Embarazo adolescente: no todo es un problema

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Embarazo adolescente: no todo es un problema

10 Septiembre 2020

Por Eugenia Carraro* | Foto Rocío Sánchez

Karen ve a Jimena en el pasillo del cole y corre a contarle. Hace una semana falleció su bebé, apenas pudo vivir unos días después del parto. Karen tiene 15 y se refriega las lágrimas de la cara. “Yo busqué dos años este embarazo, profe”, le explica. El nene nació cincomesino y tenía una cardiopatía que no le permitió sobrevivir. Hubo que hacer el acta de defunción y enterrarlo. Jimena trata de calmarla y mientras las ideas le patean la cabeza, piensa: “Dos años. O sea, tenía 13”. 

María Jimena Gallo es docente y coordinadora regional del Programa de Retención Escolar de alumnas madres, embarazadas y alumnos padres. Es un programa que funciona desde el año 1999, primero en la Ciudad de Buenos Aires y luego a nivel nacional. Tiene por objetivo promover la continuidad y permanencia de les adolescentes madres, padres y embarazadas en el sistema educativo y evitar situaciones de exclusión y discriminación. “El caso de esta chica para mí fue un cross de derecha a la mandíbula cuando empecé. Yo también tenía una mirada muy preventivista del embarazo en la adolescencia. Desde esta cosmovisión de mundo, de decir ‘se cagan la vida’, cosas que a todos nos han atravesado”, cuenta. Sin embargo, cuando se entra a ver en detalle las situaciones y vidas detrás de cada historia, se encuentra que la maternidad adolescente es, en muchos casos, una opción que proporciona sentido y un proyecto de vida, sobre todo en contextos donde hay pocas o ninguna alternativa.

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En el barrio de Villa Crespo vive Milagros, de 20 años, embarazada de ocho meses. 

-Yo quería tener un bebé porque me sentía muy sola. Mi mamá falleció cuando yo tenía 12. Mi papá nunca se hizo cargo de mí. Hermanos no tengo. Entre mis abuelos y yo hay mucha diferencia de edad. 

Cuando era más chica, Milagros estuvo durante 3 años en una relación tóxica. Su novio la controlaba mucho, no la dejaba ir a la casa de las amigas porque pensaba cualquier cosa. Milagros es bulímica y, por aquel entonces, no comía casi nada. Había quedado embarazada, pero a la sexta semana lo perdió. Lloraba mucho, estaba deprimida. No estaba contenta con su vida ni con la relación de pareja. Al poco tiempo de perder a su bebé se separó.

Esta vez, se enteró de su embarazo a la quinta semana. Se sentía rara con su cuerpo, le dolían los pechos, los ovarios, estaba sensible. Con Nico, su novio, se conocieron en la estación de Retiro. Ambos trabajaban en una casa de pizzas, empanadas y hamburguesas. Un día, ella le planteó que quería tener un hijo. Él quería esperar porque planeaban irse a vivir juntos, pero después agarró y le dijo que sí. Justo el 7 de noviembre, el día anterior al cumpleaños de Milagros, cuando hacía cuatro meses que estaban saliendo, ella volvió a quedar embarazada. 

-Cuando vi las dos rayitas no lo podía creer. Mi mente volaba. Pensé que quizás había quedado estéril de la otra vez. Salí del baño y me puse a llorar. Estábamos en la casa de él. Entonces se lo dije. Él se puso feliz, no caía, no le salían las palabras. Lo único que dijo fue “gorda, quédate tranquila que ya lo logramos”.

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Según las últimas cifras del Ministerio de Salud de la Nación, en 2018 nacieron en Argentina 685.394 niñes, de los cuales casi un 13 por ciento son hijes de madres menores de 20 años. Esto es, un parto adolescente cada 6 minutos. Para el Plan ENIA, un Programa Nacional de Prevención del Embarazo no Intencional en la Adolescencia, un aspecto por el cual este problema merece gran atención es su carácter muy frecuentemente involuntario. Más de la mitad de los embarazos de las adolescentes de 15 a 20 años y casi la totalidad de las menores de 15 son reportados como no intencionales. Pero no siempre los embarazos no planificados son equivalentes a embarazos no deseados, a pesar de todas sus dificultades.

Jimena tiene a su cargo, principalmente, instituciones de la región norte de la ciudad y también algunas otras de zona centro. Su trabajo implica ir a las escuelas, hacer redes, gestionar turnos médicos, hablar con les adolescentes, entre otras cosas. También se ocupa de las capacitaciones del Programa; no sólo trabaja dentro del ámbito escolar. “De acuerdo a los mandatos de género, nuestro rol como mujeres en la sociedad es maternar -explica-. En algunos estratos sociales las propias pibas te lo dicen: te da otro estatus ser madre, cobrás visibilidad en los barrios, sos ‘la mamá de’. Pasás de que nadie te mire a ser la mamá de alguien”. Dicho en términos psicológicos, la maternidad cumple un rol estructurante en la identidad. Y para muchas chicas con pocas posibilidades de futuro representa el paso simbólico hacia la adultez y un mejoramiento de estatus dentro de la comunidad. Esto es, constituirse en madre para inspirar respeto y ser una mujer completa en la visión del entorno. “Ves muchas pibas que fueron un recontra bardo y cuando quedan embarazadas se rescatan. Quizás ves, al año siguiente, que hay una ficha que les cayó. Vuelven a la escuela a terminarla y se re ponen las pilas. Y vuelven en una posición de estudiante completamente diferente a la que estaban antes de ser madre. Te diría que el 80 por ciento de esas pibas que antes eran un bardo ahora hay una cosa de rescatarse por el otro”, cuenta.

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En marzo de este año, el Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, presentó un estudio sobre las consecuencias socio-económicas del embarazo adolescente. El trabajo fue elaborado durante el segundo semestre de 2019 en el marco de un proyecto de cooperación entre la oficina local del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPFA) y el Plan ENIA. Las conclusiones a las que llega el informe parecen ser demoledoras: el embarazo adolescente cuesta al país 32 mil millones de pesos anuales. Además, entre varios aspectos, muestra la desigualdad de oportunidades educativas y laborales que enfrentan las madres “tempranas” y revela que, también, el Estado deja de recaudar impuestos por la actividad productiva disminuida de las mujeres. 

Pero, “¿qué posibilidades reales les da el Estado y la sociedad a esas chicas de que sean otra cosa? -se pregunta Jimena-. ¿Cuántas pibas tienen la posibilidad de estudiar, ser profesionales y todas esas cosas que se nos suben a la cabeza desde la mirada clasemediera del mundo?”. Además de trabajar en el Programa de alumnas madres, Jimena es coordinadora de tutores en un curso de formación docente nacional, Embarazos, maternidades y paternidades en la adolescencia del Ministerio de Educación. Allí ve claramente el problema de las desigualdades a nivel país y la diversidad de realidades. “¿Es lo mismo ser alumna embarazada en Belgrano que en La Matanza o Esquel? Hay pibas que no pueden acceder a los ideales, no tienen la posibilidad de ser otra cosa en esta vida. Por eso no sólo tenemos que reformular discursos y miradas sino políticas concretas, que les den oportunidades reales de desear otras cosas”, cuenta.

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-Seguro que mío no es– le dijo su novio y se borró.

Fue hace 10 años, cuando Solange tenía 16. Era diciembre, estaba terminando tercer año de la escuela secundaria y vivía con sus padres en Ituzaingó. Ella quiso abortar, se puso varias pastillas. Tuvo un sangrado leve y pensó que lo había perdido, pero luego supo que no. En ese momento no se animó a ir a la clínica por temor a que se entere su mamá. Después no le quedó otra que contarlo. En la familia lo tomaron a bien salvo su papá, que no le habló hasta que nació la nena. 

-Mi hija fue un obstáculo, pero también lo que motivó que yo hiciera cosas.

Volvió a la escuela en marzo, con una panza de ocho meses. En abril tuvo a su nena y a los 15 días de haber parido volvió a cursar. No quería perderse mucho, estudiaba a la mañana y a la tarde estaba en su casa. Pudo terminar la escuela e irse de viaje de egresados. A Solange siempre le gustó la política. Militaba, asique a los 18 empezó a trabajar en la Legislatura porteña, en blanco. Tenía un ingreso fijo bastante bueno. A la nena la puso en un jardín maternal jornada completa. Y a los 20 ya se pudo mudar con su hija. Hizo el CBC de Comunicación Social, después se cambió a Derecho.

- Siempre estuve rodeada de buena gente. Mi familia siempre estuvo, fue un apoyo. Sino no hubiera podido. Cuando decidí tener a mi hija fue todo muy ciego. Dije “bueno, voy para allá”. Pero tampoco me perdí todo lo que tenía que hacer para mi edad.

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El 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, Valeria Isla -Directora Nacional de Salud Sexual y Reproductiva- participó del reporte diario que se brindó desde el Ministerio de Salud sobre el Covid-19. En la conferencia, Isla hizo hincapié en que la salud sexual y reproductiva es una dimensión crítica para el bienestar de las mujeres y las personas con capacidad de gestar. Remarcó el carácter esencial y prioritario de la entrega de métodos anticonceptivos gratuitos y de la interrupción legal del embarazo -dado que traen consecuencias determinantes en las mujeres y adolescentes- y explicó que los equipos de salud comunitarios están disponibles para acompañar y permitir el acceso a la salud sexual y reproductiva. 

“Me parece que hay que visibilizar que existen normativas para garantizar que las pibas puedan acceder a derechos y que ser madres no sea su único proyecto en la vida, que puedan continuar con su escolaridad, que puedan acceder a otras dimensiones. Que no se transforme en un único destino -explica Jimena-. Pero en las desigualdades, en la diversidad de situaciones, es muy complejo. Todo esto está atado a que la Educación Sexual Integral se extienda y sea una realidad en la mayoría de las escuelas, porque esto también va a cambiar la mirada que tenemos respecto de este tema. Y que esas miradas lleguen a los medios y a la gente”. Mientras tanto, un buen ejercicio es entrenar la mirada y pensar que lo que es mejor o deseable para une, no siempre es lo mejor y deseable para otre. Un ejercicio permanente de alerta y revisión.