Pequeño Ser

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Pequeño Ser

25 Marzo 2018

Por Franco Muñoz

Pescado Rabioso. Una banda que marcó un antes y un después en la vida de Luis Alberto Spinetta. Una frase archiconocida del Flaco grafica con total claridad lo que sentía por ese proyecto:

“Yo quería hacer un grupo más violento, una música aún más violenta que el segundo disco de Almendra (...) Con Pescado intenté romper la ternura y el eje sensible de Almendra (...) Había partido de una música esencialmente ciudadana, tanguera, con reflejos de bossa-nova, con aires de jazz e influencia de Piazzola, y ahora me rebelaba contra eso creando riffs (...) Creo que fue una etapa medio punk”.

Pero dejemos de lado sus citas textuales. Seguramente lo que él menos hubiese querido era a alguien redactando una nota y citando una tras otra sus frases para hacerse el interesante. Vamos entonces a un disco y a una canción, el motivo primero y último de este texto. Pescado 2, de 1973. Una obra de una sensibilidad única, conformada por dos LPs y pensada para ser escuchada de principio a fin, disco que llega hasta el mismo centro de quien lo o la aprecia. Una trabajo arquitectónico de sonidos inexpresables y letras increíbles. Sigamos ese viaje desde lo más enorme a lo más pequeño y detengámonos en una canción y una parte de su poesía. “Poseído del alba”. Canción 3 del primer LP, Pescado. Una de sus secciones dice: “Ya no quedan más amigos, de lo eterno…”. Acá hago una parada y un cambio desde lo objetivo a lo personal. Porque escuché decenas de veces ese disco pero nunca me golpeó tanto esa frase como esa tarde de Zonda y de misterios sanjuaninos. ¿Es que el Flaco nos pregunta directamente si quedan amigos y amigas de lo eterno? ¿O sentencia fatalmente que ya no quedan más? ¿Es que Spinetta está terriblemente solo y nos grita desesperado eso? ¿Qué nos está proponiendo con esa frase tan poderosa? Desde ese día siento que Spinetta nos interroga. Nos llama en esa canción a reflexionar, año 1973, sobre la eternidad y la existencia.

En un mundo y un país revueltos, el Flaco se detiene y nos detiene a través de esa pregunta. ¿Es que ya no quedan más amigos y amigas de lo eterno y estamos destinados a lo efímero y a la alienación? ¿Es que ahora nadie, en plena era posmoderna, se pregunta por la existencia y la eternidad y solo se preocupa por conseguir la última estupidez tecnológica? ¿Es que el egoísmo remplazó a la empatía con otros y otras? ¿No podemos volver a estar, como dice uno de los cuadernillos de Pescado 2, “desnudos de liberación”? No sé si habrá sido el Zonda, ese viento caliente y lleno de tierra que asfixia a cualquiera que encuentra a su paso, que arranca árboles y prejuicios de raíz. No sé si habrán sido las unicidades de ese día. Cómo saberlo. Tal vez fue todo eso y más. O tal vez fue ese pequeño ser que pasó a la eternidad a través de cada una de sus canciones y que nos abraza cada vez que lo escuchamos. Quién sabe. Seguro que ni está enterado y se fue de gira por el Río de La Plata. Seguro escapó de la rapidez y la prisa que lo aburrían y se fusionó con lo elemental para convertirse en amigo de lo eterno. Para convertirse en irracional. Para convertirse en Pescado Rabioso.