Juan Rapacioli: “Bowie no busca encontrar una voz auténtica sino que viene a manifestar que eso no existe”

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Juan Rapacioli: “Bowie no busca encontrar una voz auténtica sino que viene a manifestar que eso no existe”

21 Enero 2024

El poeta y periodista cultural especializado en música, cine y literatura, Juan Rapacioli, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre Por qué escuchamos a David Bowie, libro que fue editado por Gourmet Musical en el 2020, en el mes que se cumple un nuevo aniversario tanto del nacimiento como del fallecimiento de la estrella negra.

Agencia Paco Urondo ¿Cómo surgió la necesidad de escribir sobre Bowie, reflexionar sobre su figura y que se convierta en un libro?

Juan Rapacioli: Comienza siendo una investigación a partir de unas notas que realicé, muy desde el oficio periodístico, esa cosa de hablar de un artista que nos interesa buscándole excusas como puede ser un aniversario, tal disco, un homenaje, con datos puntuales. Pero empezó a surgir una idea más profunda: había más que la información dura, lo periodístico se quedaba corto y la pregunta que salía era de qué otra forma se podía escribir sobre Bowie. Obviamente, nace de la fascinación que a uno le genera escucharlo, los interrogantes que abre. Porque aunque no entiendas todo, está trayendo muchas cosas y te preguntás cómo lo hizo y por qué. Esa era la pregunta que dispara el libro, desde el título: por qué lo escuchamos. Y que no sea una biografía, una reunión de información, retratar su vida, porque hay muchos escrito sobre él y bueno.

Pensar talleres sobre su obra me ayudó a poder escribir de una manera ensayística, más ligada a la propuesta de la editorial, que era tratar de unir lo biográfico con las ideas: qué estaba leyendo, viendo, escuchando, qué cosas no le interesaban. En algún punto, me di cuenta que era un homenaje, también, a su forma de hacer. Te vas dando cuenta que él armó el camino para que uno lo recorra, hay un montón de cosas ahí que pone y que uno va reconociendo, como lo beat, Burroughs, Orwell, el Glam, cómo une a Dylan con Warhol.

APU: Bowie piensa la estética vinculada a lo sonoro, a las letras, un todo que deriva en el gesto camp, que es una manera de provocar y llamar la atención, de generar un efecto en el otro, una ficción, un personaje que está invitando a que te sumerjas en esos mundos que crea.

J.R.: Bowie hace tempranamente algo que ahora está muy bien visto, pero en su momento no: ser una estratega en términos de imagen, de impacto, de saber vender. Él trabajó, en algún momento, en una agencia publicitaria, tiene una formación y una temprana visión de un mundo que vendría. Al principio le cuesta mucho instalarse, porque la gente se preguntaba qué está haciendo, si está imitando a otros. Está cambiando todo el tiempo, se lo veía como que no era genuino. No hay que olvidarse que él empieza a producir al final de los 60 donde prima la idea de la verdad, del rock como una respuesta visceral a las problemáticas del mundo y viene con los artificios, la máscara, los personajes. Es alguien que trabaja desde lo antioriginal, no busca encontrar una voz auténtica sino que viene a manifestar que, en realidad, eso no existe, que incluso la estrella de rock más natural es una fabricación, es un personaje, es una máscara. Por eso es tan importante la idea de la ficción, el uso de la tercera persona o ese interés por la distopía. Por eso es mirado con desconfianza, no está interpelando al ser, no está hablando de lo que la contracultura estaba hablando, ya se estaba parando en un lugar de artificio. El glam es el lugar donde encuentra verdaderamente la resonancia. Se vuelve uno de sus grandes referentes porque entiende la poética del artificio, viene con el impacto del juego, del escapismo, es otra cosa.

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tapa por qué escuchamos a bowie

APU: Y es muy criticado por eso, porque venía muy de la mano de su amigo, Marc Bolan, que en el primer T Rex hacía temas más hippies pero después también sale toda esa faceta de superbrillo retomando lo idílico, esto de transportarse a mundos que no son el nuestro para pasarla un poco mejor.

J.R.: Estaba mal visto, había que abordar la realidad e interpelarla. A pesar de que era un poco contradictorio, porque también era el auge del hipismo y la idea de expandir la conciencia y crear un mundo mejor, pero ligada a la sinceridad, de cantar con el alma, con el corazón. Le respondían a las generaciones anteriores de posguerra que venían con sus mandatos y la idea de ruptura. El escapismo de Bowie es muy particular, uno asocia este término a tratar de evitar la decadencia, pero cuando uno escucha y empieza a profundizar en su música se da cuenta que la cosa no es tan así. Los puntos de fuga que plantea nunca son lugares completamente alegres, donde uno puede olvidarse, siempre hay algo donde la realidad es inevitable, se vuelve sobre ella y se reflexiona. No podés salir de vos, sería casi como un Moris diciendo de nada sirve escaparse de uno mismo. Mira la realidad desde otro lugar. Es lo que pasa con “Major Tom”, que le cambia la carrera. Uno a veces piensa que a Bowie le salió todo bien, pero en realidad le costó mucho poder ser quién fue.

APU: Tiene una frase que voy a parafrasear mal, pero que sería algo así como “casi todo lo que lo aprendí, lo hice de los fracasos”.

J.R.: Eso queda muy claro en su etapa formativa. Cuando aparece “Major Tom”, al final de los 60, con esta idea del viaje espacial, queda unido al alunizaje de Neil Armstrong, todo cambia para él. Se vuelve alguien conocido, queda unido a la idea de la conquista lunar, se vuelve la banda sonora del momento. Sin embargo, no estaba reflexionando sobre eso, algo que queda muy claro en la idea de Mayor Tom flotando, mirando la tierra y diciendo “Planet Earth is blue, no hay nada que pueda hacer”. Blue es triste. Estaba más ligado a la película del Kubrick, al libro de Arthur C Clark, a la ciencia ficción formativa que él había leído. Siempre va a estar reflexionando sobre la decadencia. Nace en un Brixton de posguerra, un lugar bombardeado en la Segunda Guerra. Esa estética le queda impregnada, la va a ir reproduciendo a lo largo del tiempo.

APU: Me interesa esa imagen de Brixton hecho mierda y vincularla con el Manchester del postpunk, donde viene a decir lo que el punk no pudo: Bowie ya había hecho ese avance estético que se reflejaba en lo sonoro.

J.R.: Y qué hubiera sido el postpunk sin Bowie, qué hubiera sido sin Scary monsters, un disco fundamental para su desarrollo. Podría decir que desde el comienzo empieza a sonar con una especie de estética y de sonido tomado de algo que le interesaba mucho de la escena neoyorquina que era la Velvet, grandes precursores, o The Stogges, que era Iggy en el comienzo. Bowie absorbe esta idea, la lleva para sí y la explota. Hay algo protopunk en esa etapa. Después, claramente, eso cambia porque se fascina con el soul, el funk, aparece el Duque Blanco, todo lo que ya sabemos y llega a la trilogía Berlín. Se va en el 77 a Berlín escapando de los Ángeles y todo esa locura del Duque Blanco, está explotando el punk en el mundo y se va a buscar otra música alemana, retrofuturista. No ve algo muy interesante en el punk, sin embargo forma las bases para lo que va a venir después. Si antes había influenciado a Joy Division, después va a estar muy cerca de Television, Blondie, Talking Heads. Es interesante esa relación de tensión: se aleja, se acerca, imita, pero critica.

"El glam es el lugar donde encuentra verdaderamente la resonancia".

APU: Y crea. En un momento empieza a ser la medida de todas las cosas que se hacen en el rock.

J.R.: En un momento se vuelve como una especie de institución. Para el momento de Scary Monster lo es. En ese trabajo vuelve rabiosamente a las palabras, a ser autobiográfico, autoreferencial, trae a Major Tom, se pelea con sus propios herederos, la new wave, a quienes cuestiona. Hay un mirarse muy fuertemente en el espejo. Tenía, si no me equivoco, 33 años y ya era una institución, un referente de una manera de concebir la música. El salto que hace de Scary monsters a Let´s dance es tan radical, tan problemático, que es visto como una traición por muchos de esos freaks alternativos postpunk, new wave, ven que se va hacia un lugar de masividad bailable y no lo entienden. Bowie dice “no me importa”. Esa ambición por hacer cosas distintas traía este tipo de problemas. Va a buscar algo que encuentra y después se da cuenta que no era lo que quería y termina en una crisis, pero “había que hacerlo”. Después de Scary monsters podría haber sido el padrino del rock alternativo, ocupar un lugar de culto y se va para el otro lado.

APU: A ese Bowie comercial le lleva mucho tiempo darse cuenta que no es por ahí, y el último disco de esa etapa es lamentable.

J.R.: Toda esa etapa tiene cosas que podrían ser consideradas polémicas, salvo porque es Bowie y después uno entiende. Representa todas las etapas y formas de lo que se puede concebir un artista, pero en el momento terminó vendiendo Pepsi con Tina Turner. Traicionando la idea del artista que busca en los márgenes. Lo interesante es que insiste en ese camino, va hacia los 80 diciendo en esta época hay algo y juega fuerte, buscando dominar la escena. Y estaba Michael Jackson, The Police, Queen. Al principio le va bastante bien, pero después entra en un lugar donde no encuentra el tono y se reproduce de una manera medio vaciada. Él termina llamándolos, en chiste, “mis años Phil Collins”. Uno podría pensar eso fue malo, pero en realidad fue bastante positivo porque le dio el impulso necesario para que pasar a lo que vino después. Los 90 son rabiosos, profundamente experimentales, está muy ansioso por cambiar todo. Se mete en la música electrónica.

APU: Vuelve a esta cosa del artificio, de los personajes de la ficción.

J.R.: Rabiosamente. La impresión que me da es que está queriendo recuperar todo ese tiempo perdido y vuelve muy intensamente a los personajes, a las narrativas densas, pesadas, oscuras, a la intensa búsqueda musical, a la fascinación con lo que estaba pasando y preguntándose dónde está pasando. En los 90, por ejemplo, estaba el grunge, que fue muy importante para cambiar la escena y para él, rápidamente se pregunta dónde está el futuro y encuentra la respuesta en lo que estaba pasando con la música electrónica, la escena jungle, el drum and bass, las raves. Dice “El grunge está bien, pero es por acá. Voy a extraer de ahí y a hacerlo lo mejor que pueda”.

APU: El primero de esos discos es uno de transición, donde vuelve a pasar esto de que hace un cover del que viene de atrás, que es Scott Walker, y lo que viene después, que sería Morrissey.

J.R.: Siempre ve lo que está pasando. Después está Earthling, un disco muy interesante en términos de cómo quiso dar esa respuesta a la música electrónica, aparece Outside que tiene como demasiadas lecturas, referencias, universos, es como una especie de policial fragmentado, una reflexión sobre crimen, arte, muerte, fin de milenio. Muy fascinado con Internet. Es un disco superexcesivo, ambicioso, pero en su momento era como era demasiado. Hoy se escucha muy bien, lo podés unir con Blackstar. Eso también explica mucho los discos que vienen después, baja mil cambios y en el fin de siglo hace unos discos completamente distintos.

"Pareciera que la fuerza de la máscara termina invadiéndolo todo".

APU: Hours es un disco superinteresante y Heathen tiene una oscuridad particular.

J.R.: Muy distintos a lo que a lo que venía haciendo. Es interesante como cambia de tono, pareciera que después de esa intensa búsqueda de los 90 que lo deja muy agotado con tanta búsqueda de futuro, llega a un punto donde mira para atrás y aparecen estos discos. De golpe es un Bowie más tranquilo, se lo ve más ameno, nostálgico, hablando del pasado, haciendo muchos covers. Vuelve a escribir los temas que hizo en la primera etapa, pareciera como reconciliarse con el rockstar, es toda una etapa más íntima. En el apogeo de eso, desaparece.

APU: Me genera una sensación de rareza porque Reality y The next day los veo estéticamente como muy similares, a pesar de que tienen como 10 años de diferencia, pero después viene Blackstar.

J.R.: Es muy interesante lo heavy que se pone. Pareciera que la fuerza de la máscara termina invadiéndolo todo, pero igual hay que ir hacia eso. Para empezar a hablar de la etapa final de David hay que empezar por ese trabajo que mencionaste, Reality. Estaba haciendo el tour de ese disco y en un momento sufre un infarto que lo asusta. Deja de hacer giras y si bien tiene algunas apariciones puntuales, básicamente empieza a desaparecer. Reality viene con ese tono medio íntimo del último tiempo, sin embargo el último tema, “Bring me the Disco King”, tiene algo distinto. Hay una oscuridad más presente y parece decir voy a desaparecer. Y se produce algo de ese orden, gradual, hasta que en un momento no aparece más. Empiezan los rumores, todos se preguntan qué pasa. The next day llega en 2013 directamente con una imagen del disco, que hace referencia a “Héroes”, dialogando con el pasado y no hay conferencia de prensa, no hay nada. Todo misterio. Aparece el disco, un par de videos pero nadie sabe qué pasó con Bowie. La pregunta fue ¿volvió?

Para mí volvió, todo muy meditado esa máscara, ese diálogo con el pasado, aparecen temas bien oscuros, hay un tono melancólico. Dialoga con Berlín, se pregunta dónde estamos ahora, pensando en el pasado. La impresión que me dio fue que Bowie volvió para despedirse. Para mí, el disco final es The next day, como que mete todas sus etapas en ese disco. Es una despedida y es raro, porque Bowie nunca es del todo correcto. Por eso es tan tremendo, profundo, disruptivo, llamativo e intenso y tan abrumador lo que pasó con Blackstar. Para mí no es un disco y menos el disco final.

Cambia todo. Bowie arma esta idea padeciendo una enfermedad que desconocíamos, una lucha final en la que estaba dándole duro. Es algo donde todas las cosas que él recorrió e hizo están aceleradas, alteradas, transformadas, todas sus búsquedas llevadas al extremo. Aparece Blackstar y ya todo es distinto

APU: ¿Aparece una tapa donde no está Bowie? Porque en todos sus discos estuvo su rostro, aún en algunos de espaldas o con la cara tapada, pero en este último no.

J.R.: Es la es la máscara sobre la máscara, muy metamensaje. Sabe que se está muriendo, pero no es una despedida, pelea contra la muerte. Está trabajando con el tema que le interesa desde siempre, porque la muerte está desde el primer disco como algo para reflexionar, pero acá es la propia muerte. Uno escucha del disco y sentís la respiración, la agitación, está dándolo todo. Por eso crea criaturas, crea algo como Blackstar y toda esta figura del Lázaro, medio Lovecraft, donde aparece el profeta ciego.

Es muy interesante porque otra vez está la pregunta de dónde está el futuro. En The next day no pasaba, pero en este disco va hacia el extremo con el jazz, que siempre lo fascinó. Enrarecido, oscuro, mete música electrónica y algo de lo que había estado escuchando como el hip hop. Aparece el lenguaje de La naranja mecánica, aparecen muchas cosas del pasado pero todas deformadas. Blackstar pone en jaque a toda su obra. Uno que se queda tratando de descifrarlo, de entender por qué era tan desesperado. No podés escuchar un tema, tenés que escuchar el disco. Y de golpe, muere. Ahí deja un artefacto, deja algo a descifrar, no es un disco más. No hay una sola respuesta, hay un montón de preguntas. Por eso cierra su obra de la mejor manera posible, que es no cerrándola. No hubo mejor manera de irse.