“El debate sobre el sistema educativo no puede escindirse de qué sociedad queremos”

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“El debate sobre el sistema educativo no puede escindirse de qué sociedad queremos”

10 Septiembre 2015

 

Por Pablo Russo

En el distinguido barrio de Recoleta de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentra el Colegio N°2 Domingo Faustino Sarmiento, en cuyas aulas conviven estudiantes provenientes de la cercana Villa 31 de Retiro con sectores medios porteños. Allí, una rectora y docente de literatura propone un novedoso método pedagógico para repensar la propia realidad de los jóvenes y buscar la integración. De esto se trata el documental de Francisco Márquez, estreno de este jueves en el cine Gaumont.

APU: ¿Por qué filmar una escuela, y por qué “esa” escuela en particular?

Francisco Márquez: Siempre me interesó el mundo existente en las escuelas secundarias. Fui un mal estudiante y tuve una relación conflictiva con la institución donde cursé: ILSE (un colegio dependiente de la UBA que a su vez tenía una cuota de cooperadora) donde, por lo menos en mi experiencia, la relación entre los jóvenes y la autoridad era muy vertical; y donde los docentes transmitían conocimientos y contenidos sin pensar en la construcción colectiva del saber, debiendo dejar nuestras experiencias vitales fuera de la puerta de la escuela, o a lo sumo en un gabinete psicopedagógico más policial que educativo. Luego de estudiar cine en la ENERC y buscando algún trabajo fijo que pudiera completar los irregulares ingresos de freelance, empecé a trabajar en el Colegio Sarmiento en el marco de un proyecto que impulsaba Roxana Levinsky, rectora de la Institución, convocando a jóvenes de diversas disciplinas (audiovisual, físicos, programadores de videojuegos, actores, filósofos, biólogos, sociólogos, etc...) para que trabajemos junto a docentes regulares, preparando recorridos pedagógicos alternativos que puedan entusiasmar a los estudiantes y hacerlos participes del conocimiento.

Cuando entré al Colegio Sarmiento rápidamente percibí que ahí adentro había una película. Situado en Recoleta, el barrio más caro de la ciudad de Buenos Aires, pero con una población escolar con una importantísima presencia de estudiantes de la villa 31 de Retiro, es un Colegio con muchísimos conflictos pero no de los que una vez por año explotan en los colegios más politizados y con mayor población escolar de clase media con tomas de escuela por cuestiones edilicias o incluso por cuestiones de política educativa; sino con problemáticas que, salvo en los ámbitos docentes, no suelen tener visibilidad y que expresan la precariedad del sistema educativo argentino, y que, obviamente, es la consecuencia del sistema social y económico. Lo interesante de la experiencia en el Sarmiento es que allí no solamente hay un pequeño grupo de docentes comprometidos que pelean por revertir la situación, sino que también había una rectora que impulsaba activamente un cambio, buscando empoderar a los estudiantes, enfrentando la adversidad de docentes resistentes a lo nuevo, al conservador gobierno de la Ciudad e incluso a direcciones sindicales que a veces reducen su práctica meramente a lo gremial olvidando lo político y que un trabajador no sólo es un sueldo y un estatuto sino, sobre todo, una persona que necesita que su práctica tenga sentido para realizarse espiritualmente. Es decir que sentí que en esa escuela particular había un conflicto que expresaba profundamente los problemas, los desafíos y los sueños.

APU: ¿Qué tenía previsto a la hora de comenzar el rodaje, y con qué se encontró que le cambió los planes o el guión?

FM: El guión, en especial en el documental, es siempre una hipótesis. Es el trabajo con lo material lo que va a terminar de definir la película. En este caso yo había trabajado un año entero e intenso en la escuela antes de escribir el guión, a partir de lo que a mí me interesaba contar, podía intuir las posibles líneas de conflicto que podían dispararse en el transcurso de un año escolar. Lo más importante que todo el equipo de filmación tenía que saber era qué se quería contar. Eso nos permitía seleccionar qué cosas grabar y qué cosas no eran trascendentes para nuestro relato, y sobre todo de qué manera abordar los hechos. El guión que escribimos tiene muchos de los componentes que se ven en la película, incluso en el guión está la formación de un centro de estudiantes y los conflictos de clase que surgen del intento de unidad. Eso no estaba pasando ni se estaba debatiendo cuando presentamos el proyecto al INCAA, pero al momento de filmar ocurrió. Lo más difícil de registrar fue el conflicto entre docentes por los modelos de escuela contrapuestos, yo creo que eso se ve en la película pero, por pedido de los protagonistas, hemos tenido que apagar la cámara en situaciones donde eso se vivenciaba crudamente. El guión contemplaba una línea estructural basada en las jornadas docentes que discutían la nueva ley de educación, pero en la realidad esos encuentros eran bastante pobres y lo que pasaba en las aulas con los chicos era mucho más interesante.

APU: ¿Con qué se van a encontrar los que vayan a ver el documental?

FM: Es una película que aborda una problemática crucial como es el tema educativo pero que, sin abandonar una posición política, no baja una línea ni da certezas. Pensamos que lo mejor que podíamos hacer es una película que deje al público con ganas de debatir, hablar, pensar, ponerse en movimiento. Tratamos de captar lo que pasa en las aulas de una manera compleja y entonces se pasa por diversos estados: hay humor, emoción, indignación… Siempre pensamos la película con una anti-referencia que son los programas de Canal Encuentro. No porque no valoremos el trabajo que hace ese canal, hay programas muy interesantes allí, sino porque el abordaje que se hace de lo que ocurre en las escuelas en algunas de esas producciones suelen ser superficiales, y los conflictos superados por la tolerancia y la corrección política. Es llamativo ver un programa de ese Canal sobre el Sarmiento que se hizo al mismo tiempo que nosotros filmábamos. Al final, un chico de la villa 31 y una chica que baila en el Colón se dan la mano y ríen juntos con una imagen que se pone en blanco y negro buscando ser más emotiva. Eso fue generado por los realizadores, no estoy en contra de que en el documental se ficcionalicen cosas, pero entiendo debe ser respetando la realidad que es compleja y dinámica. Pensar que las clases sociales pueden convivir sin conflicto es una utopía a la cual no adherimos. Por último se van a encontrar con un documental que hace eje en los estudiantes y como protagonizan lo que ocurre en la escuela, por eso es una película donde la cámara está predominantemente sobre ellos.

APU: No hay entrevistas ni narración en off en su relato, ¿por qué esta elección estética? ¿Quiénes son sus referentes cinematográficos?

FM: Esta elección estética no obedece a un dogma que yo crea que hay que seguir, de hecho el documental que estamos preparando ahora tiene narración en off y una clave más ensayística, Creo que cada película debe encontrar su forma. En este caso, quisimos que el público se relacione con el lugar de una manera similar a la que lo hicimos nosotros, observando, pero no en plano general sino observando detalladamente y con la atención centrada en los jóvenes. Buscamos que los que vean la película puedan ir descubriendo a los protagonistas, ir encontrándose con ellos a partir de sus acciones. Pienso igual que, remitiéndonos a los referentes más conocidos del cine observacional, como Wiseman que hace un trabajo fascinante y que repasamos pensando en este documental, nosotros buscamos darle cierta narratividad a la estructura dramática, entonces quizás la definición de documental observacional puede llevar a cierta confusión. Es importante aclarar que en un primer momento teníamos pensado que haya intervenciones más explícitamente “autorales”, sin embargo a medida que avanzábamos en el rodaje creímos que no era necesario agregar más nada a ese registro que condensaba dramáticamente todo lo que a nosotros nos interesaba sobre la temática. Respecto a mis referentes, son diversos: Godard, Pasollini, Raul Ruiz o referentes más contemporáneos como pueden ser Miguel Gomes o el trabajo de experimentación que hace con los géneros Adrian Caetano. También Peter Watkins o Varda. Hay millones y diversos y como te decía antes, creo que uno debe encontrar la forma con la película y no autoimponérsela a priori.

APU: ¿Qué ocurre en las proyecciones en las que ha acompañado el debate?

FM: Eso es lo más interesante de todo. En lo personal me permite descubrir un montón de cosas que no había visto en nuestra propia película e incluso, cuando en una proyección me han preguntado si era un buen alumno, descubrir las motivaciones más profundas que me llevaron a filmarla. La hemos pasado en lugares muy diversos, desde el festival de Toulouse hasta un centro de formación docente en Florencio Varela, pero en todos lados el debate se extiende y es entusiasta. En general, hay admiración por el trabajo de la rectora, fascinación por el mundo de los estudiantes, curiosidad por saber cómo logramos que no se sienta la presencia de la cámara y todos actúen con total normalidad.

APU: ¿Piensa que la realidad que representa de ese particular colegio porteño puede ser transportada a la escuela pública en general en el interior?

FM: Sí. Aunque no de forma mecánica. Cada escuela tiene su particularidad, pero la obligatoriedad de la escuela secundaria hecha ley en el 2006 ha abierto un nuevo desafío que las contiene a todas y que debe llevar a un profundo debate sobre el sistema educativo. Debate que no puede pensarse autónomamente en el sistema educativo, porque el mismo no puede escindirse de un debate más general sobre qué sociedad queremos. Está muy bien incorporar la enseñanza de derechos humanos en la escuela, pero ¿Cómo la van a entender los pibes que tienen todos los derechos vulnerados y que sufren la persecución policial, la discriminación y el desprecio de los medios de comunicación y gran parte de la población que los ve como peligrosos? ¿Cómo la escuela va a poder proponerles un futuro si la muerte es moneda corriente en los barrios? El problema de la educación no se resuelve solamente en las escuelas, es previo y más estructural, tiene que ver con el orden social y económico.