"Hombre mirando al sudeste": los locos siempre dicen la verdad

  • Imagen

"Hombre mirando al sudeste": los locos siempre dicen la verdad

22 Noviembre 2020

Por Fernando Lefevre

No pienses que estoy solo

Estoy comunicado con todo lo demás.

                                               Charly García

El jueves 2 de abril de 1987 se estrenó en las salas de cine de todo el país Hombre mirando al sudeste, película escrita y dirigida por Eliseo Subiela y protagonizada por Hugo Soto y Lorenzo Quinteros, donde se cuenta la historia de la llegada de un paciente a un hospital psiquiátrico que dice ser un extraterrestre venido a la Tierra para estudiar la estupidez humana.

El Dr. Julio Denis será el psiquiatra encargado de su tratamiento, y el escepticismo inicial irá dejando lugar a la duda a medida que se estrecha la relación médico-paciente. De este modo, el buen doctor se replanteará los fundamentos de su profesión y sus creencias.

Hugo Soto interpreta a Rantés, el brillante alien-¿ado? al que hace alusión el título de la película.

La historia es, en esencia, una crítica a la insensibilidad humana y a la inmadurez de la que hacemos gala frente a lo que no entendemos o nos es desconocido, desatando nuestro carácter destructivo.

En 2001 se estrenaría una película con un argumento muy similar, de origen norteamericano, llamada K- Pax protagonizada por Kevin Spacey, a la que algunos consideran una remake y otros, un descarado plagio. Se dice que el comprador yanqui de los derechos de la película le entregó una copia del guión original a Spacey y que este, posteriormente, desarrolló una historia con similitudes evidentes a partir de ahí.

Sea como sea, en 2012 Subiela recreó y dirigió su obra en teatro con los papeles protagónicos interpretados por Lito Cruz y Alejo Ortiz, cosechando críticas muy favorables.

Pero lo que nos interesa aquí es saber de dónde se nutrió el realizador para elaborar su maravilloso drama de ciencia ficción.

En diciembre de 1986 mientras la película de Subiela estaba en proceso de realización, apareció una nota escrita por un tal Carlos Fernández Duro, publicada en la mítica revista Cerdos&Peces, aquel genial y delirante experimento periodístico dirigido por Enrique Symns, titulada "Confesiones de un extraterrestre" en la que el cronista entrevista a Joaquín Lastra, un médico español de 43 años, experto en virología, políglota y con profundos conocimientos matemáticos que, internado en el Hospital General de Barcelona con un diagnóstico de "esquizofrenia sin retorno", afirmaba ser un alienígena venido de un mundo onírico, "extra-dimensional". En rigor de verdad, Lastra se autoproclamaba un "tiuz", una especie de híbrido entre humano y extraterrestre.

El blog de Charly García (hecho por DIOS)El nombre del cronista de la nota era en realidad una de las múltiples máscaras con las que Symns exploraba los límites del pacato periodismo argentino de entonces y Joaquín Lastra una de sus geniales invenciones. El periodismo de ficción era ejercido como una declaración de principios por Enrique y por su compañera de correrías de entonces, la notable Vera Land.

Aunque resulta difícil que Subiela se inspirara en aquel artículo, pues fue publicado en diciembre y la película se estrenaría unos meses después, es interesante rescatar el dato y contextualizarlo en esta crónica, porque nos brinda la sospecha de que la historia estaba dando vueltas desde antes de la realización del filme.

En su última entrevista, realizada poco antes de morir para la reedición de la película en formato DVD/ Blue Ray para USA y Canadá, concedida a Nancy Membrez, Subiela afirma que la idea "surge de una imagen que yo tengo. En una esquina del barrio donde yo vivía entonces había un señor, un hombre parado en una esquina en la misma posición que luego tendría Rantés, tieso, así, mirando siempre al mismo lado. Y llevaba años ahí, incluso los vecinos pasaban y los chicos le hacían bromas. Un día se me ocurrió bajarme del auto y calcular para donde miraba y lo primero que apareció fue el título. Inventé la historia, pero años después encontré un cuaderno mío, viejo, que decía que un hombre llega a un manicomio diciendo ser de otro planeta, o sea, se ve que se ensamblaron, se juntó esa vieja idea con esta imagen, pero surgió de este personaje real que estaba siempre en esa esquina".

Según algunos memoriosos, el barrio al que hace alusión el director sería Vicente López, y la esquina donde este hombre se detenía a otear el horizonte sería Maipú y Laprida.

Hay algo en la imaginería desplegada en la película que nos remite a Bioy Casares. Una especie de realidad onírica que es propia del cine de sci- fi argento y que puede encontrarse también, entre otras, en Lo que vendrá, película dirigida por Gustavo Mosquera con Hugo Soto nuevamente como protagonista junto a Juan Leyrado y un extraordinario Charly García caracterizado como conductor de ambulancias.

Pero existe otra historia, además. Una leyenda urbana que ha sido recogida en algunos libros y varios blogs dedicados al tema. Este mito callejero nos cuenta la historia de Solaris, un brillante y excéntrico interno del Hospital Neuropsiquiátrico José T. Borda, que llegó un día indefinido de un año desconocido de la década del '70 afirmando haber venido de las estrellas con la misión de estudiar a la especie humana y que quería subir al Obelisco para guiar a las naves de sus hermanos. Según algunas versiones de la leyenda, un psicólogo de nombre Ariel confirmaría el relato. Y no solo eso sino que, además, brindaría detalles proporcionados por algunos antiguos internos que lo habrían conocido. Por ejemplo, algunos decían que sus manos eran lisas y que no tenía huellas dactilares. Otros contarían sobre las fiestas energéticas que Solaris realizaba junto a un grupo de internos, fieles seguidores, que tomándose de las manos entonaban extraños canticos en un idioma indescifrable. Después de un rato de estar cantando, Solaris comenzaba a emitir un extraño resplandor. Estás reuniones eran enormemente beneficiosas para sus participantes.

Hay quienes conjeturan que Solaris provenía de Erks, la mítica ciudad intraterrena ubicada en algún lugar bajo las sierras cordobesas. Otros proponían a Alfa Centauri como su lugar de procedencia y algunos aseguran que pertenecía a la Hermandad Blanca.

Todos los que lo conocieron coinciden al describirlo como un hombre alto y espigado, albino, de piel casi traslúcida y de enormes y desproporcionados ojos azules.

Para el psicólogo, aquel paciente tenía una ascendencia caucásica, tenía el CI de un genio y padecía hipertiroidismo y esquizofrenia.

También se cuenta que llenaba cuadernos enteros con extraños signos que nadie pudo descifrar y que, ahora, esos cuadernos descansan en la vasta biblioteca que perteneció, alguna vez, a un ex director del hospital. Otro dato, extraído de una versión diferente del mito, nos habla de una muestra de sangre de la que nadie pudo nunca identificar ni tipo ni factor.

Esta leyenda, que a esta altura forma parte del patrimonio cultural del barrio de Barracas, lugar de enclave del hospicio, siempre ejerció cierta fascinación sobre mí. Creo que es ese costumbrismo fantástico que emana del relato lo que me cautivó, esa estética barrial y prosaica, que va trastocándose hasta fundirse con lo maravilloso.

A lo largo de los años he preguntado a algunos conocidos que han trabajado en el hospital, como así también a médicos, enfermeros y personal de limpieza, incluso a algún amigo que ha pasado por sus instalaciones buscando recuperar su cordura extraviada y muy pocos conocían la leyenda y todos coinciden en que se trata de una de las miles de historias que el hospital, por sus características, inspira, disparando los temores y la imaginación de la gente.

Sin embargo, un día de finales de 1999, sucedió algo.

Por ese entonces acompañaba a un amigo, estudiante de periodismo, al Hospital Borda ya que los sábados, se emitía el programa en vivo de Radio La Colifata y él participaba de la producción. La Colifata es la primera radio del mundo conducida por pacientes de un psiquiátrico. Fue creada el 3 de agosto de 1991 por el psicólogo Alfredo Olivera como terapia para pacientes del hospital. Las transmisiones en vivo todavía se siguen haciendo los mismos días de 14:00 a 20:00h.

Uno de aquellos días pude conocer al "Griego", un interno entrado en años que no participaba del programa pero contemplaba su desarrollo desde un margen. Después de varios cigarrillos empezamos a entrar en confianza y en un momento le hice la pregunta: ¿Conocía la historia de Solaris? El Griego me miró, con sus ojos chispeantes e inteligentes, y una enorme y deliciosa sonrisa desdentada se dibujó en su rostro, iluminándolo. ¡Claro que conocía la historia de Solaris!¡ ¡Él había sido su más íntimo amigo!

Me llevó de recorrida por los jardines internos del hospital señalando aquí y allá, mostrándome donde Solaris realizaba sus fiestas energéticas. “Solaris era especial. Se ponía a cantar y flotaba y se encendía, era un espectáculo. Sabía de todo. Te calmaba susurrándote al oído palabras que no entendías, pero que entendías, ¿me entendés? Los pajaritos comían de su mano. Me contó que allá, en su planeta, las cosas son distintas. Mira Fernando” - me comentó mientras paseábamos entre los árboles y las flores, aquella tarde calurosa, pero agradable.- “Allá la política está basada en el método científico. Se establecen modelos matemáticos de la sociedad y se crean algoritmos que regulan todas las interacciones. Ellos no se dejan ganar por las emociones y es por eso que no existe ni la corrupción, ni la policía, ni los milicos, ni los partidos políticos, ni las ideologías, ni las iglesias.”

- ¿Y los manicomios?

-“Tampoco. Ni las cárceles. ¡No entendiste nada, viejo! Nadie sufre hambre ni nada por el estilo. La aritmética es la principal arma contra la desigualdad. Nosotros los humanos tenemos un camino muy largo por recorrer. Yo estoy esperándolo. Va a venir a buscarme antes del 2000, me lo prometió antes de irse. Allá el tiempo corre de manera diferente, ¿viste?”

Quise saber más, ametrallarlo a preguntas, estaba fascinado con su brujería narrativa y con la utopía propuesta que, aunque naif, era muy atractiva. Lo cierto es que no hubo forma de que dijera una palabra más sobre el tema. Hablamos de otras cosas, no menos importantes ni menos conmovedoras, pero que no tienen relación con esta crónica, y nos despedimos a la nochecita, cuando con mi amigo montamos en su moto para emprender el regreso al barrio.

Es curioso, pero a pesar de haber acompañado a mi amigo durante todo aquel verano (¡La Colifata era un lugar de aprendizaje alucinante!) y de haber participado en algún programa nunca más volví a ver al Griego.

Pregunté por él, pero nadie lo conocía ni lo recordaba.

En cuanto a Solaris, dicen que desapareció un 25 de diciembre y nadie volvió a saber de él.

Algunos juraron que se desvaneció en medio de un resplandor azul.

Ariel, el psicólogo, dice que Solaris estaba en libertad de irse cuando quisiera, que muchos entraban y salían de un día para el otro, como si la puerta de ingreso fuera una puerta giratoria.

Quizás eso explique también la desaparición del Griego.

Andá a saber.

**

*Dedicado a Federico Sironi, amigo y maestro que, como el monje de Wimpy, supo hacer de la locura el refugio de los hombres puros.