Tres escritoras peronistas, por Gabriela Borrelli Azara

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Tres escritoras peronistas, por Gabriela Borrelli Azara

16 Diciembre 2021

Por Gabriela Borrelli Azara (en la foto la escritora María Granata)

No hay lugar ni evento en el que me sienta más cómoda que en una lectura de poesía. El bullicio primero, los saludos, el buscar el vasito lleno de algo, sentarse, charlotear, criticar (que siempre une), y el silencio previo, las voces que se van apagando para que el primer poema sea leído. La o el poeta que entonces toma aire, los escuchas buscan un lugar en el que fijar la mirada: algunes al suelo, otres extendiendo apenas el mentón hacia arriba y cerrando los ojos, hay quienes miran fijamente al que lee, como siguiéndole los versos, otros, escuchan como si no pasara nada, mueven los dedos sobre la mesa o apenas rozan borde del vaso. Un silencio colectivo para que aparezca un poema.

No encuentro momento más hermoso, nunca me siento tan bien como cuando estoy en esa situación. He estado en lecturas de chetos, en lugares finísimos, y también en improvisados ciclos en los que cartoneros dejaban su carrito y se sentaban a escuchar poesía luego de recorrer la ciudad. He estado en lugares en los que la gente se desnudaba y otros en los que el ego de los poetas era tan grande que no dejaba respiración para los oyentes. Lecturas, reuniones en las que la poesía vive y se alimenta, se siembra y se cosecha.

Pienso en los encuentros de ahora y pienso en el nombre de esta mesa, en las peñas de los viernes en las que participaba Evita, esas reuniones con poetas en el Hogar de la Empleada, en Av de Mayo al 800,  el mismo momento, el mismo silencio antes de la aparición del poema, la mirada de Evita, imagino fija en el poeta, el mentón siguiendo el ritmo. Imagino, porque ese es mi lugar, la imaginación, no los datos, no la veracidad sino la serie que se reconstruye en la imagen que hoy tengo de Evita escuchando poesía, siendo una vez más una de nosotras, la Evita espíritu de los descamisados, la evita montonera, la evita que si viviera sería tortillera, la evita poeta, ahora.

El caudal político de la imaginación poética que puede en la fantasía creer y militar por las realidades efectivas. ¿Qué poemas circulaban esas noches? seguro los del poeta Castañeira de Dios y  los de Fermín Chavez se erigen como organizadores de la peña. El mismo Chavez afirma: “la Peña Eva Perón nació en forma súbita, sin mandato de nadie”.

Miro una foto, Evita tiene unos papeles en la mano y una birome. ¿ Toma notas de los poemas? ¿Escribe los suyos mientras escucha? La acompañan en esa foto 16 poetas. Hago foco en las dos mujeres. Una, intuyó es Julia Prilutky Farny, poeta capital que el canon bienintencionado de la poesía argentina condenó a lo amoroso. A su lado está María Granata, la inmensa María Granata, la eterna, la que escribió poemas, cuentos y casi una docena de novelas con una obsesión: la eternidad, y tanto se obsesionó María Granata con la eternidad que la está encarnando: vive, hoy en San Vicente y el 5 de septiembre cumplió 101 años. María Granata que una de esas noches en la peña leyó este poema: 

Da su fulgor tu corazón despierto 
en cielo de humildad y dulcedumbre, 
y es por la gracia de su amor tan cierto, 
dichoso canto lo que fue quejumbre. 

Numeroso fervor tu sangre encierra. 
La piedad con sus signos te señala. 
¡Oh dulce Eva Perón!, sobre la tierra 
tu sombra tiene ya forma de ala. 

Hoguera azul tu diáfano desvelo, 
sumada llama del dolor humano. 
Llega hasta cada ser, en claro vuelo, 
la paloma que nace de tu mano. 

Tu que conoces cuánta vida cuesta 
cada latido, siempre estarás viva. 
Tus preguntas el ángel las contesta, 
-diálogo de verdad definitiva.- 

Con pureza que viene de la altura 
das la felicidad como una rosa. 
Entre los días tiempo que perdura. 
Es ésa tu labor maravillosa. 

Hasta en el sueño velas y conoces 
la táctica congoja, la esperanza 
que dirige hacia ti todas sus voces 
y embellecida realidad alcanza. 

Con qué sangre total, con que ardimiento 
presente estás en venturosos dones. 
Qué fortaleza la del sentimiento 
que el corazón te llena de razones. 

Es ese resplandor que te circunda 
perfecta imagen de esperado día. 
La hermosura en ti vuélvese profunda 
como el amor que tus afanes guía. 

Pena de otros tu costado puebla. 
Ajeno llanto llora tu mirada. 
Atravesando ves dura tiniebla, 
tu que estás por ti misma iluminada. 

¡Oh dulce Eva Perón!, 
toda memoria dichosamente guardará tu vida. 
Vas hacia la poesía, hacia la historia, 
por el ángel de octubre conducida. 

Invoco ahora a María Granata, a su figura, a su historia viva y reciente, la invoco como agarrandome de ella o la llamo mejor, le mando un wsp para decirle que su obra, que su espíritu de vanguardia está intacto en sus novelas no reeditadas no revisatadas.

Mi ánimo es feminista y peronista: reconstruir una genealogía, decir a los cuatro vientos que las escritoras peronistas son las más osadas de nuestra literatura que la fuerza de su militancia a germinado en pura vitalidad literaria. No solo armar una lista sino sumar al juego de las series literarias,  lo estético: ¿Y por qué digo esto? como saben cuando  los movimientos feministas de la actualidad levantan o recuperan las voces de mujeres escritoras lo hace primero desde la identidad genérica y allí los detractores, "que lo que importan son las estéticas”, "el trabajo con la lengua o la trama”, que “el subrayado de su condición de género no es una variable para la circulación de tal o cual literatura”. Sin desdeñar esas críticas, las incluyó en un pensamiento: ahí hay una trampa y también un desafío.

La trampa es que en la mayoría de los casos esa condición identitaria de la autora la dejaba afuera de cualquier canon literario, y a su vez sería un poco injusto que cuando los movimientos sociales empiezan a crear lectoras ansiosas por leer mujeres o disidencias se esconda ese rasgo. Pero tratando de evitar la trampa y asomarnos al desafío, aquí voy: armo una tríada estética. Libertad Demitrópulos, Aurora Venturini, María Granata. La tríada de la vanguardia literaria peronista. La primera funda el género novela histórica con fuerza poética y revolucionaria, y en la figura de María Muratore en el Río de las Congojas une pasado y futuro. 
Traigo las palabras acá de Laura Pensa, magister en literatura de la universidad de Michigan en su artículo “La novela histórica en clave etnográfica: Lectura del mestizaje en Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos:

“ Río de las congojas nos sitúa en un espacio marginal de la colonia temprana, como son las tierras bajas sudamericanas, y lo hace a través de monólogos (múltiples voces singulares) de personajes marginales de la sociedad colonial, principalmente una mujer y un hombre de estatus social bajo y pertenencia identitaria mestiza, aunque ambigua.

En esta novela, el personaje poderoso según la versión oficial de la historia, Juan de Garay, también llamado el Hombre del Brazo Fuerte, o el conquistador, es el único que no relata en primera persona. Sólo escuchamos su voz a través de las personas sobre las que ejerce su poder, María, una de sus amantes, y Blas, uno de sus soldados.

Ricardo Piglia, quien escribió el prólogo a una de las ediciones de esta novela (FCE 2014), considera que la obra revisa 'nuestra ficción de origen' a partir de los 'protagonistas secretos de la historia' y le recuerda a aquel poema de Brecht que se pregunta quién construyó la ciudad de Tebas. En este sentido, sugiero que esta novela desafía la narrativa 'oficial' argentina en tanto incorpora personajes cuyo mestizaje social y biológico interpela la invisibilización de identidades étnicas. Al mismo tiempo, considero que encuentra limitaciones en la representación de los colectivos indígenas, colaborando con narrativas clásicas de exotización, pero no obstante es novedosa y un tanto premonitoria si consideramos la década de su publicación. Libertad Demitrópulos se pregunta quiénes quisieron fundar nuevamente Buenos Aires en 1580, hombres y mujeres que la historia ha posicionado en un lugar relegado; y nos devuelve un relato que no es perfecto en términos de representación etnográfica, pero sí cuenta con algunos virtuosos puntos de vista singulares. Capitalizar sus aportes y señalar sus limitaciones nos acerca a un entendimiento mayor de la relación –y los condicionamientos-entre historia, antropología y ficción.”

La segunda Aurora Venturini que se autorescató a si misma presentándose a un concurso de nueva novela con 85 años. Su obra es un destilado de maldad fantasiosa interminable. Transformó sus experiencias como psicóloga infantil de la fundación Evita en pura literatura sin ánimo realista. De las cazadoras más lobas, de la tierra de las que se meten con todo, de las que desprecian con ganas lo real para abrir el mundo a lo que solo puede suceder en la escritura: Aurora Venturini. De la tierra de la pura insistencia en el lenguaje. La literatura de Venturini es voraz, pareciera que se come a sí misma cuando la leemos.  Su biografía también es la pura literatura: Platense, amiga íntima de Eva Perón. Frecuentadora en la París de los cincuenta de Sartre y Simone de Beauvoir (se había tenido que ir a Europa después del derrocamiento de Perón en 1955), compañera de cuarto de Violette Leduc, militante peronista, psicóloga infantil, domadora de arañas y visitante de los infiernos. Aurora Venturini se licenció en Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de La Plata y fue asesora de la Fundación Eva Perón en el área de Psicología y Reeducación del Menor.

También autora de una de las biografías de Evita. Como dice Leila Guerriero: “Aurora Venturini no tiene vida, tiene versiones”. Ambas biografas de Eva Perón. 

Y María Granata, viva, aquí en la provincia de Buenos Aires, sin los honores del rescate feminista literario, sin un premio con su nombre, como tienen por ejemplo Silvina Ocampo o Sara Gallardo, la primera ferviente antiperonista. Tampoco tiene reediciones. 

Dario Pulfer nos acerca una biografía de ella: 
" María Granata nació en Balvanera en Septiembre de 1920. Desde 1942 forma parte de la escena poética argentina, primero como colaboradora de la Revista Conducta dirigida por Leónidas Barletta (cercano al grupo de Boedo), luego como integrante de la Peña de poetas ´Eva Perón´. 
María funda el sindicato de escritores de la Argentina, desde donde apoya la reelección de Juan Domingo Perón y el plan económico de 1952. Al mismo tiempo, colabora en las revistas La prensa, Línea Dura y revista Mundo Peronista. A partir de 1952, son publicados un conjunto de libros que conforman hoy su universo apasionado y comprometido: los ensayos La Mujer y la poesía, La mujer en la gesta heroica del 17 de octubre, y  Pueblo y peronismo, y los bellísimos libros de poemas Corazón Cavado y Umbral de tierra. Desde 1941, Coca vive en San Vicente, donde hace pocos meses cumplió cien años llenos de plenitud y lucidez. 

Su novela más destacada es Los viernes de la eternidad (1971), que le significó el Premio Emecé y el Premio Nacional de Letras de Argentina. La novela fue llevada al cine en 1981 por Héctor Olivera sobre un guión realizado con la escritora. Granata cuenta que nunca había pensado escribir una novela hasta una mañana en la que se le ocurrió de golpe el personaje del aparecido que viene a buscar a su mujer, la escena de los clavos y el final. Esa misma tarde empezó a escribirla. Otras de sus novelas son La escapada y El sol de los tiempos.

Quiero compartir con ustedes, contagiarles el ánimo lector para emprender la visibilización de la singularisima obra de María Granata en la que la trashumancia, el habla del caserío, el paisaje de la llanura pampeana son obsesiones literarias 

Por ejemplo en El Éxodo; un grupo dispar de familias, como de un caserío emprende un éxodo, la novela empieza in media res, ni siquiera con la salida de este grupo de su lugar sino en el medio de la larga peregrinación a un lugar nuevo, en una de las paradas, uno de los hombres más grandes viola a una de las muchachas más jovenes del grupo. La novela se vuelve así una incomodidad constante y se establece una tensión que convive con la incertidumbre. 

Para finalizar y no aburrirlos más, mi intención es solo contagiar una inquietud, decir el nombre de María Granata en alto, no hacer como si su vida no hubiera pasado, como si sus libros no se hubiesen escrito.

Cuando dejo de ser, cuando comienzo
a morir con mi sombra a mi costado, 
tu corazón, en un fulgor inmenso, 
transparenta mi párpado apagado.

En él renazco, el júbilo en suspenso,
con paulatina llama a cada lado. 
Vuelvo a mis manos otra vez, y pienso
que recorro un país recién creado.

Entre mi venas, como fuerza mia, 
tu corazón, en dulce reverbero
me da la eternidad y la agonía

Ya no podré morir. A tu presencia,
con el fin el origen recupero,
cuerpo el alma, la carne transparencia.