Werner Herzog: o cómo hacer películas aunque tenga que matarte

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Werner Herzog: o cómo hacer películas aunque tenga que matarte

29 Julio 2018

Por Enrique de la Calle

"Para mí Herzog es el último de los románticos. Porque siempre hizo lo que quiso, y ante todo porque sus films están cargados de la aventura de vivir", escribió el Indio Solari en un artículo publicado en El Cohete a la Luna, que dirige el periodista Horacio Verbitsky.  

Ahora, Solari incluyó al director alemán entre los homenajeados en su último disco, El ruiseñor, el amor y la muerte (¡imprescindible!), que apareció el viernes. 

¿Quién es Werner Herzog, el que siempre hizo lo que quiso? En el artículo citado, Indio Solari recordó sus viajes a Capital Federal desde La Plata para ver cine alemán. Estamos en los primeros 70. El Indio contó que vio en la casa de la entonces directora del Instituto Goethe en Argentina las primeras películas de Herzog: Signos de vida y También los enanos empezaron pequeños. "Como me deslumbró lo que vi y me pregunté de inmediato quién mierda era ese tipo, entré entonces… y ya no salí nunca", recordó Solari. 

El Indio y Herzog no se llevan muchos años de edad; el alemán lo aventaja por menos de una década. Igualmente, para principios de los 70, Herzog ya tiene una pequeña carrera notable que incluye nada menos que la mítica Aguirre, la cólera de Dios (1972). 

Sin embargo, la prolífera obra de Herzog no concluye con aquella película producida con menos de 400 mil dólares en Perú, cerca de Machu Picchu y con el extremo Klaus Kinski haciendo del explorador español Lope de Aguirre. Desde entonces, el cineasta germano filmó más de 30 películas, entre ficciones y documentales (y muchas veces, en el camino entre uno y otro género). En el medio, fue parte del llamado "nuevo cine alemán" y en los últimos años deslumbró con documentales imprescindibles, como La cueva de los sueños olvidados, Dentro del abismo, En el infierno (sobre volcanes) o He aquí las ensoñaciones de un mundo conectado (sobre internet y la inteligencia artificial). Mientras, Herzog filmó mucho para la televisión alemana, colaboró con otros directores, produjo cine (el gran documental El acto de matar, por caso) y hasta se animó con el teatro y la ópera.

"La razón por la que he sobrevivido tanto tiempo en este oficio es probablemente porque sigo abierto; cambio, vivo y la vida queda en mis filmes", ha dicho Herzog sobre sí mismo (en el libro de entrevistas Manual de supervivencia). De nuevo: las aventuras de vivir y hacer cine.  

Como se sabe, esa aventura pudo terminar mal, muchas veces. Ahí están Aguirre... y Fitzcarraldo, para recordarnos que el que arriesga a veces gana y a veces pierde (como todo jugador). Entre ambas películas hay 10 años de diferencia y varios puntos en común: la selva peruana, producciones al borde del colapso y la traumática relación entre Herzog y Kinski, el protagonista de los dos films.   

En su documental Mi enemigo íntimo, Herzog volvió sobre detalles de esos largometrajes, siempre al borde del riesgo físico y el fracaso colosal. Burlón, el propio director recordó cómo Kinski casi mató a otro actor en medio de una escena, cuando lo atacó a sablazos. En otro momento, rememoró una de las tantas veces en que Kinski amenazó con abandonar un rodaje, fastidiado con el alemán. Pedagógico, Herzog le explicó: "Así no va. El film es más importante que nuestros sentimientos personales y, sobre todo, más importante que nuestras propias personas, simples mortales como somos. No se puede hacer esto. Así no funciona", le insistió. 

Por si ese argumento no conmovía a su excéntrico colega, Herzog abandonó su teoría sobre el cine y la vida y agregó: "Tengo un arma y pienso pegarte ocho tiros si te vas". 

Aguirre, la ira de Dios:

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