La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche

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La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche

20 Febrero 2015

Por Leticia León

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La película se estrenó en Argentina hace poco más de un año. Quizás la recuerden por las referencias a la extensión de las escenas de sexo lésbico, o por las nominaciones y premios que obtuvo en 2013 ―Festival de Cannes: Palma de Oro (Mejor película) y Premio FIPRESCI, entre otros―, o porque dura 3 horas. Suele decirse que “trata de una estudiante de 15 años, Adèle ―Adèle Exarchopoulos―, que descubre su sexualidad al enamorarse inesperadamente de Emma ―Léa Seydoux―, la chica de pelo azul”. Pero La vie d’Adèle es más que eso.

Cuando Adèle se cruza con Emma por primera vez en la calle, no puede evitar no mirarla, sus ojos quedan pegados a su mirada, y la pasión que sentirá por ella a partir de ese momento no la sentirá por nadie. Ni siquiera por Thomas ―Jeremie Laheurte―, “el chico más lindo de la escuela”, con el que empezará una corta relación precisamente ese mismo día.

“Después de una mirada, […] de un flechazo, ¿parten con algo menos en el corazón o con algo más?”, pregunta el profesor de Literatura a su clase cuando analiza La vie de Marianne, de Pierre de Marivaux, la novela que más le gusta a Adèle.

La pregunta no es casual porque, después del “flechazo” de Emma, Adele siente que “le falta algo” que Thomas no le puede dar. Por eso lo deja. Pues a su lado “siento que finjo”, le confiesa a su amigo. Es esa “falta” la que la guía al encuentro de Emma. Y, una vez juntas, la pantalla estalla.

Las continuas y largas escenas de sexo, intercaladas con breves escenas en las que se las ve obrando, pensando y sintiendo de manera casi opuesta, no dejan duda de que la pasión que las une tiene más peso de lo que las separa. Es la pasión por sobre todo. La pasión por sobre las diferencias socioculturales. Adèle transpira sirviendo fideos a Emma y a sus amigos que, mientras tanto, hablan de escritores y artistas que ella no conoce. Adèle viene de una familia trabajadora; aspira a ser maestra. En cambio, el seno familiar de Emma integra un sector de la sociedad más acomodado e intelectual. Emma aspira a ser una gran artista.

Es la pasión por encima de las diferencias de origen, de objetivos profesionales e, incluso, por sobre la naturalidad de Emma para compartir la relación de pareja con el resto de sus vínculos, en contraposición a la discreción de Adèle.

Sin embargo, luego de un tiempo de convivencia, estas diferencias se vuelvan ineludibles. “La tragedia es lo ineludible, lo inevitable […] tiene que ver con la esencia del ser humano”, dice una de las profesoras de Adèle al analizar la historia de Antígona.

Una vez más la intertextualidad de las palabras de la profesora no son casuales. Al igual que las del profesor, también son anticipatorias. En este caso anuncian el desenlace de la relación y el sufrimiento posterior de Adèle, que es abandonada por Emma luego de descubrir que le fue infiel. Pero este es tan solo un velo que cubre los verdaderos motivos de la separación. Pues días atrás, Emma insiste en que Adèle se convierta en una escritora, a lo que ella responde que escribe para sí, en su diario íntimo, y que es feliz siendo maestra. “Me apena que no me entiendas”, se lamenta Adèle ante una Emma distante. Luego Emma la rechaza sexualmente.

Dentro de la película, las palabras de los profesores son una advertencia que Adèle, desoye porque “cuando un profesor me hace analizar mucho el libro, o la obra […] No sé, no me gusta.”

Las palabras de los profesores emparentan a Adèle con Marianne y Antígona en clave intertextual con la Vie de Marianne y la tragedia de Antígona ―la heroína elige matarse en vez de cumplir la condena de muerte por desobedecer a su tío―.

La romántica historia de amor entre Adèle y Emma ―que se inicia con un flechazo, al igual que Marianne― se convierte en una historia trágica, pues las ineludibles diferencias socioculturales y el deseo de Emma de convertir a Adèle en otra ―escritora― las separa. Adèle sufre porque insiste y sigue eligiendo a una Emma que ya no la quiere. Pero, como Antígona, Adèle no acepta la condena. Cree en la filosofía sartreana que Emma le explicó alguna vez ―las acciones hacen al ser y no al revés―; y el final deja abierta la posibilidad de un futuro vínculo amoroso entre ella y el personaje de Salim Kechiouche ―Samir―, la única persona con la que Adèle puede compartir algún interés en la fiesta de Emma.

Más allá de que el objeto de deseo del personaje sea masculino o femenino, La vie d’Adèle es la historia del despertar de la pasión que en todo adolescente surge con el primer amor. Es también la historia del desencuentro de la pareja como consecuencia de la falta de aceptación de las diferencias, producto de las desigualdades socioculturales ―aunque estas no sean radicales―. Es la historia del sufrimiento posterior causado por la ruptura de ese vínculo.