Teatro: “La Pilarcita”, el milagro son los otros

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    La Pilarcita
    Foto: Fede Kaplun
CARTELERA TEATRAL

Teatro: “La Pilarcita”, el milagro son los otros

18 Mayo 2025

Nuestros pueblos están repletos de mística y tradición. Hay infinitas leyendas que se encierran en ellos como refugio de esperanza para sus habitantes. A veces, quienes viven en las grandes ciudades —cansados de una vida urbana sin sentido ni rumbo, o en busca de un milagro— se acercan a esos lugares no necesariamente para conocerlos, sino para tomar un poco de esa mística que se celebra, quizá, una vez al año. No es porque todos los que acuden sean especialmente fieles. Tal vez buscan un símbolo de paz ante su tormento, su rumiar constante, su dolor frente a la pérdida.

Pilar Zaracho, conocida como “La Pilarcita”, fue una niña de cuatro años que el 12 de octubre de 1917 falleció en Concepción del Yaguareté Corá, Corrientes, aplastada por la rueda de una carreta al intentar salvar a su muñeca que había caído del vehículo guiado por bueyes. A esta niña se le atribuyen varios milagros. Su historia se mantiene viva en el santuario levantado en el paraje Cerro Pitá, en el mismo sitio donde ocurrió la tragedia hace ya 106 años. Allí, miles de personas peregrinan a pie, a caballo, en motos, autos o bicicletas para agradecerle los favores concedidos y reforzar su gratitud dejándole una nueva muñeca en su altar.

El santuario es administrado por la familia Zaracho, descendientes directos de la pequeña milagrosa.

La obra teatral La Pilarcita retrata a la perfección este universo. Dos amigas viven en el pueblo. Una de ellas renta un cuarto a los visitantes que llegan a ver a la niña santa. En ese entramado de personajes se entrecruzan formas de mirar el mundo, y ese “allá” de la ciudad cobra sentido para algunos a través del “acá” del santuario.

El objeto “muñeca” aparece como eje simbólico. Como diría Donal Winnicott, “una muñeca no es solo un juguete, es un objeto transicional, un sostén de la subjetividad, una forma de juego simbólico”. Esos primeros "no-yo" que el bebé adopta como propios son puentes entre el mundo interno y la realidad externa. Cuando una muñeca es elegida, acariciada, cuidada, llevada a todos lados, puede simbolizar a la madre interna, brindar seguridad en ausencia de la madre real, y habilitar ese juego fundante de “ser otra”.

Uno de los personajes más entrañables de la obra es Celeste (Mercedes Moltedo). En su simplicidad y ternura, sueña con disfrazarse para la comparsa del pueblo.

Uno de los personajes más entrañables de la obra es Celeste (Mercedes Moltedo). En su simplicidad y ternura, sueña con disfrazarse para la comparsa del pueblo. Cose su traje en el patio del hotel de su amiga Celina (Agustina Cabo), durante la madrugada. En ese acto íntimo y artesanal del “jugar a ser otra” aparece, como sugiere Winnicott, la semilla de una identidad en expansión. Pero Celeste también cose el traje de una muñeca para Selva (Julia Catalá), una huésped que visita a “La Pilarcita” por su misteriosa pareja, Horacio. Mientras todo esto sucede, el hermano de Celina, Hernán (Julián Rodríguez Rona), narra —como un trovador— los espacios del tiempo que no transcurren en escena.

Winnicott afirma que, a través de la muñeca, pueden elaborarse escenas traumáticas.

En una charla pública, Silvia Bleichmar narra un ejemplo conmovedor: una niña de tres años no pudo dormir pensando en que su mejor amiga, que había olvidado su muñeca más querida, la iba a extrañar. “Ahí supe que estaba frente a un sujeto ético —dice—. Alguien capaz de sentir que el otro está sufriendo, de empatizar con ese sufrimiento y de asumirlo como una responsabilidad propia”. Para Bleichmar, la crueldad no se expresa sólo como daño directo, sino también como indiferencia frente al sufrimiento del otro: una forma silenciosa pero potente de la inmoralidad.

Celeste entabla una inesperada amistad con Selva en la calurosa madrugada del pueblo. Comparten anhelos, historias, la sensación de haberse dejado llevar por los días sin animarse del todo al deseo. Celeste tiene claro que lo verdaderamente triste es “saber que se pueden hacer las cosas de otro modo y no hacerlo”. Ese saber la atraviesa. Como si, al coser ese traje, no solo armara una vestimenta: estuviera también bordando un destino, su propio milagro. En ese gesto sencillo y profundo, hay algo más que dedicación: hay una forma de cuidado, una forma de decirle al otro “yo creo que vos podés”. Le promete a Selva terminar la muñeca para que se la lleve a la Pilarcita, como si ese pequeño objeto pudiera contener un deseo más grande, una fe compartida. La ternura también puede ser un acto valiente, una forma de reparar los lazos cuando todo parece roto. En Celeste, ese deseo de que el otro pueda, aún en su diferencia, se vuelve una apuesta ética. Y en esa apuesta, aunque sea con hilo y aguja, se juega también la posibilidad de que una misma pueda.

Actúan: Agustina Cabo (Celina), Julia Catala (Selva), Mercedes Moltedo (Celeste) y  Julián Rodriguez Rona (Hernán)

Asistente dirección: Alejandra D´Elia

Escenografía: Alicia Leloutre y José Escobar

Iluminación: Matías Sendón

Vestuario: Jam Monti

Canciones: Julián Kartun (música) y María Marull (letra)

Diseño gráfico: Natalia Milazzo

Fotografía: Sebastián Arpesella

Fotos de escena: Mariano Assef

Prensa y difusión: Carolina Alfonso

Dramaturgia y dirección: María Marull

Funciones: viernes 20 y 22 h en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA. Reservas: 4862-0655 /
www.elcamarindelasmusas.com

Y esporádicamente en el Teatro Astros.