Beno Guelbert: “Tito Losavio me propuso cruzar The Beatles con el mundo jamaiquino y me volví loco”

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    Beno Guelbert
    Foto: Mariano Nieva
APU ENTREVISTAS

Beno Guelbert: “Tito Losavio me propuso cruzar The Beatles con el mundo jamaiquino y me volví loco”

17 Noviembre 2024

El bajista, tecladista y percusionista Beno Guelbert conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre su larga trayectoria en bandas míticas como Clap, Las Pelotas, Man Ray y La Zimbabwe para terminar contándonos sobre el proyecto que lleva adelante con Tito Losavio en donde cruzan la música de los Beatles con los ritmos jamaiquinos.

“Soy un tipo inquieto, hace años que vengo batallando, tocando en muchas formaciones y siempre es un lindo desafío comenzar un nuevo proyecto: te ponés nervioso, querés que salga todo perfecto.”

Empecé de chiquitito aporreando cosas. Le pegaba a las ollas, le pegaba a una bicicleta que tenía en el balcón como si eso fuera mi batería. Mi familia empezó a comprarme cosas de percusión, inclusive al principio partes de batería como en cuotas. Creo que en el fondo querían que desista y en algún sentido, lo lograron: mi viejo metió mano y me compró una guitarra”.

“A partir de ahí, se me armó un plan interesante en el secundario, de juntarnos a sacar canciones de los Beatles. Lo primero que hice cuando tenía 13, 14 años, fue justamente empezar a pensar en el bajo. Fue la resultante de ese primer mundo rítmico que, además, después derivó en laburos como percusionista. El bajo es un instrumento que tiene un sostén rítmico y otro armónico, es como la parte central del edificio que se arma. Estás en el medio de todo, estás en el escenario y sos el pecho de la criatura”.

“Mis primeras cosas salieron con la percusión. Mi hermana, que era bailarina, me avisó que estaban buscando acompañantes percusionistas para las clases de danza contemporánea. Yo acababa de venir de un viaje a Brasil, iniciático en algún sentido. Estaba en plena efervescencia, con 22, 23 años y me traje varias cosas de percusión. Cuando mi hermana me propone eso, vi una salida laboral y se me juntaron un poco todas las ideas”.

“Un día, en una clase en el estudio de Margarita Bali, había tres muchachitos que estaban sentados al fondo, viendo la clase. Le veía carita de músicos a los tres y que estaban atentamente mirando las clases. Eran (Fernando) Samalea, Diego Frenkel y Adi Azicri. Eran amigos de una de las chicas que tomaba clase. Me abordan y me dicen que les gusta mi estilo de percusión. ‘Tenés un estilo africano’. Enseguida hubo una identificación, charlamos unas pocas palabras y estábamos en la misma frecuencia musical”.

“Le hago el comentario a Diego de que yo quería tocar el bajo. Entonces me dice ‘no te preocupes, vos entrá a la banda (Clap) que no nos estamos llevando muy bien con el bajista’. Que era el señor Christian Basso, con quien todavía sigue en relación (risas). Me propuso entrar a ver qué pasaba y ahí arrancó toda la historia. En principio percusionista y después fui bajista”.

“Con Sebas Schachtel éramos compañeros en Clap. En las pruebas de sonido habíamos armado una especie de dúo fantasma y boludeábamos inventando reggaes. Más adelante, hicimos un viaje a Brasil juntos y esa música nos siguió vinculando. La verdad que iba por ahí, por la negritud, la música jamaiquina y la negra en general. En Pinamar nos revolotea un adolescente enloquecido porque nos había reconocido como parte de Clap que nos dijo ‘ustedes tienen que ver mi banda de reggae’. Fuimos a verla. Era Fondue, con el que después iba a ser el cantante de la Zimbabwe.

Primero fui a ensayar yo y me entusiasmé. Le dije a Sebas ‘tenés que venir porque es medio lo que estábamos haciendo, está buenísimo, es muy divertido y tocan bárbaro’. Así fue como transportamos un poco esa dupla a lo que después se conformó como la Zimbabwe Reggae Band. Fue algo muy genuino. Si escuchas los dos discos que grabamos hay algo de eso que hacíamos en Clap con las percusiones y los teclados rítmicos, como las marimbas las placas, los xilofones, hay mucho de eso africano”.

“(La Organización Negra haciendo la Tirolesa en el Obelisco) fue genial, un hito en mi vida musical difícil de empardar porque fue muy emocionante. Creo que fue el primer espectáculo de ese tipo que se hizo en Argentina, ellos lo llamaban teatro de operaciones. Con mucho de acrobacia, muy jugado, en épocas en que no había tantas ART. Fue una cosa increíble lo que hizo ese grupo y tuve la suerte de ser convidado a tocar como invitado, por esto de los ritmos africanos que te comenté. Parte de la gente que dirige Fuerza Bruta y De La Guarda vienen de ahí, ese es el grupo germinal, contemporáneos a  toda esta época de los ´80 que fue maravillosa, inolvidable, de una efervescencia y un sentir de que Buenos Aires generaba y generaba cosas”.

“(Con respecto a la Dictadura) tengo el recuerdo sobre todo de la transición. Las noches más musicales empezaron a pasar cuando yo era más grandecito y la Democracia como que se venía. La etapa anterior, de la Dictadura, fue terrible porque vivías con miedo de que la policía te agarrara, tenías que estar con los documentos, una sensación de que podían hacer con vos lo que quisieran. Es difícil explicarlo hoy a los jóvenes. En algún lado, sentía que mi instrumento en la mano era una especie de pasaporte, que nadie se va a meter con un músico”.

“Recuerdo perfectamente esos primeros recitales cuando empieza toda la movida de Los Twist, esa época que se empieza a agitar, la previa a que se terminara la Dictadura. Íbamos a Einstein, el Stud Free Pub, no recuerdo cómo se llamaba el que estaba en República de la India, ahí los vi a los Redondos. Los Redondos son el primer grupo que a mí me transmitió una cosa de libertad auténtica, no como este “libertarianismo” del que hablamos ahora. Eran totalmente desenfadados, una cosa totalmente hilarante, desenfadada y sobre todo irreverente en una época donde había una moralina flotando en todos lados. Ellos rompieron con todo”.

“Recuerdo mucho las razzias, mucho personal policial de civil que entraba a los boliches y se llevaban gente. Yo mismo tuve más de una situación, me llevaron a la salida de un recital de Serú Girán en Obras, habrá sido el año 81. Se metió un policía en mi auto y fuimos con el fitito mío hasta Toxicomanía. Otra en Luna Park, donde tocaba Wheater Report, fines del 80. La policía metiendo a toda la gente que salía en colectivos, cosa que hacían siempre cuando terminaba el recital. Me cazaron de una porque tenía el pelo muy largo, mi hermana se largó a llorar y gritar “¡a mi hermano, no!” y al final me desecharon por el quilombo que armó”.

Otro recuerdo potente es mi paso por Las Pelotas y lo que se armaba en aquellos shows en vivo. No te olvides que lo tenía atrás, en la batería, a Superman Troglio. Era una aplanadora lo que pasaba con la gente, para mí fue un flash. Yo venía de una cosa mucho más de culto. La gente mucho más escuchando, acá estaba prendida fuego, fueron los primeros pogos que viví, no me voy a olvidar nunca de eso, fue increíble. Estaba el querido (Alejandro) Sokol en el mejor momento, cuando estaba abandonando el mundo mormón y entrando en la vida de los excesos”.

Man Ray fue una etapa posterior a Las Pelotas. Con una formación increíble porque estaba el querido (Guillermo) Piccolini en teclados, estaba La Negra (Mariana) Baraj en percusión, Marianito Casanova en batería y el gran Tito (Losavio). Una formación de lujo y una época también muy divertida”.

“Tito Losavio me propuso cruzar The Beatles con el mundo jamaiquino y obviamente me volví loco, porque estaba juntando a dos amores míos. Para mí es un poco la síntesis de mi historia. Me lo tomo, igual, como un divertimento, no es que descubrimos América, no hicimos nada que no se haya hecho ya. Pero esto está planteado como una música más de cámara, Tito en plan crooner, no en plan cantante, no hay el despliegue de teclado ni de vientos. Bajo, batería, guitarra y hammond, un concepto muy chiquito, movible y sintético de la onda”.

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