Lanata y los pedidos a la embajada norteamericana
La reivindicación (fragmento), por Horacio Vertbitsky (en Página 12)
El juego del yo-yo
Otra intervención llamativa en el debate fue la de Jorge Lanata. En el pasquín “Libre” y en La Nación interpretó mi columna del martes, “Vienen por más”, como una amenaza, del gobierno y en contra suyo. Ingenioso, pero falso. A pesar de los deseos imaginarios de Lanata, no soy miembro del gobierno, tampoco amenacé a nadie ni me referí a él. Sólo escribí que si Clarín y La Nación seguían reaccionado en forma altiva y prepotente ante los duros datos electorales que disiparon sus ilusiones, con el mismo método obtendrían idénticos resultados, “tal vez con una mayor diferencia, dado el hartazgo que producen. Si vienen por más, es muy posible que lo encuentren. Sigan así”. Convertir este opinable análisis político en una amenaza personal requiere una sobredosis de interés en sí mismo, como la que impresionó al embajador de Estados Unidos, Earl Anthony Wayne, en mayo de 2008. Un despacho enviado por Wayne a su gobierno sostiene que Lanata y su entonces socio, el ex juez Gabriel Cavallo, pidieron la intercesión de Wayne para que las empresas multinacionales de ese origen dieran apoyo económico al diario “Crítica de la Argentina”, porque el gobierno supuestamente lo perseguía. La información consta en el libro de Santiago O’Donnell “Argenleaks. Los cables de Wikileaks sobre la Argentina, de la A a la Z”. Según el mensaje confidencial que cita O’Donnell, Lanata describió una conspiración oficial para estrangular a su diario neonato, y Cavallo pidió ayuda de supervivencia para el último bastión de la prensa libre en la Argentina. De acuerdo con el relato del embajador, Lanata dijo que el gobierno intentó comprarlo y, como él no quiso, lo amenazó, igual que a los inversores en su diario. El gobierno también habría presionado a otras empresas privadas para que no publicaran avisos allí y hackeado la página web y las líneas telefónicas del diario. Cavallo, quien hoy trabaja para la directora de Clarín, Ernestina Herrera de Noble, agregó que la presión para que no publicaran en su diario se extendía a los gobiernos provinciales y, siempre según el embajador, le pidió que gestionara avisos de las empresas estadounidenses. Wayne les sugirió que publicaran esos hechos en el diario y que recurrieran a las organizaciones no gubernamentales que defienden la libertad de prensa. También prometió que transmitiría esas preocupaciones a interlocutores del gobierno que tuvieran influencia y no registró que ese ofrecimiento causara alguna incomodidad a sus interlocutores. Wayne escribió a su gobierno que el acercamiento de Lanata era uno de los más francos que había recibido de parte de un medio argentino y se congratuló por la confianza que demostraba en el compromiso de los Estados Unidos con la libertad de prensa. Agregó que el diario “podría tener problemas financieros que excedían el marco de cualquier campaña para boicotearlo”, escribe O’Donnell. Según el embajador “el presunto apriete a Lanata se queda corto en comparación con las groseras violaciones a la libertad de prensa” en otros países, como “el cierre de diarios”, la censura estatal, la detención de periodistas o la restricción del acceso a Internet”. Consultado para esta nota, Cavallo dijo que recordaba la reunión pero no su contenido. Se habría tratado de “una visita protocolar, en reciprocidad por la presencia de Wayne en el lanzamiento del diario”.
–¿Y el pedido de publicidad?
–Las embajadas no son el lugar para buscar avisos –contestó el viernes.
La situación es similar a la que se produjo en julio de 2010 cuando el canciller Héctor Timerman dijo que el periodista Alfredo Leuco, acompañado por su gerente comercial, le pidió publicidad “para hablar bien de Kirchner”. Leuco lo negó y anunció que iniciaría acciones por calumnias e injurias contra el ministro en la justicia civil. Al cierre de esta nota, Timerman dijo que transcurrido más de un año de la polémica, Leuco no había iniciado ningún juicio en su contra y que él podría identificar el restaurant y hasta la mesa en la que mantuvieron ese diálogo. En este caso el tercer hombre no dijo una palabra.
Negocios son negocios
Por supuesto, Lanata no es un caso excepcional. O’Donnell también dedica dos capítulos de su obra a Clarín, que ayudan a centrar el análisis sobre la particular relación de los medios argentinos con el poder político. El primero refiere un almuerzo ofrecido por Héctor Magnetto y su plana mayor al embajador Wayne el 7 de mayo de 2007, en el que comunicaron que había comenzado la confrontación con el kirchnerismo (el 25, Kirchner presentó en Mendoza la fórmula presidencial que integrarían su esposa y el gobernador radical Julio Cobos). Según dijeron en distintos momentos Kirchner y Cristina, Magnetto planteó que ella no podía ser candidata a la presidencia. Kirchner también dijo que el hombre de negocios había pedido apoyo del gobierno para que el Grupo Clarín adquiriera Telecom, a lo que el presidente se habría negado. El empresario nunca lo desmintió. La conclusión del embajador sobre aquel almuerzo, al que también asistieron los directivos del Grupo José Aranda y Jorge Rendo y los periodistas Ricardo Kirschbaum, Eduardo van der Kooy y un asistente no identificado de Kirschbaum, es que “Clarín representa a la elite industrial de la Argentina y, en el fondo lo que le interesa son los negocios”. Wayne atribuye a “crecientes quejas por negocios” la decisión de Clarín de “cubrir agresivamente el escándalo de corrupción Skanska, al que le había bajado el tono durante meses” (cuatro años después un peritaje de la Corte Suprema de Justicia concluyó que el Estado no pagó sobreprecios por ese contrato). El diplomático agrega que el diario se había “abstenido de semejante cobertura en contra del gobierno porque le debían a Kirchner haberlos salvado de la amenaza de bancarrota de acreedores extranjeros”. Pero las derrotas legislativas del gobierno en algunas provincias “y la recuperación de la salud financiera de Clarín, han terminado el período de gracia de Kirchner con el grupo”. Clarín no habla sólo con el gobierno de negocios. Wayne se queja porque “el diario no siempre se maneja de la forma responsable que nosotros quisiéramos”, pero ésa es una cuestión menor dado que ambos se sienten “en la misma vereda” en el intento de presionar al gobierno para que elija la norma estadounidense de televisión digital y “los buenos negocios podrían ser una buena base para nuestro diálogo en el futuro”. No es un modus operandi sorprendente. El propio diario La Nación reveló hace un año que el 3 de agosto de 2010 Magnetto recibió en su departamento de Alvear y Cerrito al alcalde porteño Maurizio Macrì y a la plana mayor del Peornismo Opositor: el ex senador Eduardo Duhalde, el senador Carlos Reutemann y los diputados Francisco de Narváez y Felipe Solá. También se sentaron a la mesa los principales periodistas de Clarín que, sin embargo, no informaron sobre el encuentro. Sí lo hicieron La Nación y Ambito Financiero: se trató de acercar posiciones para conformar la alianza electoral antikirchnerista que interesaba a Magnetto. Con ese optimismo a toda prueba que hace de él un personaje tan entrañable, Duhalde tranquilizó a todos: el kirchnerismo tiene fecha de vencimiento en diciembre de 2011 y ninguna posibilidad electoral, aseguró. Pero la Argentina acordó con Brasil la preferencia por la norma digital japonesa y, hasta el día de hoy, Macrì y Duhalde siguen riñendo por sus desacuerdos electorales. En otro capítulo el libro refiere un encuentro del segundo de la embajada con el segundo del Grupo Clarín, dos meses después de que Julio Cobos ingresara al libro de los récords por desempatar una votación en el Senado en contra de su gobierno. José Antonio Aranda le dijo al encargado de negocios que tenían la batalla ganada y que el gobierno se había dado por vencido con la ley de medios, lo cual sugiere que el grupo consume sus propios productos desinformativos. Aranda volvió a ser noticia esta semana por dos asuntos que tienen que ver con negocios y no con periodismo: la secretaría federal de ambiente y desarrollo sustentable no autorizó un megaemprendimiento arrocero de Aranda en Corrientes, que hubiera implicado anegar 7800 hectáreas de humedales con reserva de flora y fauna, y el gobierno porteño de Maurizio Macrì subsidió el soterramiento de cables de Cablevisión y Multicanal, obligación legal incumplida desde hace cinco años. Aranda y Magnetto también son proveedores de las computadoras personales que entregará el gobierno de la Ciudad a los estudiantes, en un contrato por 275 millones de dólares.