La leyenda Waters: el tono político de un espectáculo audiovisual extraordinario

  • Imagen

La leyenda Waters: el tono político de un espectáculo audiovisual extraordinario

11 Noviembre 2018

Por Santiago Asorey

Una vez atravesada la experiencia autocrítica de la industria del rock que implicó la creación The wall a fines de los setenta, el exlíder de Pink Floyd, Roger Waters, profundizó su comprensión sobre el abordaje personal a diversas cuestiones políticas, intuyendo con maduración un posible nuevo rol como músico de masas en la industria cultural. 

Pasaron 39 años de aquella obra conceptual que exponía la alienación construída en torno a las estrellas de rock y el formato asfixiante de rock de grandes estadios, que construía un muro que fortalecía el abismo entre la banda y su público. Waters describía en The wall un problema y un estado de situación de la industria y sus límites para expresar una crítica “al Poder”. Por el contrario, se exponía como la industria del rock y la figura del ídolo podía ser un amplificador de la reproducción de lógicas de poder vinculadas al fascismo. La equiparación de la estrella de rock y el dictador fascista era la metáfora de Floyd de aquel disco. 

El exlíder de Pink Floyd convirtió este problema estético político en una síntesis superadora que encuentra su máxima expresión en el recital celebrado el martes pasado en la ciudad de La Plata, en el marco de la gira “Us and Them Tour 2018” (Ellos y Nosotros). Se trata de la capacidad de Waters de ofrecer un recital capaz de desplegar un grandilocuente y soberbio espectáculo audiovisual, con un tono completamente intimista y personal que politiza la fibra más íntima. Waters no se guarda nada y expone su agenda desde un lugar auténtico que se sostiene por la orfebrería emocional que ofrece. Ilustra paradigmáticamente este compromiso el momento en que Waters reprodujo "La Memoria" de León Gieco, para luego quebrar en llanto.

Un rompecabezas personal del mapa político

La causa Palestina, la resistencia ante el surgimiento de distintos líderes neofascistas en distintos puntos del globo, el muro de cultura xenófoba que impulsa Trump, la misoginia de Bolsonaro, la persecución de los pueblos originarios y la lucha por la recuperación de sus tierras en la Patagonia argentina, el sostenimiento de una línea antibélica transhistórica que va desde la Segunda Guerra Mundial hasta la guerra de Malvinas, el recuerdo de los 30 mil desaparecidos, la presencia de las madres de los soldados caídos en Malvinas. Todos estos elementos forman parte de la agenda de Waters y encuentran un lugar en distintas partes del recital.

La línea política de Waters no es impecable: podría rebatirse cierta ingenuidad de una izquierda liberal en su línea antibelicista o cierto tono generalista que engloba y cuestiona procesos muy disímiles, que exigen caracterizaciones distintas (Trump, Bolsonaro, Le Pen). Lo que no se le puede cuestionar a Waters es inconsistencia o falta de autenticidad para tomar posturas valientes en torno a violencias desgarradoras que el artista trabaja desde hace décadas. La insistencia de Waters sobre estos temas se encuentra vinculada a la huella biográfica que implica la pérdida de su padre en la Segunda Guerra Mundial, en febrero de 1944, en Anzio, Italia.

En este sentido, la postura de Waters frente a las violaciones derechos humanos del Estado de Israel, que jamás confunde con antisemitismo, expresan una valentía que Bono (el otro paradigma de artista de rock con fuerte enfoque político) no conoce. En relación a la política local, Waters no apuntó directamente contra el presidente Mauricio Macri en su espectáculo. "No lo conozco mucho, pero no confío en los políticos profesionales", había anticipado en una entrevista con Infobae. Sin embargo, el canto masivo y contundente del público contra el presidente sumó antimacrismo al espectáculo y completó la agenda política en la noche platense.

La vigencia de los clásicos de Floyd

La línea del concepto narrativo que Waters brindó en La Plata incluye puntos altos en la relectura que aportan aquellos clásicos de Floyd de los discos Animals, Wish you were here, The wall y The dark side of the Moon sobre el panorama global actual. Aquellos problemas profundizados por la banda de rock progresivo, brillan bajo la luz de un nuevo mundo repolitizado que dejó atrás la idea de la armonía posmoderna del fin de la história y abre conflictos políticos, raciales y bélicos por doquier. El capitalismo, las relaciones de poder de las sociedades de consumo,  la codicia, la violencia, la guerra y la represión reflejados en “Pigs” y “Dogs” son metaforizados en una gigantesca estructura fabril en movimiento que replica el arte de tapa de Animals (con cerdo incluido).

Una segunda y tercera capa afectiva llegan con el tono melancólico y blusero de “Us and Them”, y una extraña y bella versión “The Great Gig in The Sky" con la brillante performance de las coristas Jess Wolfe y Holly Laessig.  También fueron parte del recital canciones de Is this the world we really want?, su último disco solista, que exponen la insistencia de las obsesiones de Waters. Hubo también tiempo para un viaje lisérgico y espacial con reminiscencias a los happenings londinsenses de la década del sesenta. En este tono brilló la veloz y experimental "One of These Days".

Sobre todos estos momentos, lo más sobrecogedor ocurrió con la proyección teatral lumínica en el cierre de la noche y las canciones “The Brain Damage”, “Eclipse”, y “Comfortably Numb”. En ese punto Waters constituyó esa síntesis que demuestra por qué no solamente es una leyenda de la historia del rock, sino un artista vigente que convirtió la parafernalia del rock de grandes estadios en un lugar para resistir y conmover.

URL de Video remoto