La elección de escuela y la inscripción en línea: cuando la agilidad desplaza el cuidado
Humanizar el primer encuentro entre las familias y la escuela
El inicio de la escolaridad es un momento sensible para las familias. Elegir una institución y atravesar la inscripción supone un pasaje profundo: de la intimidad del ámbito privado, donde se construyen prácticas de crianza y se toman decisiones personales, hacia el espacio público, donde intervienen agentes estatales, comunitarios e institucionales. Ese tránsito, que inaugura una nueva forma de participación social, merece ser acompañado y cuidado. Sin embargo, en la Ciudad de Buenos Aires, las políticas adoptadas para ordenar la demanda escolar han puesto el foco en la agilidad del trámite de inscripción antes que en las dimensiones pedagógicas y vinculares del proceso.
Un pasaje que convoca a múltiples actores
El encuentro con la primera escuela es también el primer contacto con un agente público y con otros pares con quienes se compartirá un espacio social. Sostener ese pasaje exige corresponsabilidad: de la familia, de la escuela y del Estado. No se trata solo de asignar vacantes sino de acompañar el ingreso a la vida escolar.
La complejidad de elegir una escuela
Cada familia llega con expectativas y necesidades singulares. Más allá de la distinción entre escuela pública o privada, la elección involucra preguntas sobre cercanía, jornada, comedor, proyecto pedagógico, rutinas de crianza, espacios, clima institucional y formas de acompañamiento. Parte de esa información podría buscarse en la web oficial -aunque la realidad de la información en la Ciudad dista de ser completa-, pero otra sólo se conoce en el encuentro presencial: recorrer los espacios, observar el juego, escuchar a directivos y docentes, percibir cómo se conciben las infancias y cómo se organiza la vida cotidiana de la institución. El proyecto institucional no se evalúa clickeando opciones, sino conversando.
La inscripción en línea: simplifica y aleja
Desde hace más de una década, el Gobierno de la Ciudad implementó un sistema de inscripción totalmente digital. Se lo presentó como una modernización necesaria: agiliza trámites, evita filas y ordena la demanda. Una directora de nivel inicial consultada coincide en que el sistema “simplifica”, pero advierte que la presencialidad posibilitaba un lazo significativo que la virtualidad interrumpe. “Tuvimos que inventar nuevas estrategias para encontrarnos”, dice, sintetizando una tensión central: el sistema aligera procedimientos, pero al mismo tiempo aleja.
Una madre entrevistada valora la facilidad del trámite, aunque su experiencia revela las limitaciones del modelo: obtuvo una vacante a más de cincuenta cuadras de su casa y debió recurrir a un privado; recién al año siguiente accedió a la escuela de su prioridad.
Una docente consultada destaca que la digitalización evita filas y permite inscribirse desde cualquier lugar, pero también reconoce que cuando hay alta demanda “la plataforma se tilda” y que las familias sin conectividad dependen de centros de apoyo que, aunque necesarios, son insuficientes.
Los primeros años de implementación mostraron con crudeza la desigualdad digital: familias sin dispositivos, sin conectividad o sin información quedaban fuera del sistema. Buena parte del acompañamiento lo asumieron organizaciones sociales y políticas del territorio, no el Estado porteño. Con el tiempo se sumaron centros de ayuda estatal, pero su función se limita a asistir en la operatoria, sin brindar información pedagógica sobre las escuelas. Es decir, el GCBA creó un soporte técnico, pero no un dispositivo de acompañamiento integral.
Una supervisora de Distrito refuerza la idea: “agiliza, pero genera distancia”. Agrega que “...hay un antes y un después de la pandemia del 2020, ya que algo que resultaba tedioso se transformó en una herramienta útil tanto para las familias como para las escuelas”.
No obstante, incluso con la masificación digital inducida por la pandemia, persiste el mismo problema estructural: la inscripción fue pensada como trámite, no como momento pedagógico, quedando toda la responsabilidad depositada en los equipos docentes de cada escuela.
La importancia del vínculo entre familia y escuela
Como señala Claudia Gerstenhaber*, la educación involucra necesariamente a la familia: cada niño ingresa con una historia y la coherencia entre hogar y escuela es clave para su bienestar. La comunicación fortalece a la familia, potencia a la escuela y sostiene al niño. Cuando el primer contacto se reduce a una plataforma, se pierde la oportunidad de construir ese puente.
Hacia una inscripción que recupere la cercanía
Digitalizar un trámite no es el problema. El Estado porteño diseñó un sistema ágil para la gestión administrativa, pero no para acompañar el ingreso escolar. La solución no es volver atrás, sino reorientar la política pública: abrir canales de diálogo, garantizar jornadas de puertas abiertas, entrevistas iniciales y recorridos presenciales, y asumir que la inscripción no es sólo un proceso de asignación de vacantes, sino el primer acto educativo y vincular entre familia e institución.
La inscripción en línea ordena y agiliza, pero también redefine la relación entre Estado y ciudadanía. Si se la concibe únicamente como operación técnica, su resultado es la distancia. Si se la integra a una política de cuidado, puede convivir con instancias presenciales que permitan construir confianza, anticipar necesidades y humanizar el ingreso a la vida escolar.
El desafío es claro: superar la lógica del trámite y asumir que el inicio de la escolaridad exige políticas que reconozcan el valor público del vínculo. La modernización no debería deshumanizar la puerta de entrada al sistema educativo, sino mejorarla.
*Gerstenhaber, Claudia (2004) Cuidar y educar en el jardín maternal. AZ editora. Buenos Aires.