallese.

-¿Ya estaba trabajando en la Universidad de La Plata?

-Eso sucede años después, aunque antes de entrar a trabajar en la Universidad ya militaba con compañeros que hacían militancia universitaria. Hacer entrar el peronismo a la universidad no fue fácil. Había un estudiante crónico, Fachini, oriundo de Bahía Blanca, que representaba al peronismo formalmente pero sin capacidad para movilizar a nadie. Recién cuando la JP logra hacer pie en la universidad y se crea la Federación Universitaria por la Revolución Nacional (FURN) y el Frente de Agrupaciones Eva Perón, el peronismo logra una verdadera presencia. Allí se produce el desplazamiento de los grupos que pertenecían al Partido Comunista y a otros agrupamientos de izquierda que históricamente habían estado en contra de nosotros, que abogábamos por una universidad que estuviera al servicio de las mayorías y del pueblo trabajador.

-¿Qué dirigentes que hoy tienen actuación pública estaban en la FURN?

-Carlos Kunkel, el “Pampa” Alvaro, el “Negro” Moreno, en realidad varios más. De estas organizaciones de la J.P. sale Kunkel como diputado nacional en el ´73, con el apoyo, aunque realmente parezca una incongruencia, de los Bustos. Son éstos los que proponen que el “Flaco” Kunkel integre la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. Otro de sus apoyos fue Carlos Negri, el que le gritó a Menem “vos no sos peronista”, en la Rural. Negri estaba en la Exposición porque se desempeñaba como abogado de una cooperativa de metalúrgicos de Quilmes y al cruzarse con Menem le dijo en la cara lo que yo también pienso y me hubiera gustado decirle.

-Casi todos los que estudiaron en La Plata y tienen la misma edad que el Presidente dicen que lo conocen o hasta llegan al punto de atribuirse cierta amistad, aunque usted ciertamente lo conoció.

-En realidad –y esto no es falsa modestia- Kirchner me conocía más a mí que yo a él, por el lugar que me tocó ocupar en la Universidad. Yo trabajaba en el comedor universitario. Olga Wormat, en su libro “Reina Cristina”, relata esta relación porque es el mismo Kirchner quien me recuerda. Yo era el jefe de los mozos del comedor y a los compañeros que hacían la “V” los atendía mejor que a los militantes del PC. Esto no lo hacíamos por odio ni nada por el estilo. Pero había situaciones que justificaban nuestra actitud. Una vez, por ejemplo, traicionaron un paro sorpresivo que hicimos los trabajadores del comedor por esa cosas que ha tenido el PC en la Argentina de andar siempre a contra pelo de la historia.

-¿Era anticomunista?

-No, siempre respeté todas las ideologías. Pero el Partido Comunista, su cúpula, por supuesto, estuvo en todas las traiciones que se le hicieron al pueblo argentino. Sucedió en el ´45 con Braden o Perón. Ellos estuvieron con Braden. En el ´76 pactaron con Videla. Está probado. Ello no significa de ninguna manera que no existan militantes del PC que merezcan mi respeto y en otros casos hasta admiración.

-Volvamos al comedor y a lo que Wormat cuenta en su libro.

-En el comedor yo estaba afiliado al sindicato que nucleaba a los trabajadores no docentes. Para mí ser un mozo en el comedor era un orgullo, porque allí iban a comer los hijos de las familias menos pudientes. Muchas veces a los muchachos que no tenían para comer el fin de semana –porque el comedor cerraba- les dábamos lo que podíamos para que pudieran comer en la pensión.

-¿Y cuál es la anécdota con Kirchner?

-Yo me enteré por un compañero que estuvo detenido, César Vivar, que Kirchner contaba siempre un relato que me tenía a mí como protagonista. Olga Wormat, que fue también una compañera militante de La Plata, se enteró y, en la biografía a Cristina, lo consultó al propio Presidente. Lo que cuenta “Lupín” –así lo llamaban los compañeros de militancia-  es que yo le daba una milanesa extra porque me hacía la “V” cuando me tocaba servirlo. ¡Qué se yo! Ahora, a la distancia, no deja de ser para mí un orgullo que un muchacho, que yo conocí entre tantos otros en el comedor, sea hoy el Presidente de los Argentinos. Kirchner era un militante de la JP y ni yo puedo creer que hoy nos esté gobernando.

-Me imaginó cómo será entonces su “kirchnerismo”…

-Me gusta ser sincero: soy un kirchnerista de la segunda hora porque Néstor venía de un partido que para mí ya había perdido todas sus esencias. Al principio no le daba bolilla, pero al tiempo, cuando advertí lo que pensaba y hacía, me di cuenta que podía cambiar el destino de la Argentina en la dirección por la que luchamos tanto. Por eso últimamente digo que debo pedir perdón a muchos compañeros del Partido Justicialista por ponerlos a todos en la misma bolsa. Yo me fui del partido por Menem y pensé que ya todo estaba perdido. Sin embargo hay muchos peronistas que se quedaron en el PJ y que merecen mis mayores respetos. Así como algunos optamos por pelear de afuera otros optaron por hacerlos desde adentro. A esos peronistas, no a los trepadores que existen en todos los partidos, les pido perdón. Lo que pasa es que siempre se buscó destruir al peronismo. Primero lo intentaron desde afuera y luego desde adentro con Menem. El peronismo siempre es un peligro para las clases dominantes y los intereses antinacionales. Y además es invencible. En consecuencia, qué han tratado de hacer estos grupos: destruirlo, apelando, incluso, a la violencia más criminal, desde el bombardeo a la Plaza de Mayo a la represión que desató Videla y compañía.

-¿Cuándo llegó a Viedma?

-Vine por primera vez a fines de los ´60 pero al cabo de unos meses volví a La Plata. Retorné en el ´75 porque si continuaba allá, en mi ciudad natal, era probable que me mataran. Todos los días nos mataban a un compañero. La Plata ya estaba copada por la Triple “A”.

-¿Tenía familiares acá?

-Tenía amigos, como Antonio Perón, el sobrino del General. En verdad esa amistad nació gracias a mi suegra. Cuando venimos a Viedma por primera vez ella compraba la carne en la carnicería que Antonio tenía en la calle Alvaro Barros. A raíz de esa relación nos conocimos y nos hicimos grandes amigos. Yo viví en su casa casi un año, mientras levantaba mi rancho en el barrio Santa Clara. Un hombre muy bueno que cobijó a mi familia y que fue padrino de mi hija Teresa Eva. Gracias a él entré a trabajar como pintor de paredes en la administración pública durante el gobierno de Mario Franco.

-Uno de los nombres de su hija no tiene porqué explicármelo, pero ¿por qué eligieron también el de Teresa?

-Por mi madre. Mi madre y Evita son las dos cosas más grandes de mi vida. Si mi hija hubiera sido un varón, en ese caso habría llevado el nombre del General.

-¿Qué sucede cuando llega el golpe?

-El 22 de mayo de 1976 yo estaba en una reunión del Peronismo Auténtico y allí se hablaba todo el tiempo de que era inminente el golpe. Volví a Viedma el 23, un día antes.

-¿Los militares lo echaron de la administración pública?

-No. Yo estaba jornalizado y el contrato vencía recién a fines del ´76, aunque caigo detenido el 19 de diciembre de ese año junto a Bachi Chironi, Mario Crespo, “Tono” Abel, Oscar Meilán, “Congo” Bermúdez y el “Gallego” García Sierra, un estudiante del Instituto de Educación Física.

-¿Guarda odio y rencor por lo que sucedió después?

-Jamás. Si yo me moviera con algún sentido de venganza algo les habría hecho a los que me secuestraron. Mi sentimiento es por la verdad y la justicia, para que nunca más el país viva lo que me tocó vivir en carne propia.

La cárcel

-¿Dónde lo secuestraron?

-Yo estaba pintando una casa en la chacra de Aldo Valla, cerca de Viedma. La Policía Federal llegó al lugar a la noche. Mi mujer ya estaba acostada. Ahí me detuvieron y trajeron a Viedma. Me tuvieron un día hasta de que me entregaron al V Cuerpo de Ejército. La Federal también secuestró a Oscar Meilán y a su señora. Los llevaron y dejaron abandonados a sus dos hijos, que eran unas criaturas, en los asientos del auto de Oscar.

-¿Por qué lo detuvieron?

-En esa época ser peronista equivalía a ser un individuo sospechoso. Sin juicio, sin condena, me pusieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Uno sabía perfectamente que para el Proceso cualquier militante del campo nacional y popular era considerado un enemigo.

-¿Estuvo en el campo de concentración “La Escuelita”?

-Claro, en el V Cuerpo de Ejército. Ahí nos torturaban a cada rato. Nos preguntaban dónde estaban los fortines montoneros y las armas. Nos preguntaban qué contactos teníamos. Nos ponían la picana eléctrica para interrogarnos y cuando ya no dábamos más nos pegaban con una goma para hacernos reaccionar. De esa manera constataban si estábamos vivos o muertos. Saqué fuerzas de donde pude para soportar la tortura. Yo pensaba que de ahí no salía nunca más.

-¿Cuánto tiempo lo tuvieron en “La Escuelita?

-Yo fui el que menos estuve: diez días. Luego nos blanquearon. Los militares nos dejaron tirados y vendados en un campo cerca de la cárcel de Villa Floresta. Hacían ruido con las armas como si estuvieran preparándolas para dispararnos. Pensé que nos mataban. Al rato vinieron los guardias de la cárcel y nos llevaron a la prisión.

-¿Cuánto duró su cautiverio?

-En Villa Floresta, junto con el resto de los compañeros de Viedma, estuve casi un año. El 22 de agosto de 1977 nos trasladan a la cárcel de Rawson y el 20 de junio de 1978 me liberaron aunque continué con arresto domiciliario durante un año más.

Su familia, Hesayne y Kirchner

-¿Nunca se arrepintió de haber sido un militante del peronismo?

-No, ni cuando estuve preso. Aguanté la tortura como pude. Hice lo imposible para no dar nombres pese a los tremendos tormentos de la picana. Yo pensaba: si se me escapa el nombre de un compañero –también de La Plata, como yo, y que vive en Viedma- acá no aguanta un minuto. Ese compañero sufría y sufre del corazón. Pensar en él me daba fuerza para aguantar.

-¿Su familia jamás le reprochó sus elecciones de vida?

-Para mí fue una suerte tener la familia que tengo. Mirta, mi mujer, es militante como yo desde los tiempos de La Plata. Tengo una anécdota inolvidable: un día digo en casa que voy a traer a mi novia para presentarla pero mi padre me para en seco y me dice que ya lo conoce. Le pregunté de dónde y él me respondió del diario. Sucede que en esos días Mirta y yo habíamos caído detenidos en una movilización. El diario “El Día”, de La Plata, había publicado una foto en donde aparecíamos los dos y mi viejo debió haber deducido que era mi compañera.

-De todos modos, supongo, no debió resultar fácil para su familia.

-Seguro. ¿Quién puede estar preparado para sufrir estas cosas? Tengo un sobrino y un cuñado desparecidos. Fabián Logiurato era un pibe de 15 años que no militaba ni le gustaba la política. Trabajaba en el IPPV. Cuando en una oportunidad viaja a La Plata para visitar a su padre, Haroldo Logiurato, militante sindical de ATE y asesor de Ortega Peña del Peronismo Revolucionario, desaparece junto a mi cuñado.

-¿Conoció a Perón?

-Puede verlo de cerca dos veces: en la República de los Niños y cuando anuncia su renuncia antes del golpe del ´55 y el pueblo, en una enorme movilización, no se la acepta. De ese día tengo grabado para siempre su imagen: parado, en las escalinatas del Congreso, mientras levanta sus manos. Ese recuerdo lo llevaré a la tumba. Yo estaba al lado. Eran los tiempos en que la Iglesia Católica estaba abiertamente en contra del pueblo argentino.

-¿Es anticlerical?

-Respeto a muchos curas. Tuve la suerte de conocer al padre Mujica, a quien llevamos alguna vez a la Universidad de La Plata para dar charlas en los ámbitos que armábamos para difundir el pensamiento nacional y popular. Allí llevamos también a hombres como John William Cooke, Lorenzo Pepe, Néstor Fernández y a muchísimos artistas, poetas, músicos… A otro hombre de la Iglesia que quiero y admiro infinitamente es Hesayne.

-¿Por qué?

-En primer lugar porque salvó mi vida y la de los compañeros de Viedma que cayeron detenidos conmigo. Si él no se hubiera jugado por nosotros vaya a saber qué hubiera sucedido. Y en segundo lugar por lo que todo el mudo conoce sobre su compromiso con los derechos humanos y su oposición a la dictadura genocida.

-¿Cree todavía que es posible soñar con una Argentina más justa?

-Tengo una confianza infinita depositada en este proceso político que puso en marcha el compañero Kirchner y hoy continúa Cristina. De todas maneras siempre es necesario que loa sectores populares nos juntemos mucho más en un único frente. ¡Pobre de la derecha cuando ello sucede! De esa derecha que nos viene destrozando desde hace décadas  pues, aunque soy apenas un cabecita negra, he aprendido que las distancias, a veces realmente pequeñas, y que suelen separarnos a quienes formamos parte del peronismo y del campo popular no son ninguna justificación para marcar diferencias ya que es el pueblo argentino, nada más ni nada menos, el que nos reclama esa unidad.