Carnavales en Valeria del Mar

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Carnavales en Valeria del Mar

03 Marzo 2019

Por Daniel Mundo

 

Cualquier persona que haya paseado por un pasillo de la facultad de Ciencias Sociales (UBA) y escucha la palabra “carnaval” se le prende en su cerebro una lucecita con el nombre de Bajtín. Por algo será. Sería una relación semejante a la que lo que nosotros llamamos carnaval mantiene con su pasado medieval. Bajtín era un ruso que algo sabía de literatura. El carnaval podría imaginarse como el recuerdo de una cultura popular que no sólo desapareció, sino que con su desaparición arrastró también el borramiento de su memoria. Temo que el carnaval encarne un auténtico fraude.

La etimología de la palabra está en disputa. Primero se creyó que provenía del latín, del término carnem-lavare, “abandonar la carne”, o carne-vale, “adiós a la carne”, que es lo que hacen los cristianos en cuaresma, fecha en la que se celebra el carnaval. Hoy, los especialistas también emparentan el término con diosas celtas y fiestas indoeuropeas dedicadas al dios Karna. En fin.

Obvio, hay decenas de carnavales distintos. El corso de Almagro no es lo mismo que el de Río de Janeiro, que no tiene casi nada que ver con el de Venecia (en uno hace mucho frío, en otro calor). El carnaval jujeño es famoso porque cruza rasgos de la cultura prehispánica con otros propios de los colonizadores. Los de Gualeguaychú son los más famosos de la Argentina. Cada comparsa tiene el corsódromo que se merece.

A mí me interesa el carnaval por otros motivos. Básicamente porque debería incrementar las ventas de mi negocio. ¿Lo hace? La respuesta depende de muchas cosas. No hay que perder de vista, igual, que un rasgo del comerciante típico consiste en quejarse porque siempre se hubiera podido ganar un poco más. Gajes del oficio.

Desde hace más de dos décadas la localidad de Valeria del Mar, en el Partido de Pinamar, viene tratando de instaurar una tradición cuyo título podría ser: Los carnavales en Valeria. Uno se imagina que Valeria se viste de fiesta con guirnaldas, luces de colores, globos, petardos y serpentinas. Bueno, no ocurre nada de esto.

Salvo el primer año, que fue un éxito increíble y que no sólo vinieron comparsas y murgas de la mismísima Gualeguaychú, sino que además tuvimos al secretario y al subsecretario de cultura vestidos de mucama y de bebé en un cochecito (eran los años de la fiesta menemistas), todos los demás intentos terminaron siendo un poco burlescos. Bueno, los carnavales son algo burlesco, lo que quiero decir es que estos carnavales en Valeria son pobres y sin gracia. Cortan la avenida principal y una vez hasta obligaron a la gente a pagar entrada para ingresar a la calle. A nuestra pizzería esto la arruinó: tenían que comprar la entrada para venir a comer una pizza. Al otro día se dieron cuenta que era ilegal. Cualquiera.

Nunca se sabe bien si este año “va a haber o no” carnaval en Valeria. Hasta último momento, cuando cortan la avenida principal y empiezan a desembalar los caños del escenario, ni siquiera los organizadores saben si se va a hacer o no el carnaval. Es una política publicitaria muy rara. Pero a pesar de ello, y por contradictorio que parezca, siempre se termina juntando mucha gente. Vienen de los pueblos aledaños.

Muchas temporadas el municipio no llegó a juntar el dinero suficiente y tuvimos que quedarnos sin nuestra fiesta tradicional. Cosas que ocurren. Este año parece que las comparsas pasarán una vez más por la puerta de mi negocio. Veremos.

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Hará tres o cuatro años atrás trajeron unas compañías de Entre Ríos que prometían un show digno. Siempre hay expectativas, pero esa vez hubo más. Desde temprano empezaron a sonar los parlantes, que inundaban el aire con música variopinta. El espectáculo estaba programado para las 20:30h. Primero iba a haber unos recitales y luego pasarían las murgas por la avenida. A los diez minutos de empezado el show explotó el generador eléctrico y dejó sin luz a toda la localidad. No habían probado la potencia de los equipos de música. Tardaron dos horas y media en arreglarlo. Por suerte nosotros tenemos un pequeño generador eléctrico propio y llenamos el boliche, pero del carnaval lo único que vimos fueron a las “chicas” que pasaban al baño para empolvarse. Esa misma noche se subieron a los micros y volvieron a sus pagos.

El año pasado el festival también estaba programado para las 20:30h. No sé por qué, pero cuando se organizan estos eventos sociales multitudinarios, durante todo el día se siente la presión, los ánimos de caldean, el espíritu se prepara para el evento. Los chicos corren de acá para allá persiguiéndose con nieve en aerosol, el elemento más peligroso que la zona habilitó para festejar. Las famosas y letales bombitas de agua sólo pueden arrojarse en la playa. Como siempre ocurre en Argentina, el comienzo se retrasó unos minutos. Se escuchaban tamboriles en sordina y una voz que gritaba de tanto en tanto por el micrófono: “Buenas noches Valeria del Mar. Buenas noches. Hola. Hola”. La gente se amuchaba contra las barandas. Algunos comían sanguchitos, otros escuchaban su música en el smartphone, otros esperaban que comenzase el show controlando que sus hijos no se perdieran de vista. A las 21:15h en punto, a siete minutos de empezado el espectáculo, como una señal del Rey Momo, un rayo maldito partió el cielo y empezó a caer un diluvio que paró recién a las 2:00 am. A esa hora ni nosotros estábamos despiertos. El festival se pospuso para el otro día.

Habían contratado tres comparsas. Dos eran de Gualeguay, una de Madariaga. Entre Ríos es como una especie de usina de comparsas y murgas carnavalescas. Estas que llegaron a la costa evidentemente eran más amateur que las que se ven en la tele. A algunos los trajes les colgaban desflecados y más que murgueros parecían payasos. A otras y otros, las mallas les apretaban como si fueran un par de números más chicas. Se notaba a la legua que no habían ensayado mucho la coreo. La gente se banca cualquier cosa con tal de ver una travesti. Sólo dos de las tres compañías contratadas montaron el show. La otra tuvo que viajar a San Clemente. Nuestra pizzería estaba a unos cincuenta metros de donde comenzaba el desfile. No se escuchó nada. Ni siquiera estamos seguros de que se haya hecho.

El carnaval es una práctica pagana que el cristianismo incorporó de alguna manera a su liturgia, con lo que se domesticó su espíritu levantisco. Como todos sabemos, su fecha cambia de año en año. ¿Por qué? Porque el carnaval se realiza el primer jueves de febrero o marzo que tenga luna llena. Este sí es un dato fehaciente, proviene de la pascua judía, pues parece que el pueblo “elegido” pudo escapar de Egipto gracias a que la noche de la huida había luna llena. Hoy popularmente se vive como un feriado de dos días que nunca se sabe bien cuándo cae, y menos se sabe qué se festeja. De inversión de roles y estatus sociales, ni idea. De la revancha de las clases populares sobre los poderes que las oprimen no quedó mucho más que un arlequín vestido con brillantina. Nada de la revuelta popular ha permanecido, aunque no tengo dudas de que es una fiesta popular. Sólo que, en lugar de mofarse de los poderosos, hoy los chicos les piden permiso para tirarles un chorro de espuma.