Las señoras gordas de Jauretche
Si hay algo que deberíamos publicar (Galasso, por favor, apuntate en esta) es un vocabulario jauretcheano. Don Arturo en el transcurso de su titánica tarea por visibilizar y desmantelar nuestra “colonización pedagógica” (otra denominación propia de él) hizo uso de tópicos, conceptos y denominaciones que no hacían más que renegar de los códigos cientificistas (que desarrollan una suerte de dialecto endógeno) para divulgar un nuevo conocimiento: hablando en criollo, dando su aporte para una epistemología de la periferia (como lo supo definir Fermín Chávez)
En 2018, la senadora kirchnerista María Inés Pilatti de Vergara cuestionaba una protesta ante el Congreso para pedir el desafuero de Cristina Fernandez llamándolas “señoras gordas”. Claro, en este contexto posmodernistas, donde el cuidado del lenguaje (perteneciente al mundo de las formas) tiene mayor importancia que lo real y concreto había irritado a la opinión pública. ¿Cómo una representante del senado descalifica a las mujeres que protestan cuestionando sus “cuerpas”, su capacidad cognitiva y la mar en coche? La senadora tuvo que excusarse y aclarar:
“Señora gorda es una manera de conceptualizar de don Arturo Jauretche, hace más de 50 años, a un sector de la sociedad que tenía un pensamiento determinado respecto a temas que tenían que ver directamente con la justicia social. Quiero que quede aclarado para que no haya ninguna interpretación de discriminación en mis dichos".
La definición de “Señora gorda” no responde a un estereotipo como pareciera indignarle a la “tilinguería” (anótese otro concepto jauretcheano) sino a un tipo social. En 1966 Don Arturo publicaba “El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología nacional)” una obra trascendental para acceder a la realidad político y social de aquellos tiempos y reflexionar sobre los actuales. ¿Por qué? Porque la “señora gorda”, el “tilingo”, el “cipayo” y el “medio pelo” son tipos sociales (no) ideales que desvirtúan la misión histórica de la clase media.
“En principio decir que un individuo o un grupo es de medio pelo implica señalar una posición equívoca en la sociedad; la situación forzada de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad posee. Con lo dicho está claro que la expresión tiene un valor históricamente variable según la composición de la sociedad donde se aplica”.
La definición apunta a la eterna frustración de ese “medio pelo” que pretende ser “algo más” para diferenciarse del “común”, o sea del Pueblo. El Pueblo es, para Jauretche y el nacionalismo, donde anida la nación. Esa relación tensa la hace renegar de los gobiernos populares porque, al mejorarse las condiciones de los sectores populares, el “medio pelo” se siente condicionado, amenazado. Digno de un análisis freudiano, el carácter parricida que tiene el medio pelo hacia el Estado responde a esa carencia de formación nacional.
Apuntar a realizar una sociología criolla, para Jauretche, respondía a darle batalla a la ciencia social emergente de los sesenta que dominaba el paradigma científico y que se había consolidado no casualmente luego de 1955. La sociología científica se instauraba en la universidad de la mano de Gino Germani y su difusión y alcance tuvo su financiamiento clave por parte de las fundaciones Ford y Rockefeller. La sociología de Germani era tributaria del funcionalismo estadounidense y propugnaba el desarrollo industrial pero no autónomo desde luego, sino dependiente de las inversiones extranjeras. Por otro lado, los sesenta se caracteriza por el ascenso y esplendor de la clase media. Era necesario, entonces, visibilizar las zonceras de aquel sector clave y poner el énfasis sobre pensar “en nacional”.
Dentro de ese universo las “señoras gordas” eran las paquetas que renegaban del negrerío y esperaba la invitación a conformar su ingreso al club exclusivo. Pero no necesariamente apunte a una señora obesa sino que la figura jauretcheana representa una actitud. “Señora gorda” era Marge Simpson cuando era confundida como una señora de clase por llevar un saquito exclusivo de Cartier que había adquirido de pura casualidad en un outlet. Ella empecinada por pertenecer y formar parte de un club de oligarcas, obligaba a su familia (un prototipo de una clase media venida a menos) a aparentar ser de “clase”.
Los nuevos tiempos obligan a repasar el diccionario jauretcheano y actualizarlo, porque la realidad brutal de estos nuevos tiempos complejiza aún más el panorama. ¿Cómo definiría Don Arturo a las actuales juventudes, trabajadores “desclasados” que reniegan de las políticas sociales por el simple hecho de no poseerlo y prefieren el castigo económico que le impacta de sobremanera? ¿Alcanza con llamarlos cipayos cuando en realidad no tienen sentido de lo que es nación porque nación es sinónimo de vivir en comunidad y ellos están formateados por pensar en sí mismos?
Juaretche murió hace 50 años, paradójicamente cuando lo nacional comenzaba su declive. No solo moría Perón sino que a nivel macro, un cambio de paradigma instauraba nuevas reglas y normas para la supervivencia del capitalismo. Lo que padecemos hoy es el resultado no sólo de las políticas represivas de la última dictadura sino también del modelo progresista que renegó siempre de la idea de nación por considerarla demodé.
Durante décadas nos gobernaron políticos con espíritus de “señoras gordas”. Y el gobierno actual resulta su etapa superior.
*Julio Andreoni integra el consejo de redacción de la revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas