Entre bestias vivas y donación de latidos

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Entre bestias vivas y donación de latidos

05 Agosto 2012

“A Theo le encantó estar en Tecnópolis, acostumbrado a presentarse en museos y lugares cerrados, más tranquilos. La posibilidad de traer sus “Strandbeest” acá para que los millones que pasan por Tecnópolis, los pudieran ver, apreciar, le encantó.” Así nos habla Micaela, productora de ArtFutura, de Theo Jansen (63) un artista holandés que desde hace más de 20 años se ocupa de crear inmensas criaturas de fisonomía y estructura tubular que se mueven por la acción del viento. Se trata de “esculturas cinéticas”, hechas con tubos de pvc y cinta adhesiva cuya misión es tratar de sobrevivir por sí mismas sin necesidad de intervención humana.

“Él los deja meses en la playa porque la idea es que vivan solos ya que cuentan con los suficientes medios o métodos como para poder subsistir. Si se rompe, se muere, y eso es porque el animal no se supo adaptar y tiene que seguir evolucionando” eso es lo que comenta Martín, entrenado por Jansen para que pudiera mantener a sus criaturas y contarles a cada uno de los que asiste qué son esos gigantes de caña amarilla y botellas de plástico. Los Strandbeest poseen diversos sensores y sistemas propios que le permiten esquivar obstáculos (rocas, paredes) o detectar el agua para poder cambiar el sentido de su orientación y evitar ahogarse o romperse.

“Todo el sistema de pistones que tiene cada pierna funcionan como músculos. Y a la vez, cada pierna tiene un mini cerebro que dice qué pierna tiene que mover y qué pierna no. En el caso de que una pierna se mueva cuando no debería hacerlo, toda la estructura se puede romper”.

Cada animal tiene su nombre, no precisan reproducirse ni alimentarse para poder vivir, pero su causal de muerte es resultante de las mejoras que Jansen debe hacer para poder crear modelos más evolucionados y resistentes. “El Animaris Sabulosa, por ejemplo, cuando detecta fuertes vientos, despliega una cola y saca un martillo para poder estacarse o anclarse al piso, resistir la tormenta y después volver a caminar”.

Pero el Animaris Sabulosa es resultado de los cientos de Animaris que le antecedieron, que han perecido por los vendavales y se han convertido en fósiles. Fósiles que Jansen entierra o rescata para exponer. ¿Cuál es la reacción de la gente ante estos ejemplares? Micaela afirma que todos los que pasan alucinan, los miran con cara de asombro, hacen preguntas raras. “Che ¿es un dragón?, ¿un avión?, ¿vuela? ¿Es un dinosaurio?, ¿lo hizo Da Vinci?” y se van con una sonrisa “porque son increíbles, son hermosos”.

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Pero los “Strandbeest” no es la única performance artística  que Tecnópolis tiene para mostrar.  En medio del Predio Ferial y rodeado de stands (de robótica, matemática, ingeniería) se encuentra esta peculiar instalación que simula ser una gran sala de espera. Se trata de la obra del artista francés Christian Boltanski “Les archives du coeur” (Los archivos del corazón), un reservorio mundial que reúne miles de latidos sin distinción de edad género o condición social.

La obra ya recorrió ciudades como París, Estocolmo, Berlín, Londres, Milán y ahora se presenta por primera vez en Argentina de la mano de la Universidad de Tres de Febrero y en Tecnópolis.

“Cuando se inició el contacto con Boltanski, él vino a ver qué dejaba en Tecnópolis, cuál de todas sus obras ponía, y como vio que venían muchas personas de diferentes estratos sociales, de diferentes lugares del país, quiso que esta obra estuviera acá, porque lo que él quiere es que estén representados todos”. Eso nos cuenta Luciana, vestida con guardapolvo blanco y lista para grabar el latido de aquellos visitantes que se ofrecen como donantes. La idea de Boltanski es construir una memoria de la humanidad a través de la suma de los latidos de cada uno de los seres que la constituyen.

Hijo de padre judío y madre cristiana, Boltanski nació a fines de la Segunda Guerra Mundial, motivo por el cual su obra está signada por la huella del Holocausto. De ahí que la muerte, la vida, la memoria y la identidad son temas recurrentes dentro de su obra. Fotografías, libros, cartas, recortes de periódicos, ropa, objetos personales constituyen materiales simples, frágiles; recursos de los que él se vale para construir instalaciones donde la vida se reinvente, resurja más allá del arte.

Dentro de su juego de presencia/ausencia, cobra sentido recuperar los objetos, las pertenencias de alguien en vida que son los mismos que ese alguien deja en muerte. Esos objetos cotidianos remiten a la trayectoria vital del ausente, pero también constituyen el archivo presente de la memoria y la resistencia al olvido.

El interés de Boltanski por almacenar latidos recrea esta dimensión de vida-muerte, memoria-archivo porque el latido, tal como afirma Luciana “no sólo es lo que iguala a todos los seres humanos más allá de sus condiciones de existencia, sino también es lo que hace al ser humano. Sin ese latido el hombre no existe. Es lo único y común a todos”. El latido marca la singularidad vital de la especie humana y su semejanza, así como también la presencia de la vida y de la muerte.

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