King Crimson en el Luna: la relación de la Argentina con Inglaterra

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King Crimson en el Luna: la relación de la Argentina con Inglaterra

13 Octubre 2019

Por Juan Augusto Rattenbach

 

La Argentina y Gran Bretaña tienen una historia muy particular, que nace desde las invasiones inglesas de 1806 hasta el día de hoy. Sumado al imprescriptible reclamo de soberanía por las Islas Malvinas, islas del Atlántico Sur, la Antártida y los territorios marítimos circundantes, nos vinculamos con los británicos a través de dos hechos culturales muy importantes: el fútbol y el rock.

Desde el retorno de la democracia a nuestros días las bandas de rock inglesas han visitado nuestro país con muchísima frecuencia. Recordamos hitos como el encuentro entre Carlos Saúl y los Rolling Stones o el hecho reciente de que la primera banda internacional en ser homenajeada por el Congreso de la Nación Argentina sea ni más ni menos que Iron Maiden. Mención aparte merece Roger Waters quien no sólo se reunió personalmente con Cristina Fernández, sino que además tuvo varios pronunciamientos en favor de la posición argentina sobre Malvinas. Es hasta el día de hoy que el bajista de Pink Floyd tiene el récord histórico nacional de haber llenado nueve veces el Estadio de River Plate (si como suena: River Plate) en el año 2012 en pleno contexto de recrudecimiento del reclamo de soberanía por Malvinas.

Y en ese marco, los recitales de King Crimson en el Luna Park forman parte de este gran historial de vínculos musicales angloargentinos. Su histórico líder, Robert Fripp, tiene un encanto particular por la Argentina: Ha visitado varias provincias argentinas presentando su clínica de guitarra Guitar Craft (guitarra artesanal) y le ha encargado en ese marco una decena de guitarras a “Fanta” Beaudoux, más conocido como el luthier que construyó el mítico bajo fretless de Pedro Aznar que escuchamos en los discos de Serú Girán. 

La relación de Robert Fripp y King Crimson tuvo sus idas y vueltas. Tras su fundación en 1969 decide disolverla de forma abrupta y sin dar muchas explicaciones en 1974. Luego decide recomponerla en 1981, manteniendo a Bill Bruford en batería e incorporando a Tony Levin en bajo y Adrian Belew en guitarra y voz, agregando así una dosis estadounidense al ya estilo británico de Fripp. Sin embargo, esta encarnación duró apenas tres años para luego recrear King Crimson bajo el concepto de “doble trío” en 1994.  
De todos los lugares en el mundo, Fripp eligió que sea la Argentina el primer lugar donde King Crimson inicie su tercer reagrupamiento que duró unos pocos años. Como testimonio de esos recitales en el Teatro Ópera tenemos un DVD editado del año 2012. 
Y así como Fripp disolvió Crimson en 1974 y 1984 y la hizo resurgir en 1994, 2014 le pareció al histórico guitarrista un “buen año” para retomar a la banda. Y si para los 90’s dos baterías parecían una novedad que rozaba el exceso, Fripp visionó a Crimson con 3 baterías, pasando del doble trío a un septeto.
Si bien mantuvo a Tony Levin en el bajo, la impronta de este Crimson se encuentra lejos de la época de Adrian Belew (que no fue convocado) y de lo que fueron sus cortes típicos de los 80’s y 90’s. Jakko Jakszyk se convirtió en la voz de Crimson en un intento de Fripp de retomar las raíces de la banda en los 60’s y 70’s volviendo a una impronta más británica que estadounidense. Si bien la idea original era que la Argentina tuviera el lugar de privilegio de ser el primer lugar en tocar en vivo, lamentablemente hubo que esperar al 50º aniversario de la banda. Lo inusual de King Crimson hizo que, lejos de tocar un viernes o un sábado, se optaron por el martes 8 (nacimiento de Perón) y el miércoles 9 de octubre (muerte del “Che”). 

King Crimson en Argentina
“No se puede filmar ni grabar”, así recibía el personal de seguridad a la multitud que iba llenando el Luna Park. En el escenario dos carteleras móviles mantenían la misma advertencia. Previo al inicio del concierto, una voz dispara las “reglas del concierto”. La consigna es clara: “Filmar con los ojos, grabar con los oídos”. El mismo mensaje se repitió en inglés con la voz del propio Fripp. El pedido era explícito y a aquellos quienes se atrevían a contrariar la consigna serían atacados por láseres de color verde del personal de seguridad evocando a lo mejor de Star Wars. La consigna según Fripp no es caprichosa: parte de su filosofía tiene que ver con el arte de la concentración colectiva. Si el público usa el celular no se concentra en el recital y puede alterar energéticamente la ejecución de los músicos. La comunicación verbal con el público fue nula: Ni un “hola”, ni un “chau”, ni “gracias”, ni “volveremos”. Hoy King Crimson tiene cantante, pero carece de frontman. La única comunicación con el público posible es a través de la música.
La austeridad del escenario tenía el objeto de mantener el protagonismo auditivo y musical: las pantallas grandes del Luna Park tenían una sola toma general de la banda que al ser tan lejana era inútil verlas. Las luces en todo el recital se mantuvieron estrictamente en un monocromatismo azulado. De forma revolucionaria, los 3 bateristas se encontraban en primera línea del escenario mientras que la voz, las guitarras, el bajo y el saxo se encontraban en un segundo plano. 
Los setlist difirieron un poco de un día a otro: Mientras que en ambos prevaleció la necesidad de homenajear al primer disco (con canciones como In the Court of the Crimson King, 21st Century Schizoid Man, Epitaph y Moonchild) en la primera fecha primó las canciones con una fuerte disonancia armónica (Lark’s Tongue in Aspic Part II y IV, Cirkus) mientras que en el segundo se privilegiaron la estructura melódica que se inicia en el período de los ochenta (Discipline, Frame by Frame, EleKtriK). De todas maneras, nunca faltaron los clásicos como Islands, Easy Money, Red, Indiscipline y Neurotica. 
Mención aparte merece Starless que en su famoso interludio el Luna Park se tiñó de rojo sangre, único momento en que las luminarias cambiaron de color, convirtiéndolo en el momento más intenso de todo el recital. Terminada la canción, se volvió al monocromatismo azulado que caracterizó al resto del concierto, finalizando con el clásico 21st Century Schizoid Man que, a 50 años de su lanzamiento en la era de la digitalización, internet y las redes sociales se transformó en una profecía cumplida.