"No existe de parte de China una actitud colonial"

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"No existe de parte de China una actitud colonial"

19 Abril 2014

Segunda Parte: "Sudamérica tiene que negociar la instalación China en término fabriles"

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Por Nahuel Placanica

Agencia Paco Urondo: ¿Cuándo se da este nuevo posicionamiento de China en el mundo? ¿Qué implicancias tiene en el tablero mundial?

Diego Guelar: China tiene dos elementos centrales en su historia contemporánea. Por un lado, su unificación en 1949. Por otro lado, la muerte de Mao después de 30 años de enorme fracaso económico – político que llevaron al país a un aislamiento. A partir de ahí, comienzo un proceso de cambio. En 1972 se normalizan las relaciones con Estados Unidos y después la normalización con los países latinoamericanos, que es el tema del libro.

Entre 1972 y el 2000 prácticamente no ocurre nada en cuanto a la relación con Latinoamérica, salvo algunas misiones. Entre el 2000 y el 2005 aparece la explosión de comercio desde Sudamérica hacia China, es decir, superávits comerciales sudamericanos. Desde 2005 hasta ahora se multiplicó el comercio pero con superávit chino. A partir de 2006 – 2007 aparece el nuevo protagonismo a través de las inversiones, que al día de hoy representan un stock de 120 mil millones de dólares en toda la región, es decir, un crecimiento en los últimos cinco años tanto en comercio como en inversiones de alrededor del 20 – 30 % dependiendo del país.

APU: ¿En qué invierten los chinos en la región?

DG: Las áreas privilegiadas tienen que ver con sus necesidades de abastecimiento. China es un país pobre en términos de minerales y alimentos. La superficie china arable es menor a la Argentina. Sus grandes rubros son alimentos como la soja; el petróleo; el cobre; el hierro; y, recientemente incorporada, la bauxita proveniente de Guyana y Surinam.

Alrededor de este fenómeno de la extracción hay obras que tienen que ver con obras eléctricas, ferrocarriles, caminos, puertos, todas cuestiones que tienen que ver con la infraestructura que les permita disponer de estos recursos y garantizar su llegada.

APU: ¿Es colonialista la estrategia China?

DG: No puede asociarse este fenómeno nuevo con la historia colonial española, inglesa o americana. No han llegado colonizadores ni adoctrinadores, por ejemplo. No existe una actitud colonial propia de la actitud imperial porque China es una Nación muy antigua, que sufrió grandes crisis, que siempre se consideró chino-centrista, es decir, que siempre se concentró en el desarrollo de su espacio interno.

Lo que está ocurriendo en los últimos diez años es una necesidad domestica china, por una expansión extraordinaria de su mercado interno y su imposibilidad de autoabastecerse de muchos materiales. Su política inversora tiene que ver con asegurarse la producción y el transporte de materias primas vitales para su desarrollo.

Nos encontramos ante un muy buen cliente, un comprador exigente y duro en las negociaciones, respetuoso de las instancias institucionales, es decir, no hay operaciones políticas ni ideológicas de presión e influencia que se verifiquen hasta la fecha.

En este nuevo panorama, China es el primer inversor regional y se va transformando también en el principal socio comercial. La tendencia es que en el curso de no más de cinco años, nos vamos a encontrar con la primer potencia extra zona en el campo de la inversión y el comercio.

APU: Cuando uno piensa en el desarrollo, generalmente tiene como horizonte un país industrial. En ese sentido, la relación de China con los países sudamericanos es de un intercambio de productos primarios por productos manufacturados. En ese marco, ¿qué tan beneficiosa puede resultar esta asociación con China? ¿Qué desafíos implica?

DG: El riesgo es el desequilibrio. En los doce países de la región vemos la misma característica. Esta disparidad no es tarea de China resolverlo. Lo que ahí aparece es la urgencia por perfeccionar los mecanismos de integración. Una Nación de Naciones Sudamericanas sí tiene la capacidad de sentarse como gran interlocutor a negociar y complejizar este flujo comercial.

China también tiene necesidad de productos elaborados. Si uno ve el flujo que tiene con EEUU y Alemania vamos a ver un equilibrio mayor en el intercambio de productos elaborados. Si aunamos esfuerzos en la región vamos a poder atraer inversiones para complejizar nuestra estructura productiva.

APU: ¿Qué especificididad tiene México en la relación con China?

DG: Cuando hablamos de la relación con Sudamérica, la exclusión de México no es anti – mexicana sino que tiene que ver con que México forma parte de una relación triangular entre China y Estados Unidos. El año pasado China exportó a México casi 60 mil millones de dólares y México exportó a China sólo 6 mil millones de dólares. Esto significa que las importaciones chinas se incorporan a la estructura productiva mexicana, cuyo destino final es Estados Unidos.

APU: Un especialista venezolano nos decía recientemente que la Alianza del Pacífico no era otra cosa que una estrategia norteamericana para recuperar la influencia perdida sobre la región ante el avance chino. Sin embargo, usted ubicaba en su libro a México en el rol de impulsor de esta Alianza ¿Por qué?

DG: México siempre ha tenido el proyecto de liderar latinoamericana mirando desde el norte. En esa propuesta hacia el sur siempre tuvo un problema, Brasil. México encontró, quizás por errores de la propia política exterior brasilera, en Colombia, Perú y Chile la posibilidad de identificar temas en común y avanzar en acuerdos de libre comercio.  El código en común era la no participación de Argentina, Brasil y Venezuela. Esto generó una cuña pero no representa un acto “malvado” de parte de México, creo que cada Nación busca las mejores condiciones para negociar con el mundo y ampliar sus espacios de comercio.

Esta fractura tiene que resolverse por iniciativa de Argentina, Brasil y Venezuela. Hoy no hay esquemas por derecha o izquierda, podemos combinar esquemas de matriz ideológica distinta. No es imposible encontrar en esa diversidad los ejes más dinámicos para crecer juntos.

APU: ¿Qué país debe encabezar este proceso?

DG: En Sudamérica la Nación vertebradora, por volumen e importancia, es Brasil. Sin embargo, la propia realidad indica que  Brasil no tiene posibilidades de hacerlo per se y, a mi juicio, ha cometido errores en la construcción de ese liderazgo. Por lo tanto, hay un rol muy importante de Argentina, Colombia, Venezuela, Chile, Perú, Uruguay para darle un re – impulso a los acuerdos regionales. No alcanzó con Mercosur, ni la Comunidad Andina. En el marco de UNASUR hay que armar un gran acuerdo económico que apunte hacia la confluencia en el campo financiero, presupuestario, impositivo, aduanero, etc.

APU: Una de las claves del éxito chino tiene que ver con la pauperización de los niveles salariales de sus trabajadores. ¿No implica esta creciente influencia china sobre la región un riesgo para las clases trabajadores regionales?

DG: Por un lado, en la OMC tiene que ir cumpliendo con los estándares internacionales. También existe en China una elite industrial con ingresos de salarios crecientes. Además, la propia vitalidad del mercado interior chino va generando el impulso hacia las mejoras salariales. Sin embargo,  empieza a haber reclamos, a pesar de no existir una historia sindical en China. Este es un proceso dinámico al que no hay que tenerle miedo.

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