"Garganta profunda": la película porno más vista de la historia

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"Garganta profunda": la película porno más vista de la historia

05 Julio 2020

Por Daniel Mundo| Ilustración: Nora Patrich

 

Hace casi 50 años, el 12 de junio de 1972, se estrenó el mayor éxito del cine pornográfico de todos los tiempos, Garganta profunda. Lo diré de entrada: hoy sólo un coleccionista toleraría verla más allá de unos minutos. Los personajes se tratan con cariño, se respetan y hasta parecen cuidarse, tal su grado de inactualidad. Lo que pasó entre ella y nosotros es el tsunami tecnológico de Internet para todos, la tierra prometida de la pornografía. Nada envejece peor que el sexo.

En las producciones porno siempre se privilegian dos datos: la inversión de dinero que se hizo y las ganancias que se obtuvieron. Garganta profunda batió todos los records: con 25.000 dólares de inversión dejó 600.000.000 de dólares de ganancia. ¿Son ciertas estas cifras? Nunca se supo cuánto dinero se ganó realmente. Pero fue mucho. Un informante del FBI aseguró que en la oficina del productor había tanta guita que ya no la contaban, sino que la pesaban y la guardaban en bolsas de residuos. Ahora veremos por qué no podían llevarla al banco.

A comienzos de la década de 1970, la representación de sexo había ganado la pantalla grande. La primera vez que se vio vello púbico femenino fue en 1966. En 1969 llegó la hora del pene. Dinamarca comenzó la onda expansiva de liberación de los desnudos en el cine. Lo siguieron otros países europeos. Sus films se comercializaban como documentales “serios” del otro lado del océano. En Estados Unidos se estaban organizando dos centros importantes de producción y exhibición: California, en la costa oeste, y Nueva York, en el este. Deep Throat pertenece a esta última zona.

Como pornógrafo no me causa gracia decir que lo más alto a lo que llegó la exhibición cinematográfica de pornografía no se debió a sus cualidades estéticas o por la transgresión sexual que representaba, como ocurrió en la literatura, por ejemplo, con el Divino Marqués, sino que se debió a la diversificación en los negocios de la mafia. Ya había conquistado el mercado de la droga, ahora le llegaba la hora al sexo. El productor de la película, Louis “Butchie” Peraino, era hijo de Anthony, el jefe de una de las “familia” incipientes de la ciudad. La mafia no aportó sólo dinero, proveyó también la logística para la distribución y exhibición masiva de este tipo de películas. Mafia y pornografía se estaban convirtiendo en el subsuelo sobre el que se edificaban las columnas de la ley en EEUU.

Pero soy injusto al decir esto. Garganta profunda tiene méritos de sobra. Por un lado, fue el resultado de una presión sociosexual inmensa que exigía sublimar lo que no podía concretarse en la realidad. Y por otro lado, fue la presentación en sociedad de la industrialización del porno. La connotación de la palabra “industrialización” suele ser negativa, se la asocia con la repetición mecánica de un acto y la explotación a mansalva de sus operarios. En este caso implicó la institución de un campo de producción que daría como resultado millones de películas y miles de directores, actores y actrices de culto. Unos años más tarde aparecerían las maestrías y los doctorados sobre el tema.

El director del film, Gerard Damiano, tenía ínfulas de artista y quería filmar un largometraje en 32 mm. El porno venía filmándose en 8 y 16 mm. El borrador de la película lo escribió en unas fichas de archivo durante un fin de semana, luego de que Traynor, el marido, representante y proxeneta de la actriz principal, Linda Boreman, le mostrara las habilidades de su mujer, la reina de las felatrices. Damiano quedó impresionado al ver cómo un órgano de 25 cm desaparecía dentro de un agujero dentado incrustado en un rostro inocente. Traynor se vanagloriaba diciendo que la técnica se la había enseñado él, que la había aprendido de unas prostitutas japonesas cuando había estado como marine en el frente de combate.

Como sabe cualquiera que ojee un poco Wikipedia, Linda no le reconoció ningún mérito de nada a su exmarido, al contrario: lo acusó de haber sido violada, prostituida, obligada a tener sexo con un perro con una pistola en la cabeza, y golpeada sistemáticamente por él. Dijo también que el mejor sexo que tuvo estando con Chuck fue con su vibrador. Cuando pasó el ¡boom! del estrellato, Linda se volvió una feminista a ultranza y una militante antipornografía. A su vez, en los últimos años de su vida, Reems (el coequiper de Linda en el film) terminó abocado a la religión. Nadie sale ileso cuando juega en serio con su sexualidad.

No sé si Garganta… es una obra artística, pero sin duda es algo distinto tanto en el mercado del arte (¿cuánto valdrá hoy uno de sus rollos originales?) como en el de la pornografía. Son famosos los primerísimos planos de Damiano porque no sólo enfocan las penetraciones o las caras de las actrices, tomas imprescindibles en cualquier porno, sino también todas las secreciones que puede expulsar un cuerpo. En el film que nos convoca, el plano de la boca chorreando moco y traspiración que le cae de la nariz aún hoy provoca sensación. Pero bueno, la suerte de Damiano estuvo atada a Garganta…, aunque después haya hecho películas mucho mejores, como Devil in Miss Jones, por ejemplo. Ironías del destino, Garganta… la “firmó” con el seudónimo de Jerry Gerard.

En alguna entrevista Damiano cuenta que vio en Linda un frescor y una belleza que rompía con los moldes de lo que se consumía en el cine porno del momento, más allá de que en ese lapso no había "un" cine porno, todavía. Lo inventó Garganta... De hecho, la figura de Linda representa algo muy diferente a lo que se terminó imponiendo como el modelo exitoso de la porno star “americana” ¿Qué encarnaba? Lo que era. Ni más ni menos que el fruto de una filosofía hippie y de un principio de amor libre. En este sentido, Lovelace representó uno de los callejones sin salida a los que condujo el redescubrimiento del cuerpo y sus placeres en la década anterior.

Al productor “Butchie” Peraino no le gustaba nada Linda Boreman (tal su auténtico apellido, que puede ser traducido como “aburrida” o “perforador”). No le gustaba básicamente porque no tenía tetas, el ingrediente imprescindible del porno, para él. Compartía una oficina de mala muerte con Damiano en la calle 42 de Manhattan, un barrio peligroso en aquel entonces. Traynor, que estaba allí viendo qué trabajo podía pescar, en alguna entrevista confiesa que se gritaban de un lado al otro de la oficina: “No tiene tetas, sin tetas no hay porno/ Linda se queda, Linda se queda”. Esto es así. “Butchie” le pidió que por lo menos le hiciera una prueba de actuación, ya que pensaba que ella no podía articular ni siquiera una palabra. Damiano le hizo recitar “El corderito de Mary”. En la versión de Linda del evento, ella cuenta que lo dramatizó, cambiando los tonos de voz, etc.

Alrededor de la actuación sucedieron un par de anécdotas estrambóticas durante la filmación, que duró 6 días. Traynor alentaba a Linda a tener sexo, obviamente, pero con la condición de que no lo disfrutara. Un ejemplo, hay decenas: para convencerlo a “Butchie” de las dotes de su mujer le pidió a ésta que le practicara sexo oral. Ella obedeció. Mientras ella trasegaba entre las piernas, “Butchie” masticaba una pizza aburrida, hasta que le dijo: “Basta, basta, dejame en paz”. Pero Butchie no era Reems. Como estaba un poco celoso de éste, Traynor vigilaba las caras de Linda mientras cogía. Linda sabía que cualquier sospecha podía terminar a la noche en una golpiza. Cada vez que cogían, Linda se la pasaba mirando por sobre el hombro las reacciones de su marido. La cosa se puso pesada y las escenas no avanzaban. Entonces Damiano tuvo una idea, designó a Traynor como jefe de producción y empezó a encargarle encomiendas absurdas para que se fuera del set. Una vez que se lo sacaron de encima, el rodaje de las escenas de sexo iba perfecto, pero aparecieron los problemas de actuación. En un momento Damiano paró todo y le pidió a Linda y a Reems que ensayaran los argumentos fuera de cámara. Estuvieron varias horas ensayando. Nadie había visto algo así en una producción de este tipo.

Vale la pena contar cómo Harry Reems terminó siendo el protagonista de la película. Reems era un actor más o menos consagrado en el mundillo de la pornografía. Era muy simpático, era cool, y tenía erecciones fáciles. Antes de Garganta… Reems había filmado algunas escenas sexuales con Linda, y se “enganchó” con ella. Le dijo a Damiano que quería participar en la película, que se iba a filmar en Miami. Damiano le dijo que no había dinero para pagarle. Reems se ofreció a trabajar de lo que sea por 25 dólares al día (un actor porno ganaba alrededor de 100). Lo contrataron como iluminador. Pero una vez en Miami no encontraron ningún actor para el personaje y el papel se lo adjudicaron a él. Como iluminador llamaron a un personaje siniestro también famoso, Lenny Camp, que terminó sus días en la cárcel por pedófilo.

No sé si vale la pena contar a esta altura el intríngulis del film ¿quién no lo conoce o imagina? La protagonista, una chica de barrio que con su pelo ondeado y su rostro ingenuo simbolizaba mejor que nadie la herencia del flower power, no siente placer al tener sexo tradicional. No sentía nada de nada. Luego de varias pruebas infructuosas termina visitando a un sexólogo, el experimentado doctor Young (Reems). Éste descubre lo que sucede: la señorita tiene el clítoris en la garganta. Goza practicando la felación. Se hace obligatorio mencionar las imágenes que simbolizan el goce de la actriz no sólo porque nos remiten a los juegos visuales de un Mèlié, en el origen del cine: fuegos artificiales, cohetes despegando hacia el cielo, sino porque se ve que las actrices todavía no lo actuaban. El orgasmo es una teatralización. Estas imágenes surrealistas sumadas al absurdo argumento le dan a la película un aire de comedia que desdramatiza todo el evento del sexo, algo que a la sociedad le llevaría un tiempo largo hacer, y no sé si lo logró todavía.

Damiano inventó dos cosas muy importantes en Garganta…: primero, el apellido artístico de Linda, Lovelace (si había habido una MM ((Marilyn Monroe)), ahora habría una LL, decía Damiano), y luego el cambio del nombre del film, que iba a llamarse La tragasables. Obviamente que en la historia de la sexualidad hubo muchas felatios, pero nunca habían tenido la profundidad que le dio Linda. Nadie tampoco las había llamado “garganta profunda”. Hoy, sería muy raro que alguien no entendiera a qué se refiere el concepto. Damiano aportó a la humanidad un nuevo género de acto sexual.

A veces, las cosas, tienen la suerte de estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. La prensa jugó un rol muy importante para colocar a Garganta… allí. Al Goldstein, el editor de la revista Screw, hizo una reseña afirmando que era la mejor película porno jamás filmada, y la premió con el mayor puntaje posible en el sexómetro: 100. Goldstein se mandaba la parte y decía que antes de su artículo la película se había estrenado en California y había durado en cartel lo que duraban todas las porno, una semana. Luego de su nota, se estrenó en 300 salas repartidas por todo los EEUU y la gente iba en limousine a verla. Esto es cierto. Incluso se hizo una proyección privada en la casa de Frank Sinatra. Esto no lo inventó Damiano, pero Garganta… inauguró un nuevo subgénero porno, el porno chic.

Algunos, por último, adjudican el éxito también a la prensa, pero por otro motivo. Responsabilizan al alcalde de NY, J. Lindsay, que confiscó la película. ¡¿Para qué?! Se desató una enorme ola de protesta a favor de la libertad de expresión, teniendo entre sus defensores a personajes muy famosos de la tele y la cultura, como Truman Capote o Johnny Carson, entre muchísimos otros. El caso del Watergate y el intento de encubrimiento por parte del gobierno de Nixon estaban todavía demasiados vivos. El poder de la prensa y el poder de la mafia se habían encontrado como por casualidad.