Galasso: La guerra de la Triple Infamia

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Galasso: La guerra de la Triple Infamia

27 Enero 2012

La Historia Oficial ofreció, durante muchos años, una versión pura-mente militar de la guerra, calificando al Paraguay como una expresión de barbarie y a su presidente como déspota, lo cual justifica la campaña “civilizadora y democrática” llevada a cabo por la Triple Alianza. Luego, cuando esta versión resultó ya demasiado tonta, se prefirió relatar fechas y nombres de batallas, sin explicar las razones de un conflicto que duró varios años, aunque sosteniendo que Solano López tenía ambiciones expansivas. Sin embargo, en 1970, todavía sostenía León Rebollo Paz: “La guerra del Paraguay es un timbre de honor para la República Argentina”(1).

El revisionismo rosista tradicional se encontró con la dificultad de que desde una perspectiva nacionalista debería concluir defendiendo la política del presidente Mitre, aun-que fuera liberal. En general, prefirieron entonces no acometer el análisis de dicho pro-ceso esquivando una definición, en táctica idéntica a la que operaban cuando se trataba de opinar sobre Mitre. Desde un revisionismo más popular, Raúl Scalabrini Ortiz fue uno de los primeros en fustigar la guerra. Desde el nacionalismo, en cambio, Juan Pablo Oliver sostuvo que encontrándose la patria en guerra, no cabía duda acerca de su defensa, fuese quien fue-se el gobernante.

La Historia Social no va mucho más allá de la Historia mitrista. En Historia contemporánea de América Latina, Halperín Donghi cita los hechos evitando una interpretación, de manera tal que no aparecen claras las razones de un lustro de luchas violentas. Sostiene, al pasar, que Solano López tenía “ambiciones más vastas que el presidente anterior”, aunque reconoce que “el tratado de la Triple Alianza establecía el reparto de las regiones paraguayas entre los aliados”(2). José Luis Romero, en Ideas Políticas en la Argentina coincide con la óptica mitrista y llega a decir que dicha guerra “contribuyó a sentar el principio de la unidad nacional” y que “al cabo de cinco años de guerra, sobre las cenizas del sacrificio común, había surgido una idea más viva de la comunidad argentina” (3). Luis A. Romero, en su Historia Argentina para niños, tampoco explica las razones profundas del conflicto. Juzga que Paraguay había logrado hacia 1840 “una modernización superficial pero eficaz”, que Solano López “había reunido un ejército poderoso y que para los años en que se inició el conflicto, estaba buscando expandir sus fronteras” (4). Luego de reconocer que la guerra no fue popular en el Interior, avanza hasta sostener que “la guerra internacional y la guerra civil terminaron mezcladas”(5). Omite, sin embargo, la definición de Alberdi y Felipe Varela a favor del Paraguay, como así los festejos de los triunfos paraguayos en el Interior. Y también omite los planteos críticos de Guido Spano, José Mármol, Olegario Andrade, Navarro Viola y tantos otros.

La interpretación de Alberdi no aparece siquiera como tesis a considerar en estos trabajos. Tampoco recibe atención, normalmente, por parte de las cátedras universitarias controladas por profesores de la Historia Social como Hilda Sábato, por ejemplo. En cambio, Fermín Chávez (Vida y muerte de López Jordán) y José María Rosa (Las montoneras y la guerra del Paraguay) desde el rosismo peronista, así como nacionalistas como Giménez Vega (Testigos y actores de la Triple Alianza) y Luis Alberto Murray (Pro y contra de Alberdi) abordan la cuestión profundamente, poniendo de relieve el carácter reaccionario de la política de la oligarquía porteña y la destrucción de un mo-delo de desarrollo autónomo como era el paraguayo.
 
El revisionismo federal provinciano, como corriente historiográfica, se inicia, puede decirse, con un trabajo sobre este tema: José Hernández y la guerra del Paraguay, de Enrique Rivera. Allí Rivera hace referencia a la polémica entre Juan Carlos Gómez, oriental, para quien la guerra iba dirigida a deponer a un “tirano bárbaro” y B. Mitre para quien perseguía “vengar una ofensa gratuita, asegurar la paz interna y externa, reivindicar la libre navegación de los ríos y conquistar fronteras de hecho y de derecho” (6), como asimismo a la posición de Hernández quien descalifica ambas teorías. Rivera pone de relieve que el modelo paraguayo constituía el primer gran intento por alcanzar un desarrollo capitalista autónomo, supliendo la inexistencia de una clase burguesa con la intervención estatal.

EL MODELO PARAGUAYO

Los intereses económicos del Paraguay coincidían con los de nuestras provincias interiores. Cuando la política librecambista de la burguesía comercial porteña quebró a las economías provinciales. Paraguay se aisló, e intentó un desarrollo autocentrado.

“¿Qué era Paraguay en 1860? Era el país más desarrollado de América del Sur. Era la realización práctica del programa morenista. La explotación de la yerba mate era monopolio gubernamental. Igual cosa ocurría con las maderas de construcción. También existía el monopolio gubernamental del tabaco. Tales productos estaban, pues, excluidos del laissez faire. Estos estancos subvenían a las necesidades de la administración pública y el pueblo casi desconocía los impuestos.
Existía también en Paraguay, gran cantidad de lo que se dio en llamar Campo de la patria y Monte de la patria, de uso común para el vecindario. El gobierno hizo acordar repartos de tierras, haciendas y herramientas a los indios capaces. Prestó ayuda a los labradores pobres, distribuyendo entre ellos útiles de labranza... Para fomentar la ga-nadería, Carlos A. López distribuyó 2300 cabezas de ganado entre gente pobre de la campaña... A causa de una fuerte sequía, el gobierno repartió ganado y efectos útiles al comercio. Existía de hecho un seguro agropecuario... El Estado no concebía la existencia de un solo paraguayo sin hogar y sin tierra, y para evitar semejante monstruosidad repetía regularmente actos que llegaron a tener el carácter de instituciones en potencia, con acentuado sabor nativista.
En la zona del Chaco se fundaron numerosas colonias agrícolas y establecimientos ganaderiles, además de obrajes de madera, fábricas de papel y artículos de loza, salitreras y caleras. La industria metalúrgica comenzó a prosperar con el establecimiento de la explotación y fundición de hierro de Ibycuí, de donde salían implementos agrícolas y armas para la defensa. En 1861 se construyó el primer ferrocarril. Al poco tiempo, la primera línea telegráfica. La marina mercante paraguaya ya estaba compuesta de 11 barcos.
La enseñanza era obligatoria en una época en que todavía no lo era en la mayoría de los pueblos de Europa. Es más: el Estado daba alojamiento, ropas, libros, útiles y merienda escolar a los niños de padres insolventes. López contrató en Europa a ingenieros, mecánicos, escritores, arquitectos, matemáticos, geógrafos, etc. La formación técnica de los paraguayos para habilitarlos a participar activamente en la creación de las industrias modernas fue una preocupación constante del Estado Paraguayo. Francisco Sola-no López, a su vuelta de Europa, trajo también ideas nuevas y junto con ellas centena-res de técnicos industriales. Pensó antes que nadie en vías férreas, en arsenales, en es-cuelas de artes y oficios, en astilleros, en fundiciones metalúrgicas.
Así se hizo ese Paraguay de maravillas, que hubiera sido bien pronto, a no sobrevenir la catástrofe, el más brillante centro de civilización en el nuevo mundo”(7).
 
“El Paraguay -dice el febrerista Anselmo Jover Peralta- fue el primer país que tuvo ex-plotaciones de minas de hierro, industrias de fundición que producían machetes, ara-dos, palas, picos, cañones, cerrajería... que tuvo astilleros, fábricas de jabón, de azufre, de aceite, de papel, ferrocarril, telégrafos, imprenta”(8). Agrega Rivera: “El Estado ten-ía toda la gerencia de la vida económica nacional... No existía la propiedad agraria, sino que eran meras tenencias de terreno”(9).


 
CONFLICTO EN LA BANDA ORIENTAL

La guerra de la Triple Alianza obedece al interés de la oligarquía porteña, de la oligarquía montevideana, del Imperio del Brasil, y de Gran Bretaña, dirigido a liquidar los focos populares de posición nacional en Sudamérica (federales en el noroeste argentino, blancos de la campaña oriental) y muy especialmente destruir el modelo paraguayo de crecimiento autónomos Es la misma orientación que, después de la batalla de Pavón, reprime en el Interior argentino e impone el modelo semicolonial.

No se trata, pues, sino de sectores. sociales de distintos países que confluyen en una alianza (colorados orientales, liberales mitristas, clase dominante del Brasil, y la burguesía británica) en perjuicio de los sectores sociales expresados por los blancos orientales, los federales argentinos, y el frente social paraguayo que lideran los López.

A medida que relatemos los acontecimientos se observará como hombres de uno y otro país cruzan por encima de las fronteras para alinearse, unos en el bando liberal proeuropeo, y otros en el bando nacional americano. Ya hemos analizado de que modo, después de Pavón, el mitrismo en el poder inicia la represión sangrienta en el Interior: centro. Cuyo, y noroeste, para someterlo e imponer su modelo exportador y de apertura a la penetración comercial y manufacturera británica. En esa lucha participan varios generales orientales, entre ellos Venancio Flores (responsable de los degüellos de Cañada de Gómez). Flores, que había colaborado para eliminar a los gauchos federales del Interior, le pasa luego “la factura” a Mitre para que los liberales porteños lo ayuden a aniquilar a los gauchos blancos de la campaña oriental: “No olvide a los orientales proscriptos de su patria”(10), le escribe Flores a Mitre, pidiéndole apoyo para invadir la Banda Oriental.

Así, durante el año 1862, Flores prepara su expedición militar en Buenos Aires, con apoyo del gobierno mitrista. La llama: “Cruzada Libertadora”. El presidente blanco Bernardo Berro, por sugerencia del presidente paraguayo López, protesta ante Mitre, pero este último aduce que es neutral.
El 19 de abril de 1863, Flores desembarca en la Banda Oriental. Dos meses después, un barco argentino que le llevaba armas, es apresado por fuerzas orientales, a lo cual Mitre responde apresando a un barco uruguayo y bloqueando el río Uruguay, con lo que facilita la acción de Flores quien triunfa en Las Cañas (15/7/1863). El partido blanco, en el gobierno del Uruguay, solicita el apoyo del Paraguay. López, prefiere no actuar militarmente por ahora, pero reclama diplomáticamente ante Mitre, sin resultado alguno.

La invasión de Flores provoca gran efervescencia en Entre Ríos, cuyo partido federal se identifica con los blancos. En septiembre de 1863, Telmo López, Waldino Urquiza y otros jefes federales cruzan el Uruguay para combatir del lado de los blancos. Poco tiempo después, el general Juan Saa se agrega a los blancos.
¿Se trata de una doble infiltración extranjera? ¿Mitre, porteño, cómplice del oriental Flores? ¿A su vez, los federales entrerrianos, aliados a los blancos? ¿Nación argentina? ¿Nación uruguaya? ¿O una sola Patria Grande, donde las oligarquías pretenden sojuzgar a los pueblos?

Evaristo Carriego, el padre del poeta, escribe: “Un triunfo blanco se recibe en Entre Ríos con serenatas... Los mueras contra Mitre y contra los salvajes unitarios no cesan un momento en Entre Ríos. Esto se desborda. En vano trata el General Urquiza de comprimir el espíritu público. Entre Ríos es un torrente que dentro de poco no habrá fuerza que lo contenga”(11).

Corren versiones muy serias en Entre Ríos acerca de que Urquiza se levantará para re-construir la Confederación y aliarse con Paraguay y los blancos orientales (algo así como la República del Río de la Plata de Mitre, pero al revés). Por entonces, Urquiza en-vía un emisario a López dirigido a lograr un acuerdo. López desconfía, después de lo ocurrido en Pavón, y da su conformidad pero reclamando que Urquiza realice “actos que dejen en claro sus relaciones con Mitre”(12).

Durante el año 1864 persiste el conflicto en la Banda Oriental. Brasil busca una excusa para intervenir pero el presidente blanco, ahora Cruz Aguirre, se allana aciertas exigencias y evita la provocación. Sin embargo, a mediados de ano, el inglés Thornton, representante de Inglaterra en Buenos Aires, reúne a Elizalde y al comisionado brasileño en Montevideo con gente del coloradismo, y allí nace la propuesta de “mediación” en el conflicto oriental. La propuesta lleva tantas exigencias que el gobierno blanco la rechaza, lo que da a los aliados el argumento para apoyar a Flores. Puede decirse que aquí, el 18 de junio de 1864, se gesta la Triple Alianza.

Ante esta situación el gobierno blanco intensifica su relación con el Paraguay al tiempo que diplomáticos brasileños viajan a Buenos Aires para entrevistarse con Mitre, y ase-gurar su no intervención si Brasil entra en guerra con la Banda Oriental.

En agosto de 1864, mientras el general Juan Saa se traslada a la Banda Oriental para unirse a los blancos, la escuadra imperial de Brasil (comandada por Tamandaré) apresa a un buque oriental. Inmediatamente el ejército brasileño ocupa los departamentos del norte de la Banda Oriental. En octubre la guerra de Brasil contra el gobierno blanco de Uruguay es un hecho. La opinión pública condena la agresión en varios países. El diplomático del gobierno blanco en Asunción, por indicación de López, se entrevista con Urquiza. Este afirma que se convertirá en la vanguardia del ejército de López y que si Mitre no permite el paso de los paraguayos por territorio argentino, esa será la excusa para su rompimiento con Mitre, promesa que nunca cumplirá.

El presidente paraguayo ha comprendido que si Brasil vence a la Banda Oriental quedará encerrado por fuerzas hostiles (Mitre en Argentina, Emperador en Brasil), y de ahí su urgencia por lograr la definición de Urquiza.  Por encima de las fronteras las fuerzas sociales se van alineando. De un lado las oligarquías de ambos puertos (Buenos Aires y Montevideo) y el Imperio de Brasil; coinciden-tes en la política librecambista, antilatinoamericana, y antipopular, con el apoyo de Gran Bretaña. Del otro, el gauchaje argentino y oriental junto al Paraguay nacionalista, unidos en una política nacional, de crecimiento hacia adentro, latinoamericana y anti-oligárquica. En gran medida el capital inglés financió la guerra: préstamo del Banco de Londres, empréstito en Londres, préstamos a particulares(13).

PROLEGÓMENOS DE LA GUERRA

A fines de 1864 Brasil inicia el sitio de Paysandú para abrirse camino hacia Montevideo. La escuadra brasileña bombardea la ciudad masacrando a la población civil. El bombardeo cesa cuando Tamandaré se queda sin proyectiles, pero el mitrismo lo aprovisiona. Los blancos resisten al mando de Leandro Gómez. Son 10. 000 los hombres que sitian la ciudad, con el apoyo de la escuadra, contra 800 blancos. Julio Victorica señala: “La contemplación de semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos ardía indignado ante el sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación extraña. Urquiza no sabía ya como contener a los que no esperaban sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio”(14).

El 2 de enero de 1865 cae Paysandú. Los vencedores ultiman y mutilan a jefes y oficiales blancos, entre ellos Leandro Gómez. De esta masacre atroz quedan escasos o ningún vestigio en los textos escolares. En cambio, son recuperados para la historia por el canto popular: “Heroica Paysandú, yo te saludo /hermana de la patria en que nac픑(Gabino Ezeiza, negro, yrigoyenista y payador).

La caída de Paysandú obliga a Solano López a tomar una decisión. El mitrismo y el Imperio lo están “encerrando” y pronto se volverán contra él. Ante el avance del Imperio, López ha tomado un barco brasileño en noviembre de 1864 y ha avanzado luego sobre Matto Grosso, abriendo otro frente, dada la inconveniencia de marchar hacia Paysandú pues debería cruzar territorio argentino. Pero ahora, ante la caída de Paysandú y la vacilación de Urquiza, solicita permiso al gobierno de Mitre para cruzar Corrientes. El 9 de febrero de 1865, el canciller Elizalde contesta negando el paso al ejército paraguayo, mientras el ejército brasileño avanza hacia el sur y se acerca a Montevideo.

Ante esta situación, Urquiza envía un emisario a tratar con López pero descartando la posibilidad de una alianza, según lo había prometido. Urquiza, en esos días, le ha vendido a los brasileños 30. 000 caballos, iniciándose como proveedor del ejército imperial. Ahora intercambia cartas con Mitre, y finalmente acepta la alianza con el Brasil.

El coronel Navarro le ha escrito poco antes a Urquiza: “Acabamos de saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú y la muerte de sus principales jefes. Los atentados y crímenes que cada día cometen los infames brasileños nos llenan de coraje y sólo ansiamos el momento de vengar la sangre de los mártires de Paysandú. Los amigos creemos y esperamos que V. E. no podrá mirar con calma los bárbaros crímenes de los brasileños”(15). Evaristo Carriego (p) escribe ahora en El Paraná: “¿Por ventura el Gral. Urquiza tiene enferma el alma de hastío y de desaliento? ¿Acaso ya no es aquel hombre para quien no había nada poderoso que le estorbase el paso?.. Entre Ríos en masa lo sostendrá. Entre Ríos en masa se pondrá de pie para sostenerlo y hacer triunfar este pensamiento”(16).
 
Solano López le escribe a uno de sus hombres de confianza: “Lamento informarle que el pensamiento de la segregación de Buenos Aires para la formación de una Confederación Argentina no merece la aprobación del General”(17). Y después de recibir al emisario de Urquiza; le escribe: “Su actitud me ha causado una penosa impresión en cuanto importa una contradicción de las seguridades que espontáneamente V. E. quiso ofrecerme sobre la neutralidad del gobierno argentino en la lucha entre Paraguay y Brasil y de que el tránsito de fuerzas paraguayas por alguna parte del territorio argentino no importaría un casus belli, no teniendo el gobierno argentino pretexto alguno para negar ese tránsito y que, si llegara a suceder, V. E. se pondría de parte del Paraguay comba-tiendo la política del Gral. Mitre”(18).

“El General Mitre” escribirá luego Felipe Várela “invocando los principios de la más estricta neutralidad, negaba de todo punto al presidente del Paraguay su solicitud, mientras que con la otra mano firmaba el permiso para que el Brasil hiciese su cuartel general en la provincia argentina de Corrientes para llevar el ataque desde allí a las huestes paraguayas. Esa política injustificable fue conocida ante el parlamento de Londres por una correspondencia, leída en él, del Ministro inglés en Buenos Aires a quien Mitre había confiado los secretos de sus grandes crímenes políticos”(19). Por eso, insiste Varela, encontraban así el “camino más corto para hallar una máscara de legalidad con qué disfrazarse y poder llevar pomposamente una guerra “nacional” al Paraguay, guerra premeditada, guerra estudiada, guerra ambiciosa de dominio contraria a los santos principios de la unión americana”(20).

LA GUERRA

El 20 de febrero de 1865 capitula Montevideo; Venancio Flores toma el poder. Inmediatamente declara la guerra al Paraguay. El 23 de marzo Solano López declara la guerra a la Argentina. Esta declaración fue ocultada por el mitrismo. El 8 de abril es conocida en la Argentina, pero se la mantiene en reserva.
El 13 de abril fuerzas paraguayas toman dos buquecitos argentinos en Corrientes. Se producen manifestaciones estruendosas en Buenos Aires. Urquiza apoya ―la defensa del pabellón nacional‖. Los paraguayos ocupan Corrientes; reciben apoyo general y entregan el poder a un triunvirato constituido por correntinos Ya es la guerra.

El 1ro. de mayo de 1865 se firma el Tratado de la Triple Alianza (el tratado es secreto por ahora) y comienza el reclutamiento de contingentes. hubiese traicionado la causa nacional armándose a favor del enemigo, si el Entre Ríos no se hubiese sublevado dos veces, si casi todos los contingentes. El 14 de mayo, Urquiza, designado por Mitre jefe del ejército de vanguardia, reúne 800 hombres y marcha hacia el norte, acampando en Basualdo. El coronel Telmo López, se pasa con un grupo de gauchos a las filas paraguayas.

López Jordán, uno de los principales jefes entrerrianos, contesta la convocatoria de Urquiza de este modo: “usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca, general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos para combatir a porteños y brasileños. Estamos prontos. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano” (21).
 
Mitre, por su parte, confiesa los móviles de la guerra: “Hay que derrocar a esa abominable dictadura de López y abrir al comercio esa espléndida y rica región” (22). También sostiene: “¿Peligra la actualidad de la república triunfando Brasil? ¿Peligra su libertad? ¿Peligran sus intereses? ¿Peligran sus instituciones? ¿Peligra su civilización? No, mil veces no. El gobierno brasileño es un gobierno civilizador, regular y amigo de la Argentina... Su alianza moral con ésta está en el interés de muchos países y representa el triunfo de la civilización en el Río de la Plata. ¿Nos sucedería lo mismo con el triunfo del Paraguay? No, por cierto... El gran peligro para la República Argentina está en la preponderancia militar del dictador paraguayo que aspira a ser el Atila de Sudamérica... Al triunfo de Paraguay, seguiría, para nosotros, el reinado de la barbarie”(23).

Paunero reconquista Corrientes para el mitrismo el 25 de mayo de 1865, pero no puede mantenerse. En junio se produce la derrota paraguaya en la batalla naval del Riachuelo, frente a Corrientes. Al perder el control de los ríos se complica el avance del ejército paraguayo, al mando de Robles, pero se aleja de sus fuentes de aprovisionamiento.

Urquiza ha organizado sus fuerzas en Basualdo, pero cuando se dirige a Concordia para encontrarse con Mitre, el gauchaje se desbanda. Tres mil hombres desertan a los gritos de “Viva Urquiza y muera Mitre”, negándose a combatir contra el Paraguay. Es el des-bande de Basualdo, producido el 23 de julio de 1865. López Jordán le escribe a Urquiza una semana más tarde: “Esa voz general entre la gente que se reunirán donde V. E. ordene, pero no van para arriba” (24). Francisco Fernández le informa: "En Paraná, Nogoyá y Victoria, de jefes abajo, todos están contra V. E. y que sí esta marcha no es contra Mitre, que ellos no salen de sus departamentos” (25)

El 12 de agosto, Venancio Flores derrota a las fuerzas paraguayas dirigidas por Duarte en Yatay. Asimismo, los aliados cercan a las tropas de Estigarribia en Uruguayana y éste se rinde para evitar otra Paysandú. Esta derrota significa el fin de la ofensiva paraguaya.

En noviembre se produce una nueva sublevación de las fuerzas entrerrianas, ahora en Toledo. Urquiza ve desbandarse su ejército nuevamente. Entonces, abandona la lucha y se retira a su palacio de San José, desde donde seguirá actuando como proveedor de los aliados.
En todo el interior se levantan protestas contra la guerra y se acentúan las deserciones. Aurelio Zalazar insurrecciona a los contingentes de Catuna y Posta de Herrera, en La Rioja. De Córdoba comunican que “el batallón de voluntarios ha de ser como el de aquellos famosos patriotas del tiempo de la independencia que iban al ejército atados codo con codo” (26). Poco después se rebelan otros contingentes en San Luis. En Cata-marca informan que “el gobierno ha mandado construir 200 grillos para los voluntarios catamarqueños que marchan a la guerra contra el Paraguay” (27) “Taboada gobernador/escribiendo cabecea/le mando los voluntarios/devuélvame las maneas”(28)

“En las provincias la guerra es impopular y odiosa” sostiene Ramón Cárcano. “Cuando en la plaza pública leen los bandos de los gobernantes y los tambores recorren la ciudad convocando a la guardia nacional, los hombres huyen a la selva próxima. No los empuja el terror. Han nacido y vivido en batallas. Resisten a Buenos Aires y al Imperio. El Pa-raguay es el amigo y el vecino histórico”(29).
 
Mitre le dirá luego a Marcos Paz: “¿Quién no sabe que los traidores alentaron al Para-guay a declararnos la guerra? Si la mitad de Corrientes no hubiese traicionado la causa nacional armándose a favor del enemigo, si el Entre Ríos no se hubiese sublevado dos veces, si casi todos los contingentes incompletos de las provincias no se hubiesen sub-levado al venir a cumplir con su deber, si una opinión simpática al enemigo extraño no hubiese alentado la traición, quién duda que la guerra estaría terminada ya?”(30).

La guerra se convierte desde ahora en ofensiva de los aliados. En mayo de 1866 las fuerzas paraguayas son derrotadas en Tuyutí. Algunos autores dan la cifra de 15. 000 muertos. Gran Bretaña hace público el tratado secreto de la Triple Alianza para forzar una paz que le dé entrada a sus intereses en el Paraguay. La guerra está volcada a favor de los aliados. Pero sin embargo, en julio de 1866 los ejércitos aliados fracasan en los esteros de Boquerón, debiendo retroceder ante la resistencia de las trincheras paraguayas.
 
El 12 de septiembre de 1866, dada la presión británica, Mitre y López se entrevistan en Yutaití Corá. López propone condiciones dignas para un arreglo. Mitre sostiene que debe consultar a sus aliados. Pero a pesar del acuerdo de “congelar la situación hasta tanto los aliados decidan”, los ejércitos aliados dirigidos por Mitre se lanzan sobre las fuerzas paraguayas en Curupaití. El general Díaz repele el ataque, provocando fuertes bajas al ejército aliado.  

LA REVOLUCIÓN MONTONERA

El triunfo paraguayo en Curupaití es saludado con festejos en el Noroeste argentino, así también como en el Litoral. Incluso Urquiza ofrece una gran fiesta en su palacio y coloca en el salón la bandera de Entre Ríos junto a la paraguaya, la oriental, y la argentina. Su secretario Victorica le pregunta: “¿Es tiempo, señor?”, y Urquiza le contesta en voz alta: “Lo digo fuerte, me gusta ese acomodo” (31).

La publicación del Tratado en Europa (reproducido en Buenos Aires por el diario La América, dirigido por Navarro Viola y Guido Spano), así como la derrota de Curupaití, exaltan las pasiones contra Mitre. Guido Spano publica El imperio y la alianza. Navarro Viola escribe Atrás el imperio. Olegario Andrade lanza Las dos políticas. El Eco de Corrientes, donde escriben José Hernández y Evaristo Carriego, exalta a Telmo López, pasado a las filas paraguayas: “Adelante, joven guerrero, que el día del triunfo del Para-guay no está lejano y labora de la redención se acerca ya”(32).

El cura Emilio Castro Boedo, asesor de Felipe Varela le escribe a Urquiza: “Convencido de que V. E. es el alma de cuantos sacrificios y esfuerzos de patriotismo podemos hacer a favor de la reacción del partido Federal, me dirijo a V. E. con toda la libertad de un incontestable nacionalista, con toda la franqueza de un espontáneo y leal partidario del gran Caudillo Americano y - con toda la sinceridad de un federal puro... No he trabaja-do poco para apagar en muchos federales de importancia, la desconfianza de que V. E. no protegía nuestros beneficios... No terminaré ésta sin afirmar a V. E. que me causa agitación verlo tan confiado de esos malvados y pérfidos círculos porteñistas, tan confiado en las mentidas promesas de esos falsos convertidos, que siendo salvajes hasta la médula de los huesos, se quieren hacer federales. Siento ver a V. E. rodeado de traidores embusteros, que sólo tratan de sacarle ventajas hasta que algún unitario les ofrece una nueva pichincha... La Patria sucumbe si V. E. no se levanta decididamente a llenar con energía la voz de la República y en esto va la vida de libertad del continente sudamericano... Respeto con fanatismo la política de V. E. y lo he defendido ante ataques formidables por causa de Pavón, pero estoy convencido de que los más grandes hombres traen muchas veces envueltos grandes errores contra la Patria, es decir, contra ellos mismos, las grandes bondades que usan con quienes debieran usar rigores... La unión del 51 trajo el afianzamiento de los unitarios y el receso de los federales. Pavón trajo el triunfo que hasta hoy ostentan contra los nacionalistas y la tolerancia del‘ 66 traerá la muerte de la Patria, de sus glorias de su pasado y de sus hijos”(33).

El triunfo paraguayo en Curupaití estimula la acción de los federales en el Interior. El ejército aliado se encuentra sumamente deteriorado; su jefe. Mitre, deja el mando en febrero de 1867 durante varios meses. La acción aliada se paraliza manteniéndose una inactividad de 14 meses en el frente bélico. En estas circunstancias, se produce la “revolución de los colorados” (el 9 de noviembre de 1866) en Mendoza, liderada por el Dr. Carlos Juan Rodríguez, amigo de Várela, y bajo la jefatura militar de Juan de Dios Videla.

El contingente que debía marchar al Paraguay se subleva uniéndose a los revolucionarios. Toman Mendoza, y amplían su acción a San Juan, donde asume el gobierno Juan Saa. Francisco Alvarez derrota a Arredondo en San Luis; la revolución se extiende. Felipe Várela recordará después: “Todo estimuló el patriotismo. argentino que ya estallaba estrepitosamente en Mendoza... Los pueblos se conmovían, se agitaban tumultuosa pero sordamente, llorando su libertad perdida y dispuestos a hacer un esfuerzo por reconquistarla. El Gral. Mitre, entre tanto, redoblaba su presión y energía infundiendo el terror y el pánico dondequiera, lanceando por centenares a ciudadanos pacíficos y cometiendo toda clase de excesos en las personas de aquellos que creía no partidarios de su política. Entonces, llevado del amor a mi patria y los grandes intereses de la Amé-rica amenazada por la corona de España, creí como un deber mío, como soldado de la libertad, unir mis esfuerzos a los de mis compatriotas, invitándolos a empuñar la espada para combatir al tirano que así jugaba con nuestros derechos y nuestras instituciones”(34).

Así, el 6 de diciembre de 1866 lanza la proclama revolucionaria dirigida a deponer al mitrismo. Allí convoca a los entrerrianos, después de exaltar a Caseros, para que se sumen a la revolución: “Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón y sin conciencia. Cincuenta mil víctimas hermanas, sacrificadas sin causa justificable, dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesa-mos y que es tiempo ya de contener. Valientes entrerrianos: Vuestros hermanos de cau-sa en las demás provincias... os esperan... Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay y la unión con las demás repúblicas americanas. - Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará al enemigo”(35).
 
En una proclama dada por los revolucionarios de San Luis, se resume la situación que vive el Interior del país: “El triunfo es nuestro... En Mendoza la reacción poderosa y triunfante. En San Juan, el triunfo completo y humanitario. En San Luis la presencia de nuestros bravos. En La Rioja, los invencibles llanistas sublevados a la voz del distinguido Várela. En Catamarca, la agitación como consecuencia precisa del movimiento de sus vecinos. En Río IV, las huestes desmoralizadas de Paunero, amenazadas por los invencibles soldados del coronel Felipe Saa. En Córdoba el descontento más profundo y pronunciado y la bien probada decisión de apoyar el movimiento revolucionario. En Santa Fe, la actitud bélica que siempre ha asumido esa provincia...
En Entre Ríos, la voz de siempre que nació en Caseros y que no sucumbió en Cepeda ni en Pavón... Finalmente, en la campaña de Buenos Aires la voluntad indomable dé los gauchos porteños que siempre han sido dignos del gran partido cuyo jefe fue Manuel Dorrego, el mártir de la República”(36).
 
Sarmiento escribe con rabia: “Várela, Saa, Solano López... Son las fuerzas Íntimas del alma vieja de la América”(37). Luego agrega: “El partido bárbaro que hemos combatido tantos años, aprovechando la guerra del Paraguay y la debilidad del gobierno, empieza a sublevarse en las provincias del interior. Mendoza ha sido víctima de un motín de soldadesca. San Juan estaba amenazada- Si este movimiento continúa, sería imposible la elección de un Presidente y volveríamos a la guerra civil, puede imaginarse que a mi edad ya me faltan las fuerzas para emprender de nuevo la lucha contra la barbarie de nuestras ignorantes masas populares”(38). Días después insiste: “San Juan ha caído en poder de los revolucionarios, de ese partido de descendientes de indios que combatí toda mi vida”(39).
 
Rawson, por su parte, escribirá luego: “El gobierno estuvo a punto de caer y con él las instituciones y quizás la unión nacional, no por la acción de los paraguayos, sino por la traición de los mismos argentinos”(40). Sarratea le escribe a Marcos Paz: “La prensa chilena y peruana se ha hecho eco de la revolución, cuyo objetivo es derrocar al gobierno nacional, romper la alianza con el Brasil y proclamar con las repúblicas del Pacífico contra España” (41). Esta última es una referencia al movimiento de la Unión Americana, desplegado en América Latina, contra España, con motivo de la invasión a las islas Chinchas llevada a cabo por España, movimiento en el cual, en Chile, participó Felipe Várela y donde tomó el lema de “Unión Americana”.
 
El movimiento antimitrista alcanza tanta influencia en el Interior que el vicepresidente Marcos Paz le escribe a Mitre: “Desde Mendoza hasta Tucumán no hay quien retenga el poder que se han tomado los revolucionarios... Ha llegado el momento de desbordarse la anarquía y abarcar todo el país, si no viene usted a tomar la dirección de la cosa perdida”(42).
 
Hasta los amigos del presidente se preocupan ahora: “En la frontera de la provincia de La Rioja” le escribe G. B. Mathew a Lord Stanley, el 27 de enero de 1867 “un refugiado político del partido federal, el coronel Felipe Várela ha cruzado la montaña desde Chile con 200 o 300 hombres y dice que ha recibido armas allá y aunque ha sido momentáneamente rechazado, amenaza con dominar todo el país”(43). A su vez, Mathew le ofrece el apoyo del Imperio británico al canciller Rufino de Elizalde; y este último le escribe a Mitre: “El ministro inglés me ha hecho los mayores ofrecimientos, en una carta diciéndome que lo avise a usted”(44). Desde Tuyutí, Mitre contesta: “En una de sus últimas recibidas por el anterior vapor me instruía usted de los obligantes ofrecimientos que había hecho al gobierno S. E. el ministro británico caballero Mathew, con motivo de la rebelión ocurrida en la provincia de Cuyo. Me ha impresionado agradablemente tan noble proceder que a la vez que testifica la cordialidad de nuestras relaciones con la Gran Bretaña revela elocuentemente la amistad y simpatía que profesa a la administración argentina, el ilustrado caballero Mathew”(45). “La montonera y la sedición brotan por todas partes con una espontaneidad que asombra, le insiste desesperado Marcos Paz a Mitre en otra carta (28 de enero de 1867).

Como puede apreciarse, el alineamiento de fuerzas resulta muy claro: por un lado la oligarquía mitrista, la oligarquía montevideana (con V. Flores a la cabeza), la clase dominante del Brasil, y el Imperio británico. Por otro lado el pueblo paraguayo, los blancos orientales, los caudillos federales y los pueblos del interior argentino, con su esperanza puesta en los federales del Litoral y la buena voluntad de Chile, Bolivia, y Perú (nótese que F. Várela invade cruzando los Andes, con soldados chilenos y aprovisiona-miento de armas logrado en Bolivia).

La revolución montonera se ha extendido en todo el Interior. El mitrismo sólo cuenta con los Taboada en Santiago del Estero, Navarro en Catamarca, y Oroño en Santa Fe. En Córdoba gobierna Luque, federal, quien espera el pronunciamiento de Urquiza para plegarse a los montoneros. Lo mismo ocurre con Corrientes. Urquiza se cartea con los federales e incluso a veces realiza gestos y señales que indican su próxima definición; pero permanece inactivo. A su vez. Mitre se vuelve del Paraguay, con sus mejores tropas.

Pero la revolución provinciana carece de respaldo económico y especialmente de aprovisionamiento bélico como para derrotar al mitrismo por sí sola. De ahí su tozuda esperanza en Urquiza. Felipe Saa y Carlos Juan Rodríguez, el 5 de febrero de 1867, presionan al caudillo entrerriano, en reclamo urgente y desesperado: “Usted comprenderá que ha llegado el momento de levantar los principios que tuvieron por órgano al cañón de Caseros y que hallaron en V. E. ese noble y fiel sostenedor. Los que firman se dirigen a V. E. en nombre de esos mismos principios que V. E. defendió y de que se declaran sostenedores, poniendo a su disposición todos los elementos hasta hoy reunidos y suplicando a V. E. se digne trazarnos la regla de conducta que debemos observar en adelante... Vemos en V. E. , así como en su nombre esclarecido, los únicos agentes capaces de levantar en alto las holladas instituciones de la República Argentina... Estos desgraciados pueblos invocan el nombre de V. E; como el de su salvador, que en V. E. miran el redentor de sus libertades y al nuevo futuro presidente de la Nación, con la fe en el corazón y con el convencimiento profundo de que V. E. no desmentirá sus antecedentes y será una vez más el Libertador de los Pueblos”(46).

Pero la defección de Urquiza frustra el intento federal del Interior. E1 1ro. de abril de 1867, Arredondo, con fuerzas superiores y mejor equipadas, derrota en Paso de San Ignacio alas fuerzas de Juan Saa y Juan de Dios Videla. Asimismo, Felipe Varela (mal informado por un coronel traidor que le asegura la provisión de agua en Las Mesillas) la batalla en Pozo de Vargas (o Bargas) el 10 de abril de 1867: “Vidita de mi vida/pozo de Vargas/La guerra se ha perdido/por falta de agua... Los nacionales vienen/pozo de Vargas/ tiene fusil y tiene/las uñas largas/lanzas contra fusiles/pobre Varela/ qué bien pelean sus tropas/en la humareda” (cancionero popular)

La infantería federal, sedienta e insolada, con armamento desparejo, es derrotada por las fuerzas mitristas comandadas por Taboada. En Pozo de San Ignacio se había perdido Cuyo, en Pozo de Vargas se perdió La Rioja. La heroicidad de Varela y sus compañeros no ha podido sobreponerse al poderío de la oligarquía porteña. Una bandera roja a y blanca, rasgada y manchada de sangre, queda sobre el terreno testimoniando una causa: “Federación o Muerte. ¡Viva el General Urquiza! ¡Mueran los negreros que 1o combaten! ¡Viva la Unión Americana!”(47).
 
Quebrada la rebelión montonera, los aliados reinician la guerra contra el Paraguay. E1 17 de agosto la escuadra aliada fuerza el paso de Curupaití, aunque no se atreven a atacar la fortaleza de Humaitá. La guerra resulta mucho más larga de lo supuesto inicial-mente. Y ahora, además, le llegan noticias a Mitre de que Varela ha logrado reorganizar sus fuerzas y ha pasado a Bolivia pare reaprovisionarse y seguramente volver a la lucha. E1 presidente protesta: “No me explico como es que todos han derrotado a Varela, nadie lo ha visto de cerca y a última hora se retiraba a Bolivia con 800 hombres, es decir, con todo el ejército que siempre tuvo”(48). Marcos Paz le contesta: “Parece fuera de duda que Melgarejo, el presidente de Bolivia, protege a nuestros enemigos y los auxilia”(49).

E1 gobierno argentino reclama ante Chile y Bolivia por el apoyo a los montoneros. Sarratea le escribe a Marcos Paz que la expedición preparada y armada por Varela en Huaque: “... fue un escándalo, llevado a cabo a la luz del día, a vista y paciencia del vecindario y las autoridades locales”(50). Asimismo, Tomás Alvarado le informa a Taboa-da que el cónsul de Bolivia, Eugenio Caballero, sirve de enlace a los insurrectos (los llama significativamente “los aparaguayados”) para su contacto con el gobierno boliviano(51).

E1 10 de octubre de 1867, Varela toma Salta, con la consternación del mitrismo: “Era una guerra interminable a la que no se le veía fin y los mejores generales fracasaban ante la prodigiosa movilidad del imbatible montonero que se escapaba del medio de los ejércitos como una sombra impalpable”(52) Pero Urquiza continua inamovible. En carta a Benjamin Victorica, del 22 de agosto de 1867 demuestra conocer la situación, pero también su conciliacionismo con la oligarquía porteña: “... esa fiebre incesante de revoluciones... emana de la política poco cuerda y asaz tirante desplegada por el gobierno nacional... Se quiere tratar a las provincias como miserables villorrios. Se aja su dignidad, se quiere custodiar con bayonetas su soberanía‘ independiente y de aquí natural-mente, los levantamientos... Hasta cierto punto pues, esas revoluciones, tienen un viso de disculpa, si bien deben ser, en el fondo, enérgicamente condenadas”(53).
 
Por ese entonces, Carlos Tejedor denuncia en la cámara de diputados que el urquicismo mantiene tratos con los insurrectos. No obstante ser ya una sombra, el caudillo entrerriano preocupa aún a los hombres del mitrismo. En cambio, sus más lúcidos lugartenientes, como López Jordán, lo juzgan como un traidor: “Me ilusioné con que el Gral. Urquiza retrocediera de su culpable política tan poderosa en la balanza de los destinos públicos, tan decisiva que no le exigíamos sino su prescindencia para nosotros y para el país. Me ilusioné, en efecto: desde Pavón no hizo otra cosa que fraternizar con los enemigos de la Patria, venderle su porvenir, engañar como a niños las esperanzas de los pueblos, de sus amigos, de sus viejos veteranos, a quienes les debía cuanto era. Se burlaba hasta de las lágrimas de las víctimas que entregaba al puñal del unitarismo”(54).

LA GUERRA CONTINÚA...

Mientras tanto, la guerra sigue su Curso. E1 3 de noviembre de 1867, 50. 000 hombres del ejército aliado enfrentan a 8. 000 paraguayos en Tuyú Cué. Se llama también la segunda Tuyutí, y ambos bandos dan por logrados sus objetivos. Poco después, Mitre queda retenido en Buenos Aires por la muerte de su vicepresidente Marcos Paz.

E1 año 1868 se inicia con el Manifiesto a los Pueblos Americanos lanzado por Felipe Varela, quien una y otra vez resurge de las cenizas. Poco antes ha escrito: “Defiendo los derechos de Sud América... enfrento a los malditos godos y mucho más a los salvajes unitarios de Buenos Aires que quieren ponerse a la par de dichos godos para hundir todo el continente americano... Si hay una columna que trabaja por el bien de nuestros países es la que manda el que suscribe”(55). Ahora desde Potosí, convoca a la Unión Americana y sostiene: “Los argentinos de corazón y sobre todo los que no somos hijos de la capital, hemos estado siempre del lado del Paraguay en la guerra que, por debilitarnos, por desarmarnos, por arruinarnos, le ha llevado Mitre a fuerza de intrigas y de infamias contra la voluntad de toda la nación entera, a excepción de la egoísta Buenos Aires”(56).
 
Los diarios de Chile apoyan a Varela: “Profunda repugnancia nos inspiran los maricones de La Nación Argentina a quienes la proclama del coronel Varela les arranca gritos de impotente desprecio”(57). Desde el otro lado Nicolás Villanueva le escribe a Paunero: “Las provincias están amenazadas de serios peligros por la triple alianza de traidores, indios y rotos, alianza de bárbaros y ladrones que, a no dudarlo, encuentran ardientes simpatías y protección material del pueblo chileno y de gran número de sus autoridades”(58). Y una vez más Sarmiento ratifica esa óptica: “La barbarie de nuestros campos es el escollo en que hemos fracasado desde Artigas hasta Felipe Varela. Esa misma barbarie existe en toda América, desde Méjico hasta Chile, en las masas populares”(59).

En medio de las fuerzas en pugna, Urquiza se inclina ya, cada vez más, a favor del mi-trismo: “Varela y su montonera, producto legítimo de los excesos de poder y de una política bastarda, jamás pudo ser para nadie la expresión o el agente de mis ideas. La mejor prueba era que é1 abusaba de mi nombre sin que ningún hecho mío lo autoriza-se... Soy hombre de principios y no de partido y menos de montonera. Jamás la he tolerado siquiera. Reprobé a todas las que se lanzaron en Buenos Aires en tiempo de su rebelión contra la República. La guerra del Paraguay está allí, el presidente solicitó mi concurso y se lo presté arrastrando a un pueblo a quien esa lucha era terriblemente antipática... No, yo no he alentado esa lucha desordenada”(60). De esa forma responde Urquiza a las presiones mitristas, desentendiéndose de la causa de los pueblos interiores.

LA OFENSIVA ALIADA

A mediados de febrero de 1868 los aliados se lanzan sobre Humaitá, la gran fortaleza paraguaya. Los paraguayos rechazan el intento por tierra, pero ante el triunfo de la es-cuadra brasileña evacuan la fortaleza y se repliegan. En los meses siguientes, las fuerzas aliadas continúan su avance lentamente ganando nuevas posiciones. Sobre fines de 1868 se produce una batalla muy importante en el camino hacia Asunción: Lomas Valentinas. También llamada la batalla de los siete alias, se inicia el 21 de diciembre y culmina el día 28. En su Enciclopedia, Santillán sostiene que los paraguayos se batieron heroicamente ante fuerzas que los triplicaban en número, y que la batalla sólo cesó cuando casi todos los defensores de 1a posición estaban muertos o heridos(61).

La defensa paraguaya fue desesperada, pues Lomas Valentinas era el camino hacia la capital, y muchos niños y viejos empuñaron las armas. Sarmiento dirá después: “Ni a compasión mueve aquel pueblo, rebaño de lobos. Sólo que la mayor parte son niños de 10 a 12 años, armados de lanza a su talla, para formar línea. Se imagina los horrores de estos combates, en que soldados argentinos y brasileños en el calor de la refriega, caen sobre esta fila de chicuelos”(62). “Los brasileños sacrificaron sin piedad a los que estaban al alcance de sus armas... provocando una matanza aún mayor” sostiene Teodoro Fix (63).

Después de esta derrota, Solano López se repliega rumbo al Cerro Corá con los pocos hombres que le quedan. El 5 de enero de 1869 los aliados entran en Asunción, y las fuerzas brasileñas saquean la ciudad. Se constituye un gobierno títere.

EL FIN

Solano López y sus hombres están dispuestos a luchar hasta el final Los pocos que pro-claman la necesidad de la rendición son acallados, y más aún, reprimidos. López fusila a altos jefes, incluso a su hermano. Según algunos historiadores, fusila también a Telmo López, federal entrerriano, y a Antonio de las Carreras, blanco oriental, por sostener la necesidad de la rendición.

Lo que resta del ejército paraguayo, con su jefe a la cabeza, marcha hacia el norte y sorprendentemente se reorganiza, llegando a ofrecer nuevamente combate. Son las batallas desesperadas y dantescas del invierno de 1869: Peribebuy, Acostañu. López es la patria -sostiene Rosa- y el pueblo lo sigue hasta el final. Es una retirada heroica, trágica, que dura siete meses.

Recién el 1ro. de marzo de 1870 Solano López y sus últimos hombres son muertos en Cerro Corá. Poco después, el 11 de abril de 1870, Urquiza es ultimado en el Palacio San José por una partida jordanista al mando de Simón Luengo, lugarteniente del Chacho. El 4 de junio de 1870 muere tuberculoso en Chile Felipe Varela. Los principales protagonistas han muerto. Sólo Mitre los sobrevivirá largos años.

E1 Paraguay ha quedado destruido. “Llora, llora urutaú/en las ramas del yatay. Ya no existe el Paraguay/donde nací como tú..." escribe Guido Spano (64). ―Nada puede dar una idea de esta guerra como las cifras. Al iniciarse la lucha, Paraguay tenia 1. 300. 000 habitantes. Cinco años después, la población quedaba reducida a 350. 000, la mayor parte mujeres. Ni en los tiempos antiguos, ni en los tiempos modernos, la historia re-gistra nada semejante”, señala Rufino Blanco Fombona (65). “El Paraguay ya no existe –dice a su vez Lucio Mansilla, desde la óptica liberal. Esta obra grande la realizamos nosotros, junto al Brasil. Entre los dos mandamos a López a la difuntería” (66). E1 mejicano Carlos Pereyra apunta: “Habían ido a llevar la civilización a Paraguay. Esa civilización del cuchillo y del puñal, introducida por Mitre y por Sarmiento para terminar con la barbarie de los ferrocarriles, de los telégrafos, de la superación espiritual, moral e intelectual del pueblo paraguayo”(67).  

Por su parte, José Hernández se define de este modo: “En nombre de la democracia, habéis atentado contra ella, pretendiendo imponer a otro pueblo nuestros principios, aunque ellos hablasen en nombre de los beneficios de una civilización que se anuncia con la muerte y la destrucción; en nombre de la independencia habéis conspirado contra la independencia de un pueblo... Decir que hemos ido a regenerar al Paraguay es decir que nos hemos despojado de la justicia y del derecho para cometer un atentado sin nombre... En presencia de los hechos que se han ido produciendo desde hace cuatro años, cómo se atreven todavía a sostener que el pueblo paraguayo es susceptible de ser regenerado si por regeneración se entiende aceptar dócilmente la dominación extranjera? Cómo puede llamarse guerra de regeneración para el Paraguay la que estamos sus-tentando arrebatando palmo a palmo el territorio y pasando adelante sólo sobre los cadáveres de sus defensores”(68).

Mitre afirma en cambio: “Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y victoriosa campaña... podrá el comercio ver inscriptos en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del librecambio han proclamado para mayor gloria y mayor felicidad de los hombres, porque también esos principios han triunfado”(69).

LA GUERRA DEL PARAGUAY COMO GUERRA CIVIL

J. B. Alberdi, desde Europa, analiza el conflicto como una guerra civil, por encima de las fronteras de las patrias chicas: “Las guerras exteriores de la Argentina no son más que expedientes suscitados a propósito, ya por la una, ya por la otra de sus dos fracciones, para encontrar la solución interior que cada una (de las partes del país) desea. Son guerras civiles en el fondo, bajo la forma de guerras internacionales, como la presente (contra el Paraguay)”(70).

No es extraño que la guerra encierre tres políticas, siendo cada política doméstica, en sus miras, para cada aliado: “Flores no tiene otro enemigo que los blancos (orientales), Mitre no tiene más adversario en vista que las provincias (del interior), Don Pedro II no tiene más enemigos que la ex república de Río Grande”(71).
En otra parte agrega: ―Si Buenos Aires busca la alianza del Brasil, ¿qué cosa más natural que las Provincias busquen, por su parte, la alianza del Paraguay?(72). Alberdi desarrolla su tesis explicando que para Buenos Aires “el verdadero enemigo no es el Brasil” sino “los países interiores a quienes Buenos Aires les tiene arrebatados el tesoro, su tráfico y todo su ser. Asegurarse Contra ellos, mantenerlos en su condición colonial es más vital para el egoísmo antinacional de Buenos Aires que el alejar al Brasil de la costa oriental... Las provincias se volverían para Buenos Aires un enemigo formidable desde que tuvieran el apoyo del Paraguay. Es lo que Mitre trataría de evitar a todo trance halagando y atrayendo a Urquiza, enviando agentes y palabras de amistad al Paraguay para calmarlo y evitar toda coalición o alianza, en tanto Flores, ayudado por Brasil y Buenos Aires, lleva adelante los cambios en la Banda Oriental...” . Porque señala Alberdi: “en esta república Argentina no sólo hay dos partidos sino más bien dos países, dos causas públicas, dos patrias y dos patriotismos, por decirlo así. Un interés profundo los divide y hace antagonistas y ese mismo interés, sin cambiarlo, es el que hace aliado nato del Paraguay. a todo el país argentino situado al norte de Martín García y aliado natural del Brasil a la otra porción del país que, como el Brasil, está situada a las puertas del Plata y en las costas del mar. Aquel interés es el tráfico directo con el mundo exterior, la renta pública procedente del tráfico y el poder y el influjo derivados de la renta, es decir, del tesoro y del crédito público basado en é1. Río de Janeiro y Buenos Aires aspiran a dividírselo entre los dos a expensas de todos los países interiores, de que quieren hacer verdaderas colonias tributarias más o menos disimuladamente”(73).
 
Desde esta perspectiva, Alberdi establece relaciones con el gobierno de Solano López, a través de Gregorio Benites. Así, le envía la siguiente carta:

“Me interesa que el señor mariscal López conozca todo esto por intermedio de usted, que es testigo inmediato de todo ello. E1 interés en esto, como en mis escritos, no es personal ni privado. Se refiere del todo a la política venidera de nuestros-dos países y a sus conveniencias mutuas y solidarias. Tenga usted la bondad de repetirle lo que tantas veces le he dicho a usted y al señor Barreyro. Yo no quiero ni espero del señor mariscal López empleos públicos, ni dinero, ni condecoraciones, ni suscripciones de libros. Todo 1o que quiero me lo ha dado ya en parte: es hacer pedazos, con su grande y heroica resistencia, el orden de cosas que formaba la ruina de mi propio país, y para 1o venidero, todo 1o que quiero es que él abrace una política tendiente a buscar una liga estrecha con el nuevo orden de cosas que represente los verdaderos intereses argentinos, la seguridad y garantía respectivas de los dos países contra las ambiciones tradicionales del Brasil y Buenos Aires, respecto de los países interiores en que hemos nacido él y yo”(74).
 
Alberdi le envía también sus folletos acerca de la guerra: Las disensiones de las repúblicas del Plata y las maquinaciones del Brasil (mayo de 1865), Los intereses argentinos y la guerra (junio de 1865), y Crisis permanente en las repúblicas del. Plata (febrero de 1866)(75).

Todo esto 1e valdrá el título de “traidor a la patria” que le lanzará el mitrismo. Pero Alberdi refuta contundentemente esta acusación: “Definir la traición y el patriotismo en la República Argentina es dar la llave de todo el estado político de este país. Las ideas que su gobierno actual llama “traidoras” han sido calificadas de “patrióticas” por todas las provincias cuando no estaban gobernadas por Buenos Aires. ¿Qué quiere decir esto? Qué hay dos puntos de vista para definir 1o que es patriotismo y lo que es traición en la Argentina... Dos grandes intereses combatieron, uno contra otro, en Caseros, Cepeda y Pavón y en esta división la patria de la que peleó por Buenos Aires no es la misma patria de los que defendieron las provincias”(76).
 
Pocas páginas después, Alberdi explica para completar esta reflexión sobre los dos patriotismos, que también hay dos modos de apreciar la libertad: “los liberales pueden soportar y lo soportan todo, lo que no pueden soportar es la contradicción, la oposición, es decir, la libertad... Esos liberales quieren en cierto modo de buena fe la libertad, pero la quieren siempre para sí, jamás para sus opositores. Aceptan toda la libertad, a condición de que no se ejerza en su contra... Son liberates al estilo de los tiranos. Sabido es que ningún tirano quiere ser esclavo. Si hay en el mundo quien ame de veras su libertad, es el tirano, pero. tanto como ama la suya detesta la del otro... La tiranía es, entonces, la libertad monopolizada en provecho de uno solo... Así, hay gobiernos libres de naciones sin libertad... Los liberales que gobiernan hoy en Buenos Aires son un dechado perfecto de ese liberalismo sin libertad. Por eso, para discutir con ellos, para combatir a sus gobiernos, es preciso poner por medio el océano Atlántico. A1 menos se asegura de ese modo la cabeza”(77). Este liberal consecuente que es Alberdi formula así una verdad fundamental, coincidiendo con aquella apreciación de Marx: “Nadie está contra la libertad, a 1o sumo, está contra la libertad del otro”. Es decir, la libertad y también el patriotismo, cuando el país está escindido en bloques sociales antagónicos, adquiere un contenido de clase. Lo que para unos es patriotismo, para otros es traición a la patria.

Hasta el diario La Nación concluye confesando el carácter de guerra civil que ha formulado Alberdi: “Las alianzas del Río de la Plata quedan así definidas: alianza de la civilización y las formas regulares de gobierno, la república Argentina, el Brasil, la banda Oriental, representadas por el partido liberal. Alianza de la barbarie: el gobierno para-guayo, los restos del caudillaje argentino, los restos del caudillaje oriental(78).

CONCLUSIONES

La Guerra de la Triple Alianza sólo resulta comprensible desde una óptica latinoamericana. Las historias de las “patrias chicas” no ofrecen respuestas. En ellas, Alberdi y Varela serían traidores, Solano López, el imperio brasileño, y el mitrismo serían intrusos en el conflicto de la Banda Oriental. Venancio Flores un oriental que se entromete en las provincias argentinas del noroeste y luego ingresa a su país con apoyo bélico argentino y brasileño. Como sostiene Alberdi, no es una guerra internacional, sino guerra civil, en definitiva porque América Latina es una Nación.
 
La destrucción del Paraguay, tanto de la mayor parte de su población como de su modelo de crecimiento autónomo, constituye el punto de partida de la política oligárquica porteña dirigida a convertir el Río de la Plata en semicolonia británica. Así como, a partir de 1976, el genocidio constituyó el paso previo a la reconversión de la economía argentina en subordinación a EEUU, del mismo modo, en aquella época, aquel genocidio fue un antecedente de la sumisión al Imperio británico.

Finalmente, cabe destacar que la experiencia paraguaya (que en términos actuales podría calificarse como “desconexión”, desde el punto de vista de Samir Amín) probó la posibilidad de aplicar un plan económico de crecimiento hacia adentro, de acumulación de capital autónomo, con decisiva presencia estatal y política social altamente beneficiosa para el pueblo. Era el Plan de Operaciones de Moreno, y había tenido su primer antecedente en la política económica de San Martín, en Cuyo, de la cual surgiría el ejército de los Andes.

NOTAS
1. Pomer, León: Guerra con el Paraguay; Buenos Aims; CEAL; nº 26; pág. 162
2. Halperín Donghi, Tulio: Historia contemporánea de América Latina; p.p. 252-253. Edit. Alianza, Bs. As., 1994.
3. Romero, José Luis: Las ideas políticas en la Argentina, Buenos Aires; 1956; pág. 56
4. Romero, Luis Alberto: Una Historia Argentina, Cuadernillo Nº 8; pág. 27, Edit. El Quirquincho.
5. ibídem
6. Rivera, Enrique: José Hernández y la guerra del Paraguay; Buenos Aires; Editorial lndoamérica; 1954; p. p. 104-105
7. Sánchez Quell, H.: La diplomacia paraguaya de Mayo a Cerro Corá, Edit. Kraft, Bs. As, 1957.
8. Rivera, Enrique: op. cit. ; pág. 115
9. Ibídem
10. Carta de Venancio Flores a Bartolomé Mitre, 1862.
11. Evaristo Carriego (p) al coronel Navarro; 27 de septiembre de 1863; Leg. Urquiza
12. Julio Victorica, citado por Fermín Chávez en Vida y muerte de López Jordán
13. Pomer, León; Ob. cit.
14. Julio Victorica en F. Chávez; op. cit.
15. Coronel Navarro al General Urquiza; 5 de enero de 1865
16. Evaristo Carriego (p) en El Paraná; 11 de marzo de 1865
17. Solano López a Cándido Barreiro; 1º de febrero de 1865
18. Solano López al General Urquiza; 26 de febrero de 1865
19. Felipe Varela; Manifiesto del 1ø de enero de 1868
20. Ibídem
21.Chávez, Fermín: Ob. cit.
22. Bartolomé Mitre en La Nación; 24 de marzo de 1865
23. B. Mitre en La Nación; 10 de marzo de 1865
24. López Jordán a Urquiza; 31 de julio de 1865
25. Francisco Fernández, en carta de Juan González al General Urquiza: 19/9/65.
26. Chávez, Fermín Ob. cit.
27. Ibídem
28. Chávez, Fermín Zamba de los voluntarios
29 Cárcano Ramón en Urquiza y Alberdi, Edit. La Facultad, Bs. As. , 1938.
30. Carta de B. Mitre a Marcos Paz, citada por José María Rosa, La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas,Edit. Peña Lillo, Bs. As. , 1964, pág. 242
31.Rosa,José María:Ob. cit.
32. El Eco, enero de 1866, en F. Chávez, Ob. cit.
33. Castro Boedo, Emilio al General Urquiza; 15 de noviembre de 1866
34. Varela, Felipe, en Manifiesto del 1/1/68
35. Proclama de E Varela, en Francisco Centeno: Virutas Históricas Edit Menéndez, Bs. As, 1929
36. Proclama en Ortega Peña y Duhalde: Felipe Varela contra el imperio Británico, Edit. Sudestada, Bs. As. , 1965.
37. Sarmiento, Domingo Faustino, citado por Ortega Peña y Duhalde, Ob. cit.
38. Sarmiento, Domingo: 15 de enero de 1867, citado por Elías Giménez Vega, en Testi-gos y actores de la Triple Alianza, Edit. Peña Lillo, Bs. As. , 1961.
39. Sarmiento, Domingo: 2/2/67, citado por E. Giménez Vega, Ob. cit.
40. Guillermo Rawson: citado por Ortega Peña y Duhalde, Ob. cit.
41. De Sarratea, Mariano a Marcos Paz; 23 de diciembre de 1866.
42. Marcos Paz a Bartolomé Mitre; 16 de enero de 1867
43. G. B. Mathew a Lord Stanley; 27 de enero de 1867 en Ortega Peña y Duhalde, Ob. cit.
44. De Elizalde, Rufino a B. Mitre, 1867, en Ortega Peña y Duhalde,
45. Mitre B. a Rufino de Elizalde, en Ortega Peña y Duhalde, Ob. cit.
46. Carta de Felipe Saa y Carlos J. Rodríguez a General Urquiza, 5/2/67.
47. Bazán, Raúl y otros: Felipe Varela, su historia, Edit. Plus Ultra, Bs. As. , 1975.
48. Mitre, Bartolomé a Marcos Paz; 12 de septiembre de 1867
49. Virutas históricas; Ob. cit. , pág. 81
50. De Sarratea, M. a Marcos Paz; 22 de junio de 1867
51. Bazán, Raúl: Ob. cit. ; pág. 118
52. Juan Posse a Marcos Paz; 10 de septiembre de 1867
53. General Urquiza a Benjamín Victorica, en Presencia de Urquiza, de Beatriz Bosch, Edit. Raigal, Bs. As., 1953.
54. Manifiesto de López Jordán, en El revisionismo y las montoneras, Fermín Chávez, Edic. Theoría, Bs. As. 1966.
55. Felipe Varela; 17 de octubre de 1867, en Los caudillos, de Fé1ix Luna.
56. Varela, Felipe: Manifiesto del 1º de enero de 1868.
57. La Unión Americana, de Chile, 1868.  
58. Ortega Peña y Duhalde: Ob. cit.
59. Sarmiento en La Tribuna, 6 de febrero de 1868
60. Gral. Urquiza a Salustiano Zavalía; 11 de. febrero de 1868
61. De Santillán, Diego Abad: Gran Enciclopedia Argentina, Bs. As. EDIAR, 1965.
62. Sarmiento, Domingo E a R. García; 12 de octubre de 1869
63. Teodoro Fix, en Santillán: op. cit.
64. Guido y Spano, Carlos: Poema.
65. Rufino Blanco Fombona, citado en Carlos Pereyra: Francisco Solano López y su drama, Edit. Patria Grande, Bs. As.
66. Mansilla, Lucio V.: citado por E. Giménez Vega, Ob. cit.
67.Pereyra, Carlos: Ob. cit.
68. Hernández, José: en El Río de la Plata, agosto de 1869
69. Bartolomé Mitre; 21 de febrero de 1869
70. Alberdi, Juan Bautista: Historia de la guerra del Paraguay, Buenos Aires; Edit. Pa-tria Grande; Bs. As., 1962, pág. 156
71. Ibídem
72. Ibídem
73. Alberdi, Juan Bautista: El Brasil ante la democracia en América, Edic. Ele, Bs. As. , 1946
74. Alberdi, Juan Bautista a Gregorio Benites; 23 de junio de 1868, en Escritos Póstu-mos; Tomo X;pág. 44
75 Pomer, León: Ob. cit.
76 Alberdi, J. B.: Historia de la guerra del Paraguay; Edic. Patria Grande, Bs. As. , 1962, pág. 132
77. Ibídem
78. La Nación, 28 de octubre de 1864

 

En Cuadernos Para la Otra Historia,

Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, 2005.

www.discepolo.org.ar