“Milagro en Milán”: un film renacentista

  • Imagen

“Milagro en Milán”: un film renacentista

12 Junio 2022

Por Silvina Gianibelli

Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.

Milagro en Milán fue estrenada en Italia el 8 de febrero de 1951, el país estaba saliendo del deterioro que había dejado la Segunda Guerra Mundial e iba camino al esplendor socioeconómico y cultural.

Vittorio De Sica, junto a Cesare Zavattini, en colaboración con otres autores como la emblemática dama del neorrealismo Suso Cecchi D’Amico, abre un nuevo paradigma del cine italiano: inaugura la apertura hacia la metaforización pura de la imagen.

Pensemos que hasta entonces la dimensión escénica de la naturalidad del discurso, asumía un lugar privilegiado porque su fuerza poética estaba allí. Los personajes que no interpretaban los personajes sino que los transitaban desde un cuerpo vacilante y hasta a veces equívoco (mirar la cámara por ejemplo), tenían la fortaleza poética junto a los escenarios naturales de la posguerra.

Pero en Milagro en Milán, la imagen hace de las suyas en la sustitución del acontecimiento. No hace falta contar ni demostrar sino que es necesario sentir. Una mamma que aparece bendiciendo el presente de los cuerpos azotados por la pobreza, cuyo líder de tribu encarna la bondad y la esperanza.

Totto, el protagonista, es el imaginario del niño italiano amado, aunque huérfano, que vive la simpleza de la vida con natural espíritu de alegría.

Un halo renacentista lo rodea todo el tiempo frente a todas las adversidades que la vida de posguerra le presenta. La impresión del niño alado, se hace presente en las dimensiones dramáticas: su piedad, su fortaleza y su especial su entrega al mundo. Los giros de su fuerza dramática son las de un ángel que vive para su arca. Quizá esta particular intervención narrativa demuestre que la semilla del film fue una novela pensada para niñes.

El desarrollo dramático comienza con un “buenos días” y un robo de un indigente que dispara el encuentro del destino de su nuevo hogar. Sabemos que la historia transcurre en una pequeña ciudad de Bamba que a su vez es el purgatorio de la pobreza, donde los arquetipos humanos se funden en una misma necesidad dramática: sobrevivir en la necesidad.

Como si lo hubiera escrito Dante, las miserias afloran en las cavernas improvisadas, casi por reflejo platónico de la humanidad. Es allí donde se asume en el deterioro y el impulso a la transformación social. Como todo proceso, los enfrentamientos a los obstáculos generarán nuevas dinámicas narrativas.

¿Hacia dónde nos conducimos como sociedad?¿Qué necesitamos para ser felices? Son preguntas que no se pueden responder pero sí se pueden demostrar. Quizá tengamos que entender que lo que nos trae De Sica con este film es que la conciencia de la austeridad no registra el presente sino que las ambiciones traman un futuro desprovisto de pureza.

La mamma funciona en el relato como la grande madonna que se presenta bajo la forma de paloma, que asume otra vez el valor de la pureza. Hablemos de metaforizaciones puras, entonces … Solo la reencarnación de un corazón amado por sus prójimos más próximos nos hará libre.

Pero hay algo que desata esta semiosis de imágenes simbólicas y es que una imagen cinematográfica cuando alcanza su mayor valor interpretativo nace del sueño. No importa cómo cierra un acontecimiento frente a las leyes de la narratividad sino como lo hace un giro poético. Abierto a las formas corales, haciendo de su lectura un sentimiento que abraza al personaje y conduce al espectador de su mano fraterna.

Porque de todas las luchas por la que transita Totó, la de la fraternidad como forma de enseñanza a sus pares es la que trasciende en cada determinación de su voluntad.

En fin… a lo Dante, “Quién sabe de dolor, todo lo sabe”. ¡Luz, sabiduría! ¡Acción!