Mar Gruesa y Fénix: las bandas que tocaron rock en la ESMA durante la última dictadura

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    MAr Gruesa en la Esma
    Mar Gruesa en la ESMA
ROCK Y DICTADURA

Mar Gruesa y Fénix: las bandas que tocaron rock en la ESMA durante la última dictadura

03 Septiembre 2023

A pocos metros de donde se torturaba y desaparecían personas, un grupo de aspirantes navales que, según ellos, no tenían idea de lo que ocurría a su alrededor, interpretaba canciones rockeras que iban desde Pescado Rabioso hasta Rolling Stones y Santana. A continuación, la trama y los testimonios en la voz de dos músicos oriundos de la ciudad de Punta Alta (prov. de Bs. As.) que formaron parte de esas agrupaciones entre 1977 y 1981.

En 2021, gracias al fundamental trabajo de investigación que logró el periodista y escritor Abel Gilbert con Satisfaction en la ESMA, pudimos analizar más de cerca el sonido de una época espeluznante en el período de la última dictadura. Lo que más impacta del texto de Gilbert es la playlist del torturador, la utilización de canciones rockeras a la hora de torturar a los detenidos en el mayor centro clandestino de la última dictadura, donde desaparecieron a unas cinco mil personas.

Otro acercamiento sonoro de aquella época fue el método que los militares utilizaron en el centro clandestino de la Base de Infantería de Marina ‘Baterías’. en Puerto Belgrano, donde según el periodista Diego Martínez“la música no se usaba para silenciar las torturas sino para amplificarlas”. En esa misma nota, una de las sobrevivientes del CCD cuenta que “transmitían los gritos de los torturados por los mismos parlantes del tocadiscos, para que todos escucháramos”. Y vuelve Martínez a decir que “la música día y noche fue una constante hasta el último día de cautiverio”. “Recuerdo a los Quilapayún, a los hermanos Parra y un tema de Nino Bravo llamado ‘Libre’”, profundiza la sobreviviente. “Esos discos eran parte del botín de guerra robado en la casa de Cora María Pioli, secuestrada días después de recibirse de profesora en Letras en la Universidad Nacional del Sur, aún desaparecida (...)", finaliza Martínez.

Pero, por fuera de estos métodos de tormento a partir de la música como anclaje del cinismo y la perturbación, encontramos una tercera vía: el rock ejecutado por pibes que estudiaban en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), proyectos materializados en bandas como Mar Gruesa (1977-1979) por disposición del ex capellán y obispo castrense Luis Manceñido (señalado como uno de los curas que supo bendecir los vuelos de la muerte) quien llevaba a cabo la selección y dirección de dicho grupo. Otro caso fue el de Fénix (1981), una experiencia que nació del pedido de los aspirantes para sobrellevar los días de encierro y el baile que les pegaban en el adiestramiento militar. Historias que salieron a la luz gracias a dos ex aspirantes navales oriundos de Punta Alta -ciudad del sudoeste bonaerense ubicada a 700 km de esta capital, muy cerquita de la Base militar Puerto Belgrano-, ambos con una trayectoria musical de más de 40 años. Hablamos del baterista Julio Lindner y el cantante Luis “Kappy” Sánchez.

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Kappy Sánchez en un aula de la ESMA
Kappy Sánchez en un aula de la ESMA

Al ingresar a la ESMA, Lindner contaba con 17 años y una ínfima experiencia rockera adquirida un año antes en Eclipse, grupo de música comercial formado en la Punta Alta de 1976 junto a su amigo, el guitarrista Néstor "Mona" Beratz, en la Escuela de Aprendices de la Base Naval Puerto Belgrano. Por su parte, Kappy Sánchez hizo su ingreso a los 16 años, la edad mínima para comenzar la carrera de aspirante naval. Lindner tenía clarísimo que iba en busca de una seguridad laboral, un objetivo histórico al cual aspira un gran porcentaje de jóvenes en Punta Alta, modalidad que se extiende hasta el presente. Mientras que Sánchez, sin ansias de continuar la tradición familiar, pero con muchísimos problemas generacionales con su padre, huyó de su hogar en busca de otro destino que momentáneamente le aportara una cierta seguridad (comida, techo y un futuro trabajo asegurado), con el plus de contar con una mochila repleta de información rockera, debido a su incesante actitud “comerevista” juvenil con la Pelo y la Expreso Imaginario, a la cabeza.

“Yo quería una carrera militar, porque me habían dicho que iba a ganar una buena plata, me convenía y me retiraba joven. Y no sé por qué motivo había un cabo que me miraba y me decía ‘usted es subversivo’, no sé qué es lo que veía en mí para decirme lo que me decía”, sostuvo Lindner.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo nació Mar Gruesa? ¿Ensayaban y tocaban en la ESMA o alguna vez salieron por fuera del perímetro militar? Lo pregunto porque, en ese momento, ya funcionaba el centro clandestino de detención. ¿Te tocó ver movimientos de detenidos?

Julio Lindner: La banda estaba a cargo del teniente Luis Manceñido y los temas los elegíamos nosotros, no era una banda militar sino una banda de rock tipo UNITAS -banda de la armada estadounidense- que hacía temas de Spinetta, Santana y otros clásicos de rock. Salimos a tocar un par de veces, pero sólo recuerdo un convento de monjas, la mayoría de las veces tocábamos en la misma escuela. Nosotros no vimos nada de nada, los tipos ocultaban todo, estábamos en otra cosa, disfrutando de tocar, aunque a veces nos pegaran un baile bárbaro. De hecho, ensayábamos de noche y muchas veces zafaba de algunos de esos bailes. Mi ingreso en la banda fue porque quedé seleccionado entre más de 30 bateristas.

APU: ¿La banda era parte de algún proyecto o área cultural, o de dónde venía esa propuesta?

J.L.: La propuesta venía de parte de Manceñido; la banda se llamaba Mar Gruesa por el oleaje más fuerte y ensayábamos en una sala que era hermosa, con instrumentos nuevos. Ahí toqué con una Colombo preciosa y me acuerdo que el cura nos exigía que ensayáramos varias horas, siempre de noche.

Sobre Manceñido, en una nota de Página/12, su autor el periodista Diego Martínez expone que “El excapitán Adolfo Scilingo, en su confesión ante el periodista Horacio Verbitsky, nombró a Zanchetta y a Luis Manceñido como dos de los capellanes que confortaban con parábolas bíblicas sobre la separación de la paja del trigo a los miembros de los grupos de tareas después de cada vuelo en el que tiraban a secuestrados al mar”.

En diciembre de 1977, Lindner aprovechó uno de sus días libres y se dirigió al Teatro Astral, situado en Av. Corrientes al 1600. Esa noche, la banda folk Aucán, que estaba conformada por los hermanos Pérez -ex Miguel y Eugenio-, presentaba su primer álbum titulado Aucán, a secas. Julio recuerda haber estado rodeado de artistas de rock y folk de la talla de Edelmiro Molinari (ex Almendra y Color Humano), Gonzalo Farrugia (ex Crucis) y Oscar Moro (ex Gatos, Color Humano y Serú Girán) con quien mantuvo una charla de no más de cinco minutos. “Me acerqué a Moro para expresarle mi admiración y no sé por qué le conté que tocaba la batería como aprendiz en la ESMA, a lo que Moro me contestó que él también había tocado en la banda de la ESMA, años atrás.

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psp julio
PSP de Lindner

Por su parte, el otro pibe aspirante Luis “Kappy” Sánchez, que hoy cuenta con 60 años, sostuvo que “cada año o dos se armaba una banda de rock con un nombre diferente. En la que yo participé se llamó Fénix y hacíamos sólo tres, cuatro temas, porque los estábamos sacando para una recreación que íbamos a presentar en el patio cubierto, frente a 4000 aspirantes que iban de primero a tercer año. A la hora de armar la banda estábamos en segundo año y cuando me contaste sobre el libro Satisfaction en la ESMA se me heló la sangre, porque una de las canciones que hacíamos era ‘Satisfaction’. También interpretábamos ‘Jugo de tomate frío’, de Manal, ‘Post crucifixión’ y ‘Despiértate nena’, de Pescado Rabioso”.

Sobre si eran conscientes de lo que ocurría con las torturas y desapariciones ahí dentro, Kappy comentó: “cuando nos empezamos a enterar de lo que había ocurrido, que fue mucho después que salimos de ese lugar, a muchos nos dio vergüenza haber estado ahí. Después, nos dimos cuenta de por qué tanta guardia perimetrada con miles de pibes estudiando de un lado”.

Una noche en el puesto 14

Kappy sobresale como uno de los músicos más memoriosos de la ciudad de Punta Alta y, gracias a esa impronta, es que pudimos acceder a cierta información que entró por las retinas de un pibe de apenas 16 años y quedó grabada en su rígido hasta ahora. “Recuerdo una noche que me tocó hacer guardia en el ‘calabozo’ y tuve que vigilar a un loco que le habían dado un pilotín, en pleno invierno. Estaba en un subsuelo, tenía barba y pelo largo, de rulos. Yo estaba apostado con un fusil y en caso de que tuviera que salir a orinar lo tenía que esposar, apuntarle con el fusil y escoltarlo hasta el baño. Y si quería defecar, tenía que llamar a un rondín para que me acompañe y sacarle las esposas para que él mismo se pudiera limpiar. Por suerte nunca me pidió ir al baño, sí me pidió agua. Recuerdo que me senté frente a él, dejé apoyado el fusil en el piso y empezamos a charlar. Y cuando se dio cuenta de que yo era un perejil, empezó a tomar un poco más de confianza y hasta me dijo algo así como ‘vos te tenés que ir de acá, no pertenecés acá’. En ese momento pensaba que el flaco había desertado, porque a los que desertaban de marina los iban a buscar y le podían dar hasta 60 días en el calabozo. De hecho, le pregunté si era desertor y el loco me respondió que no y repreguntó ‘¿no sabés por qué estoy acá?’; no, le dije, y quedó todo ahí”, sostuvo Sánchez.

Volviendo a la música ejecutada en esa puerta del infierno, Kappy recordó cómo se fue dando el proceso de creación de Fénix: “la banda se formó en 1981 cuando nosotros ya estábamos en segundo año, lo que para la Escuela era ‘Aspirante Naval de Segundo Año’ (ANSA), los furrieles u oficinistas navales. Todo esto en una plaza de armas con más de 3000 personas que, en un principio, se filtraba en lo que se conocía como Período Selectivo Preliminar (PSP), al que se anotaban 7000 chabones. El PSP era un período de baile tremendo que nos hacían a todos para ver quién se quería ir de baja, porque tenían que quedar alrededor de 3000”. El filtro funcionaba como tal por la eficiencia de los ‘movimientos vivos’, forma en la que llamaban a las tremendas cagadas a palos que eran humillantes, como arrodillarse en el piso con granos de maíz o hacer la famosa pose del pensador con los codos.

En medio de ese clima, la única alegría a la que los muchachos reclutas de primer año accedieron fue un domingo del verano de 1980 en el PSP, del cual Sánchez rememoró: “eso fue durante una especie de jornada para ordenar las cosas, que creo se llamaba ‘orden cerrado’, donde algunos subimos a un escenario vestidos de gris con el uniforme, pelados y colorados por el calor y la cagada a palos que nos daban, y nos dejaron expresarnos en algo que nos gustaba o sabíamos hacer. Uno hizo malabares, otros bailaron folclore y a mí me acompañó con la guitarra un muchacho que rascaba la viola. pero no sabía ningún tema de rock nacional y terminamos haciendo una canción de Mario Echeverría, algarabía total”.

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Fiesta de egresados de la ESMA, promoción N34 FU ARA 1980
Fiesta de egresados de la ESMA, promoción N34 FU ARA 1980

A los pocos meses de aquel espacio de divertimento que se había generado en el PSP, un cabo de tercer año que tenía la posibilidad de organizar algunos huecos de esparcimiento, se le acercó a Kappy. El flaco le habló sobre el revuelo que había generado la interpretación vocal de Sánchez en los pasillos de la ESMA. “El loco fue a decirme que tenía que armar una banda, que debía reclutar a músicos curso por curso, y hasta me dijo que íbamos a poder contar con instrumentos que estaban en el módulo, lugar al que nos trasladamos enseguida. Al entrar, no podía creer la calidad de los instrumentos. Ese paseíto me dejó fascinado y con muchas ganas de armar la banda. Así fue que empecé a elegir los temas y recluté a Alberto Resquín (segunda viola); un aprendiz naval electricista de tercer año (ANTA) de apellido Rodríguez (primera viola); un pibe lavandero aprendiz naval de primer año (ANPA) (Batería); el catamarqueño Walter Oviedo (bajo); un supuesto percusionista encubierto que era Luis Leguizamón-oriundo de Villa Arias (Punta Alta), como yo-, quien hacía que tocaba las tumbadoras o las timbaletas, y cuando caía algún superior a pispear agarraba un bongó y hacía que tocaba; y por supuesto, yo en la voz”.

Ciegos, sordos, mudos: el rock para salvarse del baile militar

El circo estaba casi armado, sólo faltaba el nombre. “Yo ya sabía que se tenía que llamar Fénix porque en ese momento, con 17 años, cuando me sentía mal, pensaba que por algún lado tenía que resurgir de esas cenizas en las que estaba sumergido y también lo pensaba por el resto, que se sentían de la misma manera”.

Agencia Paco Urondo: ¿Dónde ensayaban?

Luis “Kappy” Sánchez: Los ensayos de Fénix transcurrieron en un módulo adaptado para los músicos que estaba situado frente al puesto número 9. En la banda no había jerarquía, era como un útero para nosotros, porque ahí nos sentíamos civiles. Después de algunos ensayos, ya estábamos tocando “Satisfaction” en inglés básico, “Post crucifixión” y “Jugo de tomate frío”, la pasábamos bárbaro y cuando los presentamos, explotó.

APU: ¿Qué recordás del día de la presentación?

L.K.S.: Ese día fue monumental, mucha, pero mucha gente por todos lados. En la primera fila de aquel patio estaba toda la plana mayor de la escuela y cuando terminamos el primer tema, que fue “Jugo de tomate”, de Manal, y arrancamos con la intro de Post crucifixión, se pararon y tiraron las gorras para arriba. Eran los oficiales los que estaban en onda, actitud que dio pie a que el resto se volvieran locos. Había tres filas donde estaban sentados oficiales y algunos de El Dorado y el resto, parados. Todo el mundo gritando, el que le gustaba el rock y el que no entendía una mierda de nada, también, y nosotros extasiados. El tema para el cierre fue “Satisfaction”, de los Stones.

APU: ¿Los de El Dorado se hicieron presentes en el show de Fénix?

L.K.S.: Sí, estábamos fascinados con El Dorado, porque al margen de la banda, nosotros estudiábamos, hacíamos guardia y cuando nos tocaba en la parte perimetral de la escuela, pudimos ver todo lo que ocurría ahí, muy cerca al puesto número 8. Éramos unos pibitos y estábamos alucinados con ese puesto; era la joda, el glamour, no sabíamos nada de todo el yeite y queríamos estar ahí porque veíamos a todos chabones de pelo largo de civil, tipos que tenían más pinta de estar en Woodstock que ser milicos. Es más, creíamos que era un grupo de protección y veíamos a Massera que iba bastante seguido a los quinchos

APU: Perdón que insista ¿ustedes no estaban al tanto de nada de lo que ocurría ahí dentro, no había ni una sola punta que les hiciera pensar que allí se torturaba?

L.K.S.: Nosotros éramos pibes, no entendíamos un carajo de nada, ni nos preguntábamos nada, no teníamos información y de política cero, sólo lo que te bajaban ahí dentro y lo que habíamos mamado de los dos únicos canales que había en Punta Alta antes del 76. Obvio que, a veces, nos preguntábamos por qué motivo teníamos prohibido el acceso a determinado lugar, pero estábamos más pendientes en salir de ahí. Y cuando lo hicimos, al tiempo fuimos recopilando mucha info en la calle, con pibes del rock, la cultura y la política, sumado al retorno de la democracia, los juicios, la CONADEP, etc. De esa manera supimos entender cómo había sido realmente la historia.

Tanto Julio como Luis se retiraron de la ESMA como cabos segundos, no continuaron con la carrera militar. Ni bien regresaron a Punta Alta, continuaron en la búsqueda musical y formaron dos de las bandas más resonantes de las últimas cuatro décadas: Julio se embarcó en el grupo de fusión Cuerdas y Kappy en Neurus, quienes abrieron el camino del hard rock.

Lo loco de esta historia es que Kappy y Julio se conocen desde principios de los años 80 en la Punta Alta donde el rock era de unos pocos y los amontonaba, y hasta compartieron banda en más de una oportunidad: en La Corte, La Roca, La Mayor y La Suburbana, pero NUNCA JAMÁS hablaron de su pasado en los grupos de la ESMA.

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Linder y Kappy grandes
Julio Lindner y Kappy Sánchez compartiendo distintas bandas

Lindner nunca más tuvo contacto con ninguno de sus excompañeros de Mar Gruesa, mientras que Kappy se volvió a reencontrar en 2011 con varios de ellos. Todavía mantiene una relación, vía whatssap, en un grupo que se llama “los pibes Quispe”, apellido de un zumbo -en la jerga militar, así se le llama a un suboficial- que tenían a cargo en la ESMA, uno de los lugares más simbólicos del horror de la última dictadura donde, aunque usted no lo crea… también se tocó rock.

A días de cerrar esta nota, me comuniqué con Kappy. Juntos, pero desde la virtualidad, volvimos a hilar más fino la conexión Satisfaction en la ESMA -el libro de Abel Gilbert- con la misma canción, pero ejecutada del otro lado del perímetro en un ensayo de Fénix. Porque el hilo conector siempre fue el sonido de la música: de un lado, el proveniente de un tocadisco o una cassettera a todo volumen para picanear a los detenidos con su banda favorita. Del otro, aquel que era ejecutado desde los instrumentos y se filtraba a través de equipos para el divertimento, encomendado por la insistencia de sus superiores y de madrugada, tanto a Mar Gruesa en 1977, como a Fénix en 1981.

Luego de desenrollar y biodecodificar, experiencia alejada de toda conspiración, pero con el objetivo de sanar la herida de aquellos días de reclutamiento, los exaspirantes abrieron una nueva puerta en el ejercicio del ruido que genera la memoria y el tiempo. De ahí surgieron algunos interrogantes que quedaron latentes, a flor de piel, clavados en el cuero y en el alma. ¿Por qué ensayaban durante la madrugada? ¿Para qué? ¿Por qué motivo sus superiores les daban lo que se conocía como permisos de sueño, lo que luego de una noche de zapadas les permitía quedarse durmiendo hasta las 10, 11 de la mañana, en vez de ir a desayunar con todo el resto a las 7 hs.? ¿Beneficio y acomodo o conveniencia militar?

Y acá viene la gran pregunta ¿Habrán sido estos pibes aspirantes y rockeros de 17 años, usados para tapar un poco el sonido ensordecedor de los gritos desgarradores de los torturados?